Ha sido una cuestión de circunstancias, una casualidad, pero al llegar se han colocado todos a los pies de un reloj enorme y antiguo, como si fueran a dar la hora. Era una izquierda que quería puntualizarse. Una izquierda verdadera que a punto estaba de darse golpes de pecho y que clamaba, literalmente, un "no nos callarán". Sonaba la España en marcha del comunista Celaya cantada por Paco Ibáñez.
Este era el arranque de un cónclave de cientos de personas celebrado en la Fundación Carlos Amberes, en Madrid, que tenía como objetivo ser la voz de la conciencia de la "verdadera izquierda". "¡Quienes pactan con los nacionalistas reaccionarios no son de izquierdas! ¡Ni amnistía, ni autodeterminación, ni privilegios! ¡No en nuestro nombre!", gritaban algunos de los oradores.
Lo importante no eran los rostros, los nombres propios, sino un espacio reivindicado que hoy brilla por su ausencia en el Congreso de los Diputados. Una izquierda centralista, "jacobina", en contra de los privilegios de unos por encima de otros. Una izquierda, para qué andar con rodeos, de manual. Igualitaria, como venía siendo hasta bien entrado el siglo XXI.
Organizaba el acto un think tank de nombre El Jacobino, que reúne en su ideario todos los puntos mencionados. Por no dejarlo para el final, este periódico puede adelantar que el magma de este lunes por la noche en Madrid se convertirá en un partido político que concurrirá a las elecciones europeas.
El nombre no será ése, El Jacobino, porque sus promotores admiten el elitismo del término. Pero ya hay un equipo pensando cuál debe ser el título de la papeleta.
El espacio existe. Había entre los presentes militantes y exmilitantes del PSOE (véase Pedro Bofill, que dirigió El Socialista; o Soraya Rodríguez, que encarnó la portavocía roja en el Congreso), antiguos líderes de Ciudadanos (Paco Igea) e incluso de Izquierda Unida (la cabellera blanca de Ángel Pérez hacía de espejo a los más veteranos de la reunión, que se bregaron en la lucha callejera antifranquista).
Hacen bien los jacobinos en dejar el liderazgo a los rostros nuevos. Porque las nuevas siglas construidas sobre rostros previamente derrotados nacen condenadas al fracaso. Uno de los promotores de El Jacobino nos contaba a la entrada que ya casi 2.000 personas en toda España apoyan la causa.
"Este es un acto de la izquierda que aboga por la igualdad. Lo que está ocurriendo no es aceptable en modo alguno. Quienes se dicen de izquierdas están poniendo en cuestión el Estado de Derecho. Se está dando un trato de favor e impunidad a delincuentes de cuello blanco. ¡Eso no es progresista!", decía a los periodistas Guillermo del Valle, promotor del cónclave, a su llegada.
Desde 2020, cuando nació esta plataforma, Del Valle ha recorrido televisiones, radios y periódicos de este país clamando por una izquierda igualitaria y progresista. No había prendido la mecha con tanta fuerza hasta ahora, cuando el PSOE ha cruzado el Rubicón de la amnistía y pretende catalogar como "de derechas" a todos los que se oponen.
Los jacobinos se constituyeron en plataforma durante la pandemia para denunciar la asimetría autonómica en la desescalada. A partir de ahí, fueron denunciando todos los pactos de Sánchez con los nacionalistas.
"Sin el concepto de Estado, si nos olvidamos de la nación, no es posible un gobierno de izquierdas. Están dando privilegios a las regiones ricas en detrimento de las demás (…) Nosotros también apostamos por un gobierno de izquierdas frente a la derecha liberal, la derecha conservadora y la extrema derecha. Pero eso no es posible si la izquierda depende de fuerzas racistas y xenófobas", seguía Del Valle.
"¡Que los progresistas levanten la voz!", "¡Quienes se oponen a la amnistía no son de derechas!", "¡Los progresistas hemos sido doblemente traicionados!", "¡Dando privilegios a los políticos no se trabaja por los privilegios de los trabajadores!", "¡No a las concesiones a las fuerzas que pretenden destruir el Estado!", eran algunos de los eslóganes que iban pasando por el escenario. Porque –decía Ángel Pérez, el viejo comunista– "quienes más se preocupan por la ley son los trabajadores".
Había entre el público jóvenes, mayores y medianos. Actores con experiencia en el lanzamiento de artefactos políticos de éxito. Líderes fracasados, con el valioso aprendizaje que eso comporta. Y los rostros nuevos, los nombres desconocidos dispuestos a enrolarse en la difícil singladura de la partitocracia. De todos ellos depende. La izquierda igualitaria antinacionalista seguirá siendo un sueño… o no.