En Moncloa se lamenta con regocijo "el buen criterio" del ministro de Exteriores, José Manuel Albares, al advertir desde hace meses de lo que iba a pasar en Ucrania. Y se celebra con exasperación que el planteamiento "de oenegé" que exhibe Pablo Iglesias le haya pillado ya fuera del Gobierno, por mucho que todavía -desde sus múltiples plataformas mediáticas- siga siendo "el guía espiritual" del socio minoritario del Gobierno.
A pesar de las apelaciones a "la unidad" como única respuesta a la amenaza, el Gobierno comenzó a quebrarse a finales de enero. Y Pedro Sánchez tuvo que reunirse con Yolanda Díaz para pactar un arreglo: ambas partes cambiarían su discurso, y el presidente buscaría los mecanismos para mantener un perfil bajo en el aspecto más belicista de la crisis, según han confirmado a este diario fuentes gubernamentales.
Así se pudo comprobar a la semana siguiente. Podemos comenzó a criticar la "agresividad de Putin", mientras el PSOE moduló su adscripción explícita al atlantismo, pasando a poner el peso en "la apuesta por la diplomacia, el diálogo y la distensión"... eso sí, con "disuasión". Para no desdecirse y por estrategia a largo plazo.
Este martes, en la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, 10 de las 16 preguntas que la portavoz, Isabel Rodríguez, ha permitido versaron sobre la guerra en Ucrania y sus "consecuencias" económicas y sociales. Y de ellas, la mitad inquirían sobre "la división en el Gobierno", las "presiones de Podemos" y el porqué de que España sea "de los pocos países que no envía armas a Kiev".
"Diferencias de opinión"
Fuentes cercanas al Gobierno ya habían rechazado esta aseveración el día anterior y, como informaba este periódico, recordaban que alrededor del 10% del fondo europeo de 450 millones es responsabilidad de España. "Nuestro país sí que compra material bélico ofensivo para enviarlo a Ucrania", repitió en varias ocasiones la ministra portavoz, molesta con las preguntas.
Este miércoles, el presidente anunció una rectificación en su enroque inicial de que España sólo entregue armas ofensivas a Kiev "vehiculándolo a través de la Unión Europea". En su comparecencia ante el Congreso, Sánchez anunció que "Como para mí es tan importante la unidad, quiero anunciarles que España sí entregará armas a la resistencia ucraniana".
Eso sí, no aclaró en qué sentido, de qué manera, cuántas armas, de qué tipo ni en qué circunstancias. Tampoco cuándo, dónde y por qué importe. Pero con esta decisión rectificaba su posición inicial, que había sido incomprendida y que le dificultaba mantener la unidad de acción y opinión con la oposición.
Otro miembro del Gobierno reprochaba este martes a la prensa "el empeño en buscar diferencias de opinión donde no las hay".
Efectivamente, no hay diferencias de opinión, gracias a que en la reunión de Sánchez y Díaz se forjó un argumentario común, pero sí hay diferencias de postura. "El PSOE es belicista cuando está en el poder, y si no es por nosotros, ya habríamos mandado tropas y armas", explican fuentes de Unidas Podemos. Este miércoles, los ministros y diputados morados no aplaudieron este anuncio de Sánchez.
El acuerdo entre ambas partes también implica no pedir tropas al Congreso, y en eso el Ejecutivo se ampara en que la misión de la OTAN sigue siendo la misma, "y ya está aprobada por el Parlamento". Además, ése fue el motivo por el que Sánchez no citó a la Alianza Atlántica en su declaración institucional del jueves pasado en Moncloa, antes de acudir a la cumbre urgente del Consejo Europeo.
Y finalmente, "no impide las misiones comunes de la OTAN y la ONU ni prohíbe votar a favor de que la Unión Europea compre armas para Ucrania".
El acuerdo, aunque según las fuentes consultadas "está costando mantenerlo y cuidarlo en el día a día", se mantendrá mientras no cambie la situación. Según las fuentes gubernamentales, "Podemos hace un esfuerzo para encajar en esta dialéctica, pero entiende la situación".
Los momentos de crisis
Cuando el 20 de enero, Margarita Robles anunció el adelanto del envío de la fragata Blas de Lezo al Mar Negro y la preparación de cazas para reforzar el despliegue de la OTAN en Bulgaria, recibió durísimas críticas. Y eso a pesar de que era simplemente "el adelanto" de lo que "ya estaba comprometido". En realidad, no era tanto eso, porque los buques y los aviones no han sustituido a los que ya patrullaban la región. Del mismo modo, este lunes se supo que el Ejército de Tierra reforzará con 160 soldados más los cuarteles aliados en Letonia.
En todo caso, fuentes oficiales de Unidas Podemos no dudaron en alertar, en conversación con este periódico, de que sería "causa de ruptura" que el PSOE decidiese participar en un conflicto armado "en el modo que fuera". Hasta el punto de que marcaban su posición de voto en el Congreso si Sánchez comparecía ante el pleno para pedir autorización al envío de más tropas o al cambio de la misión de los más de 650 militares en Letonia, Bulgaria y el Mar Negro.
"Unidas Podemos votará 'no' en el Congreso", advertían taxativos. "España cumplirá como un socio leal y un aliado fiable, con la UE y con la OTAN, hagan lo que hagan los diputados del socio minoritario del Ejecutivo", contestaba un alto funcionario socialista del entorno del presidente.
Pero entre el jueves 27 y el lunes 31 de enero, Pedro Sánchez hizo sus llamadas, a los socios de la UE, a los aliados de la OTAN y a la líder del socio de la coalición. En esos días, se reunió cara a cara con Yolanda Díaz, líder del espacio morado en el Gobierno. Y hubo frutos, la vicepresidenta segunda se desmarcó del discurso de sus compañeros y camaradas aclarando que "la voz del Gobierno es la del presidente Pedro Sánchez".
Exactamente lo mismo que unos días antes, había dicho, para pedir silencio a los líderes morados, el ministro Albares: "La política exterior la marca el presidente del Gobierno".
Han pasado apenas 40 días desde entonces. Tras el viaje del titular de Exteriores a Washington y su entrevista con el secretario de Estado, Antony Blinken, las múltiples advertencias del jefe de la diplomacia se convirtieron en compromiso efectivo. Aquel 20 de enero, Robles no sólo ejecutó la orden de Sánchez, sino que anunció públicamente el refuerzo de la presencia española "en las fronteras de Rusia" ante la "escalada militar" de Vladímir Putin en sus bordes con Ucrania.
"Unidad" fuera y dentro
Ha sido alrededor de mes y medio de tensiones internas en el Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos. En el primer fin de semana de tensiones, a la ministra de Defensa, líderes de todo pelaje de la formación morada la criticaron por su "furor militarista".
Otros tildaron su discurso de "bravuconadas belicistas temerarias e irresponsables", o incluso proclamaron su comprensión "a las preocupaciones de Rusia, que se siente intimidada y rodeada por la OTAN", como hizo el portavoz morado en la primera comparecencia de Albares en el Congreso.
Habían pasado menos de seis días cuando la división en el Ejecutivo contrastaba alarmantemente con las apelaciones a "la unidad" desde Moncloa. El Partido Popular, todavía con Pablo Casado al frente, mostraba su "apoyo incondicional" al Ejecutivo, aunque lamentaba las disensiones internas, que ya mostraban un Gobierno "roto". Mientras, Unidas Podemos alentaba, junto a los socios parlamentarios de ERC y Bildu, un conflicto frontal que amenazaba con quebrar el Gobierno.
De momento, Sánchez ha logrado contener la crisis de su Ejecutivo. De hecho, en el entorno del presidente se argumenta que este compromiso es la mejor solución, aunque obligue a España a parecer que va a remolque en algunas decisiones y Sánchez se gane las críticas de la oposición. "Imaginemos, en medio de la respuesta de unidad dada por todo Occidente", explican las fuentes, "qué imagen daríamos si este Gobierno se rompe, precisamente, por la guerra de Putin".
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