Desde que Junts gobierna las votaciones, los plenos del Congreso de los Diputados se han convertido en películas de cine mudo. No importa lo que se dice desde la tribuna. Lo sustancial son los gestos, los susurros, todo eso que no se oye; aquello que sólo podemos intuir desde el palco de la prensa.
La mejor metáfora de esta nueva circunstancia la conocimos al poco de empezar: se había averiado el sistema de sonido y nadie escuchaba nada. Total, ¿qué importaba? La amnistía que iba a fracasar se estaba negociando en directo, pero sumergida en una espesa niebla de telefonazos, corrillos, salidas al baño y visitas a la zona reservada para el Gobierno.
Algunos ejemplos que ilustraron la primera gran derrota parlamentaria de Sánchez:
–La carrera del ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, al escaño de Rafael Simancas (secretario de su grupo parlamentario) para pedirle que llamara a Óscar López (jefe de gabinete de Sánchez).
–Las largas llamadas de Santos Cerdán, siempre con el móvil cargando y con una mano tapándose la boca.
–Los viajes al exterior de Míriam Nogueras (enviada de Puigdemont en el Congreso) para hablar con los suyos y con los socialistas.
–La mediación de Gerardo Pisarello (diputado de Sumar) con Nogueras.
El Congreso se ha dado la vuelta como una tortilla. Lo que importa es lo que no se ve. La única verdad, en contra de lo que dice Sánchez, está en el envés de la realidad. La verdad está vedada a los ciudadanos.
Con el resultado de la votación, la intuición y las versiones sesgadas que nos dan los partidos escribimos la mejor aproximación que podemos. Ser periodista en este Congreso de Sánchez es ser un prisionero en la caverna de Platón. No vemos más que sombras.
Como no se puede mirar a todas partes al mismo tiempo, elegimos a Santos Cerdán, el fontanero mayor de Sánchez encargado de acordar con Puigdemont. No escuchó ni un minuto del debate. Enviaba mensajes, llamaba. Cuando hablaba por teléfono, se tapaba la boca. No disimuló siquiera cuando actuaba el diputado del PSOE en la tribuna.
Taparse la boca mientras se habla en el Parlamento es el mejor reflejo de que lo que se dice va en contra de lo que se prometió. Taparse la boca en el escaño es escribir el prólogo de otra línea roja vulnerada. Taparse la boca en la Carrera de San Jerónimo es una manera de que no te vea la propia conciencia. Los versos de Miguel Hernández cobraban otro significado encarnados en Santos Cerdán: "Boca poblada de bocas, pájaro lleno de pájaros".
En este PSOE de hoy, en ese día de la amnistía truncada, todos los dirigentes del Partido Socialista hablaban entre susurros o echando la mano por encima de los labios. Igual que cuando aprobaron los últimos decretos.
Sin tan corriente fuera, si tan buena para la convivencia resultara la amnistía, ¿por qué no expusieron esos mismos argumentos ante la Cámara? Mientras Cerdán negociaba la verdadera amnistía, el diputado socialista Francisco Aranda hablaba en público del paro, de la economía y criticaba al PP.
El Congreso, de veras, se ha dado la vuelta. Debatía el Parlamento la ley más importante desde la Transición y la presentaba un tipo al que no habíamos visto jamás. Un hombre al que no podrían reconocer ni los encuestados del CIS de Tezanos. Pobre señoría Aranda. Otra metáfora: para decir lo que tuvo que decir, antes de empezar, se tragó casi un vaso de agua entero.
Tampoco estaba Pedro Sánchez, que sólo se presentó en el Congreso cuando la negociación encallaba. En la zona de Gobierno había hablado con quien había tenido que hablar. Y había certificado que la ley de la amnistía volvía al corral. Tenía mala cara el presidente, como de no haber dormido. Apenas sonrió una vez, cuando comentó con Montero y Bolaños el nuevo sistema de votación táctil instalado en los escaños.
El Congreso, es tremendo, se ha dado la vuelta. Había más huecos en la bancada del PSOE, que era el autor principal de la ley, que en la del PP. Los asientos de Feijóo lucían a rebosar. Cuando comenzó la sesión, sólo había tres ministros: Bolaños, Montero y Ángel Víctor Torres (Política Territorial). Luego llegaron por goteo Mónica García (Sanidad), Ana Redondo (Igualdad) y Elma Sáiz (Pensiones). Doña Elma se tropezó al subir al escaño y casi se parte la crisma, como está a punto de partírsela la caja común gracias al acuerdo con el PNV.
Tan descafeinado era el día que los periodistas podíamos compartir los baños con los invitados de renombre, los del palco de al lado, cosa que nunca sucede. La puerta estaba abierta y sólo te podías encontrar meando con Junqueras. A la jura de la princesa Leonor asistieron los padres de la Constitución. A la (casi) amnistía asistió el padre de la Cataluña independiente.
El indultado, que no podía mediar con Puigdemont porque apenas se hablan, se encogía de hombros cuando le preguntaban si iba a salir adelante la amnistía. No lo sabía. Lo que sí sabría, al acabar la jornada, es que había viajado a Madrid, capital del Estado español... para nada. Fracasó la amnistía que iba a ovacionar. Se quedó pasmado. De Madrid al suelo.
Puede que sean menos democráticos estos plenos donde lo realmente importante se dice con la boca tapada, pero resultan muy divertidos. Entras dentro y no sabes lo que va a pasar. Si el Gobierno gana, si el Gobierno se hunde... No sabes nada. Asistes como a una de esas series policiacas que empiezan con el cadáver en primer plano y que no desvelan al asesino hasta el último capítulo.
Así fue el de este martes: salió Nogueras, la reina de la Cámara, a la tribuna. Dibujó un territorio vibrante para la ficción, un Estado donde se persigue a los disidentes, donde los jueces prevarican para encarcelar a los verdaderos demócratas, una nación donde gritar libertad conlleva el riesgo de la mordaza.
Nogueras es valiente, la heroína de nuestra historia: insultó a pecho descubierto a esos jueces que, seguro, la meterán en prisión. Además, lo hizo en catalán, una lengua prácticamente prohibida en España. Nogueras, se le veía desde lejos, tiene la mirada alucinada de los poetas.
Lo hizo, de veras, muy bien. Construyó perfectamente el relato con la técnica de Simenon: "La pelota está en el punto de penalti". Entonces, el espectador sabe que acabará apareciendo alguien que lo chute. La tensión narrativa anida en ver si se va para dentro o para fuera. Se fue para fuera.
La diputada Pilar Vallugera fue un descubrimiento. No la conocíamos, pero llamó nuestra atención a gritos. Lanzó un dardo a Junts por tumbar la amnistía, pero el resto del tiempo lo dedicó a enfrentarse a ese dragón de dos cabezas de la derecha. Clavaba las uñas en los papeles, dos venas gruesas le estallaban a cada lado del cuello.
Incluso a Feijóo le divirtió la cosa. En su turno de intervención, dijo mirando a los del PSOE: "¡No sabemos qué va a pasar!". Y estaba, cómo no, en ese preciso momento, Santos Cerdán hablando por teléfono. Él sí sabía que, por primera vez, el Gobierno iba a naufragar en una votación trascendental.
Las votaciones por llamamiento, como la de este martes, son muy dolorosas para el que las pierde. Sánchez, que no había querido escuchar el debate, tuvo que tragarse uno a uno todos los "noes" que le revelaron mortal y rojo.
Sánchez, en realidad, no es carne mortal o inmortal. Es simplemente, como en el último título de Savater, "carne gobernada". Por Junts.