El anuncio del nuevo "impuesto temporal para millonarios", que este jueves confirmaba la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, tuvo la curiosa virtud de no satisfacer a nadie. Ni siquiera al Gobierno, porque Pedro Sánchez estaba en Nueva York en plena ofensiva en busca de ricos, fondos e inversores que quieran llevar poner sus dineros en nuestro país. Sólo al PSOE, ya lanzado en su campaña de mostrarse como el defensor de "la clase media y trabajadora", el de "la gente", frente al PP "de los poderosos"... que le machaca en las encuestas.
Por supuesto, no les gustará a los millonarios, como afectados directos. Tampoco lo aplaude la oposición -PP, Ciudadanos y Vox apuestan justo por lo contrario, por bajar la presión fiscal para paliar los efectos de la inflación disparada casi al 11%-. Pero es que incluso los socios de Sánchez lo rechazan: ni Unidas Podemos traga con esta figura, que "incumple el pacto de coalición", ni los aliados parlamentarios aceptan que sea sólo "por dos años".
El mismo día que Sánchez había vendido "la fortaleza de la economía española" a empresarios estadounidenses; a la vez que comparaba el PIB, la recaudación y el empleo con las estadísticas de nuestro entorno y aseveraba que "nuestros números son mejores"; justo cuando daba un discurso a la Cámara de Comercio España-EEUU y se sentaba desayunar con grandes inversores en Nueva York, para decirles "vengan a España y traigan su dinero", el Gobierno que preside confirmaba que habrá una tercera pata en su persecución a quienes más tienen.
Y es que el Congreso ya tramita los impuestos a la gran banca y el que detraerá "los beneficios caídos del cielo" a las empresas energéticas. Pero ahora sabemos que "desde hace semanas", Hacienda "estudia diferentes alternativas" para que "las personas con las rentas más altas aporten más en este momento de dificultades".
El impuesto, señaló Montero, empezaría a aplicarse en 2023 y solo afectaría a "personas millonarias". Como ya ha explicado este periódico, se trata de una nueva figura fiscal que se tramitará como proyecto de ley y que se quiere tener aprobada por las Cortes antes de que termine 2022. En cualquier caso, se ignora todavía cómo será su mecanismo real.
Curioso, pues, el día del anuncio: no hay medida, nada está decidido, la ministra admite que aún no ha decidido el impuesto, ni el tipo, ni a quién cobrárselo... pero no hace saber en la jornada en que Sánchez estrechaba las manos de los más ricos de Wall Street.
Ricos y empresarios
Este jueves, Sánchez se reunía en la Oficina Económica y Comercial de España en Nueva York con altos cargos de algunos de los mayores fondos de inversión de Wall Street. Entre ellos, Ares Management, Carlyle Group, JP Morgan, KKR, L-Catterton, Providence Equity y AmCham.
A todos ellos les ha dado cuenta de la "resiliencia" española en la lucha contra la inflación y las subidas de tipos de interés. Les ha explicado las medidas adoptadas contra la crisis energética y los elevados precios del gas. Y en ese discurso ha introducido lo que considera las fortalezas españolas en las que espera ver la inversión de estos grupos financieros: la agenda digital, el diseño y producción de semiconductores, el vehículo eléctrico y la apuesta por el hidrógeno verde.
A este respecto, Sánchez presumió de que la apuesta sostenida por la transición energética, ha llevado a España a que el 58% de la potencia instalada sea de origen renovable. Recordó que nuestro país ejerce de puerto y de proveedor de gas para Europa, gracias a contar con un tercio de la capacidad de regasificación de la UE, y destacó que ésa es la causa de que no dependamos del "chantaje" de Putin.
El presidente insistía en que el "indudable sentimiento de incertidumbre generalizado que recorre el mundo", puede ser combatido con políticas decididas a "acelerar los procesos inevitables", como son la digitalización y la transición energética.
El empeño de Sánchez era combatir uno de los efectos secundarios de la crisis económica impulsada por los efectos de la guerra, la "pérdida de confianza". Así, apeló "a la prudencia y a los datos".
Lo cierto es que los datos dicen que el Estado prevé recaudar este año más de 30.000 millones de euros por encima de lo presupuestado, no sólo por la "sólida marcha" de la economía, sino a causa de la inflación de precios aporta cantidades ingentes en impuestos indirectos a las arcas públicas.
Pero el presidente pasó por encima de este punto, que le habría llevado a tener que explicar la paradoja del día: mientras invitaba a los ricos a desayunar en Nueva York, su ministra de Hacienda preparaba un "nuevo impuesto" para ellos.
Sí que habló el presidente de la evolución de los indicadores. Apoyado en que, según el BCE y otros organismos internacionales, el crecimiento de la economía española será mayor que el de la zona euro tanto este año como en 2023, certificó ante los ejecutivos de la banca de inversión "un crecimiento económico sólido y bien asentado".
Afirmó que España crecerá más que la eurozona y que la UE en general, y reseñó que el empleo crece al 3,3% anual, "y con puestos de mayor calidad", gracias a la reforma laboral "acordada con sindicatos y empresarios".
...los mismos empresarios que con los que ya no se reúne ni cierra acuerdos. A los que ya no invita a Moncloa para inaugurar el curso político. Los que se niegan a alcanzar un "pacto de rentas" con los trabajadores mientras el Estado no "ponga lo suyo". Es decir, que colabore a su "resiliencia" con medidas de "contención en sueldos de funcionarios y pensiones", según fuentes de CEOE.
Ésos que sí viven en la "incertidumbre" porque han visto cómo, desde el Debate sobre el estado de la Nación, en julio, Sánchez les ha subido los impuestos a tres bandas: o por ejecutivos de una energética, o por banqueros o por ser simplemente ciudadanos con dinero para invertir, como los que desayunaban con el presidente este jueves en Nueva York.
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