La coalición pactada por PP y Vox para gobernar Castilla y León es inédita en España, pero el ascenso de la extrema derecha en Europa no la convierte en una anomalía. Sí es cierto que en Alemania y en Francia, los países en los que se mira España, funciona ese paradigma tan entonado estos días: "Allí, la derecha frena a la ultraderecha y la aparta del poder".
Conviene precisar que, en Berlín, todavía opera el recuerdo del nazismo y que eso condiciona la manera de proceder de los partidos políticos. Angela Merkel, sin ir más lejos, cesó a su delegado en el Este por negociar con la extrema derecha.
En Francia, candidatos como Le Pen y Zemmour conocieron un fuerte auge en las encuestas, pero hasta ahora el gaullismo y la era Sarkozy los ha mantenido fuera de los gobiernos. París afrontará su prueba del algodón en las presidenciales de abril, donde Macron será el único muro posible de contención.
Sin embargo, Alemania y Francia, siendo las locomotoras de Europa, no son toda Europa. Los pactos entre las organizaciones más cercanas al centro y la derecha radical o nacional-populista hace tiempo que dejaron de ser novedad en el Viejo Continente.
"La participación de la extrema derecha en gobiernos regionales no es común pero, en efecto, tampoco se trata de una anomalía", introduce Ignacio Molina, investigador del Real Instituto Elcano y profesor de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid.
Molina, en conversación con este periódico, explica que el universo de países europeos donde existen gobiernos regionales autónomos –asimilables de alguna manera a las Comunidades autónomas– se circunscribe a Alemania, Austria, Bélgica, España, Italia, Polonia, Suiza, dos enclaves de Portugal y tres del Reino Unido. Por tanto, ese debe ser el territorio de este análisis, y no Europa en su totalidad.
La cuestión es: ¿en cuántas regiones han prosperado coaliciones entre la derecha clásica y la extrema derecha? ¿Cuántos precedentes existen al pacto recién suscrito por el Partido Popular y Vox en Castilla y León?
Ignacio Molina refiere así el listado de países donde esto ya ha ocurrido –entre paréntesis se indican las siglas de los partidos de extrema derecha que entraron en tales gobiernos–: "Austria (FPÖ), Italia (La Liga y Fratelli di Italia), Polonia (PISM), Reino Unido (el DUP en el Úlster), Suiza (SPV y UDC) y Bélgica (N-VA)".
"En Azores, Portugal, existe un gobierno apoyado desde fuera por Chega! –un partido nacional-populista–, pero eso es lo mismo que ya pasaba con Vox en varias Comunidades autónomas españolas", especifica Molina.
Francisco Beltrán, profesor de Economía Política Global en Suffolk University, añade el caso de Noruega: "Progress, muy asimilable a Vox por sus posiciones programáticas, formó parte de la coalición de gobierno entre 2013 y 2020".
En Dinamarca, especifica Beltrán, el Partido Popular Danés –marca parecida a la de Abascal– "completó la mayoría parlamentaria de liberales y conservadores entre 2001 y 2011 y entre 2015 y 2019, sin embargo no entraron en el Ejecutivo". Como sucede hoy en la Comunidad de Madrid o en Andalucía.
A ojos de Molina, experto en Políticas, "sólo hay un auténtico cordón sanitario en Alemania". A continuación, añade: "También en Francia, pero es dudoso que sus regiones puedan ser equiparables en autonomía al resto de ejemplos mencionados".
En esa misma línea se expresa, Emilio Sáenz Francés, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Comillas: "No es la primera vez que se produce un pacto de esta naturaleza".
Sáenz Francés, además, anticipa que el acuerdo de Castilla y León será, salvo giro copernicano, una constante: "Sería fantástico ver una gran coalición PP-PSOE en España, pero nada apunta en esa dirección. El PP sabe que le será insoslayable negociar con Vox para gobernar. No creo que le vaya a costar más caro de lo que pueden costarle al PSOE sus alianzas con quienes sí han intentado revertir el orden constitucional".
Los gobiernos nacionales
Veamos lo sucedido en los gobiernos nacionales. En Austria, Sebastian Kurz, miembro del Partido Popular, logró su primera investidura en 2017 mediante un pacto con el Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), de extrema derecha, que se hizo con varios ministerios. De hecho, el líder de ésta última formación fue nombrado vicecanciller. Un escándalo de corrupción en el FPÖ permitió a Kurz romper la coalición. Después, él mismo se vio obligado a retirarse por otro caso de corrupción.
En Finlandia, Juha Sipilä, perteneciente a un partido autodenominado "de centro", se convirtió en primer ministro al firmar con Coalición Nacional y con los Verdaderos Finlandeses. Esta última sigla puede catalogarse como de extrema derecha y se hizo con la vicepresidencia y varias carteras. Corría el año 2015. Hoy, el país está liderado por los socialdemócratas.
En Holanda, el primer Ejecutivo de Mark Rutte estuvo pactado con la extrema derecha, pero no llegaron a tener asiento en el gobierno. En Estonia, en cambio, las elecciones generales de 2019 permitieron revalidar el cargo a Jüri Ratas tras sellar una coalición con el centro y con el llamado "Partido Popular Conservador", de ideología nacional-populista. Éstos sí encabezaron distintos ministerios. El acuerdo decayó tras dimitir el propio primer ministro por un caso de corrupción.
El caso de Italia
Italia supone, en términos de gobierno, un laboratorio de todas las fórmulas posibles. Ha tenido, desde la Segunda Guerra Mundial, más de sesenta ejecutivos. Allí, en 2015, se inauguró lo que el profesor Paolo Mossetti llama la "era del nacionalpopulismo". Cristalizó, en su máxima expresión, con un gobierno nacional a medias entre el Movimiento Cinco Estrellas y La Liga de Salvini.
"La alianza entre la derecha y la extrema derecha, en realidad, empezó con Berlusconi en los noventa. Él fue el primero que consintió la entrada de esos partidos en un gobierno nacional. Fue muy noticioso porque los dos extremos, fascistas y comunistas, habían estado apartados de la gobernabilidad durante cuarenta años", sostiene Mossetti en entrevista con EL ESPAÑOL.
El autor de Mil máscaras, la deriva del nacionalpopulismo italiano (Akal) sostiene, sin embargo, que La Liga que pactó con Berlusconi todavía se definía como "antifascista". Sí que exhibía rasgos separatistas, que les funcionaban en la zona de Padania.
Hasta que llegó Salvini y La Liga eclosionó: "Absorbió el centro derecha, miró a Putin y rechazó la globalización. También empezaron a percibirse tics racistas en su seno". Esa Liga, la echada en brazos del populismo, pactó con la derecha tradicional en la región del Véneto y en ciudades importantes como Verona.
Lo que no esperaba Salvini –detalla Paolo Mossetti– es que apareciera un fuerte competidor... a su derecha. Se llama Fratelli d' Italia. La formación, liderada por Giorgia Meloni, crece con facilidad en las encuestas. Aunque sólo gobierna, en colaboración con una plataforma de marcas, una pequeña zona del centro del país: Marche.
Matteo Salvini, en esa coyuntura, ha decidido moderar su partido, que incluso forma parte del actual gobierno de concentración liderado por Mario Draghi. Está intentando abrazar el europeísmo y ha renunciado a apoyar a Putin. De hecho, el propio Salvini viajó a la frontera con Polonia para mostrar su solidaridad con los refugiados, pero fue recibido con cajas destempladas debido a su pasado.
"La Liga está partida en dos. Es como si tuviera dos almas. Me resulta difícil atisbar su futuro. Está en un proceso de cambio y evolución", concluye Mossetti.