El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, subió este martes a la tribuna del Congreso con la intención de relanzar su Gobierno para lo que queda de legislatura y salir del aturdimiento provocado por las elecciones autonómicas encadenadas y los malos augurios de las encuestas.
También para cohesionar la coalición y reconciliarse con sus socios de Consejo de Ministros, que entraron en el hemiciclo para asistir al Debate sobre el estado de la Nación molestos por no conocer las medidas que iba a anunciar Sánchez y salieron satisfechos una vez escuchadas. Especialmente por el impuesto a los beneficios de la banca que el presidente siempre había rechazado.
“Llevamos meses diciendo que había que reorientar el rumbo del gobierno de coalición y recuperar el ritmo de las medidas valientes. Quedan muchas cosas por hacer y habrá que trabajar para que los anuncios se concreten de la forma más ambiciosa, pero hoy el presidente ha acertado”, escribió en Twitter el portavoz de Unidas Podemos en el Congreso, Pablo Echenique, nada más acabar la intervención de Sánchez. Desde la tribuna fue luego mucho más efusivo.
“Hoy empieza el cambio de rumbo”, aseguró satisfecha Ione Belarra, ministra de Asuntos Sociales y secretaria general de Podemos.
Los socios del PSOE en el Consejo de Ministros llevaban semanas poniendo de manifiesto discrepancias con posiciones de Sánchez como, por ejemplo, el discurso sobre la migración o el aumento del Presupuesto de Defensa. Tras escuchar a Sánchez aseguraron que el presidente hace caso a sus peticiones y ha decidido acabar la legislatura escorado a la izquierda.
Con ese efecto ciclotímico que habitualmente tiene la política, los diputados socialistas recuperaron la moral y los del PP explicaban que en estos debates la oposición tiene siempre pocas opciones. El discurso del presidente buscaba recuperar la alicaída moral de los suyos y lanzar mensajes a los ciudadanos. De nuevo, Sánchez se muestra capaz de recomponerse cuando peor está.
[Pedro Sánchez anuncia un impuesto a la banca y a las energéticas y tren gratis hasta diciembre]
El jefe del Ejecutivo también lanzó guiños al resto de socios del llamado bloque de investidura, desactivando la pretensión de acuerdos con el PP o giros al centro para abordar el fin de la legislatura.
"Se levanta de izquierdas"
Defendió los acuerdos con Bildu y destacó la importancia del acuerdo con Cataluña, sin que siquiera hubieran intervenido aún los partidos nacionalistas e independentistas.
Pero con ERC le fue regular, porque se apreció que la relación con ERC sigue sin ser buena. "Hoy usted se ha levantado de izquierdas", le dijo Gabriel Rufián, portavoz de ERC, que dedicó más tiempo en su intervención a los precios disparados que a política territorial.
Pero a continuación, el portavoz de ERC hizo una dura crítica contra la condescendencia de Sánchez con la muerte de migrantes en la frontera de Melilla. Hasta le mostró balas presuntamente usadas por la Policía de Marruecos, contra los migrantes, lo que irritó notablemente a Sánchez. "No es conveniente exhibir balas en el Congreso", le dijo con seriedad.
El presidente del Gobierno aprovechó el formato del debate, que siempre favorece al Ejecutivo, porque le permite marcar la agenda con anuncios concretos y, además, puede hablar cuando quiere y sin límite. No se entiende por qué se resistió a convocarlo antes.
Y, además, Sánchez no tenía enfrente a Alberto Núñez Feijóo, líder de la oposición, que no podía intervenir en ningún caso por no ser diputado. Quizás, según admiten diputados del PP, no fue negativo para Feijóo quedar al margen de un pleno tan poco propicio para la oposición y limitarse a escuchar desde un escaño.
Sánchez leyó un discurso en el que prefirió hacer frente desde el inicio a los asuntos más difíciles que sabía que le iban a plantear desde la oposición. Así, habló él mismo de “desajustes en el Gobierno de coalición” y, sobre todo, de la inflación y las dificultades que provoca en el día a día a los ciudadanos, en la parte del discurso dirigida hacia fuera del hemiciclo.
Insistió en que la inflación es un asunto global, es decir, que no es responsabilidad del Gobierno, y expuso su modelo de medidas paliativas: impuestos para empresas energéticas y bancos para poder mantener ayudas como elevar las becas entre septiembre y diciembre, y transporte gratuito en cercanías de Renfe en ese periodo.
Nada de recortes
Esos nuevos impuestos, que ya habían sido anunciados en el caso de las energéticas, son vistas como propuestas de izquierdas, aunque en realidad ya han sido aprobados por gobiernos europeos de derechas como Italia, Reino Unido, Polonia o Hungría, entre otros. El de la banca es una propuesta tradicional de Unidas Podemos nunca hasta ahora atendida por Sánchez.
De esta forma, Sánchez anuncia que pretende terminar la legislatura con la aprobación de esos impuestos, después de que los dos primeros años convocara tradicionalmente a las grandes empresas del IBEX a sus grandes actos de presentación de proyectos. Entonces desatendía las peticiones de sus socios para establecer esos impuestos, decía que no era posible aprobarlo, y ahora anuncia que sí lo hará. Especialmente, la inesperada bofetada fiscal a la banca que cohesiona su coalición y sus apoyos parlamentarios.
En su discurso no hubo ni un sólo gesto de recorte de gasto público o de reducción de estructura administrativa. Sí expresiones que buscaban empatizar con los ciudadanos que sufren la subida de la inflación.
Enfrente tuvo el modelo del PP, expuesto por Cuca Gamarra, que defiende la reducción de impuestos generalizada para aliviar el efecto entre los ciudadanos de la inflación desbocada.
En ese debate económico no hubo puntos de contacto, porque la portavoz del PP criticó al Gobierno sin aclarar si apoyarán el jueves el segundo decreto de medidas contra la inflación o las medidas avanzadas por Sánchez. Tampoco aclaró su posición respecto a las planteadas ahora por Sánchez.
“Ustedes defienden los intereses de una minoría de la población”, le reprochó el presidente, mientras Gamarra acusaba a Sánchez de pasividad frente a la inflación.
De ETA al 11-M
Gamarra dedicó los 10 minutos iniciales de sus 30 de intervención a hablar de ETA. Forzó un minuto de silencio por Miguel Ángel Blanco, secuestrado y asesinado hace justo 25 años, reprochó a Sánchez los acuerdos con Bildu y concluyó: “Ese mismo espíritu de rebelión cívica que alimentó a los españoles hace 25 años [contra ETA] es el que hoy nos sitúa enfrente de su Gobierno”.
Ese discurso también cohesiona el bloque de investidura, en este caso como reacción.
Y el presidente del Gobierno le respondió acusando al PP de mantener su trayectoria de utilizar el dolor de las víctimas y utilizar los atentados del 11-M.
En este asunto, el enfrentamiento fue extremadamente duro. “El PP hace tiempo que condenó el franquismo, es Bildu quien no condena el terrorismo”, añadió Gamarra. Sánchez le respondió afeando que los diferentes dirigentes del PP hayan utilizado a ETA contra el PSOE.
Sánchez utilizó citas de Alfredo Pérez Rubalcaba contra el PP, a pesar de que es conocido que la relación entre ambos no fue buena, entre otras cosas porque el exlíder socialista fallecido siempre criticó lo que llamó “Gobierno Frankestein”.
Es decir, que no hay la más mínima opción de acuerdos entre Gobierno y PP. Aparentemente comparten la estrategia sobre Ucrania, porque no confrontaron sobre este asunto. Sí hubo mínimas discrepancias de Sánchez con Jaume Asens y Pablo Echenique a propósito del aumento de los Presupuestos de Defensa, pero el presidente se comprometió a hacerlo compatible con más gasto social.
Sánchez explicó que hay que ayudar a Ucrania, porque España tiene “la oportunidad de estar en el lado correcto de la historia”.
Reiteradamente, el presidente pidió al PP que renueve el Consejo General del Poder Judicial y Gamarra le solicitó, sin éxito, que retire la reforma que permite sólo la renovación del Tribunal Constitucional. Tampoco ahí hubo punto de encuentro y el asunto queda para septiembre, con opciones de irse hasta la próxima legislatura.