“No maltrates nunca mi fragilidad”, cantan Pedro Guerra y Jorge Drexler. Algo parecido parece decir estos días Pedro Sánchez, acostumbrado como nadie a moverse en la cuerda floja y vivir cada día en el límite del match point.
El presidente del Gobierno vive estas semanas ante un nuevo abismo político, el desatado por los espionajes de Pegasus, que ha provocado divisiones en la parte socialista del Ejecutivo, ha abierto aún más la brecha con Unidas Podemos y ha roto el bloque que facilitó su investidura. Ha mostrado debilidad con las votaciones, aunque no las haya perdido, y con gestos políticos importantes como las comparecencias del presidente del Gobierno forzadas por todos los partidos para hablar en las próximas semanas en el pleno del Congreso para hablar del Sáhara y del espionaje. Precisamente, asuntos que le enfrentan a toda la Cámara, salvo el PSOE.
Eso sí, sigue estando en La Moncloa, sigue teniendo el BOE y puede mantener su plan de llegar hasta finales de 2023, porque a sus socios de Gobierno y parlamentarios les da aún más miedo unas elecciones en las que pueda salir un Ejecutivo con acuerdo entre PP y Vox.
De hecho, fuentes de la cúpula de Unidas Podemos explican que su gran preocupación es cómo sostener a Pedro Sánchez para que avance la legislatura. Están en la evidente estrategia de provocar la caída de la ministra de Defensa, Margarita Robles, su gran bestia negra en el Gobierno, pero manteniendo al margen al presidente, preservándole del escándalo.
En la Moncloa hay notable preocupación, con la mirada puesta en el 19 de junio, fecha de las elecciones autonómicas en Andalucía. Esos comicios pueden ser el bálsamo para el Gobierno, pero también puede ser el acelerador de la crisis del Ejecutivo. Una vez llegados al borde del abismo sólo queda dar un paso adelante.
Por eso, Sánchez tiene previsto volcarse en una campaña electoral que no pinta nada bien para los socialistas y para la izquierda en general. Este domingo participará en su primer acto de precampaña. El PSOE ya naufragó en Castilla y León y en Madrid.
Candidato sin tirón
Todas las encuestas muestran que la candidatura de Juan Espadas no tiene ningún tirón y que el embrollo de las candidaturas a la izquierda del PSOE no favorece una movilización que necesitan para frenar a la derecha. Y es sabido que Andalucía es fundamental para las generales por el número de escaños que aporta, además de que supondría un espaldarazo decisivo para Alberto Núñez Feijóo.
Fuentes socialistas admiten esa preocupación y aseguran, no obstante, que la irrupción de Macarena Olona como cabeza de lista de Vox, podría ser un factor movilizado de la izquierda. La duda es si eso es suficiente o si como se ha demostrado en Castilla y León y en Francia ya no funciona la estrategia basada sólo en el miedo a la extrema derecha.
El PP andaluz coincide con el PSOE en la fortaleza de Vox en vísperas de esas elecciones. Entienden que la “marca está de moda”, como se demostró en Castilla y León y que, incluso, está en condiciones de ganar apoyos de antiguos votantes de la izquierda y abstencionistas.
Según todos esos estudios, la única incógnita es si Juan Manuel Moreno es capaz de lograr un resultado que le permita gobernar en solitario o si necesita pactar un Gobierno de coalición con Vox, como tuvo que hacer Alfonso Fernández Mañueco en Castilla y León.
La preocupación en la Moncloa se extiende a las pésimas expectativas de la izquierda no socialista, cuyos escaños necesitan para completar mayorías. De hecho, en 2019 ganó el PSOE en Andalucía, pero no gobernó porque no sumaba con Unidas Podemos, como consecuencia de una desmovilización de toda la izquierda.
Ese temor se extiende a las expectativas de Yolanda Díaz y su hipotética futura candidatura en las próximas generales, si es capaz de aunar todas las fuerzas posibles. La vicepresidenta segunda aplazó su “proceso de escucha” y está por ver con quién se presenta, con qué apoyos, en qué lugares y con qué mensajes. Es decir, una enorme incógnita que las encuestas no despejan porque no siempre están alineados los datos de intención de voto con los de valoración de sus líderes.
De hecho, el fracaso del intento de candidatura común de la izquierda en Andalucía no augura nada bueno para el futuro de Yolanda Díaz.
Un desastre del PSOE en Andalucía sería un desastre político para Sánchez y estaría obligado a hacer algo pensando en 2023. Se habla de cambios en el Gobierno, de pensar nuevas estrategias y hasta de acabar la legislatura sin coalición y gobernar en soliutario como lo hizo entre julio de 2018 y enero de 2020 con menos diputados. Todas esas opciones se abrirían. La de elecciones generales anticipadas no se menciona porque se sigue pensando que Sánchez cumplirá su compromiso de acabar la legislatura. Tendrá que decidir, no obstante, si cree remontable la pésima previsión que ofrecen las encuestas. O valorar otras opciones como convocar elecciones para primavera de 2023, coincidiendo con las autonómicas y municipales.
Fracaso del apaciguamiento
La preocupación de Moncloa para el día a día tiene que ver con la ruptura con ERC por el espionaje. Los de Oriol Junqueras y Gabriel Rufián ya han votado reiteradamente contra el Gobierno y las votaciones han salido adelante, pero cada vez con más dificultades y dudas.
Y, sobre todo, les puede hacer imposible sacar adelante iniciativas legislativas que no pueden tener una mayoría alternativa al llamado bloque de investidura. Por ejemplo, ley de memoria democrática, ley de vivienda, leyes de igualdad o ley mordaza, entre otras. Tampoco sería posible sacar adelante en otoño unos Presupuestos para 2023. Es decir, legislativamente, la legislatura habría llegado a su fin, aunque quedara año y medio hasta las elecciones generales.
En los contactos de las últimas semanas con sus socios parlamentarios, como ERC o Bildu, el Gobierno les ha preguntado expresamente si quieren acabar con la legislatura y provocar la caída del Ejecutivo. La respuesta es un no rotundo, pero eso no facilita en absoluto la vida diaria del Gobierno.
La ruptura con ERC por el espionaje supone también quebrar el discurso de Sánchez sobre el apaciguamiento del conflicto independentista en Cataluña. Los indultos servían para acallar la vía unilateral del independentismo, pero el escándalo ha actualizado la pantalla y ha reavivado a los separatistas.
En toda esa preocupación del Gobierno entra también, obviamente, la motivada por los problemas económicos derivados de la guerra de Ucrania. Se demora la bajada del precio de la energía derivada del plácet de Bruselas a la llamada “isla ibérica”, la inflación no remite y hay posibilidad de subida de tipos, con subida de hipotecas e impagos.
Las buenas noticias le llegan desde los datos de desempleo y el aparente éxito en la aplicación práctica de la reforma laboral. Aunque tampoco parece probable que haya más acuerdos con empresarios y sindicatos en los próximos meses.