Júlia Calvet. 21 años. Estudiante de Derecho en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. El pasado 23 de febrero, al grito de "¡Fascistas!" o "¡Pim, pam, pum, que no quede ninguno!", fue atacada junto a otros estudiantes constitucionalistas en su alma mater por grupos de radicales independentistas. Hubo golpes y empujones, gritos e insultos con megáfonos junto a la oreja. Tuvo un ataque de ansiedad.
Mikel Iturgaiz. 24 años. Hijo de Carlos, presidente del PP Vasco. En un partido de fútbol con su equipo, el Askartza Claret, el 19 de junio del año pasado en Guernica, se produce una invasión de campo de varios radicales abertzles que quieren agredirle. "¡Fachita, te vamos a matar! ¡Te vamos a quemar vivo con tu puto padre!", le amenazó uno de ellos, según consta en el acta arbitral del partido.
Ángel López. 36 años. El 7 de abril del año pasado recibió una pedrada en la mano en la Plaza de la Constitución de Vallecas, en Madrid, durante un mitin, por lo que tuvo que ser trasladado al hospital. Cientos de simpatizantes de la izquierda radical convirtieron lo que pretendía ser un acto de campaña electoral en una batalla campal.
Júlia es miembro de la asociación universitaria constitucionalista S'ha Acabat!, Mikel es miembro de Nuevas Generaciones del PP e hijo del histórico dirigente Carlos Iturgaiz. Ángel es diputado de Vox por Guadalajara en el Congreso de los Diputados. Sus casos son sólo tres muestras del odio político que se vive en algunos ambientes en España... Y del que probablemente no se hable todo lo que se debiera.
Se supone que para frenar estos y otros casos similares el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, presentó el 12 de abril un nuevo plan contra los delitos de odio al que ha destinado un millón de euros. Con él pretende investigar unos delitos que "afectan al corazón mismo de la democracia", según sus palabras.
Según los datos de Interior, los delitos de odio relacionados con el racismo fueron los más numerosos el año pasado (678), seguidos de los delitos contra la orientación sexual (477) y de los ataques vinculados a la ideología (336).
El aumento de la tensión política ha llevado al Centro de Investigaciones Sociológicas a preguntar por la "crispación". En su último sondeo, el organismo que dirige el socialista José Félix Tezanos asegura que los españoles están preocupados por ella. El 44,6% percibe "mucha" y el 41,4%, "bastante". Y la atribuyen, en su amplia mayoría, a los políticos. Pero a los políticos de Vox, principalmente, y a los del PSOE.
¿Y los nacionalistas?
Jordi Virgili, profesor de Comunicación Política en la Universidad de Navarra, considera llamativo que los ciudadanos culpen principalmente al partido de Santiago Abascal y al de Pedro Sánchez. "Se aúpa a Vox, a la vez que se le presenta como un peligro, mientras se ningunea a PP y Podemos. Se da el protagonismo al PSOE y a Vox para plantear una dicotomía: o el PSOE o lo que algunos llaman ultraderecha".
Carlos Martínez Gorriarán, profesor de Filosofía en la Universidad Pública del País Vasco, considera que esta supuesta crispación "responde a una estrategia de los nacionalistas que Pedro Sánchez y su Gobierno han adoptado": "Hace tiempo que España ha catalanizado la política, igual que en Cataluña se había batasunizado".
¿Y los nacionalistas radicales? Un informe publicado esta semana por el Observatorio de la Violencia Política en Cataluña señala que de los 351 casos de violencia política registrados el año pasado en esta comunidad, 312 fueron perpetrados por independentistas, el 89% del total. Tan solo en un caso, el incidente fue atribuible al ámbito constitucionalista.
Jordi Salvadó, vicepresidente de S'ha Acabat, recuerda que "ningún partido separatista, en las innumerables oportunidades brindadas, han condenado los ataques que hemos sufrido. Es más, reconocían la legitimidad de los autores a seguir con el acoso y la persecución ideológica con la excusa de tacharnos de fascistas".
La situación también es preocupante en País Vasco, donde son numerosos los casos de jóvenes hostigados por sus ideas en los últimos años. Muy recientes son las agresiones y/o amenazas a Iñaki García Calvo, David Chamorro o Ander García Oñate, al que una joven de 20 años le propinó un puñetazo al grito de "gora ETA" El mes pasado, cuatro radicales abertzales le insultaron y siguieron por Vitoria.
¿Qué sucede para que no se hable tanto de este problema? Según Martínez Gorriarán "mucha gente ya sabe que los nacionalismos periféricos son un horror, pero eso para quien no lo sufre es una cosa rara, remota". Y luego, "la gente no sabe que se priva de derechos políticos a los no nacionalistas, a quienes se impone la inmersión lingüística o se les segrega para que no accedan al empleo público. Esto pasa en Cataluña y en el País Vasco".
Un análisis parecido hace su colega Miguel Ángel Quintana Paz, que cree que "a la gente le gusta la pachorra, no luchar o combatir por unas ideas". "Y si lo que ocurre pilla lejos, en Cataluña, País Vasco o Navarra... pues la gente prefiere la pachorra o incluso la interpreta en términos moralmente buenos. ¡Mira qué pacífico y qué bueno soy! Pero a cada acción le corresponde una respuesta conveniente".
"La crispación"
"La crispación es una emoción. No es buena ni mala. Es como el dolor. ¿Que yo sienta dolor es bueno? Pues a veces sí, porque me indica que una parte de mi cuerpo está mal", explica Quintana Paz. En este sentido, el filósofo cree que si acaso hay más cuando gobierna la izquierda, porque "lo hace de manera más divisiva".
¿Pero quién crispa? El presidente Sánchez ha acusado al Partido Popular, principal partido de la oposición, de "crispar" en numerosas ocasiones durante su legislatura. Por ejemplo, cuando Pablo Casado, exlíder de los populares, le reprochaba la inflación cuando ésta empezaba a dispararse (septiembre de 2021).
Pero no parece que sea la oposición la que crispe. En el último pleno celebrado en el Congreso de los Diputados, este pasado miércoles, Sánchez atacó al PP calificando a sus antiguos dirigentes de "mangantes" y se mofó de Edmundo Bal, portavoz de Ciudadanos: "Me solidarizo con usted, debe de ser muy duro creerse tan bueno y no lograr ni el escaño en Madrid".
Quintana Paz asegura en este sentido que este Gobierno "hace cosas para crispar" y "mete el dedo en el ojo a los de la mentalidad contraria". Y no se refiere sólo al discurso, sino a "la ruptura de consensos básicos" y "la transformación social y antropológica que está implantando sin consenso": "El Gobierno está adoptando posturas muy extremas, por ejemplo, con una Ley Trans que sólo existe en Canadá".
Para Jordi Virgili, lo llamativo es que "sólo se habla de crispación cuando gobierna el PSOE y el PP está en la oposición".