Este jueves, sobre el mediodía, Pedro Sánchez saldrá del Congreso investido nuevo presidente del Gobierno con 179 votos, la mayoría absoluta de la Cámara. Al menos eso es lo que prevé el líder socialista, porque durante la tarde de ayer Junts amenazó con "sorpresas" en la votación por disconformidad con las referencias del líder socialista a la amnistía en su intervención inicial.
Los de Carles Puigdemont se empeñaron en aguarle la fiesta al líder socialista y dinamitar el debate, mostrando hasta qué punto está en sus manos. Y aunque la amenaza quede en advertencia seria, es suficiente el episodio para que quede claro que la estabilidad del Gobierno pende del hilo que maneja Junts. De hecho, le obligaron a cambiar palabras de su intervención.
La portavoz de Junts, Míriam Nogueras, le hizo ver su malestar porque el líder socialista habló de "reencuentro, de perdón y de medidas de gracia". Y le advirtió: "No intenten tentar a la suerte".
[Sánchez defiende en el Congreso la amnistía "en nombre de España": "Es buena para la economía"]
Con siete diputados imprescindibles para la investidura, Nogueras obligó al presidente del Gobierno a modificar su tono con expresiones como que no quieren "hacer la lista de la compra, sino hablar del supermercado entero" y exigencias como que admita que hay "un conflicto histórico y político entre dos naciones".
Sánchez le respondió cumpliendo la exigencia de dejar de hablar de "diálogo" para hablar de "negociación" y abandonó las alusiones al "reencuentro" para referirse al "conflicto político", mostrando su compromiso de cumplir el acuerdo.
El partido de Carles Puigdemont quiso subrayar que Sánchez tienen que andarse con pies de plomo cuando hable de la amnistía y del pacto con Junts y, por supuesto, cuando se siente a negociar el desarrollo del acuerdo.
Reunión Nogueras-Cerdán
Como el presidente en funciones habló por la mañana de "perdón y de refuerzo de la unidad de España, Nogueras pidió reunirse en la zona de Gobierno del Hemiciclo con el número tres socialista, Santos Cerdán, para expresarle su malestar por esas palabras.
Hubo nervios visibles en los responsables del Gabinete del presidente por los pasillos del Congreso. No se podían creer el nuevo giro de guion de los de Puigdemont y la amenaza de aguar la fiesta a Sánchez, de amargarle el festín de votos a su investidura. "Sobreactuación", decían los "fontaneros" de la Moncloa a los periodistas en los pasillos.
En todo caso, los miembros del Gabinete que dirige Óscar López trabajaron en modificar a toda prisa las palabras de respuesta a Junts que Sánchez tenía previstas, para satisfacer la exigencia de su nuevo socio.
El episodio, además, es la constatación de que la legislatura se desarrollará sobre una cuerda floja de debilidad, de susceptibilidades, de palabras medidas y, sobre todo, de mucho suspense.
El baño de realidad lo completó el portavoz de ERC, Gabriel Rufián, al advertir a Sánchez con la expresión: "No se la juegue".
En todo caso, hoy se cerrará un debate en el que el foco estaba en los pactos con los partidos independentistas, incluido el que llevará a la aprobación de una ley orgánica de amnistía para los acusados y condenados por el procés en Cataluña.
El líder socialista definió la amnistía como “muro de democracia” para frenar a las derechas, porque su coartada para justificar esos pactos y esa ley es precisamente que son necesarios para que no gobiernen PP y Vox.
Sánchez no engañó ni dio rodeos en la primera jornada del debate, explicó claramente que “toca elegir el camino” entre lo que llamó la “derecha reaccionaria” o el “progreso” materializado en el Gobierno de coalición.
"No a los reaccionarios"
Sobre esa dicotomía construyó su largo discurso y las réplicas, desde la primera palabra hasta la última. Viene a ser el tradicional 'o yo o el caos', entendiendo por “caos” los grandes males que, según él, traerían las derechas y en el “yo” su investidura con la mochila repleta de pactos con Bildu, PNV, Junts, ERC y BNG.
Para eso, hizo un discurso inicial que parecía la intervención del líder de la oposición en cada una de las comunidades y ayuntamientos en los que gobiernan PP y Vox. Buscó decisiones de esas instituciones para desarrollar el mensaje más o menos subliminal de que o se aceptan los pactos con independentistas y la amnistía o llegará la ultraderecha con esos recortes de derechos.
Esa doctrina, según remarcan fuentes de su entorno en la Moncloa, le sirve como pegamento para unir en torno a él a los socios de investidura y también para que sus electores y los españoles en general acepten la amnistía.
Para remarcarlo, citó a Donald Trump en Estados Unidos y a Javier Milei en Argentina como ejemplos de la ola ultra que en España representa Vox. Para parar la ola, como ya se hizo el 23 de julio, hay que aceptar el paquete completo que incluye el pacto con los independentistas, la amnistía y los verificadores, según su argumentación.
Por eso, propuso “el camino del avance para acabar con la crispación, el negacionismo, el machismo y la xenofobia” y “cuatro años de estabilidad y no a los reaccionarios”.
Es decir, el todavía presidente del Gobierno en funciones utilizó con insistencia la palanca de Vox para apoyar en ella los respaldos a su investidura.
"Sánchez es presidente porque les tiene a ustedes" y pactamos "para frenarles a ustedes", remachó luego Gabriel Rufián, portavoz de ERC.
Respecto a Cataluña, Sánchez también utilizó esta artimaña dialéctica y política al contraponer “la receta del PP que condujo al desastre de la mayor crisis institucional” con su propuesta de “entendimiento y puentes políticos”. La elección entre el mal y el bien.
La respuesta de Feijóo
Alberto Núñez Feijóo le replicó duro, empezando por los cambios de opinión del líder socialista sobre la amnistía y sobre los pactos con independentistas. Tiró de hemeroteca, con el inconveniente de que a Sánchez apenas le afecta ya el reproche de contraponer lo que dijo con lo que dice y hace.
“Usted es el problema con su falta de palabra, su falta de restricciones morales y su patológica ambición. A usted la historia no le amnistiará”, le dijo a Sánchez.
El jefe de la oposición habló de “corrupción política, porque toma decisiones contra el interés general a cambio de beneficios personales” y preguntó a los partidos independentistas si “han exprimido bien” al líder socialista.
Le recordó los nombres de históricos socialistas que se han pronunciado en contra de la amnistía y el pacto con Junts. Eso sí, concluyó que el Gobierno será “legítimo” porque parte de una mayoría parlamentaria.
Luego Sánchez y Feijóo se enredaron en una especie de bucle en el que recuperaron reproches mutuos de los debates en el Senado de la pasada legislatura. Se mantuvo también el mismo tono agrio, de desprecio y de abandono de toda esperanza de posible acercamiento o, al menos, de rebaja de la agresividad entre los dos principales partidos.
Por ejemplo, el líder socialista dijo al líder de la oposición que no es “ni moderado ni experto ni buen gestor. Es un falso moderado, falso transparente y falso ganador”, y le reprochó que “llegó con una promesa de moderación, pero nadie ha hecho más por Vox”. “No es la amnistía, es su incapacidad para formar mayorías”, le dijo.
Sánchez entre teatrales carcajadas se cebó en el argumento de Feijóo en su fracasada investidura sobre su supuesta negativa a pactar con Junts y renunciar a la presidencia del Gobierno por no querer ceder a la amnistía.
“Con Feijóo nace la original teoría de 'no soy presidente porque no quiero'. Esta es muy buena. Feijóo no es presidente porque no quiere, es más, dice que es el primer español que renuncia a ser presidente pudiendo serlo”, dijo entre risas.
Para los portavoces de Moncloa, Sánchez desenmascaró a Feijóo, y para los del PP, el líder de la oposición puso ante sus contradicciones y mentiras al candidato.
Luego intervino el líder de Vox, Santiago Abascal, que como siempre fue mucho más allá que Feijóo, hablando de Sánchez como dictador y pidiendo al PP que se niegue a tramitar la Ley de Amnistía en el Senado.
Cuando acabó de hablar, se fueron todos los diputados de Vox, por lo que no hubo réplica de Sánchez, sino intervención de Patxi López, portavoz socialista, para que se borren del Diario de Sesiones los insultos al presidente del Gobierno en funciones.