El devenir de Ciudadanos viene siendo una contrarreloj ciertamente alocada desde el pasado viernes, cuando Edmundo Bal presentó su candidatura a liderar el partido. Inés Arrimadas, a modo de respuesta, dijo que sólo se postulará si su mano derecha no da un paso atrás.
Esa es la última hora en la organización naranja. A partir de ahí, nos encontramos con dos bandos de fronteras marcadas, cada uno con su estrategia. Y resulta difícil saber qué es realidad y qué es mera táctica.
En cuanto supo de la contestación de Arrimadas a su candidatura, Bal contraatacó: "Ya es tarde para un pacto", dijo en entrevista con EL ESPAÑOL. Pero doce horas más tarde, en los corrillos del Día de la Constitución, volvió a abrir la puerta al acuerdo. Puso dos condiciones: que el líder no sea Arrimadas y que "tenga tirón".
El cambio de actitud de Bal llega después de una primera reunión con Arrimadas en los despachos del Congreso. Simultáneamente, se están cruzando llamadas entre los diputados que acompañan al abogado del Estado y quienes forman parte del núcleo duro de la jerezana.
De momento, unos y otros sólo comparten esta cuestión: la guerra interna, ya retransmitida por periódicos, radios y televisiones, está destrozando la organización a ojos de la opinión pública.
Paradójicamente, sólo una batalla campal entre hermanos ha permitido a los naranjas encontrar en los medios el espacio que requerían cuando, tras la debacle de Albert Rivera, pretendían transmitir "un mensaje de centro reformista".
De ahí que distintos dirigentes con peso en la formación estén presionando en ambas direcciones para llamar a la calma y evitar el cruce de declaraciones en prensa, bien sea a través de entrevistas o de filtraciones.
¿Tercera vía?
En los dos lados del río, se habla de la "tercera vía". Un liderazgo que no pase por Arrimadas ni por Bal. Un "cambio de verdad", que suponga pasar página. Un proyecto dirigido por "nuevas caras", aunque apoyado por los actuales mandatarios para garantizar una "transición tranquila".
No resulta sencillo encontrar una persona que pueda obtener el visto bueno tanto de Arrimadas como de Bal. La disputa hace días que dejó de ser política para adquirir un tinte personal. Eso está dificultando la negociación.
De hecho, dirigentes cercanos a Arrimadas critican que la actual presidenta enarbolara como argumento principal el "me presentaré si Bal no se va" porque englobó lo que está ocurriendo como "una lucha por el poder, más que de ideas".
Arrimadas no puso requisitos a ese tercer candidato de la concordia. Bal sí lo ha hecho: "que tenga tirón" y "pueda levantar el partido". No quedan demasiadas figuras con ese perfil. Se aparecen dos, por lo menos en términos mediáticos: una sería la de Begoña Villacís y otra la de Guillermo Díaz.
La primera ya ha transmitido internamente que no quiere saber nada de presentarse. No se le pasa por la cabeza, ni siquiera como solución de urgencia. Está centrada en gobernar Madrid, pero sí está jugando un papel importante en la búsqueda de un acuerdo. Más cercana a Arrimadas que a Bal, pero partidaria de una "unidad total". Guillermo Díaz reúne el cariño de la militancia y una hoja de servicios considerable en su labor como diputado, pero no parece que vaya a ser aceptado por la candidatura de Bal.
Es difícil, por tanto, imaginar una quiniela. Sin embargo, sí hay un nombre que podría ser del gusto de Arrimadas y Bal: Adrián Vázquez, el líder de la delegación de Ciudadanos en Europa. Aunque algunos miembros del equipo de la presidenta lo consideran un "agente doble" por su papel en la última fase de la refundación, finalmente se ha mantenido al margen de la trifulca. Bal tiene una buena opinión de él. Y eso ya es un paso.
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