Pedro Sánchez ha hecho un discurso muy potente en el Foro de Davos, el discurso de un líder político intervencionista, deseoso de inaugurar (y liderar) un nuevo modelo económico mundial. Así, a los grandes líderes económicos, empresariales e inversores del mundo, reunidos en la ciudad suiza como cada año, les ha advertido: "Sus empresas no son nada sin las democracias y el orden mundial basado en reglas que las sustentan". Así que "colaboren con nosotros, con sus gobiernos".
El presidente ha proclamado en el Foro Económico de Davos que "las políticas neoliberales no funcionan", que la España que él gobierna desde hace cinco años es "la prueba de que la mejor manera de crear más riqueza es redistribuirla" y ha reclamado esa "colaboración" a los líderes en Davos.
Sánchez ha reconocido que las democracias también precisan de las empresas: "Necesitamos más sector privado; sus empresas son esenciales porque crean empleo, innovación y oportunidades".
Pero ese cierre del círculo dialéctico era, en realidad, la base de su propuesta: "Es necesario un nuevo paradigma de prosperidad, de crecimiento y sostenibilidad para todos", proclamó. "Un triángulo virtuoso entre el sector privado, el Estado y la sociedad civil".
La "distopía posible"
En esas grandes ideas se podría resumir su intervención ante el plenario de Davos. Pero su discurso en inglés, de algo más de 20 minutos, había comenzado invitando a los presentes a "imaginar un mundo en el que no alcancemos los objetivos del milenio, las temperaturas hayan subido 4 o 5 grados y, consecuentemente, el PIB haya caído un 15%".
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"Un mundo en el que las fake news y la polarización hayan reducido el número de democracias, o en el que la Inteligencia Artificial no haya sido gobernada adecuadamente y en el que crece la desigualdad y millones han caído en el desempleo".
Una introducción que culminaba advirtiendo de que ese futuro "no es una distopía", sino algo "posible si nos dejamos llevar por la inercia o la resignación".
Para Sánchez, su manera de gobernar es justo la contraria.
Y en un año en el que 76 países "y más de la mitad de la población mundial", en consecuencia, votará por sus nuevos líderes, el presidente español quiso poner el foco en tres pilares principales que deberán basar la acción corporativa y la votación personal de esas sociedades: el orden internacional basado en reglas, el desafío de la Inteligencia Artificial y la garantía de la prosperidad de los ciudadanos.
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Tres retos globales
En el primer punto, Sánchez reivindicó que "la gran prosperidad para nuestras sociedades desde la Segunda Guerra Mundial" ha sido producto del sistema multilateral, hoy puesto en riesgo en Ucrania, en Siria o en Gaza. Para el presidente, "los mismos principios" deben regir los diagnósticos para los tres conflictos, porque en ellos se estarían violando esos valores de la misma manera, y en todos "se está poniendo en juego la estabilidad del mundo".
Es decir, "la seguridad de las cadenas mundiales de suministro. Es el comercio. La prosperidad. La estabilidad de todo Oriente Medio. Y la continuidad del orden multilateral".
El segundo reto global para Sánchez es "una gran oportunidad" y, por ello también, "una gran amenaza". Sobre todo porque aunque la innovación y el progreso científico "traen riqueza y oportunidades", también están preocupando a "una mayoría de ciudadanos, que piensa que la IA acabará con sus empleos, ampliará la brecha entre ricos y pobres y empeorará su nivel de vida".
El presidente pidió "escuchar estos temores". Sobre todo, porque, dijo, la crisis financiera global de 2008 a 2012 "ya demostró que las políticas neoliberales no funcionan". Y porque, desde entonces, los ciudadanos "no dejan de perder poder adquisitivo" y de no verse beneficiados por los avances tecnológicos y la prosperidad económica global.
Sánchez no quiere que "una mano invisible" gobierne la IA, igual que se reivindicó como uno de "los que nunca creyó en la mano invisible del mercado".
Y de ahí saltó al tercer gran reto, el de "garantizar la prosperidad de los ciudadanos". En este punto, es donde el jefe del Ejecutivo español se mostró más explícito y conclusivo con sus tesis: "Colaboren, garanticen esa prosperidad de los ciudadanos, ayúdennos a acabar con la erosión de las clases medias y trabajadoras mejorando su poder adquisitivo".
Fue ahí donde se dirigió de frente a los empresarios y altos ejecutivos que formaban la audiencia de su intervención en el plenario: "Ustedes, sus empresas, son lo que son gracias a las democracias, a un sistema multilateral basado en reglas, y a los gobiernos que las sustentan. Ayuden a sus gobiernos contra la ola reaccionaria" que, argumentó, acabaría con las democracias que él dice defender y garantizan la estabilidad que necesitan las empresas.
Final de mitin
Por eso, el presidente se puso a sí mismo, a su Gobierno, a la España de los últimos cinco años, de ejemplo: "Ése es el proyecto de España, hemos demostrado que se puede crear riqueza y mejorar Salario Mínimo. Reconocer más derechos laborales. Reducir la temporalidad, la desigualdad y la pobreza. Crear en ese tiempo más de dos millones de empleos y de más calidad, creciendo más que zona euro y reduciendo la inflación más que el conjunto de la UE. O incluso captando más inversión extranjera".
En un tono ya casi mitinero, como de campaña electoral, el presidente concluyó: "Nos dijeron que era imposible o imprudente. Hoy sabemos que no sólo es posible, sino que es beneficioso".
En este sentido, Sánchez afirmó que "España es un paraíso para empresas que quieran prosperar a través de la innovación y el crecimiento" y en ella, se da la "bienvenida" a las empresas que promuevan "el enriquecimiento social pagando la parte justa de impuestos". Para él, ése es el "nuevo triángulo virtuoso de Estado, empresa y sociedad civil".
Por ello, insistió en que se "preste más atención a las preocupaciones de los trabajadores y menos a las promesas vacías de los gurús de Silicon Valley".