Cuando a las fiestas de los agustinos de Padre Damián los demás niños llevaban tebeos y parchís, Guillermo Rocafort (Madrid, 1970) cogía los libros de la Guerra Civil que le regalaba su tío. Y los devoraba (metafóricamente, claro). La anécdota dice mucho acerca de este historiador, abogado, profesor universitario y veterano legionario. Un hombre, en definitiva, al que es muy difícil colarle una "trola" sobre la Historia de España.
Profesor de Economía pública y de Gestión de operaciones en la Universidad Carlos III, Rocafort se ha dedicado durante años a desmontar los mitos de la historia reciente española, así como a denunciar el empeño de algunos por "perpetuar hasta el infinito la Guerra Civil entre los españoles, obligando a las futuras generaciones a nacer y desarrollarse sobre la base del odio y la división".
Lo hace en El fraude de la Memoria Histórica, un estudio que impugna el concepto mismo de este "instrumento político nacido para dividir a los españoles y sembrar discordia entre nosotros".
Sobre la base de que la Historia no se juzga ni se reinterpreta, sino que se acepta, Rocafort pone como ejemplo a Rusia, país que visita a menudo por cuestiones profesionales: "En los desfiles militares, primero va la bandera zarista y luego la soviética. Tienen una visión integradora. ¿Significa eso que son soviéticos o leninistas? No, pero asumen su pasado".
Por eso, frente a la Ley de Memoria Histórica, que el Gobierno quiere convertir en Ley de Memoria Democrática, aboga por una Ley de Punto Final como la que se propuso en Chile tras décadas en las que "los grupos memorialistas ya sólo servían para ser ordeñados electoralmente por la izquierda": "No se puede perpetuar artificialmente la guerra desde el poder o la guerra será continua".
Rocafort solicita que se acabe con la aplicación de una norma que, desde su concepción, sólo ha generado "dolor" para "recuperar el espíritu de reconciliación que permitió la Transición". "Si esto no para, nos dirigimos a la confrontación. Ya hay pueblos peleándose, familias que no están dispuestas a que se insulte a sus antepasados", lamenta.
Ley "segregacionista"
Si Guillermo Rocafort hubiera de definir de un modo la norma impulsada por José Luis Rodríguez Zapatero en 2008, y hoy asimilada por la mayoría de administraciones, diría que es "una ley segregacionista a nivel historiográfico" que "impone un nuevo relato de nuestro pasado, sesgado y sin posibilidad de crítica". Por eso, cuando alguien se desvía de la versión oficial, "se ve difamado, perseguido, excluido y cancelado".
Lo sabe bien. Lo ha sufrido en sus carnes por sostener, por ejemplo, que no hubo bombardeo por parte del crucero Baleares a la población que huía de la ciudad de Málaga. "No hay fotografías ni partes médicos" que lo acrediten, como "no hay esquirlas de metralla", señala. Rocafort cree que lo que ocurrió en realidad fue "que hubo una gran marcha de evacuación irresponsable del Frente Popular".
"Movilizaron a decenas de miles de personas. La mayoría colectivos vulnerables, sin alimentos, sin apoyo, sin vehículos de transporte, para hacer un recorrido de Málaga a Almería de 200 kilómetros", sostiene.
Discutible, claro, pero sólo de la discusión nace la luz. Y lo único que pide el entrevistado es que "se delegue en los historiadores y no en los políticos" el juicio sobre la Historia.
'Damnatio memoriae'
Volviendo al presente, el historiador cree que la llamada Memoria Histórica ha recuperado la damnatio memoriae (una práctica de la antigua Roma que consistía en condenar el recuerdo de un personaje tras su muerte) contra instituciones como las Fuerzas Armadas o, en especial, la Iglesia Católica "hasta el punto de que se dice que las cruces son franquistas, cuando es un símbolo religioso". "Algo similar pasó en la República de los Sóviets cuando destrozaron las cruces por ser zaristas", explica.
En definitiva, Rocafort lamenta que "nos quieren hacer apostatar de nuestros abuelos", como se demuestra, dice, en que el Gobierno se plantee con determinación introducir la Memoria Histórica en la Educación: "Lo único que va a conseguir es generar odio en los jóvenes; condicionarlos y dirigirlos ideológicamente".
Guerra del callejero
Rocafort no oculta sus simpatías y elige como enclave para la conversación los aledaños del Arco de la Victoria de Madrid, que es la obra urbana que conmemora la victoria del bando sublevado contra la República en la batalla de la Ciudad Universitaria. Desde ahí charlamos sobre la guerra en el callejero que aún se disputa en la capital y en la que él, junto a otros caballeros legionarios, ha tenido un papel protagonista.
Y es que Rocafort es uno de los miembros de la Plataforma Millán Astray, compuesta por decenas de veteranos legionarios que han conseguido recuperar la calle para su "padre fundador" en los tribunales, pese a las trabas puestas por el Ayuntamiento de Madrid. "[José Luis] Martínez-Almeida nos ha decepcionado", admite.
"Almeida forma parte del bando del PP rajoyesco que contemporiza, que no neutraliza, y que no se moja", dice el veterano legionario. Recuerda que la calle en honor al crucero Baleares o a Millán Astray las repuso el TSJM y no el alcalde de Madrid: "Sigue alimentando a asociaciones memorialísticas de la izquierda, lo cual es un error; si tú tienes el poder y no creas una contracultura, una contramemoria, cuando la extrema izquierda entre en Madrid en forma de 'frente amplio' habrá segunda parte".
En contraposición al regidor madrileño, considera que Isabel Díaz Ayuso "no entra en ese juego" porque no riega de dinero público a entidades "ideologizadas". Y pide aplicar una ley propuesta por el Partido Popular para que no se toquen las calles que daten de antes de la Guerra Civil (como puede ser, por ejemplo, la del general Millán-Astray).