La posición inicial de la dirección federal del PSOE es la de rechazar por completo la posibilidad de que los socialistas faciliten un Gobierno del PP en Castilla y León sin Vox. Es decir, la posibilidad de establecer junto a los populares un "cordón sanitario" a la ultraderecha que empiece por Castilla y León.
Sin embargo, el debate abierto públicamente por el alcalde Valladolid, Óscar Puente, muy vinculado a Pedro Sánchez, avanza en el partido. Presenta contraindicaciones y también ventajas para el PSOE en el futuro, pero, según Ferraz, falla la condición previa imprescindible: el PP no está dispuesto a no pactar nunca con Vox o romper los acuerdos que ya tienen en comunidades o ayuntamientos, por ejemplo, sobre Presupuestos.
Para empezar, fuentes de Ferraz y de la Moncloa aseguran que el primer error de la polémica abierta por Puente es poner el foco sobre los socialistas, en lugar de sobre el PP que es quien tiene la responsabilidad de formar Gobierno. Además, quieren subrayar que las elecciones fueron convocadas por Alfonso Fernández Mañueco y Pablo Casado y, por tanto, son ellos los que han creado esta situación y deben buscar salida.
En segundo lugar, entienden que para que el PSOE llegue a plantearse la opción de permitir que gobierne Mañueco sin Vox, debe ser el presidente en funciones de la Junta el que lo pida formalmente a los socialistas.
Esa petición, si llegara a producirse, debería llegar acompañada del compromiso del PP de mantener para siempre ese "cordón sanitario" a Vox. Es decir, que no pacten con la ultraderecha en otras comunidades, empezando por Andalucía, y en el futuro que no haya pacto tampoco tras las elecciones generales de finales de 2023.
Hoy por hoy, el PP ni se plantea esa opción. Por lo que falla la condición previa.
Explican los socialistas que, de llegarse a ese compromiso, se produciría una situación similar a la de Francia o Alemania, donde la derecha siempre prefiere acuerdos con los socialistas antes que pactar con la ultraderecha. Por eso, por ejemplo, en Francia los socialistas y la derecha votan juntos si en la segunda vuelta de las presidenciales compiten contra la ultraderecha.
Argumento de campaña
Si el PP aceptara ese compromiso y el PSOE facilitara el Gobierno de Mañueco, los socialistas tendrían que renunciar en el futuro a uno de sus principales argumentos de campaña: votar a los populares es votar a la ultraderecha.
Supondría además que el PP renunciaría a completar mayorías en Andalucía o en el Congreso si suma después de unas generales. Algo que, según fuentes del PP, no es aceptable porque les impediría gobernar. Sólo sería posible si el PSOE, a su vez, asumiera el compromiso de aceptar que gobierne la lista más votada, lo que tampoco parece posible.
Es decir, que el dilema del PSOE tiene una barrera inicial complicada: la voluntad del PP de pedirlo. Y por eso Ferraz no quiere abrir el debate, porque cree que el PP no lo ha pedido, ni lo pedirá.
En todo caso, si se plantea como hipótesis, la siguiente fase podría ser el desbloqueo de algunos acuerdos pendientes entre el PP y PSOE como la renovación del Consejo General del Poder Judicial que Pablo Casado mantiene frenado.
Hay alguna referencia lejana y similar, salvando las muchas diferencias, en las peticiones del PSOE al PP para que facilitaran la investidura de Pedro Sánchez sin tener que contar con los votos de los independentistas y Bildu. "Si quieren que no pactemos con esos partidos, que faciliten un Gobierno de Sánchez", decían entonces los socialistas al PP, sabiendo que era imposible que tal cosa ocurriera.
En 2017, el PSOE que dirigía entonces una gestora facilitó la investidura de Mariano Rajoy para evitar una nueva repetición electoral. Eso supuso una quiebra dentro del partido socialista que ahora muchos no quieren repetir.
Dan por hecho que el PP terminará por pactar con Vox y, además, consideran que de esta forma pueden mantener como argumento fundamental de campaña que votar al PP es votar a Vox. Y ese miedo a la ultraderecha es fundamental para movilizar a los electorales de la izquierda, según dicen.