Hoy en día, España es el segundo país que menos invierte en Defensa de los 30 que conforman la OTAN, sólo el 1,02% de su Producto Interior Bruto (PIB). Muy lejos del 2% que acordaron todos los Estados miembros del Consejo Atlántico en 2014. Únicamente Luxemburgo gasta menos que nuestro país, el 0,57% según los datos oficiales de la Alianza Atlántica.
En el caso de España, ese porcentaje significa poco más de 13.000 millones de euros anuales. Y si Pedro Sánchez cumpliera el compromiso al que llegó el Gobierno, entonces de Mariano Rajoy, este año los Presupuestos deberían reflejar una partida de 26.000 millones.
Y teniendo en cuenta que el PIB español debería crecer este curso alrededor del 5% -las previsiones del 6,5% ya eran poco creíbles a inicio de año-, Sánchez deberá reservar no menos de 27.300 millones de euros en las cuentas públicas del año que viene... unas cinco veces más que lo que dedicará su Ejecutivo a políticas de Igualdad.
El pasado 8 de marzo, Irene Montero presentó el III Plan estratégico de igualdad efectiva entre hombres y mujeres, que prevé una inversión de 20.319 millones de euros entre los años 2022 y 2025. Con España ya inmersa en la crisis de la guerra de Ucrania, la cifra resultó muy polémica.
Al inicio de curso, el presidente se las prometía muy felices. Hoy afronta la enésima crisis mundial de su mandato, cambiando una vez más de arriba abajo sus previsiones y promesas. En estos días, se le ha recordado una entrevista de 2016, en la que sentenciaba que "el Ministerio de Defensa debería desaparecer". Ahora, prepara la duplicación del gasto militar para los Presupuestos de 2023 en el caso de que la guerra en Ucrania, "como es previsible", continúe.
Pero ahora, con la coalición entre PSOE y Podemos viviendo su "crisis más profunda" a propósito del antimilitarismo de los morados, la comparación puede profundizar las grietas. Yolanda Díaz y sus ministros ya se han mostrado explícitamente contrarios al aumento del gasto en Defensa.
Lo exige la realidad
Según las fuentes consultadas por este periódico en el entorno más cercano al presidente, Sánchez ya ha decidido que "el 2% del PIB para la inversión en Defensa no será un aumento paulatino, sino ya para el año que viene si se mantiene el escenario". Los aliados de la OTAN lo exigen así, el germen de la Europa de la Defensa aprobado en el Strategic Compass esta semana lo hace necesario y, sobre todo, si la guerra en Ucrania continúa, será imperativo.
Ya no serán los compromisos -"España cumplirá como un socio leal y un aliado fiable", repiten a coro los ministros socialistas del Gobierno-, sino la economía de guerra y la necesidad. "Nos jugamos los principios y valores europeos", ha proclamado, "la guerra de Putin pone en juego si prevalecerá la democracia o el modelo autocrático".
Todo ha cambiado desde el pasado octubre. Entonces, el 40 Congreso del PSOE fue (perdonen la analogía, precisamente en este momento) un paseo militar, con fanfarrias, himnos y glorias al líder.
Sánchez volvía del verano en el que había remodelado su Gobierno, modernizando la imagen, reconciliado con el partido, siendo agasajado por José Luis Rodríguez Zapatero y hasta por Felipe González. Prometiendo abolir la prostitución, una reforma fiscal "para que los ricos paguen lo que es justo" y hasta una nueva carta de derechos en una futura reforma constitucional.
Rectificaciones
Hoy, los anuncios son otros: las ayudas ya no son para "una recuperación justa", sino para que no se le paralice el país tras dos semanas de huelga de transportistas; los impuestos ya no van a subir, si acaso promete "rebajas fiscales" porque la inflación amenaza con llegar a los dos dígitos; y comparece ante el Congreso cada dos semanas para anunciar el envío de armas a una guerra en Europa y el aumento en el presupuesto en defensa.
El compromiso anunciado por el presidente en una entrevista televisiva, y sellado desde la tribuna del Parlamento, es el de "ir aumentando paulatinamente el gasto en Defensa hasta alcanzar el 2% del PIB en los próximos años". Pero según el entorno más cercano a Sánchez, esa cifra -que es la que reclama la Alianza Atlántica a sus miembros- se adelantará al próximo curso si, como todo parece indicar, "el conflicto bélico es largo".
Los informes de inteligencia que maneja Moncloa, procedentes de los principales aliados de la OTAN, indican que Vladímir Putin no está dispuesto a ceder. Y que, acorralado por las sanciones económicas y el fracaso de su estrategia inicial de "guerra relámpago", huirá hacia delante, tratando de implicar a países de la órbita occidental. Tal como informaba este diario el pasado viernes, "la escalada está garantizada" y el siguiente paso de estrategia rusa puede ser "atacar un país de la OTAN".
En ese caso, el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte obliga. Y ya no valdrá, como hasta ahora, que España sea uno de los países que más y mejor contribuye con tropas a las misiones de disuasión y cooperación de la Alianza y la Unión Europea. Habrá que desarrollar armamento, modernizar los equipos, contribuir a la Fuerza de Despliegue Rápido europea recién aprobada y aumentar el personal de tropa, marinería y aviación.
El pasado 27 de febrero, el canciller alemán, Olaf Scholz, reunió al Bundestag de urgencia para darle un giro copernicano a la política exterior que Alemania ha seguido desde la segunda posguerra mundial, cambió definitivamente el paradigma militar en Europa. Habían pasado sólo tres días desde el inicio de la invasión a Ucrania, y tras las primeras dudas de Berlín, tanto en la contundencia de las sanciones como en la respuesta de apoyo militar a Kiev, Scholz reaccionó con decisión.
Hasta ese momento, la aprobación del Strategic Compass era sólo el empeño del francés Emmanuel Macron, apoyado por España e Italia. Pero pendía de un hilo.
Aunque aquel día, Berlín anunció la "inmediata" duplicación de su inversión en Defensa, para superar de largo el 2% del PIB, modernizarse y competir con Francia (también) en el liderazgo militar de la Unión. La excusa española -amparada en su tradicional contribución con tropas y mandos a las misiones- desapareció y las presiones llegaron a Moncloa.
Presiones aliadas e internas
Llamadas desde Washington, Bruselas, París y Berlín le dejaron claro a Sánchez que España estaba dando la imagen de "ser el país que menos comprometido está" con la causa ucraniana. De hecho, el propio CIS lo demostró en su último barómetro, colocando al presidente español como el líder europeo peor valorado en la gestión de la guerra.
El presidente español, tras acordarlo en una reunión en Presidencia, el viernes anterior con sus socios de Unidas Podemos, había encargado a José Manuel Albares que impulsara en el seno de la UE el uso del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz para el envío de armas. Y eso prometió en TVE el 28 de febrero. Dos días después, se desdijo en el Congreso, y anunció el envío bilateral de "material letal a la resistencia ucraniana".
En esa misma cita con Ione Belarra, Yolanda Díaz y el resto de ministros morados, se comprometió a no aumentar la inversión en Defensa más que al 1,24% en la legislatura. Ésa era la cifra aceptable, un equilibrio entre los reclamos de los aliados y el antimilitarismo del socio de coalición. Y así se lo dijo a Carlos Franganillo... dos semanas después citó cifras erróneas ante Antonio García Ferreras, para que la multiplicación por dos no lo pareciera.
Hoy en día, España gasta el 1,02% de su PIB en gasto militar. El Gobierno ya ha prometido a sus socios y aliados acelerar su aumento frente al ritmo previsto. "Pero llegaremos al 2% de inmediato, el año que viene, si continúa la guerra", confiesan las fuentes consultadas.
Porque tras las llamadas desde la Secretaría de Estado de EEUU, desde el gabinete de Josep Borrell y el de Ursula von der Leyen, o las oficinas de Macron y Scholz, en Presidencia se entendió que hacía falta un giro total.
Más aún teniendo en cuenta que el apoyo a estas decisiones "necesarias" sólo vendrá de sus partidos a la derecha, y que Unidas Podemos siempre será un lastre en este sentido. Un lastre que "se la está jugado, y que debe saber que no estamos para juegos", explica un dirigente socialista muy cercano a Sánchez. "Lo del partido de la guerra fue una canallada, y ya se les ha hecho entender que ni una más".
Ahora, habrá que ver si los socios morados, y la izquierda independentista, aprueban ese 2% en Defensa en las cuentas públicas del año que viene.
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