Un dirigente de Unidas Podemos bromeaba estos días con que el Gobierno de coalición pasa por su peor momento "una vez cada tres semanas". Apenas unos minutos antes se acababa de desgañitar contra la puñalada del PSOE de excluir a los perros de caza de la Ley de Bienestar Animal, la criticó, movió mucho las manos y unas horas después la aprobó con su voto. La ruptura de la coalición siempre sobrevuela, pero nunca termina de aterrizar.
Si algo ha aprendido la parte morada del Gobierno es que las semanas se sabe cómo empiezan, pero nunca cómo terminan. En los últimos 15 días, el PSOE ha desmantelado dos de las leyes estrella de sus socios, primero con la reforma de la Ley del sólo sí es sí y luego con el órdago de la Ley de Bienestar Animal. Las dos han hecho daño, pero no han tenido las consecuencias que algunos esperaban.
Ni Irene Montero ni Ione Belarra, ni mucho menos Yolanda Díaz, tienen planes de abandonar el Consejo de Ministros ante el enésimo desmán de su socio, y el ruido de las últimas semanas tiene más de arrebato que de declaración de guerra. Tampoco Sánchez tiene intención de llamarlas a capítulo, ya que nadie quiere cargar con la culpa de una hipotética ruptura.
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Es cierto que el miedo siempre está en el ambiente y que todo se fuerza hasta el límite, pero tampoco es novedad. Esta semana un destacado dirigente socialista era clarísimo al afirmar que "la coalición es una ficción", en referencia a la posibilidad de que PSOE y Unidas Podemos voten separados las leyes que ellos mismos aprobaron en el Consejo de Ministros.
La imagen de estos días, con los dos partidos negociando con el ceño fruncido pero los papeles sin firmar, recuerda ya a la de una pareja que se está separando y pugna por la custodia de los hijos y la propiedad de los bienes. Y sin embargo, parece que nunca termina de divorciarse.
"La coalición tiene la misma mala salud de hierro que siempre", sentenciaba Belarra este sábado, en un mitin en Valencia. Horas antes el presidente del grupo confederal de Unidas Podemos, Jaume Asens, rebajaba la tensión y descartaba romper el Gobierno aunque el PSOE reformase el sólo sí es sí con los votos del PP.
Sobre la Ley de Libertad Sexual la ministra de Derechos Sociales ha sido la más clara. "Representa perfectamente lo que ha sido esta legislatura", decía en el mismo acto, para explicar la correlación de fuerzas de un Gobierno que, a sus ojos, convive con una (Unidas Podemos) que "empuja a los cambios" y otra (el PSOE) "conservadora" a la que "siempre le entra miedo". Y en ese claroscuro surgen los monstruos.
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Irene Montero mantiene que su ley estrella no tiene fallos, que la culpa de las casi 500 rebajas penitenciarias es de los jueces y que cualquier intento del Ministerio de Justicia por reformar el consentimiento supondría una vuelta "al Código Penal de La Manada". Ante este ataque, compartido de forma unánime –e insólita– por todo Unidas Podemos, Sánchez decidió no reaccionar: que sea ella quien elija entre dimitir o tragar con las modificaciones que tarde o temprano aprobará el PP.
Lo mismo ocurre con la Ley de Bienestar Animal, pactada en el Consejo de Ministros y luego enmendada por el PSOE en el Congreso para excluir a los perros de caza. Podemos llegó a decir que los socialistas se estaban poniendo del lado de "los que cuelgan galgos o entierran cachorros en cal viva", se manifestaron, reagruparon a los socios de la investidura contra la reforma y, finalmente, la aprobaron con la nariz tapada.
Algo de razón tiene Belarra en que el sólo sí es sí representa la historia del Gobierno de coalición. Alrededor de la ley se ha escrito el gran drama de los socios, sus casi-rupturas y casi-reconciliaciones, sus traiciones, sus acuerdos, su esperanza por avanzar en derechos y su frustración por no encontrar puntos en común para hacerlo.
Sobre todo, y más esta semana, la ley evidencia una realidad todavía más cruda: que Podemos puede quejarse, pero al final siempre gana el PSOE.
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