Hace justo un año, el PP compartía gobiernos de coalición con Ciudadanos en Murcia, Madrid, Castilla y León y Andalucía, y estaba vigente el discurso de Pablo Casado de octubre de 2020 en el Congreso de los Diputados poniendo mucha distancia respecto a Vox. Este mismo jueves lo ratificó ante los líderes del Partido Popular Europeo, aunque haya buscado los votos de la extrema derecha para investiduras como la de Isbael Díaz Ayuso en Madrid.
Ahora el PP ha firmado su primer acuerdo de coalición con la extrema derecha y Vox estará presente con peso notable en el Gobierno de la Junta de Castilla y León. Los populares han hecho casi desaparecer a Ciudadanos, pero necesitan a Vox también en Madrid y en Murcia, y están a punto de romper la coalición con el partido de Inés Arrimadas en Andalucía.
Es decir, en un año han roto con Ciudadanos para pactar con Vox. Han pasado del centro a la extrema derecha. Y el partido de Santiago Abascal ha dado el paso trascendente de implicarse por primera vez en la gobernabilidad de una comunidad y abandonar al menos en parte su posición de partido antisistema.
El propio Abascal ha negociado estos días con Alfonso Fernández Mañueco el pacto.
Todo eso ocurre en el momento en el que el PP está descabezado tras la caída de Pablo Casado y a falta de la llegada efectiva de Alberto Núñez Feijóo a la presidencia del partido en el congreso del próximo 2 de abril.
El aún presidente gallego llega a la sede de la calle Génova con una pretendida fama de moderado y con el éxito de haber impedido que florecieran Vox y Ciudadanos en su comunidad. Ahora, según admiten diputados del PP, empezará su mandato con la hipoteca de un acuerdo con Vox muy ventajoso para los de Abascal. El pacto se cierra antes de su llegada efectiva, pero empaña su giro centrista. No parece probable que se distancie de él en sus declaraciones públicas.
Por el momento, Feijóo se esfuerza en atribuir el acuerdo a Mañueco y culpar al PSOE, aunque señalando que el pacto "es perfectamente legítimo".
Tras las elecciones en Castilla y León, Casado se distanció del posible Gobierno de coalición con Vox, con la frase: "Nuestros principios son nuestras condiciones".
Partido de Estado
Como barón regional, Feijóo siempre hizo saber que discrepaba de la estrategia de la anterior dirección del PP que evitaba pactos de Estado que le diferenciaran de Vox. Según esa posición, era preferible mostrar lo que les diferencia de la extrema derecha: la capacidad de actuar como partido de Estado.
En esta situación de descabezamiento del PP nacional no hay versión de la dirección del partido, pero los barones, dirigentes y parlamentarios consultados coinciden en lamentar el acuerdo con Vox, al tiempo que explican que con los resultados de las elecciones de Castilla y León esta era la única opción posible para Mañueco, aunque pueda discutirse si paga un precio excesivo.
La otra opción era la repetición de elecciones, y eso podría ser aún peor. La del acuerdo con el PSOE nunca llegó a ser una opción real.
La tesis es que se trata de un acuerdo incómodo y con muchas contraindicaciones, pero inevitable. Y fruto de la decisión errónea de convocar elecciones anticipadas y romper el pacto estable con Ciudadanos. Curiosamente, las elecciones fueron pactadas por Mañueco y Casado para abrir un ciclo electoral triunfante hasta las generales de 2023. Ahora, un mes después de esas elecciones, ni siquiera Casado existe ya como líder.
Incluso, algunos en el PP explican, haciendo de la necesidad virtud, que es mejor tener opción de absorber a Vox, como suele ocurrir con la parte más débil de los gobiernos de coalición, y que, además, es bueno que asuman responsabilidades de Gobierno y el desgaste que lleva aparejado.
El problema, según admiten, es que tras las elecciones generales necesitarán con seguridad los votos de los diputados de Vox para llegar a los 176 escaños necesarios para gobernar y eso les creará un problema en España y en Europa.
El resultado de Castilla y León y el pacto con Vox tiene un efecto próximo demoledor para Juan Manuel Moreno, presidente de la Junta de Andalucía, según los populares. Tiene que celebrar elecciones antes de final de año, ahora con el miedo a la subida de Vox, la imposibilidad de negar acuerdos futuros con la extrema derecha y con una oposición de izquierdas movilizada para evitar esa coalición.
Es decir, todas las circunstancias y acontecimientos del último mes fuera de Andalucía han avanzado en dirección contraria a los intereses de Moreno, según explica un diputado andaluz del PP. "No paramos de hacerle faenas cuando mejor lo tenía", asegura.
Onda expansiva en Andalucía
Moreno se esforzó ayer en explicar que la onda expansiva de lo pactado entre su partido y Vox en Castilla y León no va a marcar una hoja de ruta para las demás comunidades. "Castilla y León es Castilla y León y Andalucía es Andalucía", repitió ayer en varias ocasiones minutos después de que Mañueco y el candidato de Abascal, Juan García-Gallardo, se dieran el apretón de manos.
Moreno fue el primer candidato en España que contó con el apoyo de Vox en su investidura para echar al PSOE de su feudo andaluz tras 37 años de gobiernos socialistas. Sin embargo, ahora cree que no necesitará a los parlamentarios de la formación verde para seguir siendo el presidente de los andaluces.
En ello confían en San Telmo -sede del Gobierno andaluz- al manejar encuestas que les dan entre 48 y 50 escaños. La mayoría está en 55.
Los resultados cosechados por su partido en Castilla y León el pasado mes de febrero alejaron el adelanto electoral y este pacto, aún más. Tocan a final de noviembre y todo apunta a que el Gobierno de PP y Cs agotará la legislatura.
Al respecto, Moreno lo tiene claro: "Salgo con la aspiración, que creo que es legítima y no utópica, de alcanzar una mayoría suficiente que me permita gobernar en solitario", aseguró ayer. También, que sus líneas rojas, refiriéndose al Estatuto de Autonomía y las políticas de igualdad, "son innegociables".
Por su parte, desde Vox en Andalucía creen que el acuerdo alcanzado en la comunidad castellana es "sensato, sin ganadores ni perdedores". También tienen clara otra cuestión: van a actuar con "la misma sensatez y responsabilidad" que ha actuado en Castilla y León, han informado a EL ESPAÑOL fuentes del partido.
En los últimos meses su estrategia ha sido ofrecer y quitar su apoyo dependiendo de la iniciativa de la que se tratara. Votaron en contra de los presupuestos, pero a favor de la Ley del Suelo y han bloqueado varios proyectos de ley.
Llevan tiempo confrontando y el último debate en la sesión de control con el portavoz de Vox, Manuel Gavira, fue especialmente bronco. Éste le recriminó a Moreno que Andalucía necesita "un gobierno fuerte", algo que el presidente andaluz puso en cuestión al reprocharle que no creen ni en la Unión Europea ni en las autonomías.
Reacción en la izquierda
El acuerdo de Mañueco con Vox ha sido recibido por el resto de partidos con la respuesta inmediata de quien ha encontrado un argumento político y electoral imbatible. Sirve con eficacia para poner en duda el centrismo y la moderación de Feijóo, según los distintos portavoces que se han pronunciado.
Por ello el Gobierno y el PSOE han imputado directamente a Feijóo el acuerdo, anticipando el uso del argumento de la identificación entre PP y extrema derecha. Añaden que los populares han pactado con un partido que rechaza el Estado Autonómico, los organismos internacionales multilaterales y la violencia de género, y con un nuevo vicepresidente en Castilla y León que escribió tuits homófobos y xenófobos.
Recuerdan, además, que los socios en la UE del PP en el Partido Popular Europeo han puesto siempre distancias con la extrema derecha, evitando pactos de Gobierno. Y así se expresó este jueves su presidente, Donald Tusk.
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