Una marisquería, un escritor y la cárcel de Carabanchel. Esos son los tres hilos argumentales de la historia más surrealista de esta legislatura. La que ha acabado con Ramón Tamames, exdirigente del PCE, como candidato de Vox en la moción de censura contra Pedro Sánchez. ¡A sus noventa años! Los cumple en noviembre.
No resulta sencillo explicarlo. Conviene precisar que los hechos aquí consignados parten del muñidor de la maniobra. Lo explica a cara descubierta. Si no, se trataría de una información que daría miedo publicar... por el riesgo de errar. ¿De veras está sucediendo?
Todo comienza con el anuncio de Santiago Abascal. Vox se lanzaba a una segunda moción de censura. Pero esta vez su presidente no iba a ser el candidato. Quería buscar –y no escondió su intención– "algún miembro de la sociedad civil", "de trayectoria reconocida" e incluso "proveniente del mundo de la izquierda". De la izquierda antes de Sánchez, se entiende. Esas eran las expresiones que utilizaban distintos dirigentes del partido en los corrillos con periodistas.
Ahí empezó un baile de nombres. Un río de conversaciones con gente del mundo de la política, pero también de la cultura. Y ahí entró el brazo del destino, que lleva el nombre de Fernando Sánchez Dragó.
Estamos sentados con él en una cafetería. Y el contexto se aparece tan inesperado como el suceso que vamos a relatar. Llega Dragó recién superada una hemorragia bucal, fruto de unos implantes. Son la una y pico del mediodía. A las cinco de la madrugada estaba saliendo del dentista, que ha arreglado el desaguisado. Su novia y una de sus exnovias lo han ayudado a reponerse y acudir a la cita.
"Me he despertado de repente, como a las tres de la mañana. No me podía dormir y me he puesto a leer Primera sangre, de Amélie Nothomb. Poco después, he empezado a sangrar una barbaridad. ¡Esta es sólo una de las sincronías del relato!", apunta Dragó, todo un chaval en comparación con Tamames.
El 15 de enero, si la memoria no le falla, fue cuando empezó todo. Había quedado a comer en Rafa –una marisquería de la calle Narváez– con Santiago Abascal y el principal asesor de éste, Kiko Méndez-Monasterio.
No era una reunión de trabajo ni nada por el estilo. Suelen verse de tanto en cuando. La amistad entre los tres se afianzó con el libro de Dragó titulado La España vertebrada, que fue una conversación con Abascal.
"¡Había que buscar un De Gaulle!", dice Dragó. Un paréntesis: este escritor, que también fue comunista como Tamames, asegura no ser de ningún partido, pero se declara cautivado por "la épica de Vox", a la que compara con "la épica de aquel antifranquismo".
Tan épico se pone Dragó que acaba asociando a su amigo Tamames con el general De Gaulle, que se convirtió en la gran figura de consenso entre los franceses frente al totalitarismo.
–¿En serio, Fernando?
–¡Claro que es en serio!
Comienza una lluvia de ideas en la marisquería. Salen distintos nombres. Abascal, Méndez-Monasterio y Dragó "sueñan" con Felipe González y Alfonso Guerra.
–¿También en serio, Fernando?
–¡Claro! Aunque, como digo, era soñar. Sabíamos que era imposible. Pero imagínatelo: con uno de los dos al frente, la moción tumbaría al Gobierno.
Se menciona también –cuenta Dragó– a Joaquín Leguina y Fernando Savater. Pero deja entrever que no se les hizo una propuesta en firme. Entonces... "¡Tate!". Dragó utiliza mucho eso de "tate". "¿Y mi amigo Ramón Tamames?".
"¿Y Tamames?"
–¿Qué cara puso Abascal?
–Sabía perfectamente quién era. Reconozco que se quedó un poco desconcertado, pero luego fuimos viendo los puntos fuertes. Ramón es un tipo de mucho prestigio, con experiencia de gestión, catedrático de economía, que ha militado en la izquierda, que conoce las instituciones. ¡Es un gran parlamentario!
–Fernando, va a cumplir noventa años.
–Yo sólo tengo unos pocos menos que él y vivo con la misma ilusión que cuando era biológicamente joven. Sé que mi perspectiva es más corta, pero a ti también se te puede caer un piano encima cuando salgas de aquí –es cierto que existe esa probabilidad, estamos en la cafetería de la Fundación Juan March. Hay pianos buenos y muy grandes.
Tamames y Dragó son amigos desde los años cincuenta, que no desde los cincuenta años. Corría 1956. Juntos armaron la revuelta estudiantil que le costó el puesto al ministro de Educación, Ruiz Giménez, para más señas tío de Fernando.
Los iban metiendo y sacando de la cárcel. Se lo pasaban bien. Escribían manifiestos, salían por ahí. Tamames, por cierto, se acabó casando con la "chica más guapa" de aquellos ambientes, Carmen Prieto. Toda la vida con ella. Fernando se casó en la cárcel con Elvira, su primera mujer, pero digamos que la cosa no salió bien.
Políticamente, Fernando se fue al exilio. Con otra chica y un pasaporte falsificado. Tamames acabó convertido en diputado constituyente del PCE. Después, mano derecha de Tierno Galván en el Ayuntamiento de Madrid. Fue el último de aquella hornada en dejar "el partido".
Adonde íbamos: Abascal sale de la marisquería convencido de que Tamames es un gran golpe de efecto. Le pide a Dragó que medie para concertar una reunión. Abascal había estudiado "el tamames" en la universidad, el libro titulado Estructura económica de España. Un tocho que lleva tropecientas ediciones.
Corremos unos días el calendario. Sede nacional de Vox, Madrid. Parada de Metro "Bambú". Ninguno llega en Metro, pero es por ubicarlo. Dragó acompaña a Tamames. Dentro, otra vez Abascal y Méndez-Monasterio.
Esta sí es una reunión seria, de trabajo. Abascal expone los motivos según los cuales considera necesaria una moción de censura. También le explica al propio Tamames por qué ha pensado en él para liderarla. Y Tamames, recién exhumado a sus casi noventa años, contesta que se lo va a pensar. La química es buena, el plan sigue en marcha.
Hasta que nos plantamos en el miércoles 1 de febrero. VozPópuli adelanta la noticia: "Abascal ofrece a Tamames...". Deciden verse esa misma mañana en casa de Tamames. La misma alineación. Se une un quinto, un asesor de Ramón.
Cuando están sentados charlando, irrumpe Begoña, la secretaria de Ramón: "¡Llaman del periódico de Pedro J.!". Se quedan de piedra, porque la noticia se está produciendo en ese instante. Sin dar demasiados rodeos, Tamames le dice a Abascal: "Por patriotismo, tengo que aceptar. Si no, me arrepentiré toda la vida". Y esta es la historia de cómo un exdirigente del partido comunista se enfrentará a Sánchez desde la tribuna del Congreso... a sus noventa años.
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