"Me da pena irme del ministerio porque tengo mucho que aportar, pero estoy muy preocupada por Madrid". Lo dijo Reyes Maroto a este periódico en una de esas entrevistas tituladas "un día con" durante la campaña de las pasadas autonómicas.
Pedro Sánchez la había convertido en reclamo electoral. El PSOE anunció que si Ángel Gabilondo gobernaba, la responsable de Industria sería su "vicepresidenta económica".
Aquella conversación tuvo lugar en un mercado de abastos, metáfora perfecta de lo que viene siendo la candidatura socialista al Ayuntamiento de Madrid: un gran mostrador por el que van pasando decenas de nombres.
Llegaron a sonar Javier Solana, José Luis Rodríguez Zapatero... Incluso Jorge Javier Vázquez. Hoy, entre las propias filas socialistas, es Maroto el nombre más mencionado.
Si la previsión se cumple, la ministra se encontrará con dos grandes obstáculos. O por lo menos, eso dice el CIS de Tezanos, nada sospechoso de dibujar pronósticos en contra del Gobierno. En el barómetro del pasado octubre, Maroto obtenía una nota de 3,96 sobre 10. Era la decimocuarta en la clasificación integrada por los veintidós ministros.
Sin embargo, la segunda barrera quizá sea incluso más delicada que la primera: sólo un 49,2% de los ciudadanos dice saber quién es. Su protagonismo en la campaña de las autonómicas apenas incrementó el porcentaje.
Aquel día, en el mercado de abastos, muchos de los presentes caían en la cuenta de que estaban ante una ministra debido a la presencia de escoltas y de afiliados repartiendo propaganda electoral. A más de uno le decían: "Es la ministra de la navaja". Un episodio que influyó –para mal– en el resultado del PSOE.
Según el último sondeo de SocioMétrica para EL ESPAÑOL, la nota de Maroto es todavía peor: un 3,56. No obstante, su nivel de conocimiento entre la población aparece como ostensiblemente mejor: un 77,4% sí sabe quién es.
Perfil
¿Quién es, entonces, Reyes Maroto? Tiene 48 años. Nació en Medina del Campo (Valladolid), en 1973. Su vínculo con el PSOE se forjó cuando se afilió al partido tras fijar su residencia en el municipio madrileño de Alcorcón.
De consumarse su elección como candidata, los socialistas volverían a confiar la misión a alguien "del partido". La legislatura pasada se fichó por sorpresa al seleccionador nacional de baloncesto Pepu Hernández.
Maroto procede de una familia de agricultores. De niña, iba a recoger patatas con su padre. Cuando le llegó el momento de la universidad, quiso estudiar ingeniería, pero sus tutores la empujaron a otro camino: "Me dijeron que una mujer no servía para eso y estudié Económicas".
Hizo la carrera en Valladolid, aunque el máster lo cursó en Madrid, en la Universidad Carlos III, donde recalaría como profesora. En 2015, integró las listas del PSOE a la Comunidad de Madrid y se convirtió en diputada regional. Renunció al escaño cuando Sánchez la nombró ministra de Industria.
El expediente de Maroto no sólo tiene sombras. Como ministra se le deben reconocer, al menos, dos luces. En calidad de responsable de Turismo, puede presumir de que su sector, el que más aporta al PIB de España, sí ha alcanzado los niveles previos a la pandemia ya este año.
Como titular de Industria, suya es la responsabilidad de que Seat y Volkswagen hayan confirmado la inversión millonaria para la gigafactoría de baterías que impulsará definitivamente el PERTE del vehículo conectado.
En las últimas semanas cerró con el grupo danés Maersk, líder del transporte de mercancías por mar, un acuerdo para invertir en nuestro país otros 10.000 millones de euros en un proyecto que pretende convertir España en un hub mundial de producción de metanol verde, el combustible alternativo a los fósiles en transporte marítimo. Ambas iniciativas prevén crear 12.000 y 85.000 puestos de trabajo, respectivamente.
Como indican las encuestas, pasó desapercibida hasta la campaña de las últimas autonómicas madrileñas. De pronto, un día posó ante las cámaras con una navaja ensangrentada. Había sido amenazada de muerte. Otros dirigentes de la izquierda también exhibieron esas amenazas. Moncloa dibujó una suerte de "ola de odio" impulsada por la "ultraderecha".
La respuesta que encontraron por parte de la oposición fue tal que así: "Casi todos los representantes públicos recibimos amenazas, pero las denunciamos ante la Policía, nada más. Si las enseñáramos, se produciría un efecto llamada".
En el caso de Maroto, se descubrió que la amenaza no procedía de un "ultraderechista", sino de un enfermo mental que se dedicaba a mandar ese tipo de cartas a cargos públicos.
Maroto, en su mencionada charla con este periódico, aseguró que la foto que se hizo con la navaja fue "espontánea" y que era "la primera amenaza" de ese tipo que recibía. También insistió en haberla mostrado al público para "tranquilizar a su familia" y decirles que se encontraba bien.
La campaña acabó con una victoria de Isabel Díaz Ayuso, que tuvo que pactar con Vox para gobernar. Maroto, a tenor de sus declaraciones de entonces, no ve diferencias entre el PP y Vox.
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