Pedro Sánchez ha dado la orden para que los ministerios de su Gobierno elaboren planes de contingencia ante una eventual y "más que probable" invasión rusa de Ucrania. Así lo han confirmado a este periódico fuentes cercanas al presidente.
Los datos que se manejan en Moncloa son los siguientes: el despliegue ruso ya supera las 150.000 unidades; todos los informes de inteligencia indican que habrá invasión; en el caso de que efectivamente sea así, se espera un ataque relámpago, tipo blitzkrieg; los informes de inteligencia anticipan una entrada inicial desde Bielorrusia en dirección a Kiev, para tomar la capital y deponer al Gobierno.
Ésta es una guerra (si lo acaba siendo) que pone en juego las relaciones internacionales surgidas tras la Guerra Fría, pero con motivos exactamente iguales a los de antes de la caída del Muro: influencia política y fuentes de energía.
Por eso el presidente estaba este miércoles apostando por el centro Nacional del Hidrógeno en Puertollano (Ciudad Real), el mayor de Europa, y Joe Biden amenazó a Rusia hace días con "cerrar el Nordstream 2", gasoducto que conecta Rusia y Alemania (y con ella, la Europa central) evitando Ucrania. Y de ahí los equilibrios de Berlín...
Pero también por eso, sólo la cesión de Estados Unidos -y con ellos, la OTAN- a las exigencias de Vladímir Putin mandaría todo el despliegue militar de vuelta a los cuarteles. "Son inaceptables", responden a coro socios y aliados desde Washington a Bruselas, y desde Tallin a Atenas.
"Es que 150.000 hombres son muchos. Son campamentos, son suministros, son retaguardia, combustible, médicos, son vías de aprovisionamiento, planes y contraplanes, munición... es una inversión muy estudiada, con objetivos que esperan rendir beneficios", explica un analista de Moncloa.
En todo caso, el Ministerio de Exteriores mantiene absoluta discreción en este asunto. Sus portavoces no dan ninguna información al respecto, más que la que deja caer, con cadencia calculada, José Manuel Albares.
"No hay desescalada rusa"
El lunes admitió que tenía un plan de evacuación para los casi 500 españoles residentes en Ucrania; el martes, que ya estaba elaborado el dossier para sacar al personal no esencial de la embajada en Kiev, y en la tarde del miércoles pidió "prudencia" públicamente "a la espera de poder confirmar ese repliegue, que sería una magnífica noticia".
Lo mismo que dijo Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, que habló de "cauto optimismo". Pero ya por la noche, el ministro español pudo confirmar que el mínimo movimiento de tropas ordenado por los mandos rusos "no se correspondía con un repliegue", e informó al presidente.
El martes a primera hora, habían anunciado las agencias rusas y las webs de información financiadas por el Kremlin el inicio de una supuesta desescalada de las tropas rusas que amenazan la frontera de Ucrania. Entre la esperanza y el escepticismo, el equipo de Albares contactó con los socios de la UE y los aliados de la OTAN. Por la noche, ya sabía que nada de lo dicho era cierto. Era otro movimiento táctico, convenientemente publicitado. Sus compañeros del Gobierno, y otros líderes más implicados en la crisis, fueron puestos al día.
Margarita Robles llegaba este miércoles a Bruselas, después de la sesión de control en el Congreso, para asistir a la reunión del Consejo de ministros de Defensa de la OTAN, presidida por el secretario general Stoltenberg. A la salida del cónclave, poco antes de las 17.00 horas, confirmaba el dato: "No ha habido ninguna desescalada".
Minutos antes, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, convocaba una cumbre informal de urgencia este jueves en Bruselas. En un debate previo en el Parlamento Europeo, había reclamado al Kremlin que retire de verdad sus tropas de la frontera ucraniana.
"En los dos últimos días, Rusia ha señalado que podría estar abierta a la diplomacia", señaló Michel. "La desescalada es la condición para un diálogo político sincero. No podemos intentar eternamente la diplomacia desde nuestro lado mientras la otra parte sigue acumulando tropas".
Indicadores de invasión inminente
Mientras, a las afueras de la capital belga, los ministros de Defensa aliados habían intercambiado datos y compartido sus informaciones. Y según expertos militares de las fuerzas estadounidenses, citados por el Atlantic Council, la acumulación de fuerzas rusas en Bielorrusia y en su frontera con Ucrania ya se ha completado o está muy cerca de finalizar.
Si la inteligencia militar de Washington había informado al presidente Joe Biden y al secretario general de la OTAN de que este miércoles 16 de febrero era una fecha "marcada", estos especialistas en defensa avanzada y en las armas de tierra, mar y aire, coinciden en que "el indicador más probable de una invasión inminente será el movimiento de las tropas y el armamento desplegados hacia las 'posiciones de salto', que puede que ya haya comenzado".
Las fuerzas ahora incluyen capacidades militares de alto nivel; logística de todo tipo, como servicios de inteligencia, contravigilancia y unidades de reconocimiento ISR; destacamentos de guerra electrónica, comunicaciones móviles y vehículos de mando y control; además de suministros para el combate, incluidas municiones, mecánicos de mantenimiento de vehículos, puestos médicos de campo, suministros de plasma sanguíneo y fuerzas de seguridad para los campamentos.
A pesar de la prudencia que está caracterizando (casi) todas las intervenciones políticas desde el estallido de la crisis, con las amenazas explícitas rusas a mediados de enero, Robles confirmaba estos datos, en lenguaje más llano, en su atención a la prensa: "La presencia de tropas rusas no tiene precedentes desde la Segunda Guerra Mundial y eso permitiría la invasión de Ucrania en cualquier momento".
Consecuencias militares
El problema de esos informes de contingencia que preparan los ministerios es lo que, según las fuentes consultadas, confirman. Por un lado, está la acción militar que deba asumir España.
Si Pedro Sánchez se ve obligado a acudir al Congreso a pedir autorización para un cambio de misión de las tropas españolas en la vecindad oriental, se verá la quiebra de la coalición. Ambas partes han modulado su mensaje -menos entusiasta el socialista, alejado de Rusia el morado-, pero tanto el PSOE como Unidas Podemos tienen asumido el choque interno: "La clave será que no vamos a una guerra, sino a evitar una masacre en Ucrania", explica un colaborador cercano al presidente.
En conversación con este periódico, además, aclara que "no sólo cumpliremos como un aliado fiable, es que además nos conviene en este momento". La afirmación esconde claves que esta fuente no revela, pero que tienen que ver directamente con los intereses particulares de nuestro país, hoy acosado por las presiones económicas y diplomáticas de Marruecos en Ceuta, Melilla, y el tráfico ilegal de personas a Canarias. Todo enmarcado en el conflicto del Sáhara Occidental.
En el entorno de Albares, el despliegue de contactos y reconstrucción de relaciones está siendo intensísimo desde que llegó al Ministerio, hace sólo siete meses. Y no todo se achaca a la "caótica" etapa de Arancha González Laya: "Han sido muchos años erráticos", concluyen.
Consecuencias económicas
Pero por otro lado, están las cuestiones más de andar por casa, las primeras conclusiones que se han podido extraer de esos estudios ministeriales: es evidente que Rusia contestará con represalias a las "sanciones masivas, rápidas y fuertes" que ya tiene elaboradas la Unión Europea.
"No estamos hablando únicamente de congelar los activos y prohibir el paso a dirigentes rusos", advertía este miércoles Ursula von der Leyen. "Rusia tiene un interés estratégico diversificar su economía, y para eso necesita tecnologías en las que nosotros tenemos el liderazgo mundial y para los que Moscú depende casi por completo de nosotros. Nuestras sanciones pueden golpear muy duro, y el Kremlin lo sabe bien", concluía la presidenta de la Comisión.
La respuesta rusa más esperable, sin duda, será la de cerrar el grifo del gas. Von der Leyen presumía de que "hay reservas para todo el invierno". Pero expertos consultados por este diario señalan que un conflicto como éste será largo.
Gonzalo Escribano, investigador principal del Real Instituto Elcano apunta a que "el problema no sólo sería de subida de precios inmediata, sino sostenida, y un encadenamiento de acción-reacción que nos pondría en carestía cuando llegue el próximo otoño".
En el entorno de Moncloa se estudia el escenario de inflación creciente y ya no coyuntural, una crisis energética con consecuencias comparables a las de la del petróleo en los años 70. España tiene su gas garantizado y, por suerte, no es parte de ese problema. "Pero tampoco estamos en la solución", abunda Escribano, "porque la UE nunca ha impulsado la interconexión por los Pirineos".
Un escenario de guerra en Europa comportaría, además, recortes más acusados en las cadenas de suministros, carencia de materias primas e incluso de algunos productos de primera necesidad. "La recuperación tras la Covid se ralentizaría, y los planes de empleo, reformas e inversiones saltarían por los aires", concluye un alto mando socialista.
De ese escenario hablará, este jueves, Pedro Sánchez con los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, en Bruselas.
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