Exhumados Francisco Franco y el general Queipo de Llano, el Gobierno prepara un nuevo desentierro: se trata de José Moscardó y Jaime Milans del Bosch, cuyos restos se encuentran en la cripta del Alcázar de Toledo. A tenor de lo contrastado por este periódico, el Ejecutivo ya ha puesto en marcha el proceso.
Según los expertos, podría tratarse de la última acción de este tipo, ya que no existen más casos similares en España. José Antonio Primo de Rivera, sellado el acuerdo con la familia, abandonará pronto el Valle de los Caídos.
Moscardó, entonces coronel y luego ascendido a general, fue la máxima autoridad dentro del recinto mientras duró el asedio republicano (70 días, entre el 21 de julio y el 27 de septiembre de 1936). Los sublevados, tras fracasar el golpe en Toledo, se habían refugiado en el interior del edificio. Sobrevivieron hasta la llamada "liberación", un hito que Franco convirtió en el máximo exponente de su propaganda bélica.
Milans del Bosch, en cambio, sólo era un cadete cuando ocurrió todo aquello. Es conocido por haber sido el general que sacó los tanques a la calle en Valencia el 23 de febrero de 1981. Sin embargo, al morir, en 1997, fue enterrado en la cripta.
Y ahí está, en la cripta, la mayor dificultad que afronta el Gobierno. Si Sánchez quiere trasladar a Moscardó y Milans, deberá acometer una exhumación masiva, ya que en la catacumba del Alcázar están enterrados cientos de quienes permanecieron dentro durante el asedio, además de esposas e hijos. En total, 203 fallecidos.
El artículo 38.3 de la Ley de Memoria establece que los "restos mortales de dirigentes del golpe militar de 1936 no podrán ser ni permanecer inhumados en un lugar preeminente de acceso público, distinto de un cementerio, que pueda favorecer la realización de actos públicos de exaltación".
Sin embargo, ese apartado de la norma no será suficiente para la exhumación del Alcázar. La cripta, pese a estar en un lugar público (hoy es el Museo del Ejército, dependiente del Ministerio de Defensa), es de acceso restringido.
Las familias, según las fuentes del museo consultadas por este diario, sólo pueden entrar a velar sus muertos por las mañanas, un rato antes de que el establecimiento abra sus puertas. Es decir: no puede haber nadie dentro de la cripta mientras el museo está operativo.
De ahí que el Gobierno vaya a aplicar el artículo 35.5 de la Ley de Memoria, que dice así: "Cuando los elementos contrarios a la memoria democrática estén ubicados en edificios de carácter privado o religioso, pero con proyección a un espacio o uso público, las personas o instituciones titulares o propietarias de los mismos deberán retirarlos o eliminarlos".
Por eso el Ministerio de Defensa ha sido quien ha puesto en marcha el procedimiento, porque es el máximo titular del Museo del Ejército. La tarea del Gobierno, por tanto, será mucho más compleja. Porque ya no podrá exhumar en exclusiva a los generales Moscardó y Milans, sino que tendrá que acometer la exhumación masiva de todos los restos. Es decir: si cumple su propia norma, deberá clausurar la cripta al completo.
El precedente de Mola
Ya existe un precedente, la cripta de Mola y Sanjurjo en Pamplona. Cuando se desenterró a los dos generales, se hizo lo propio con la media docena de requetés que compartía espacio con ellos.
El ministerio de Margarita Robles, consciente de las dificultades que se presentarán, llama a la calma y avisa de que será un proceso largo. Las fuentes consultadas por EL ESPAÑOL hablan de una diferencia de pareceres entre la ministra y el responsable de Presidencia, Félix Bolaños, que es partidario de una mayor velocidad. Éste último ha sido el máximo impulsor de la nueva norma en el seno del Gobierno.
Ya sólo el mero hecho de avisar a cada una de las familias y esperar sus respuestas alargará el plazo. Además, varias de ellas presentarán recursos judiciales. No se descarta que lo hagan, por ejemplo, los Moscardó.
"Los que mueren como han muerto los que yacen en este panteón suben al cielo y además pasan a la historia", reza un letrero a la entrada de la cripta. El espacio fue construido a mediados de los años cuarenta, durante la reconstrucción del Alcázar, que quedó prácticamente destruido durante el asedio.
Años antes de morir, Moscardó anunció su voluntad de ser enterrado allí. También se trasladó a la cripta a su hijo Luis, a cuyo alrededor gira el hilo argumental de las películas y libros realizados sobre el Alcázar. Los republicanos, al tenerlo preso, llamaron a Moscardó. Le dijeron que rindiera el Alcázar si no quería que su hijo fuese asesinado. No cedió y Luis Moscardó fue fusilado.
Las tropas de Franco intentaban la toma de Madrid, pero él decidió cambiar el rumbo y apuntar a Toledo para liberar el Alcázar. Una decisión que, según los expertos militares, retrasó el final de la guerra. De hecho, produjo discrepancias entre los propios dirigentes sublevados.
Franco hizo coincidir su nombramiento como "Generalísimo" con la llamada "liberación del Alcázar".
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