El 11 de octubre de 2021 Pablo Iglesias llamó a Yolanda Díaz para pedirle explicaciones. El ya exvicepresidente se había enterado, a raíz de una exclusiva en El Periódico de España, que la ya vicepresidenta iba a participar en un acto de varios partidos a la izquierda del PSOE pero sin presencia de Podemos. Él le dijo que no asistiera, se enfadaron y ella le contestó aquello de "Pablo, no me tuteles". Esa fue la primera vez.
La segunda tuvo que esperar hasta el 2 de abril de 2023, durante el acto de presentación de Sumar en Magariños. Ahí no hubo conversación telefónica, ni mensajes, ni menciones, pero la vicepresidenta recuperó el leitmotiv: "Estamos cansadas de tutelas", acusó. Un minuto antes, Díaz acababa de nombrar uno por uno a todos los partidos que formarán parte de su proyecto, sin hacer referencia a Podemos.
La historia del primer espacio político a la izquierda del PSOE en tocar Gobierno desde la II República se puede escribir entre la conversación telefónica de 2021 y el mitin de Sumar de 2023. Ahí está casi todo. En esos dos años se comprimen los grandes dramas entre las dos almas del Ejecutivo, los rumores, las batallas y los reencuentros, las fotos de la ruptura, los desvaríos de una dirección multiforme y, al final, la desesperación por una guerra fría que acaba dividiendo en dos el mundo más allá del socialismo.
Los planes de Díaz no coinciden necesariamente con los que para ella había trazado Pablo Iglesias cuando la designó como heredera. Si en algún momento pensó que la refundación de Podemos de la mano de Ione Belarra iba a ser un lavado de cara del mismo partido, la ministra de Trabajo dio al traste con estos planes desde el principio y, de paso, se llevó a parte del equipo consigo.
Ni siquiera cuando actuaba como mano derecha de Iglesias, Díaz nunca fue militante de Podemos, abandonó Izquierda Unida en 2019 y sólo mantiene simbólicamente su carnet del Partido Comunista de España (PCE), sin ejercer funciones de militancia ni implicarse en la dirección. Precisamente estas tres formaciones, sumadas a los En Comú Podem, conformaban el espacio inicial de Unidas Podemos. Ahora, todos menos los morados están del lado de Sumar.
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Pero, al final y al cabo, ¿qué es Sumar? A efectos jurídicos, Sumar es una asociación, pero espera ser algo más. De momento, Sumar es la plataforma con la que Díaz ha girado por España durante casi un año, la candidatura con la que se presentará a las elecciones generales de final de año y el cajón de sastre donde se incluyen la práctica totalidad de los partidos del llamado espacio del cambio.
El verano pasado, cuando la vicepresidenta se lanzó a preparar "un nuevo proyecto de país", la idea era exactamente esa: reconstruir la sopa de siglas a la izquierda del PSOE y reconciliar bajo un mismo techo a todo ese grupo de personas, siglas y sensibilidades de izquierdas que en algún momento de la turbulenta historia reciente de España se convirtieron en adversarias las unas de las otras. Todo esto ocurrió en Magariños con IU, los Comunes y algún díscolo de Podemos, además de Más País, Compromís y una larga lista de actores secundarios. Todos menos Podemos.
Qué es Sumar
La mayoría de partidos que se encuentran actualmente implicados en la plataforma no tienen problemas entre sí –los problemas, de haberlos, son con Podemos– y comparten electorado, sin competir directamente, de cara a las elecciones autonómicas. Díaz ha reivindicado Sumar como un movimiento "verde, feminista y laborista", una definición vaga pero en la que todos pueden sentirse cómodos. Incluso Podemos, llegado el caso.
En total son 15 formaciones, las mismas que de una u otra manera dieron su respaldo a la vicepresidenta en el acto del 2 de abril en el polideportivo de Magariños. Las principales, tanto por número de votos como por trayectoria, son Izquierda Unida y el PCE. Estos últimos están de por sí insertos dentro de la federación que coordina Alberto Garzón, pero Sumar negocia por separado con ellos y con el secretario general de los comunistas, Enrique Santiago, quien se ha convertido en uno de sus máximos apoyos.
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En segundo plano, pero que no paran de ganar adhesiones, están los grandes partidos regionales que ya han mostrado su apoyo a Díaz. Se trata de Más País, el partido liderado de iure por Íñigo Errejón pero que se fundamenta principalmente en su delegación madrileña, Más Madrid, y su candidata Mónica García, que tiene mucho más peso y con quien la vicepresidenta también negocia por separado. Junto a ellos, en plano estatal, se encuadran las dos formaciones verdes más importantes, Alianza Verde y Equo.
Les siguen sus primeros valedores, la Catalunya en Comú de Ada Colau, que sigue inmerso dentro de Unidas Podemos pero que lleva más de un año ejerciendo de portavocía oficiosa de Díaz, Més y la Chunta Aragonesista.
Las cinco formaciones satélites que faltan en la órbita de Sumar son mucho más pequeñas y no tienen prácticamente peso en las conversaciones, aunque sí voz. La más grande es la navarra Batzarre, que en las últimas elecciones generales se presentó en coalición con Podemos e IU y volverá a hacerlo este mes de mayo. También Coalición por Melilla, el Movimiento por la Dignidad y la Ciudadanía de Ceuta, Iniciativa del Pueblo Andaluz y el Proyecto Drago del canario Alberto Rodríguez, ex número 3 de Podemos.
Todas ellas han tenido, a lo largo de los últimos siete años, algún tipo de relación directa o indirecta con Podemos, pero no acabaron en buenos términos. O eso o, como mucho, simplemente se arrimaron a Díaz cuando el proyecto dejó de convencerles. Ahora los morados están solos, pero siguen reuniendo más votos que todos los demás juntos.
De hecho, mientras Sumar va tomando forma –"hoy empieza todo", auguró Díaz en Magariños–, el grupo parlamentario de Unidas Podemos en el Congreso se mantiene en pie, pero prácticamente partido en dos. De los 33 diputados morados que terminarán la legislatura, todos los de Izquierda Unida y los Comunes obedecen a la vicepresidenta; lo mismo incluso algunos de los de carnet morado, comonAntón Gómez Reino, Txema Guijarro o Gloria Elizo.
Negociaciones fracasadas
El porqué de la ausencia de Podemos en el acto de presentación de Sumar tiene muchas explicaciones, pero se pueden resumir en las dos: las desautorizaciones –"el tutelaje"– en ambas direcciones y la cerrazón por no ceder ni un centímetro de terreno. Díaz, porque no quiere que Podemos controle Sumar; y Podemos, porque no quiere que Sumar les controle.
Para preparar el acto en Magariños, Sumar y Podemos se reunieron seis veces en secreto desde enero y mantuvieron una docena de conversaciones informales, pero no llegaron a nada. Los negociadores fueron, por el lado de los morados, la secretaria de Estado Lilith Verstrynge y el portavoz parlamentario Pablo Echenique; por el lado de la vicepresidenta, su asesor de discurso, Rodrigo Amírola, y el jefe de gabinete del ministerio, Josep Vendrell.
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Vendrell siempre tuvo clara la fecha de junio como el fin de las negociaciones para no influir en las elecciones pero, según señalan fuentes moradas, ni él ni Amírola se metieron de lleno en las conversaciones hasta que, hace un mes, se conoció la fecha de celebración del acto de Sumar (2 de abril) y vieron que las amenazas de Podemos de darles plantón no eran un farol. Realmente estaban dispuestos a no asistir.
Al conocerse la fecha, Irene Montero señaló a un grupo de periodistas que las conversaciones con Sumar no habían empezado para, según Podemos, mantener el carácter secreto de las reuniones; acto seguido, ese mismo día, Yolanda Díaz desmintió a la ministra de Igualdad y dijo que llevaban semanas hablando del tema, pero que Podemos no cedía.
A finales de marzo, los cuatro representantes mantuvieron una reunión telemática para intentar desbloquear "de una vez por todas" la situación, señala una fuente cercana. Podemos reclamó dos cosas a cambio de garantizar su presencia en Magariños: el compromiso de revalidar el Gobierno de coalición y organizar unas primarias abiertas para ordenar las listas electorales. También ofrecieron cerrar el acuerdo con una foto simbólica.
El equipo de Díaz dijo que sí y encargaron a Vendrell redactar un documento tipo para que Podemos lo firmase la noche del jueves 30 de marzo, pero en el texto no ponía nada sobre primarias abiertas. La única referencia era que los procesos de selección se concretarían posteriormente en una mesa de partidos, pero no decía nada sobre el censo o el mecanismo de primarias. No quedaba tiempo, Podemos no aceptó y desde entonces no se levantan el teléfono.
"Trazos de Sumar"
Si en algo coinciden las dos partes es en que no hay plan B. Para Podemos, Yolanda Díaz es la candidata de consenso más por necesidad que por gusto, sobre todo porque sería muy difícil movilizar a un electorado desunido, pero tiene problemas con los tiempos. Agotado el plazo para la presentación de Sumar y descontado el del 28 de mayo, todas las miradas están puestas en junio, al menos de momento.
Oficialmente, las dos partes se han emplazado al mes después de las autonómicas para retomar las negociaciones y programar una hipotética fusión de cara a las generales. Esta era la idea inicial de Díaz y la que rechazaba Podemos pero, aunque la intención oficial sigue presente, los últimos enfrentamientos entre ambos les han separado todavía más de lo que ya estaban hace unas semanas.
El tercer factor que no se suele tener en cuenta es la influencia del PSOE. Ni en Ferraz ni en Moncloa ocultan su cercanía con la vicepresidenta ni Díaz disimula su sintonía con los socialistas, con quienes despacha habitualmente en los Consejos de Ministros mientras Ione Belarra e Irene Montero se mantienen al margen. En Podemos chirría esta complicidad, que interpretan como una especie de pinza para despojarles de su bandera, sus leyes y su electorado aprovechando la tormenta perfecta del 28-M, donde esperan malos resultados.
La vicepresidenta defiende en su círculo privado que, aunque no se presentará con Sumar a las autonómicas, sí hará campaña en los territorios donde encuentre "trazos de Sumar". Dicho de otra manera, allá donde el espacio del cambio vaya unido a las elecciones y le deje el terreno preparado para no tener que hacer competencia desleal.
El problema visto hasta la fecha tiene dos nombres: Madrid y Valencia, los dos territorios en los que el partido mayoritario (Más Madrid y Compromís) no ha querido sumar a Podemos en sus listas.
Para los ellos, esta estrategia supone una afrenta a todo lo que Sumar "se supone" que significa, con Díaz haciendo oídos sordos. Además, de puertas adentro, existe la sensación de que al final de la carrera se tiende a olvidar el sacrificio político y personal que durante años han hecho –siguen haciendo– los líderes morados. Especialmente Belarra y Montero, perseguidas hasta la extenueación política, civil y personal. Las palabras tienden a repetirse cuando sale el tema: "Merecemos más respeto".