El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, ha aumentado notablemente los decibelios de su discurso este miércoles. Ante los diputados del PSOE en el Congreso, ha comparado a Alberto Núñez Feijóo con Vox y líderes internacionales de la extrema derecha y ha dicho que "el Partido Socialista debe parar esa ola reaccionaria".
Con sus palabras, Sánchez da el pistoletazo de salida de la campaña electoral del próximo 23 de julio, aumentando la tensión y planteando las elecciones generales entre dos bloques. O los socialistas, o "la extrema derecha y la derecha extrema".
"Nuestro partido no lo fundaron siete exministros de una dictadura, con la financiación de unos cuantos banqueros", ha dicho en referencia al PP. Ha recordado que el PSOE lo fundaron un grupo de trabajadores y que "esa es la gente a la que representamos, esa es la gente de la que dependemos para ganar al PP y a Vox".
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Sánchez no ha dudado en equiparar a la derecha, donde no ha hecho distinción entre PP y Vox, con líderes como los expresidentes de Estados Unidos y Brasil, Donald Trump y Jair Bolsonaro, y con el todavía presidente de Hungría, Viktor Orbán.
También ha recordado episodios como cuando Javier Ortega Smith "despreció a una mujer en silla de ruedas", cuando Isabel Díaz Ayuso habló de combatir el cambio climático "poniendo macetas en los balcones" o cuando el vicepresidente de Castilla y León, Juan García Gallardo, dijo que "el CO2 no atenta contra la salud".
Sánchez ha mencionado a todos ellos por el nombre, algo poco habitual al tratarse del presidente del Gobierno, subiendo así la apuesta. "¿Se parece España a [Santiago] Abascal pidiendo que se limite el derecho de las mujeres a abortar?", se ha preguntado Sánchez. "Creo que España es mucho mejor que todo esto", ha asegurado.
En los días previos, desde el PSOE aseguraban que no iban a airear en la campaña del 23-J el miedo a la ultraderecha. A los socialistas es una estrategia que no le ha funcionado en comicios anteriores, como en las últimas autonómicas de Andalucía. Sin embargo, las palabras de Sánchez parecen indicar ahora lo contrario.
Reconoce la culpa
El presidente también ha querido reconocer su culpa por los resultados del 28-M. Ha dicho que los barones y alcaldes socialistas que perdieron numerosos gobiernos "sufren un castigo inmerecido" y que "ningún líder que merezca serlo puede mirar para otro lado".
"Yo no podía desentenderme de su suerte, seguir como si tal cosa. No podía continuar como si no hubiera ocurrido nada", ha añadido. "Por supuesto que me gusta ganar y me duele perder. Pero cuando más me duele perder es cuando las consecuencias recaen sobre las personas a las que quiero", ha admitido, diciendo que tenía "que asumir los resultados del domingo pasado".
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Por todo ello, ha dicho, decidió el pasado lunes adelantar las elecciones generales que estaban previstas para fin de año.
"Lo mejor es que los españoles tomen la palabra y se pronuncien sin demora. Lo hago con convicción", ha reconocido. "Para los próximos cuatro años necesito contar con un respaldo fuerte y rotundo", ha asegurado, llamando a obtener "el mayor respaldo social".
Sánchez ha reconocido que es incómodo que las elecciones caigan en pleno verano y que "a todos nos coge cansados", pero ha asegurado que era imprescindible hacerlo porque "lo que se decida el 23 de julio será decisivo para España".