Horas antes de que las mascarillas sanitarias fueran una anécdota en España, se dio un escenario glorioso el Casino de Madrid, allá en calle Alcalá, en una noche lluviosa pero maravillosamente concurrida: se presentó la primera novela -la inaugural incursión en la ficción- de la abogada y experta en derechos humanos Cruz Sánchez de Lara, en una velada que pareció una fiesta hermosa de las antiguas con lo más granado de la política, la cultura y espectáculo patrios. Los besos, los saludos y las fotos dieron de sí, en un evento que sirvió para celebrar la transversalidad de sus invitados y la irrupción en la novela de una mujer que ya amenazaba con estallar en el relato -porque ya lo auguraban su vida como letrada, como humanista y como hembra consciente y empática-.
Vimos todas las caras posibles en la noche de los libros y de la concurrencia cariñosa y diferente. Margarita Robles, Pilar Alegría, Pilar Llop, Félix Bolaños, Esteban González Pons, Cuca Gamarra o cargos tan relevantes como la presidenta del Tribunal de Cuentas Enriqueta Chicano o el presidente del Tribunal Constitucional Pedro González-Trevijano se dieron cita en esta noche emblemática que celebraba la literatura pero también el regreso a la vida social madrileña, sin olvidar a las primeras espadas del mundo empresarial del Ibex y de multinacionales tan relevantes como Santander, Endesa, Correos, Abertis o El Corte Inglés. Hablamos también del presidente de Microsoft España, como Alberto Granados, o el presidente de Oesía, Luis Furnells, o el de Oracle, Albert Triola, o la directora general de Openbank, Patricia Benito, o el fundador de LLYC, José Antonio Llorente.
También acudieron importantes representantes de los medios de comunicación, como Javier Bardají, director de Atresmedia Televisión; Nacho Cardero, director de El Confidencial; José Miguel Contreras, fundador de Lacoproductora; Encarna Samitier, directora de 20 Minutos; Óscar Campillo, director del próximo periódico deportivo de Vocento; Benedetta Poletti, directora editorial de Hearst España y de la revista Elle; Inmaculada Jiménez, directora de la revista Harper's Bazaar; Yolanda Sacristán, nueva directora de marca de Forbes Woman; Daniel Basteiro, director de Infolibre; Lucía Méndez, redactora jefe de Opinión de El Mundo; María Ramírez, subdirectora de eldiario.es, y Eduardo Suárez, jefe editorial del Reuters Institute.
Se nota la alegría del encuentro y más cuando lo que se celebra es el talento bajo una cúpula luminosa llena de historia y de mitos. Lo burbujeante se estila cuando más que una presentación literaria, acontece una fiesta: un reencuentro, un abrazo, un devenir de conversaciones de personas con enjundia que se juntan para homenajear una nueva voz narrativa. Y la de Cruz Sánchez de Lara lo es, dentro de su humildad insobornable: de hecho, ella hacía porque pareciese que la festividad fuese de todo menos propia. Pero no nos olvidemos. Ha nacido una escritora, por tímida que se muestre.
Mujer narrativa
Lo anunciaba, entre el tintineo de los cócteles, Ana Rosa Sempúm, directora editorial de Espasa, inaugurando la velada y tomando el micrófono: “Cruz siempre recordaba que de pequeña escribía y que llegó a a ganar un premio literario con uno de sus relatos”, esbozó, al comienzo de la gala.
"Es la primera vez que se ha animado a entrar en el mundo de la ficción y he de decir que lo ha hecho con gran brillantez”
“Claro que había publicado artículos, pero ésta es la primera vez que se ha animado a entrar en el mundo de la ficción y he de decir que lo ha hecho con gran brillantez”. No se equivoca. Cazar leones en Escocia (Espasa) es una primera obra ambiciosa que se permite reflexionar sobre el sentido de la vida, ni más ni menos, y sobre todos sus tentáculos complejos: el amor, la pasión, la heroicidad de ser uno mismo, la sordera ante el qué dirán, la incursión del dinero, la memoria, los antepasados, y, muy especialmente, el hecho de ser mujer y vestirse por los pies, con todo lo que eso significa.
Ya lo dibujaba, con toda su dureza, la auténtica Simone de Beauvoir: “Una mujer libre es todo lo contrario de una mujer fácil”. A ver qué hacemos con esta sentencia. A ver cómo nos la aplicamos. En el libro de Sánchez de Lara, lo cierto es que es fácil encandilarse por esa sucesión de hembras oscuras y fascinantes -la abuela, la hija, la nieta- que dibujan la España expectorante y también turbia de los últimos cien años de nuestro país. Y esto es un ejercicio de memoria. Y de emoción visceral y feminista.
La felicidad y sus mitos
En el fondo es una novela sobre lo esencial, sobre lo que conforma la vida: con la excusa narrativa de una herencia multimillonaria -que dota de brillo y glamour al relato, volviéndolo 'cool' y cinematográfico- se refiere a las teclas que hemos de tocar para ser felices, a la cuestión de rodearnos de los que nos aman sin artificios, a la aventura de conocernos y reivindicar los valores que resultan inservibles al mercado: cómo en lo pequeño encontramos la pasión que nos hace relevantes -puros, significativos, fieles al símbolo y al rito que nos otorga contexto-, cómo desechar la superficialidad para hallarnos como seres humanos lúcidos y dignos, cómo ser honestos con nuestra biografía y cómo -esto es muy interesante- desde el privilegio logramos rascar lo relevante de la existencia, que es, por norma, el amor, lo que nos desprovee el hábito tramposo, del juicio de los otros, de la fachada.
Esta es una novela contra las mentiras. Esta es una novela que late desde un lugar primigenio, conectado al centro, llena indiscutiblemente de filosofía, de cultura, de verdad. Eso la hace auténtica y valerosa. Aunque sus escenarios sean indiscutiblemente glamourosos, apela a lo más profundo, descastado y auténtico del ser humano: ¿cómo puedo insonorizarme de todo para lograr ser feliz? En este sentido, es una obra limpiamente antropológica, que se preocupa por las grandes cuestiones del ser, por mucho que se barnice de lujo y wannabismo.
Toque 'thriller'
Lo resume Semprún: “Miranda, la protagonista de la novela, recibe una herencia que sólo podrá hacer suya si se instala tres meses en casa de su recién fallecida madre y sigue las indicaciones que ésta le da: ha de leer seis cartas indicativas que deben ser abiertas en diferentes momentos”, sugiere. “La persecución de este legado es interesante, sin duda, pero lo decisivo es cómo la protagonista va descubriendo quién es ella, cómo es su madre y cómo es ella como hija”.
"La persecución de este legado es interesante, sin duda, pero lo decisivo es cómo la protagonista va descubriendo quién es ella”
Hablamos, sencillamente, de la vida, de una obra que nos atraviesa como seres humanos: amor, desamor, maternidad, independencia, sentimientos encontrados, “todo ello antes de alcanzar una difícil plenitud definitiva”, señala la experta. Cierto es que las buques insignia de la narrativa se refieren a esta obra como una pieza de ‘women’s fiction’, al estilo americano, esto es, la historia de una mujer a punto de transformar su vida e iniciar un período de crecimiento personal. Y es verdad: pero esta historia raya lo humanístico.
Sería una pérdida cultural que no fuese leída por hombres, porque les apela, indiscutiblemente. Sería una pena que aunque se trate de una pieza dotada de una sensibilidad intrínsecamente femenina -por el poderío de sus personajes principales- no fuese oída en su grito ensordecedor por los varones de la especie. Porque cada obra genial es para todos. Porque es una limitación al talento cercarse al género.
Primera novela
“La atmósfera recuerda a ciertas novelas francesas donde se plasman maravillosamente los ambientes de cierta burguesía madrileña y española”, alicata Semprún. Esta es una novela sobre la rebelión de tres generaciones de mujeres contra el mundo que les ha sido establecido. Y en esa belleza desquitada y auténtica se huele a la autora, a Cruz Sánchez de Lara. Por eso hay periodistas que la han llegado a tildar como “insólita primera novela en su género”. Porque de esta transparencia nace algo ecuménico y grande.
La propia Cruz Sánchez de Lara, en la noche en el Casino de su presentación, ha asegurado que su placer intrínseco era celebrar porque sí: “Podríamos haber convocado cualquier fiesta: por el quinto aniversario de mis bodas con Pedro J., por ejemplo, o por cualquier excusa, me conocéis bien”… ha sonreído. Pero no ha sido el caso. “ Tengo 49 años, ya casi 50, y agradezco que compartáis conmigo esta oportunidad: es un sueño que se me da en la plenitud de mi madurez” .
Cruz, generosamente, ha invitado a subir al estrado a Rosa, su editora de Espasa, a quien menta continuamente y a quien incluso homenajea en las páginas de su libro, en el punto de los agradecimientos. Explica ante todos cómo recibió su llamada sorprendente cuando ella misma no sabía que era capaz de escribir ficción. Con naturalidad, revela: “Yo le dije a Rosa, ‘oye, yo no quiero hacer nada mediocre’. Y ella me contestó: ‘Perfecto, porque en Espasa no queremos nada mediocre’”. Cuando se miraron, se entendieron: extrañamente cómplices. Y Cruz arrancó a escribir “como si me hubiera estallado una botella de champán con burbujas, con emoción, con toda la pasión”.
Escritora de siempre
Dice Cruz, con cierto sonrojo, que ella lleva todo este tiempo hablando a sus allegados de “escribir un libro como el que hace una proeza o como al que le van a dar el Premio Nobel”, pero confiesa que no sabe vivir estos procesos artísticos de otra manera. Lo relata con naturalidad, con tierna soltura: “Me acabo de encontrar con una amiga de cuando era pequeña y me ha dicho que ella lo sabía, que sabía que yo escribiría un libro, así que debían saberlo todos menos yo”, sonríe. Ojo: Sánchez de Lara recuerda que siendo adolescente ganó un concurso infantil regional en el que la premiaron con 25.000 pesetas por un relato literario, “y aquello fue un verdadero placer, y hoy doy gracias por el regalo que se me presenta”.
Ha agradecido también la generosidad de los medios que la han acunado en su nueva aventura literaria -de ‘Elle’ a ‘La Vanguardia’ pasando por ‘Semana’, lo cierto es que sin excepción, casi todos- y ha celebrado su amor -correspondido, qué suerte, ya a casi nadie nos pasa- por Pedro J. Ramírez. “Soy la única persona del mundo por la que se ha leído una novela. Sé de su apego a la no ficción, a la realidad. Señores, esto debe ser amor”, ha sonreído, antes de clausurar su momento con un elocuente “y que nos dejen vivir en paz, y que acaben por fin las guerras”. Amén.
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