Llegamos a la barra del Real Casino de Madrid con las manos abiertas, mirando al cielo, para que nos pusieran una copa de vino. En este diario hemos debido de perder el sentido del límite. La presentación del libro de Cruz Sánchez de Lara fue algo así como el after del Wake Up. Estábamos los mismos, pero más relajados, como envueltos en un aire versallesco.
Ministros del PSOE, líderes del Partido Popular, presidentes autonómicos, directores de periódico, escritores... Nosotros, los de la barra, llevamos por si acaso un retrato de Juan Carlos I. Estábamos seguros de que aparecería. Porque allí no faltaba nadie y porque el título cinegético de la novela de Cruz era una perita en dulce para el Emérito. No hubo suerte.
A las ocho de la tarde comenzó la fiesta. Hay cosas, ahora que estamos con la resaca de la Semana Santa, que no se pueden explicar con palabras. Casi un tercio del gobierno y los rostros más reseñables de la oposición habían quedado para oír hablar de un libro.
Cazar leones en Escocia (Espasa, 2022) debe su nombre al Mcguffin de Alfred Hitchcock. Es decir, a ese elemento de una trama de suspense que, significando nada, hace a los protagonistas avanzar en la trama.
Puede palparse una extraña obsesión en el matrimonio Cruz-Pedro J. por los "pactos de Estado". Desde la barra, veíamos a Esteban González Pons, Cuca Gamarra, Ana Pastor, Marta Rivera de la Cruz, Félix Bolaños, Pilar Alegría, Margarita Robles o Emiliano García-Page confluir en muy poquitos metros cuadrados. Incluso apareció Ana Botella, que charló varios minutos con el ministro de la Presidencia. ¿Y si el libro era el Mcguffin perseguido por los políticos?
Algo insinuó Cruz desde el escenario cuando dijo: "Nos miramos a los ojos y firmamos un pacto". Aquello lo mismo podía ser una canción de Alaska que una frase del discurso de Sánchez el día que renueve el CGPJ de la mano de Feijóo.
Pasaban cosas muy raras. De verdad, muy raras. Vino Chenoa, que a los de la barra nos encanta. Porque hemos crecido con Chenoa. Y nos dijo: "A cazar leones en Escocia se va en chanclas". Cuando tratábamos de descifrarlo, entró en el corrillo Begoña Villacís, que abrió el bolso para sacar el móvil y... nos regaló un billete de tres pesos cubanos con el rostro del Che Guevara.
El lector pensará que todo esto es una broma, pero fue real. Sol Aguirre y Laura Riñón, testigos. Chenoa llevaba unas chanclas en el bolso y Villacís tenía dinero comunista en su cartera. Para más inri, el tío más pijo del periódico se confundió de piso al ir al baño, entró en una zona exclusiva de socios y fue expulsado por llevar vaqueros. Y así sucesivamente.
Cazar leones en Escocia –un libro que no podemos destripar porque nos lo impide la línea editorial del periódico– debe de ser algo así como una historia que arrima a sus lectores a hacer cosas que nunca imaginaron. Pedro J., por ejemplo, tan obsesionado con la realidad, se ha leído una misma novela tres veces.
Sin embargo, por más que el embrujo –y el orujo en nuestro caso– de la literatura pueda surtir su efecto, hay determinados nombres que se repiten. Los ministros y líderes de la oposición que confluyeron primero en el Wake Up y después en el Casino eran los mismos.
Eso, en la barra, nos permitía sacar una conclusión: de esos apellidos saldrán los grandes acuerdos si es que algún día salen. Con cada copa nos poníamos más optimistas y aun así lo vemos complicado. Pero si un día salen, serán encabezados por quienes van en negrita en esta crónica.
"¡Joder, pero si está aquí toda la tercera España!", decía un importante pensador cuyo nombre no podemos revelar por respeto al off the record. Tras darse un garbeo, apostillaba: "Bueno, hay algún infiltrado". Tenía razón. En los tiempos que corren, eso que podría llamarse tercera España no es tan numerosa.
Se iba haciendo tarde y se nos estaba yendo de las manos. La comida, por cierto, exquisita. Mirábamos a Cruz y a Pedro J. con cierta incredulidad. La orden era contradictoria: había que escribir esta crónica, pero no dejaban de colocarnos copas en la mano.
Al salir del Casino, pensando en las chanclas de Chenoa y con el billete de tres pesos cubanos de Villacís en el bolsillo, los de la barra nos creímos capaces de todo. Llovía, no teníamos paraguas, pero habíamos cazado leones en Escocia.