El calendario de la izquierda para decidir su fórmula electoral aprieta cada día un poco más. Tras meses de muchas tensiones y pocas certezas en Unidas Podemos, hasta hace unos días se contemplaba una posibilidad fatídica a ojos de las encuestas: presentar dos candidaturas separadas, una liderada por Irene Montero y otra por Yolanda Díaz. Ahora las cosas han cambiado.

"No hay plan B, damos por hecho que Yolanda será la candidata" es el nuevo leitmotiv que se repite entre los morados, con la alternativa Montero enmudecida por los sondeosel goteo de rebajas por su ley del sólo sí es sí. Todavía se mantiene el latiguillo –"depende de ella", "ella verá"–, pero hay avances. Y eso, coinciden ambos entornos, es más de lo que se podría esperar hace sólo un par de semanas.

Díaz tiene claro que ella –y por tanto Sumar– es "la llave" para mantener el Gobierno de coalición, pero los puentes con Podemos hace tiempo que están dinamitados. Sólo se habla con Ione Belarra, que a fin de cuentas es quien tiene la última palabra entre los morados, y con eso es suficiente por ahora.

De hecho, la ministra de Derechos Sociales ya anticipó la misma lectura en su balance de final de año, donde tendió la mano a Díaz y volvió a sugerirla como candidata, aunque avisando: "Puede que con Podemos no alcance, pero sin Podemos no se puede", recordó.

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Así las cosas, tres semanas después de aquello en Podemos siguen presionando a la vicepresidenta para que aclare cuanto antes sus intenciones electorales. Díaz, por su parte, se propuso durante el verano una hoja de ruta, unos tiempos, que ahora parecen demasiado lejanos.

El plan era anunciar su candidatura en marzo, a la vez que las conclusiones de su proceso de escucha, pero empieza a plantearse un adelanto. En Podemos repiten por activa y por pasiva que "no puede esperar" y esperan que formalice Sumar en las próximas semanas, como muy tarde en febrero.

La disputa se juega en el calendario de las dos almas que conviven a la izquierda del PSOE. Por un lado, la que representa a Podemos está en plena maquinaria electoral para las autonómicas de mayo, pactando candidaturas conjuntas y tratando de salvar los restos del naufragio; por otro, Díaz dice no tener prisa para su "proyecto de país", dado que sólo se presentará a las generales de diciembre.

En este limbo llevan desde hace meses. Debido a la escasa implantación territorial de Podemos, los morados pensaban usar el "tirón electoral" de Díaz, sus apoyos entre otras formaciones, y testar un primer frente amplio en algunas circunscripciones. Para ella es más complicado, dado que tiene que equilibrar sus apoyos entre ellos y el resto de partidos que podrían integrar Sumar durante las generales, pero que competirán con Podemos en las autonómicas.

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El diagnóstico, a día de hoy, es claro para todos: o se presentan unidas o los números no dan. Eso y que Yolanda es la única candidata. El elefante en la habitación es los inminentes acuerdos para formar las listas, que todavía no han empezado pero que prometen incendiar de nuevo el espacio. Pedro Sánchez lo sabe, y teme que las riñas a su izquierda le alejen de la Moncloa.

Aun así, el presidente mantiene un equilibrio precario. Ha dejado claro en público y en privado que "respeta la autonomía" de otras formaciones, pero la aritmética parlamentaria y la inminente crisis de Gobierno le obligan a maniobrar. Como mínimo, a presionar a Unidas Podemos por una ruta pacífica hacia las autonómicas para que no se repita el desastre de las andaluzas.

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Gestos

Irene Montero y Yolanda Díaz no se hablan desde hace meses, pero en sus entornos confían en que las relaciones personales no son óbice para las voluntades políticas. Las negociaciones de paz se llevan por otra vía, la de Belarra, y si su gesto a finales de diciembre ayudó a templar las aguas, esta semana le tocó a la vicepresidenta escenificar la distensión.

"Estoy convencida de que nos queda mucho por hacer durante la próxima década", señaló Díaz para felicitar el noveno aniversario de Podemos, celebrado el pasado martes. En un giro de guion inesperado, la vicepresidenta ya dejó caer en un acto de Sumar que se presentará a las elecciones, pero desde "la centralidad de lo social" y no desde una "esquina del tablero", en referencia al argot de sus socios.

Lo único que inquieta a la candidata en este caso no es tanto representar a Podemos –ese nunca ha sido el problema– sino la fórmula de concurrir a las elecciones generales. Ella quiere, en la misma jerga futbolística que ha utilizado esta semana, que los morados renuncien a su "camiseta" de partido y opten en por "la de la selección". Dicho de otro modo, que se diluyan en Sumar y no se presenten como iguales, en coalición.

El viejo lío, recurrente, es que Yolanda Díaz es la candidata de una formación que no existe, y precisamente una integrada por partidos enfrentados. Podemos le critica que va demasiado por libre; ella dice que no es secretaria general –"como sí lo era Pablo"–, por lo que no tiene potestad ni obligación de reunir a la mesa confederal.