Fuentes del Consejo de Ministros se niegan a mantener la promesa de "transparencia", alegando rigor y seguridad nacional. Lo que el lunes era urgente para "informar a la opinión pública a la vez que a los tribunales", porque "el Gobierno no tiene nada que esconder", se ha convertido en un juego de adivinanzas con una sola respuesta. Eso sí, tras el descarte y nunca pronunciada por las fuentes oficiales: algo así como mira a Marruecos.
¿Está en juego la seguridad nacional y las relaciones con otros países si se desvela lo que pasó? "Efectivamente, esto es muy serio". ¿Y tiene que ver con lo que ocurría en mayo? "Tú lo has dicho".
Y a buen entendedor...
El guion, como el que portaba en su carpeta este martes Isabel Rodríguez, ministra portavoz, es un laberinto que sólo deja la salida hacia el otro lado del Estrecho. Si Pedro Sánchez fue espiado, si están en juego las relaciones internacionales y la seguridad del Estado, por lo que ocurría en nuestro país en las fechas en las que se le robó información del móvil, evidentemente, todos los dedos señalan a Marruecos.
Hasta 10.000 intrusiones, entre ellas a 200 teléfonos españoles, serían responsabilidad de Rabat en aquellas fechas, según lo publicado este martes por The Guardian.
Decidir sin libertad
Pero si esto es así -y Rabat ya actuó a la vista de todos asaltando Ceuta-, teniendo en cuenta que el programa Pegasus "no deja rastro" y no se podrá probar judicialmente lo ocurrido, el que quedó comprometido es el atacado, no el agresor.
Quien se sentó después en posición débil en la mesa de negociación no fue Mohamed VI, sino Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España... el firmante de la carta que el pasado 14 de marzo daba un giro histórico a la posición española sobre el Sáhara Occidental.
¿Lo hizo en total libertad? ¿O esos casi tres gigas de información comprometían la "seguridad del Estado" y las "relaciones internacionales"?
Eso sí, todo esto son conclusiones dirigidas desde Moncloa en un arcano lleno de conjeturas, silencios y contradicciones, además de acusaciones cruzadas (a media voz y en conversaciones extraoficiales) entre ministros.
Ya no es sólo el ala de Unidas Podemos la que arremete contras sus bestias negras del bando del PSOE. Ahora mismo, los propios ministros socialistas hacen lo posible no sólo por esquivar los golpes, sino que si hace falta desviar el tiro hacia el que se sienta dos sillones más allá, se hace.
"¿Si se demuestran las sospechas sobre la autoría de Marruecos en el espionaje al presidente y la ministra de Defensa cambiará la posición española sobre el Sáhara?", preguntó una periodista a la portavoz. "No hagamos futuribles", repetía Rodríguez hasta en cuatro ocasiones. "No anticipemos las posibles consecuencias de lo que podría pasar en caso de que sepamos quién ha estado detrás... si es que llegamos a saberlo".
Unas palabras muy parecidas a las que usaba otra fuente cercana al presidente en conversación con este diario. "Según se conozca lo que ha ocurrido, la gente podrá entender mejor". ¿Lo que nos jugábamos con Marruecos? "Tú lo has dicho". Entonces, ¿cambiaríamos la posición sobre el Sáhara en ese caso? "Insisto, hace falta confirmar lo que pasó y poder contarlo". Es decir, tener pruebas.
Lo que está claro es que en un asunto de "tanta gravedad" el Gobierno, sus ministros, tienen muy bien aprendido el argumentario que deben usar. Les podría bastar con defender una decisión de política exterior como hasta hace dos días: "Es la solución "más seria, realista y creíble". Pero no: admiten que Moncloa "no ha estado nada fina" en este asunto hasta ahora, y que "ha reaccionado tarde y con falta de reflejos" para detectar el embrollo enorme en el que se estaban metiendo... con cada nueva solución.
La última ha sido la de lanzar una nueva derivada del llamado caso Pegasus, esta que inauguraron Félix Bolaños e Isabel Rodríguez el lunes a las 9.30 de la mañana con su rueda de prensa urgente en Moncloa: "Queremos esclarecer lo que ha pasado para que, una vez lo sepamos, podamos tomar las medidas adecuadas con el objetivo de que no vuelva a suceder". Y entretanto, por supuesto, "total transparencia".
Las 'cinco uves dobles'
Porque para empezar, se contradicen ellos mismos. Y es que, a poco que se les pregunte, admiten que "en realidad, es casi imposible que lleguemos a saber qué ha pasado".
Ni las principales incógnitas que esconden el resto de las cinco uves dobles de las que se alimenta el periodismo: (who) quién espió el móvil del presidente del Gobierno y de la ministra de Defensa, (where) desde dónde se lanzó el ataque, (how) cómo se infectaron ambos aparatos y (why) por qué se introdujo el software espía Pegasus en esos dispositivos precisamente en ese momento.
Y es que además del qué -es decir, el robo de casi tres gigas de información de los teléfonos oficiales del uno y la dos en la cadena de mando de la seguridad nacional- sabemos el cuándo. Y bien que se encargó Moncloa de que se supiera.
Mientras la ministra portavoz se negaba a desmentir las sospechas de Moncloa respecto de Rabat como responsable del ataque, en plena rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros, se filtraba que las dos intrusiones al móvil de Pedro Sánchez fueron el 19 de mayo y el 31 del mismo mes. Y las fechas, el cuándo, no son inocentes.
La primera de ellas coincide, exactamente, con el día siguiente a su visita a Ceuta después de advertir que su Gobierno pondría "todos los medios necesarios" para defender la soberanía y la integridad territorial de España ante el asalto de más de 10.000 personas alentado por las autoridades de Marruecos.
Y la del último día de mayo de 2021, domingo, sucedía a la celebración del Día de las Fuerzas Armadas, en el que Margarita Robles había arremetido contra Rabat por "utilizar niños como instrumento para burlar las fronteras", sólo una semana después de que el ataque masivo con Pegasus lanzado desde los servicios secretos de Marruecos infectara el teléfono de Emmanuel Macron.
Otro mandatario espiado fue el primer ministro británico, Boris Johnson. Aunque lo cierto es que ninguno de los dos confirmaron ni desmintieron. Mucho menos convocaron a la prensa. Y ni de lejos se les pasó por la cabeza informar del "volumen de datos robados", como sí ha hecho Moncloa.
En esas fechas, el presidente de la República Francesa, amigo personal de Sánchez, se había significado como uno de los máximos valedores de España en la respuesta europea a la invasión de Ceuta. Y tal como había publicado Le Monde una semana antes, el viernes 22 de mayo, la DGS gala había detectado el ataque a su móvil desde Marruecos.
Laberinto sin salida
El problema, o los problemas acumulados, ahora mismo en el despacho del presidente español son cómo salir de su propio laberinto:
Ha querido jugar a la "transparencia" confesando una brecha de seguridad en su entorno más íntimo en una jugada que podría ayudarle a desmentir sus culpas en el supuesto espionaje a los independentistas. Pero éstos no le creen y le han retirado su apoyo de legislatura -al menos de momento-. ¿Mereció la pena hacerlo?
Su móvil fue atacado hace 11 meses y él no lo ha sabido hasta este sábado. El de Macron también se violó y por las mismas fechas, pero la DGS fue consciente y tomó medidas. ¿Ha comprometido la credibilidad del CNI y de toda la "comunidad de Inteligencia española" revelando tantos datos?
Las sospechas sobre el autor coinciden, pero sólo Sánchez (y no Macron) ha tomado una decisión que lo compromete, pues la mantuvo incluso con todo el Congreso en contra. Y ahora, para guiar las miradas hacia ese posible culpable, no desmiente que la podría cambiar si logra probarlo. ¿Entonces es o no es la solución "más seria, realista y creíble" apoyar la autonomía del Sáhara dentro de Marruecos?
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