–Mao era un poeta excelente. Publicó grandes versos de amor.

Entonces, Luis María Anson (Madrid, 8 de febrero 1934) comienza a recitar lo que le escribió el revolucionario chino a su amada al descolgarla del garrote vil donde había sido asesinada: "En el garrote desgarré mis manos, pero no brotó la sangre de mis venas. Se había evaporado en mí hasta el último resto de clemencia".

–Joder, Luis María.

–Es tremendo, ¿eh? También escribió: "Escuché su estertor de ciervo triste". Escuchad, escuchad: "Estertor de ciervo triste" [lo deletrea como si estuviera viendo al ciervo triste por la ventana].

Jamás habríamos creído que celebraríamos el 90 cumpleaños de Anson admirando a un dictador chino. Sobre él, este periodista, al poco de estrenar sus primeras armas, escribió "El Gengis Kan rojo". Es el cumple de Luis María, pero ha sido Luis María quien ha querido darnos una sorpresa al poco de entrar en su despacho de El Imparcial.

Puede ser ésta una buena oportunidad para trazar la biografía del Gengis Kan del periodismo de sangre azul.

[Vea aquí la entrevista completa]

El ascensor de reja, la escalera de mármol, los óleos en las paredes. Todo son recuerdos de un tiempo que ya no existe. Esta entrevista está ocurriendo por un motivo que la ciencia no ha conseguido desentrañar. Pasó y ya está, como se esquivan las muertes en la vida.

Luis María, que nos recrimina que le tratemos de "usted", estaba en la cama, enfermo de coronavirus, con las manos negras de tantas inyecciones. Se iba a morir. El médico se lo dijo a todo el mundo menos a él. Y quizá por eso no se murió.

Ahora vive una prórroga feliz. Está muy tocado físicamente, pero su rostro, alargado y con ese flequillo repeinado tan característico, funciona a pleno rendimiento. Su cabeza, como decía Umbral, sigue llena de abejas y de ruiseñores. Abejas para hacer periódicos. Ruiseñores para recitar poesía. Cuando recita, parece imposible que Anson vaya a morirse alguna vez. Quizá, sepultado por una avalancha de libros. Las paredes de este lugar dan miedo.

Anson –sin tilde, por ser un apellido británico– ha sido el mayor confidente de los Borbones, el director más característico del ABC, fundador de La Razón, académico de la RAE. Fue antidemócrata de muy chaval, pero pronto se cayó del caballo, apenas cumplida la mayoría de edad. Tanto que se tornó antifranquista furibundo y publicó un artículo que hizo que el dictador perdiera el equilibrio en el retrete.

El régimen amenazó a los Luca de Tena con suspender su diario si el chaval no se iba de España. Y se fue... de viaje de novios a la guerra de Vietnam. Anson ha cubierto siete guerras. En una de ellas compró una niña, lo que nos va a permitir hablar de los límites del oficio.

Anson, que se sienta y nos induce cariñosamente a la conversación, se promete a sí mismo no revelar secretos. Sabe que nuestro trabajo va a ser intentar que se traicione. Y por fortuna para nosotros, no sabemos si intencionadamente o por piedad, Anson se va a traicionar. Y tanto que lo va a hacer.

Va a confesar, por ejemplo, que tanto él como Felipe González y el rey Juan Carlos estuvieron implicados en la Operación del general Armada el 23-F: "Un plan para desbancar al gobierno de UCD e implantar un gobierno de salvación nacional. Lo que no sabíamos era lo de Tejero. Con eso, Armada nos engañó a todos".

También va a ser crudo, ¡ha pasado tanto tiempo!, en relación a algunos de los sucesos más característicos de la Familia Real. No quiere parecer presuntuoso, pero admite que, con todos sus off the record, podría cambiar la Historia de España.

"¡Cómo me cabrea tener que morirme!", dice Luis María mientras mira con cierto ensimismamiento la luz que ha traído el fotógrafo para alumbrar toda una vida. Ahí van los estertores de un ciervo alegre. Siempre alegre.

Hace muy poco, te dieron por muerto. Llamaron a tus hijas para preguntarles si había que incinerarte o enterrarte.

Tuve el coronavirus. Se fue agravando. Hubo una tarde en que el médico dijo: "Este señor no pasa de esta noche". Llamaron a mis hijas para ver si me incineraban y preguntarles por todas esas cosas que hay que hacer cuando uno se muere. Yo tenía las manos negras de tantas inyecciones que me habían pinchado y la nariz llena de cables, pero podía hablar. Cogí el teléfono y dicté dos artículos.

¿Están inéditos?

No, no. Se publicaron. Los leí al cabo de un mes y, oye, no estaban mal del todo.

Pero, ¿eran artículos a modo de despedida?

No, no, ¡de actualidad!

Entonces, no tuviste la sensación de que te morías.

No, yo no la tuve, pero el médico sí. Y seguro que estuve en esa situación al borde porque el corazón me iba a 180 pulsaciones. ¡Me pincharon por todos los lados! Me debieron de pinchar todas esas cosas que se pinchan a los señores que se van a morir. De verdad, mis manos estaban completamente negras. Sería presuntuoso si dijera que sentí que me moría porque no lo sentí.

¿Y qué se contesta en un momento como ese? ¿Qué dijeron tus hijas cuando les llamaron?

Tengo tres hijas maravillosas. Las pobres me quieren mucho. Se ocuparon de mí un montón. También Beatriz, mi mujer, y mis nietas.

¿Habías dejado instrucciones?

Ninguna. Como no sabía que me moría, cumplí con mi obligación profesional. Los artículos tenían que llegar a tiempo. Si yo no hubiera enviado esos textos a tiempo, habrían tenido que buscar a otra persona. Dicté por teléfono.

Ruano, también estando en el hospital, pero sintiendo que se moría, se puso a escribir un artículo y una monja quiso frenarlo. Él le contesto: "Hermana, no entiende que yo soy escritor como usted es monja".

César González-Ruano era mi compañero en ABC. Yo llevaba en ese tiempo la sección de Huecograbado. Justo antes de morirse, tiempo después de aquello, César escribió un artículo más largo y mandó un recado a Pedro de Lorenzo, el responsable de la sección: "Por favor, hacedme un entierro de Tercera". Quería que le publicaran ese texto como Tercera. Y así ocurrió. En su caso, el artículo sí fue una despedida. Yo no tuve esa oportunidad, no sentí que me moría.

¿Estás viviendo de otra manera desde entonces? ¿Has cambiado algo?

Lo único que he hecho ha sido poner todo lo que tengo a nombre de mis hijas. Así evito problemas de herencias entre ellas y un exceso de impuestos que puede venir en cualquier momento. Ya no tengo nada. Todo está a nombre de ellas.

¿Y has dejado memorias? ¿Conoceremos algún secreto contado por ti cuando ya no estés?

No. Soy absolutamente respetuoso con el secreto profesional. Hombre, tengo muchas notas de conversaciones mantenidas con gente que… Lara me puso un cheque en blanco: "Rellénalo con los ceros que quieras a cambio de tus memorias". ¡Soy capaz de poner muchos ceros! Pero no lo hice.

Me parece natural y correcto que Cebrián y Pedro J hayan publicado las suyas. Yo sólo hice una excepción: publiqué un libro sobre don Juan que incluía conversaciones privadas con él. Pero es que el propio don Juan me lo pidió antes de morir.

¿Qué va a pasar con esas notas sobre conversaciones con gente importante?

Habrá que preguntarle a Coral, mi secretaria, que lleva casi sesenta años conmigo. Ella los tiene. También hay correspondencia interesantísima. No sé, desde Escrivá de Balaguer hasta Pablo Picasso. He tenido relación cercana con la vida intelectual española, con la Familia Real, también con todos los grandes personajes internacionales que pasaban por aquí.

Cuando yo me muera. Rodrigo Mínguez

Esos off the record que no vas a revelar, ¿podrían cambiar la Historia de España? ¿Miraríamos al pasado de manera diferente?

Sería presuntuoso que yo dijera eso. Además, la Historia es algo muy sólido… En cuanto un personaje duda de que seas un bocazas, no te cuenta el secreto. Yo he estado tantos años al lado de la Casa Real porque don Juan vio que me lo callaba todo.

La envergadura de las fuentes que has tenido –don Juan, Juan Carlos I, presidentes del Gobierno– hace que no sea presuntuoso que me contestes a la pregunta tal y como te la planteaba: ¿esos secretos cambiarían nuestra manera de entender el pasado?

Algunas cosas, evidentemente, la cambiarían, sí. Por ejemplo, algunas relacionadas con la Familia Real, que son muy delicadas.

¿Cómo se convive con esa sensación de que uno puede contar algo, lanzar la bomba y que explote la Historia? O mejor: ¿cómo se llega al final de una vida y se es capaz de contenerse?

No tengo esa tentación, de verdad. Una vez estuve charlando un rato con Juan Pablo II y me pidieron que fuera secreto. Todavía no lo he revelado. Podría hacerlo porque el tema fue San Juan de la Cruz, pero ni así.

La noche oscura del alma. ¿Hablas con Dios, Luis María?

Soy creyente. Firmemente creyente, aunque poco beato. No creo que estemos en este mundo por casualidad. Creo que hay que cruzar la oscura penumbra del más allá para obtener esa información periodística: ¿qué nos vendrá después de muertos? Hombre, no tengo esa fe del carbonero de la que hablaba Unamuno, aunque estoy próximo a eso.

¿Qué le dices últimamente? Después de haber estado al borde del abismo, vives una prórroga feliz. Me dirás que no haces muchas cosas como cuando joven, pero hoy cumples noventa años y lees y escribes con el apasionamiento de siempre.

Le doy las gracias a Dios por haber cuidado de mis hijas y de mis nietas. Es curioso… Algunos tenemos un tirón familiar inmenso. Quiero la felicidad para mis tres hijas, la felicidad para mis tres nietas.

¿Lo peor de envejecer es la muerte de los amigos?

Tal vez, sí. Es terrible. Se me van muriendo los amigos uno detrás de otro.

Luis María Anson juega con una linterna que le regaló Javier Carbajal, el fotógrafo.

Luis María Anson juega con una linterna que le regaló Javier Carbajal, el fotógrafo. Javier Carbajal

Desde que el médico te dio veinticuatro horas, ya sabes que en la mayoría de periódicos está escrito tu obituario. ¿Has leído alguno?

Sé que están preparados porque me lo han dicho, pero no he leído ninguno. En ABC, llamábamos "el tendido de sombra" a esos obituarios a punto de salir. Nos falló Menéndez Pidal. ¡Tuvimos la necrológica preparada veinte años! No se moría nunca. Don Ramón murió con 99. Estuvo toda una vida en el tendido de sombra.

Como don Juan estuvo muy enfermo, tuve muy preparado su obituario. El día que se murió, tenía yo un almuerzo mano a mano con Rubalcaba. Digo en su honor que se interesó tanto como los periodistas por la muerte de don Juan. Se quedó a ver cómo hacíamos el periódico. La portada resultó sensacional. Nos salió un número estupendo.

Has escrito muchas necrológicas. ¿Cómo te gustaría que fuera la tuya?

Te voy a contar una conversación con Luis Buñuel que me marcó mucho. Se dio cuenta de que en el exilio se empezaron a decir barbaridades sobre él porque muy pocos podían exiliados podían venir a España a rodar películas. Buñuel lo hacía. Miguel Pérez Ferrero, el crítico de ABC, que firmaba como "Donald", aprovechó para escribirle un libro biográfico. Se reunían en la cafetería del edificio España.

Buñuel le dijo: "Tráeme a un antifranquista". Yo había tenido muchos problemas con el régimen por algunos artículos en ABC, así que me llevó a mí. Nos hicimos amigos. Pérez Ferrero le preguntó si le había dolido que no le dieran no sé qué premio. Buñuel le contestó: "Miguel, he aprendido que, en la vida, la única dignidad es la nada. Viva el olvido". No es que yo crea en eso, me encantará que mis hijas y mis nietas lean cosas amables, pero tengo poca fe en el futuro. Te voy a hacer una pregunta.

Dime, Luis María.

¿Conoces a algún joven que haya leído a Ramón Pérez de Ayala?

Creo que no.

Fue uno de los grandes. Uno de los firmantes de la Agrupación al Servicio de la República junto a Ortega y Marañón. Un escritor de primer orden. Volvió a España del exilio, no podía escribir sobre temas políticos, pero firmaba Terceras muy influyentes. Fue hombre de gran celebridad. ¿Conoces a algún joven que haya leído o sepa sobre Pemán?

Pocos, pero algunos sí.

Son más, pero muy pocos. Fíjate: durante cuarenta años, Pemán copó la vida pública española. ¡Era tremendo! La gente le paraba por la calle y le aplaudía. Un día iba yo con él por la calle Claudio Coello y le ovacionaban a su paso: "¡Pemán! ¡Pemán!". Y hoy… la ignorancia completa.

"Buñuel me dijo que la mayor dignidad después de muerto es la nada. Admiro esa frase"

Dime cómo será tu obituario en 'El País' y cómo será en 'ABC'.

No lo he pensado. Depende de las circunstancias. Hace unos años habrían dicho una cosa distinta a la de hoy. Dentro de… dos, tres o cuatro años, si los vivo, vete a saber cómo estarán El País y el ABC.

¿Cómo los ves?

El ABC, en mi época, era el segundo y vendía 380.000 ejemplares. El País andaba por los 400.000. Yo sostenía que esa diferencia se debía a que el ministro Solana había suscrito todas las embajadas a El País y allí que lo mandaban a todo el cuerpo diplomático. Los periódicos de hoy venden la décima parte.

Julián Quirós está haciendo una excelente labor periodística como director de ABC. Yo lo tuve en el equipo de la sección "Regiones", en Madrid, un tipo excelente. Pero el ABC ha cambiado sustancialmente. Uno va a comprar el periódico y quiere que ese periódico tenga la misma visión.

¿Qué quieres decir exactamente?

Los vascos compraron el ABC. Y el ABC verdadero, como digo yo, el de los Luca de Tena, ha desaparecido. Expulsaron a Guillermo Luca de Tena, a la hija también la echaron… Los vascos tienen la idea de un periódico de ciudad o de provincias, que es útil porque informa de los espectáculos y las farmacias de guardia. Pero el ABC verdadero era lo contrario: una columna vertebral de la vida nacional. Eso ha desaparecido. No quiero que parezca una crítica.

Hombre…

Cada uno tiene su idea de cómo se hace un periódico. Cuando un grupo se compra un periódico, hace su periódico.

¿Y cómo ves 'El País'? Fuiste tú el que acuñó eso de "diario gubernamental".

Ahora es mucho más gubernamental que cuando yo lo decía. ¡Todavía más! Cebrián es uno de los grandes periodistas de la segunda mitad del siglo XX. La gente no sabe que, en los días de aquellas disputas, nos reuníamos Polanco, Luca de Tena, Cebrián y yo. No hablábamos del contenido de los periódicos, pero sí del papel, de la publicidad y tal. Lo hacíamos periódicamente en casa de Polanco.

Eso es muy decepcionante.

¿Por qué?

No sé, esa gran batalla que unos vivieron y otros estudiamos en las facultades no era tal, ¿no? Joder, luego os ibais a cenar. Un poco farsa…

No, no. No era ninguna farsa. Cebrián tenía firmes convicciones. El País y el ABC no coincidían más que en un punto: don Juan Carlos. Estábamos con la Constitución, pero la divergencia era completa sobre lo nacional y lo internacional. Yo hice todo lo posible por menoscabar la presencia de El País en la vida española.

Cuando dices todo lo posible… ¿hasta qué punto? ¿Cuáles fueron las peores artes que utilizaste?

No, malas artes, no. Hacía buen periodismo. Me obsesionaba que tuviéramos mejores entrevistadores, mejores críticos, mejores reporteros… Y sobre todo que estuviéramos más en la "actualidad objetiva". Conocía bien aquello porque había presidido la Agencia Efe.

Cuando yo llegué al ABC, en El País publicaron que sus ventas eran mayores que las de La Vanguardia y el ABC juntos. No existía El Mundo. Con el tiempo, el ABC prácticamente igualó a El País. Nos convertimos en el gran diario del centro-derecha. Éramos los dos faros. Lo que decía el ABC lo hacía la derecha y lo que decía El País lo hacía la izquierda. Luego surgió Pedro J, un personaje excepcional, que creó un diario muy revoltoso y ocupó un lugar en la vida española.

Ahora os lleváis bien los tres.

Cebrián y yo ingresamos en la RAE el mismo día. Tengo que decir que Cebrián, en contra de las críticas que recibió cuando lo nombraron, está siendo un excelente académico. Trabaja muchísimo y con sentido.

Pero la política también os ha juntado a los tres, parece mentira. Pensáis lo mismo de casi todos los asuntos importantes: el Gobierno, la amnistía, la política territorial…

Es curioso, sí. Pero eso viene de que los tres, pese a nuestras diferencias, siempre estuvimos con la Transición. Lo que se consiguió entre 1976 y 1978 es la concordia y la reconciliación: una operación política de extraordinaria brillantez. Y lo vimos en directo. ¡Vimos a La Pasionaria y Alberti, que nos habían enseñado que eran la aberración, en las Cortes!

A partir de Zapatero, se empezó a quebrar ese espíritu. Estamos otra vez en la España a garrotazos. ¡La Transición se ha terminado, olvídense! Ahora, las nuevas generaciones construirán un país distinto con un par de ventajas: están dentro de Europa y no salen de una dictadura.

¿Y qué país crees que vamos a construir?

Los que tenéis entre veinte y cuarenta años vais a hacer una España distinta. Hay dos dibujos sobre la mesa: una república confederal y la continuidad de una monarquía parlamentaria. En esa república confederal, los Estados serían más o menos independientes y sería aceptada de primeras por los independentistas. Esa tesitura provocaría la salida de España de Europa y nos integraríamos en el mundo iberoamericano.

Sigue, sigue.

Con Brasil, con México, con Argentina… Oye, la república confederal tendría algunos atractivos, ¿eh? A España no le hacen ni caso en Europa, no nos engañemos. Es una cuestión histórica. Con este modelo, tendríamos una gran influencia. Encarnaríamos una supranacionalidad. Sería positivo y real.

La cuestión es: ¿cuál de esos dos dibujos crees que prosperará?

El español medio de hoy está muy satisfecho con su nivel de vida, con la situación económica del país pese a los defectos que pueda haber, con tener una moneda única en Europa… Creo que el criterio generalizado pasa por permanecer siendo europeos. Nuestro país no tiene nada que ver con Bolivia, con todo el respeto para Bolivia.

Mójate más, Luis María.

No soy un profeta, soy un periodista, pero doy un 25% o un 30% a la república confederal iberoamericana y un 60% o 70% a la monarquía parlamentaria europea.

Luis María Anson dirigió ABC y fundó La Razón.

Luis María Anson dirigió ABC y fundó La Razón. Javier Carbajal

Estábamos hablando antes de adversarios periodísticos. Hoy cumples noventa: a estas alturas de la vida, ¿te quedan enemigos?

Pues… seguramente sí. Pero, a diferencia de otros periodistas a los que hemos citado, yo siempre he procurado no ser un periodista temido en la redacción, sino querido. No creo que encuentres a nadie que te diga que me tenía miedo.

¿Lo que me quieres decir es que Pedro J y Cebrián eran más cabrones que tú con sus subordinados?

Eso lo tendréis que decir en la redacción.

Eso es lo que me has dicho tú, Luis María.

Me he esforzado por ser un periodista querido y creo que lo he conseguido. También en el mundo político. Una parte sustancial del socialismo, donde ponen tibio al que está enfrente… Tienen una actitud de respeto conmigo. Seguramente me quedarán algunos enemigos y enemigas. Digo el pecado, pero no el pecador. No me gusta tener enemigos. No creo que el periodista sea definido por sus enemigos, sino por sus amigos.

Antes te he preguntado si tienes fe en Dios, ¿la tienes en el periodismo?

Absolutamente.

Una vez te pregunté si la mayoría de periodistas en España es de izquierdas. Me dijiste que alcanzar puestos de responsabilidad en los periódicos te vuelve de derechas. ¿Podrías desarrollar esa idea?

La mayor parte de nuestros compañeros jóvenes son como era yo, de clase media: personas que, con veintitantos, tienen dificultades económicas. Además, en nuestro oficio, no queda más remedio que estar en contacto con gente que vive maravillosamente: políticos, grandes empresarios… Ponte en el lugar de un chaval que va a cubrir las juntas generales de los bancos. Ahí se produce una reacción natural: la búsqueda de la compensación. La izquierda.

Después, la vida te va enseñando que es más razonable lo liberal, que no lo conservador. Cuando los periodistas entran en su madurez, habrá un 40% de izquierdas y un 60% más liberales o conservadores.

Le das la razón a Sánchez, entonces, cuando dice que la mayoría de directores de medios es de derechas.

No, no le doy la razón. Porque Sánchez ataca a esos periodistas con motivo de las críticas que recibe, no porque sean liberales o conservadores. Sánchez se ha salido de la línea de la Transición y los periodistas que hicimos la Transición estamos en contra de un presidente que está cuarteando la Constitución. Yo no critico personalmente a Sánchez, sino a lo que él representa.

"Los periodistas que hicimos la Transición estamos en contra de Sánchez porque está cuarteando la Constitución"

¿Cuáles han sido tus límites en el ejercicio del oficio? ¿Alguna vez has pagado por una información?

Nunca, ni un céntimo.

¿Alguna vez has publicado alguna mentira para proteger a alguien?

Eso… ¿sabes? No me atrevo a contestarte diciéndote que sí porque te mentiría, pero sí he omitido algunas informaciones para no perjudicar a quien creía que no se lo merecía.

Esa es una concepción poco periodística del oficio, ¿no?

Sí. A lo mejor, sí, pero cuando tienes unos principios cristianos arraigados, debes hacer ese esfuerzo. Otra cosa es si se trata de noticias de gran importancia. Esas las he publicado siempre.

¿A quiénes has protegido ocultando información?

No me acuerdo, la verdad. Si me acordarse, te lo diría. Son esas situaciones: "Oye, director, a este señor lo han acusado, lo pueden meter en la cárcel". "Hasta que no esté contrastado y no se sepa el final, no lo damos". He procurado no hacer daño innecesariamente. Es una concepción del periodismo hostil al sensacionalismo.

Lo aprendí de Luis Calvo, que fue mi gran director en ABC. Me decía: "Nunca demasiada vehemencia. Ni en la defensa de lo que crees, ni en el ataque contra lo que no crees. Jamás emplees el insulto, y menos el físico". Decía otra frase muy divertida cuando yo estaba intentando conseguir algo de alguien: "Tú con el elogio, Luis, porque incluso el más inteligente, si no se lo traga, al menos lo paladea".

Luis María Anson es académico de la RAE.

Luis María Anson es académico de la RAE. Javier Carbajal

Cuéntame el momento en África en que compraste una niña. Lo leí en la biografía que hicieron de ti Lardiés y Forcada. Es un ejemplo sensacional para abordar el debate sobre los límites de la profesión.

Fue en la guerra del Congo, a principios de los sesenta. Era mi primera guerra. Me envió Torcuato Luca de Tena. Ha sido la guerra más desagradable a la que he asistido: muy tribal, muy atroz. En el hotel donde yo estaba, en Leopoldville, que ahora es Kinsasa, había un niño que me vendía el periódico por las mañanas. Un día me dijo: "Ustedes tienen mucho dinero y mi padre quiere vender a mi hermanita".

Me quedé atónito. Decía el niño: "Mi hermanita ya tiene quince años y puede llevar cincuenta kilos en la cabeza". La cantidad que me pedían la podía pagar con mi sueldo de ABC. Andaba yo muy interesado en la cultura negra, lo que derivó en mi libro menos malo: "La negritud".

¿Qué pasó?

Había una ceremonia que me interesaba muchísimo: una fiesta de la luna llena de los bakongos. Salen a bailar frenéticamente, se enlazan las parejas, procrean… Una fiesta puramente religiosa y puramente tribal. El hechicero de esa tribu era un tío muy inteligente, conocía la literatura belga y francesa. Cada quince días, se plantaba en Leopoldville para comprar medicinas. Engañaba a su gente, les administraba las medicinas, pero les hacía creer que les había curado con sus artes.

El hechicero me pedía una fortuna por ir a la ceremonia. Además, todo el mundo me decía que, si iba, no volvería: "Te van a comer". Porque eran caníbales. Tuve una idea: le dije al hechicero… "Te doy a una niña maravillosa de quince años". Me dijo: "Tengo cuatro mujeres y no quiero tener más". Pero lo convencí.

La compraste y la vendiste a cambio de una exclusiva.

Sí. Vino la niña con su padre. Pagué y me quedé con ella. Con el hechicero de la tribu, le di una vida mucho mejor de la que iba a tener. De paso, yo conseguía la experiencia de aquella ceremonia.

¿El argumento moral es que esa niña iba a vivir mejor con el hechicero que con su padre?

La niña era un encanto. A ella le parecía estupendo porque sabía que, si no, iba a ser vendida a cualquier tirano. Lo que hice, desde el punto de vista cristiano, fue totalmente razonable. Desde una ética abstracta, resultaba duro. Pero la única manera de que yo viera la ceremonia era esa. Le favorecía a la niña porque el hechicero ya tenía cuatro mujeres y no la iba a tratar tan mal como otros compradores, le favorecía al hechicero y me favorecía a mí.

¿Cómo fue la ceremonia?

El hechicero quiso que me quedara a dormir en el poblado. No me atreví porque eran todos caníbales. "Llévame de vuelta a Leopoldville". La tribu estaba a ochenta kilómetros de la ciudad. Cuando llevábamos unos cuarenta, me dijo: "Bajemos del coche, hemos tenido una avería". Pensé: "Esto se ha terminado". Pero era joven y bajé dispuesto a defenderme. Resultó ser una avería de verdad. La arreglamos y llegamos a la ciudad.

¿La ceremonia era una especie de orgía?

No, era algo mucho más serio que eso. Una especie de puesta de largo de las mujeres. Los hombres elegían a las mujeres. Luego, en lugar de producirse un matrimonio, directamente se acostaban. Era impresionante ver cómo lo hacían, las caras que ponían.

¿Comiste carne humana?

No la comí. Tuve dos amigas angoleñas, las dos católicas. Un día le dije a María José: "Oye, no hables tan mal de tu madre". Me contestó: "Es que siempre se comía lo mejor, las manos…". Me quedé aterrorizado. Le repregunté: "Oye, pero tú eres católica, no te comerás a nadie, ¿no?". Respuesta: "Salvo en caso de extrema necesidad".

Anson sigue escribiendo en las páginas de El Cultural y en El Imparcial.

Anson sigue escribiendo en las páginas de El Cultural y en El Imparcial. Javier Carbajal

Me han contado que estás muy cabreado con la idea de morir, que sientes que te vas a perder cosas tan entretenidas como aquellas. Hablemos de eso: antes has dicho que ves más probable la continuidad de la monarquía. ¿Hasta cuándo? ¿Leonor reinará?

Una de las cosas que me irrita de morirme es perderme los cambios tan sustanciales que se avecinan. Hay más circunstancias favorables a que Felipe VI reine treinta años y luego lo haga su hija. Existe un republicanismo de fondo, pero en España es una corriente muy de fondo por ser de extrema izquierda y vinculada a movimientos latinoamericanos. Mira, cuando Felipe se casó con Letizia, hubo algunos eruditos que dijeron: "Este matrimonio no dura seis meses".

Los secretos de Ansón sobre la reina Letizia. Rodrigo Mínguez

Hubo una campaña tremenda contra ella que dirigieron algunos monárquicos irreductibles como tú. Pero te opusiste a ellos, siempre la defendiste.

La conocía porque había sido mi becaria en el periódico. Era una chica muy guapa, en la redacción del ABC todo el mundo quería tomar café con ella. Andaba con un novio con el que luego se casó. Ella no tenía más que el sueldo del periódico, que era muy bajo. Cuando había algún compañero al que le faltaba algo de dinero, ella se lo prestaba. Su espíritu solidario era extraordinario.

A los tres meses, se le acabó la beca y tenía que irse del periódico. Me explicó que se había comprado un piso en Rivas-Vaciamadrid. Yo le dije: "Pero ya sabías que te ibas a ir". Ella contestó: "Pensaba que, si lo hacía bien, podía quedarme". Y lo había hecho estupendamente.

En aquel momento, estábamos preparando una página con información sobre los pueblos y barrios de Madrid. Yo ni sabía que existía Rivas-Vaciamadrid. Doña Letizia se encargó de las crónicas de Rivas y así continuó en el ABC.

¿Mantienes el trato con ella?

Hombre, para mí es la reina de España. Coincidimos en algún acto. Sobre todo en Asturias. Porque ella es asturiana y yo soy premio Príncipe de Asturias. Soy el único miembro vivo del Consejo Privado de don Juan. En los cuarenta años de reinado de don Juan Carlos, jamás le pedí una audiencia. Fui a Zarzuela cuando él me lo pidió. Bueno, miento, le pedí una cuando abdicó para darle las gracias por su labor.

A don Felipe le hice su primera entrevista política, que me encargó su padre. Cuando era un bebé, lo tuve en brazos. Lleva diez años como rey y tampoco le he pedido una sola audiencia. A doña Letizia, que es compañera de profesión, tampoco. Ese es mi cortesanismo.

Ahora, la reina Letizia, como entonces, está sufriendo una campaña feroz.

Hay en España un periodismo creciente de la insidia y del chiste. Por fortuna, el 70% del periodismo español es serio. También se hace muy bien el periodismo del corazón. Recuerda que nuestra única publicación internacional es el Hola. Lo que tú mencionas está lanzado por gente que se ha sentido ofendida por lo que sea, gente capaz de publicar las insidias más falsas y asombrosas con tal de ganar dinero.

Dicen algo tan idiota como que doña Letizia es estéril. Oigan, ¿pero no han dicho cuatro capítulos antes que tuvo un aborto? ¡Tan estéril no sería! El argumento es que tuvo a doña Leonor y a doña Sofía con los óvulos de su hermana Érika. Yo conocí mucho a Érika.

Ah, ¿sí?

Ella trabajaba para una revista de arte. Íbamos a hacer una operación en ABC y estuvimos comiendo juntos todas las semanas durante meses. Érika adoraba a su hija, que tendría cinco o seis años. Vivía por ella. No quería, bajo ningún concepto, que la gente pudiera pensar que tenía ventajas por ser hermana de doña Letizia.

No creo que Érika se suicidara. Lo comuniqué porque creí que era mi deber. Érika dormía muy poco, tomaba pastillas. Mi opinión personal es que un día no se dormía, tomó más pastillas de la cuenta y se murió. No creo equivocarme. La conocí a fondo. Era un encanto. Doña Letizia ha conseguido que los sectores tradicionalmente monárquicos que la repudiaron ahora la elogien. Está haciendo un papel de reina estupendo.

"No creo que Érika, la hermana de la reina Letizia, se suicidara. La conocí a fondo"

Es muy positivo que alguien sin sangre azul haga ese papel y acerque la Corona a la gente, ¿no?

¡Claro! ¡Qué duda cabe! Doña Letizia ha sido una bendición. Don Felipe había tenido tres o cuatro novias antes. Se dio cuenta de algo muy importante: hoy, el matrimonio de Estado tiene que ser matrimonio de amor porque si no el pueblo lo rechaza. Eso no pasaba hace cien años.

Al mismo tiempo, la persona elegida debe tener talento y capacidad para representar ese papel. Don Felipe se casó por amor y con una reina excelente. Les dieron seis meses. Luego los redujeron a tres.

Un momento de la entrevista.

Un momento de la entrevista. Javier Carbajal

Tu vida, en cierto modo, ha estado atravesada por el difícil equilibrio entre proteger a tus lectores dándoles la mejor información posible y proteger a la monarquía en momentos delicados. ¿Qué ha primado?

Soy un hombre de la clase media, sólo me he acercado a la monarquía intelectualmente. Si me preguntas: ¿qué prefieres? ¿La monarquía de Arabia Saudí o la república de Finlandia? Pues la república de Finlandia. Y si yo te pregunto a ti: ¿qué prefieres? ¿La monarquía danesa o la república de Pinochet? Lo que importa en un régimen de Estado es que la soberanía nacional resida en el pueblo; y que éste, a través de la voluntad general representada en el Parlamento, haga las leyes.

Pero, ¿qué ha primado en ti? Te lo pregunto de otra manera: si mañana te llega una noticia que puede tumbar la monarquía, ¿la publicas?

La publico sin vacilar. Una cosa es mi cuestión personal de no hacer daño a la gente y otra el oficio periodístico en su grado más elemental. Cuando la monarquía y la república aceptan que la soberanía nacional reside en el pueblo, son dos sistemas aceptables.

Clase de monarquía con Anson. ¿Es mejor un Rey que una República? Rodrigo Mínguez

Pero tú, pese a lo que me dices ahora, crees en la monarquía en abstracto; es decir: no eres un monárquico pragmático que conciba este sistema como el menos malo debido a las circunstancias, lo alabas en general. ¿Cómo puede defenderse, independientemente de las circunstancias, que sea un accidente sexual lo que determine la jefatura del Estado?

Te lo voy a explicar como se lo expliqué a Pablo Picasso, que se quedó asombrado. No se puede hacer ese planteamiento monarquía o república en abstracto. No se puede hacer un referéndum monarquía o república así sin más. El problema intelectual… Voy a ir hasta el final, escúchame, por favor. Cuando salgas de aquí, saldrás convencido.

¡Saldré monárquico empedernido!

Pablo Iglesias me invitó a un acto en El Escorial sobre monarquía o república. Estuve hablando un rato. Habría doscientas personas. Cuando terminé, Iglesias dijo: "Ya no volvemos a invitar a Anson porque os está convenciendo". Verás el alcance de lo que te cuento. Cuando los sistemas son democráticos, como las repúblicas y las monarquías europeas, le veo más ventajas a la monarquía.

Ese es el punto al que iba.

Porque el jefe del Estado, en la república, está elegido por un partido. Y el jefe del Estado, en la monarquía, está elegido por el sufragio universal de los siglos. Ese accidente sexual no es sólo eso; es también la facultad de ejercer la jefatura con independencia. Sus principales funciones son el arbitraje y la moderación entre las instituciones.

Y quién modera mejor, ahí es adonde quieres llegar.

Eso, ¿quién arbitra mejor? ¿La persona elegida por la Historia o la persona elegida por un partido?

La persona elegida por la Historia puede estar tarada.

Sí, pero a los tarados se les incapacita. Los reyes no son unos tarados. Incapacitas al tarado y nombras a otro. En España, ya ha pasado. Había un sordomudo como Príncipe de Asturias y vino don Juan. En España, Narcís Serra habría sido presidente de la República con Felipe González. Y Federico Trillo lo habría sido con Aznar. ¿Crees de verdad que habrían ejercido el arbitraje y la moderación mejor que don Juan Carlos?

Ernest Renan, un escritor de extrema izquierda, a finales del siglo XIX, defendía la institución monárquica por su eficacia para ejercer mejor esas funciones de arbitraje. El único que tiene la posibilidad de ser neutral es el rey. Entre los países más libres del mundo, socialmente más justos y económicamente más desarrollados, están las monarquías democráticas europeas y asiáticas.

Pero…

Espérate, espérate, que no he terminado. Eso era lo superficial, ahora viene lo sustancial.

Luis María, que tengo muchas otras cosas que preguntarte. ¿Cuánto tiempo tenemos?

Vas a estar aquí hasta que tú quieras. Voy con la cuestión de fondo, con la cuestión intelectual: los poderes democráticos tiene un poder ejecutivo, un poder legislativo y un poder judicial. Y sólo en algunos países, por ejemplo las monarquías o los imperios, existe también un poder histórico.

Ponme algún ejemplo.

Estamos en agosto de 1945. Los americanos lanzan la bomba atómica sobre Hiroshima. Tres días después, lanzan otra sobre Nagasaki. Japón tiene una monarquía. El imperio ha ido de padres a hijos durante 2.600 años. Es la institución más antigua de la humanidad. El emperador rasga su cortina de crisantemos, toma por primera vez la palabra y se dirige a su pueblo por la radio: "Hay que rendirse".

Cualquier otro japonés que hubiera dicho eso habría sido fusilado por alta traición. Eso es el poder histórico, cuando el interés de la nación está totalmente vinculado a una persona. La gente sabía que el emperador sólo podía querer algo bueno para el país. Se libraron de 40 millones de muertos, y los americanos se libraron de otros 4 millones de muertos. Por eso no procesaron al emperador por genocidio. Hay más ejemplos.

Cuenta, cuenta.

Estamos en junio de 1940. Winston Churchill se va a ver al rey, el padre de Isabel II, que no es un hombre especialmente inteligente. Es un tipo corriente, discreto, pero que cumple su papel. Churchill le dice: "El mes que viene, los alemanes empiezan a bombardear Londres. He dispuesto un crucero y seis fragatas para que lleven a su majestad y a la Familia Real a Canadá".

El rey responde: "Primer ministro, por primera vez le voy a desobedecer. Me voy a quedar en Inglaterra, me voy a quedar en Londres, me voy a quedar en Buckingham. Duermo en una habitación del último piso, la más susceptible de ser afectada por el bombardeo".

Churchill, en sus memorias, cuenta cómo se percató de lo que eso significaba. Recorrió las radios y las calles diciendo: "Hay que hacer lo mismo que el rey. Tenemos que defender Inglaterra". ¿Lo ves? Poder histórico. Pero hay un caso que yo mismo he vivido.

Tienes para todo, Luis María.

Estamos en abril de 1958. Me llama un día Luis Calvo, el director: "Oye, ¿tú te irías a Francia?". Contesto: "Pero si está Miquelarena de correponsal". Me dice: "No, no está. Miquelarena se pone enfermo siempre que pasa algo". Me compran los billetes.

Llego a París. Están los Campos Elíseos cubiertos de soldados. La plaza de la Concordia, repleta de sacos terreros. Es por el problema de Argelia. La tensión es máxima. Se dan cuenta de que debían acudir a De Gaulle, que allí es el verdadero poder histórico, y no la monarquía.

"En las monarquías, además de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, opera el poder histórico"

Vamos con el primer hito histórico que conociste de cerca: la muerte del infante Alfonso, el hermano del rey Juan Carlos. ¿Qué pasó en Villa Giralda? El propio Franco dijo por escrito que aquel suceso arrojaría sombras sobre el hoy Emérito. Acertó. En la cabeza de algunos españoles, jamás ha desaparecido la sombra del asesinato.

Conozco eso a fondo. Entre otras cosas porque estuve en Estoril llevando el cadáver de don Alfonsito al cementerio. Créeme que te cuento exactamente lo que pasó. A don Juan Carlos le regalaron una pistola en la Academia. Era Semana Santa. Estoy muy arrepentido porque, poco antes de que se fueran de vacaciones, le gané una partida de ping pong a don Alfonsito.

Don Juan Carlos llega a Estoril. En la tarde del domingo, empieza a disparar a los árboles en el jardín de Villa Giralda. Don Juan lo escucha y le dice: "No puedes hacer eso. Imagínate que se te va un tiro y hieres o matas a alguien. Imagínate que se te desvía el tiro y le das a tu hermano. Dame la pistola". La guarda en un sifonier.

Don Juan Carlos acude a su madre: "Mamá, por favor, había quedado con Víctor Manuel para disparar en Cascais". La madre: "A mí no me importaría, pero tu padre la tiene guardada bajo llave". Respuesta de don Juanito: "Mamá, papá se echa la siesta y guarda la llave en el bolsillo derecho del pantalón". La madre, que luego se intoxicaría de alcohol, pobrecita, y la tendría que atender López Ibor, coge la pistola y se la da.

Se fueron a disparar.

Sí. Disparaban a las coca-colas con el mar de fondo. Llega el jueves. Son católicos de verdad: ayuno y abstinencia. A las ocho, se puede cenar. Están en la habitación, larga pero estrecha: "Alfonsito, estoy muerto de hambre, baja y sube unos bocadillos de tortilla", dice don Juan Carlos.

Cuando Alfonsito regresa e intenta entrar, don Juan Carlos le da una patada a la puerta para impedirlo. Así dos o tres veces. Alfonsito entra en tromba. A don Juan Carlos, que tenía esa pistola de salón y suave gatillo en la mano, se le dispara el arma. El tiro le entra por la frente.

Anson cuenta su versión sobre la muerte accidental del infante Alfonso a manos de Juan Carlos I. Rodrigo Mínguez

¿Qué ocurre luego?

Don Juan me lo contó tres veces y don Juan Carlos una. Don Juan se dio cuenta en el acto. Dijo: "Ha pasado lo que me temía". Subió dando zancadas, cogió al niño y lo bajó para que, cuando llegase el médico, lo encontrara en el hall. Pero ya estaba muerto.

¿Y don Juan Carlos?

Bajó, vio la tragedia, subió a su cuarto y se encerró. Antonio Eraso, que era amigo suyo, se presentó allí. Después de verle, le dijo a don Juan: "Estoy muy preocupado, señor. No se imagina en qué circunstancias está. Me ha dicho que se mete cartujo".

Don Juan le dijo que bajara. Una escena terrible. Cogió la mano de don Juan Carlos, la puso en el pecho de don Alfonsito y le dijo: "Vas a jurar sobre el pecho de tu hermano muerto que vas a cumplir con tus obligaciones dinásticas". Y lo juró. Esta es la historia real. Te voy a contar más.

Adelante.

Todo esto lo escribí para mi libro sobre don Juan. Es la única cosa que me pidió don Juan Carlos que no diera: "Ten en cuenta que mi madre está viva". La madre se sentía culpable indirecta por haberle dado la pistola. En el libro, aparece sucintamente, reducido a media página, debido a ese ruego.

¿Cómo crees que le influyó ese suceso a Juan Carlos I para el resto de su vida? Supongo que eso tiene mucha influencia en la psicología de una persona.

Don Juan Carlos tenía una mirada muy alegre. La perdió y nunca la recuperó. En cuanto se queda quieto, le sale esa sombra de tristeza en los ojos. Lo contaba muy bien su preceptor, Eugenio Vegas Latapié. Don Juan Carlos adoraba a su hermano pequeño. Una tragedia. Ahora, después de tanto tiempo, empezamos a contar estas cosas...

Luis María Anson asegura que nunca publicará sus memorias.

Luis María Anson asegura que nunca publicará sus memorias. Javier Carbajal

Luego vino la muerte de Franco y la sucesión. ¿Qué pensaba realmente el rey Juan Carlos de Franco? ¿Le costó renunciar al poder absoluto?

Las cosas estaban previstas para evolucionar a una monarquía tipo la de Marruecos, eso es lo que Franco había dejado. Torcuato Fernández-Miranda mantuvo una entrevista secreta con don Juan. Y don Juan le convenció de que Europa no aceptaría algo así, de que había que hacer algo como las monarquías nórdicas. Torcuato se dio cuenta de que eso era cierto, aunque añadió: "Mejor como la monarquía belga, que es católica".

Después de eso, fue Torcuato el que convenció a don Juan Carlos. Es triste decir esto, pero don Juan no tenía ninguna influencia política sobre su hijo. Don Juan Carlos adoraba a su padre, pero hacía su política sin contar con él. Fue Torcuato quien convenció a Juan Carlos I de renunciar a todos los poderes para impulsar una monarquía democrática.

Don Juan Carlos no estaba convencido, entonces.

Eso habría que preguntárselo a él, pero inicialmente es evidente que no estaba convencido. Se había formado en España y había jurado los principios del Movimiento, pero se encontró con un hombre excepcionalmente inteligente como Torcuato.

Es un tiempo apasionante, ése.

¿Sabes? Creo que don Torcuato se murió de melancolía. Primero, con la muerte de Carrero, iba a encarnar él la presidencia del Gobierno, pero finalmente Franco eligió a Arias Navarro. Después, con la Transición, don Juan Carlos acabó escogiendo a Suárez. Quizá porque don Juan Carlos no quisiera a un profesor todo el día dándole lecciones.

Suárez también jugó su papel.

Suárez tuvo la misión de convencer a los procuradores de que votaran la ley para la reforma política. Convenció a todos de que iban a seguir… Fue engañando a unos, encandilando a otros… Quitando unos pocos, todos votaron a favor. Eso fue magistral y le indicó a don Juan Carlos que se podía contar con él.

"No hubo un pacto de silencio en la Transición sobre Juan Carlos; se produjo espontáneamente"

Cuando llega la Transición, el Rey empieza a recibir las comisiones y los regalos que no declaró. Así empezó a construirse la bomba de relojería que estallaría décadas después. Muchos periodistas han reconocido que existía un pacto de silencio sobre aquello. ¿Podrías describirlo?

No creo que hubiera ningún pacto de silencio. Se produjo espontáneamente. El fiscal Bertossa es suizo y de extrema izquierda. La inviolabilidad no cuenta para él. Ha estudiado 32 años de la vida de don Juan Carlos y lo ha absuelto. Dolores Delgado ha analizado los ocho años siguientes a la abdicación y tampoco ha encontrado nada. Recibió regalos importantes: donó los coches y el palacete de Canarias al Patrimonio Nacional.

El rey también recibió donaciones que no declaró nunca. En El Español se publicaron los papeles de la sociedad pantalla que creó para no pagar impuestos.

No quiero entrar en eso. Creo que no cometió ningún delito. No conozco los detalles de eso que dices. Veremos si da alguna explicación. Sí hay una cosa que puedo contar: el 23 de febrero de 1981 fue lunes. El viernes anterior, Manolo Prado, el confidente del rey, reunió a cinco amigos en Zarzuela para decirles que el don Juan Carlos necesitaba dinero para vivir fuera de España si ocurría un golpe.

¿Y qué decidieron?

Llegaron a una fórmula: intentar reunir millones de dólares poniendo un impuesto a las importaciones de petróleo de Arabia Saudí. Cuando el rey se enteró, no le pareció mal. Sólo pidió que no fuera perjudicado ningún empresario español. Lo que pasó con ese dinero…

El rey de Arabia lo prestó para que se le devolviera a los diez años, pero Manolo Prado lo administró muy mal. Había jugado en Bolsa, problemas familiares… En lugar de cien millones, tenía 55. Vino aquí el hijo del rey árabe a solucionarlo. ¿Te doy mi opinión personal?

Claro.

Tras la abdicación, el rey de Arabia dijo: "Este señor se ha portado muy bien con nosotros. Somos una dictadura terrible y nos ha blanqueado. Le voy a dar cien millones por si le pasa cualquier cosa". Ahí don Juan Carlos tenía que haberlo declarado a Hacienda y haber pagado treinta millones de impuestos. No lo hizo. Tiene una explicación.

Cuál.

Don Juan Carlos siempre creía que las chicas se enamoraban de él. Durante un tiempo fue verdad, pero a los setenta años ya no era verdad. Corinna no estaba enamorada de él. Don Juan Carlos creyó que poniendo el dinero a nombre de ella no tendría problemas de impuestos. Cuando don Juan Carlos quiso pagar algunas facturas con ese dinero, empezaron los problemas. Corinna, aconsejada por un expresidente de Telefónica, llamó a Villarejo y le contó el asunto. Entonces empezaron a salir todas esas historias.

El error de Juan Carlos I, según Luis María Anson Rodrigo Mínguez

Tú que le conoces tan bien, ¿qué hay en su condición humana para que un héroe de la democracia acabe como ha acabado?

Es muy posible que haya sentido tanta superioridad en España y en todo el mundo que tuviera los pies en una realidad que no era verdad.

Luis María Anson ingresó en la RAE con un discurso titulado Palabras de amor de los poetas.

Luis María Anson ingresó en la RAE con un discurso titulado "Palabras de amor de los poetas". Javier Carbajal

¿Es un mito eso que se dice de los Borbones? Su tendencia al despilfarro, su carácter mujeriego…

Mujeriegos los ha habido al cien por cien, pero no lo fueron Carlos III, Carlos IV ni don Juan. Hombre, a don Juan se le dieron muy bien las mujeres, puede ser que tuviera amigas, yo le conocí alguna… Don Juan Carlos sí lo ha sido, Alfonso XIII también.

Don Felipe ha salido a la madre. Parece todo lo contrario: un tipo recto, querido, leído, ilustrado.

Se parece mucho a la madre, sí. Sobre los tesoros y el dinero: cuando un señor es rey y siente que todo es suyo, que va a los sitios y la gente le sirve… Creo que don Juan Carlos estaba por encima de todo eso. Me resulta difícil creer que perdiera el tiempo pensando en cobrar comisiones. Me parece improbable.

El matrimonio de Juan Carlos y Sofía contado por Luis María Anson. Rodrigo Mínguez

Me interesa mucho la reina Sofía: una mujer que ha callado lo indecible con tal de proteger la estabilidad de un país que ni siquiera es el suyo.

La reina Sofía y el rey Juan Carlos se casaron muy enamorados. Don Juan no quería la boda porque no se llevaba bien con la madre de ella, la reina Federica. Fueron felices unos años. Después, en fin, para qué nos vamos a engañar: en la inmensa mayoría de los matrimonios españoles, se separen o no, están las amigas, los amantes… Lo que sea.

Ahí hemos orillado el cristianismo, Luis María.

¡No, hombre, no! El cristianismo acepta el pecado y Dios te perdona si te confiesas. Doña Sofía era hija de reyes, es madre de rey. Tiene un profundo concepto de la institución monárquica. Ha hecho todo lo posible por España y para que no se quiebre la dinastía.

Tiene que ser terrible desde el punto de vista humano fingir que un matrimonio funciona para garantizar la estabilidad de un país.

Seguramente sea muy difícil, sí. Pero ser reina también tiene sus ventajas. Es complicado juzgar. Doña Sofía estaba enamorada, por eso resulta duro, porque el que le engañaba era su amor. En la mayor parte de los matrimonios reales esto da igual; son matrimonios de Estado.

Alfonso XII se casó con la reina Mercedes, que murió a los seis meses. Después, lo casaron con Cristina de Habsburgo, a la que llamaban doña Virtudes. La conoció en Arcachon, estuvo con ella una hora, fueron a la iglesia, se casaron y tuvieron seis hijos, lo que tenían que hacer. No se les puede juzgar de la misma manera que a un matrimonio corriente. A don Felipe y a doña Letizia sí porque se casaron enamorados.

"Don Juan Carlos ha sido muy cariñoso con doña Sofía. Siempre ha procurado esconder sus devaneos"

¿Desde qué año está roto el matrimonio de don Juan Carlos y doña Sofía?

No lo sé. Lo único que te puedo decir es que él siempre ha sido muy cariñoso con ella, que ha procurado esconder sus devaneos…

Sólo faltaba, Luis María.

Salvo el último, que no pudo esconderlo porque estaba mal de una pierna. Situó a Corinna en una casa al lado de Zarzuela para poder ir con facilidad. Con doña Sofía siempre ha sido muy cariñoso. Creo que él sigue siendo muy deferente y cariñoso con ella.

Luis María Anson es el único miembro vivo del consejo privado de don Juan de Borbón.

Luis María Anson es el único miembro vivo del consejo privado de don Juan de Borbón. Javier Carbajal

Vamos con el 23-F, otro momento sobre el que proliferan las teorías de la conspiración. Dame tu versión. Esas reuniones de Juan Carlos I con Armada en los días anteriores… ¿No le dio coba el rey al general?

En 1979, habían muerto 150 militares y guardias civiles. En el verano de 1980, nos estábamos acercando a esa cifra y había un riesgo serio de golpe militar franquista. Los militares decían: "Nosotros, los que estamos muriendo, sí somos capaces de combatir el terrorismo. Estamos dispuestos a morir por la patria, pero con honores. No puede ser que este vaina de Suárez nos entierre sin honores a las seis de la mañana para no ofender a ETA".

Los generales amigos de don Juan Carlos iban a verle y le decían esto. El verano de 1980, el clima era irrespirable. El general Armada urdió una operación, pero sabía que su golpe no triunfaría sin el apoyo del rey. Debía engañarlo. Lo llamamos "Operación De Gaulle", un gobierno de concentración para salvar la Transición. El Cesid estuvo de acuerdo con la operación y con su nombre.

La confesión de Anson sobre el 23-F: “Felipe González, el Rey y yo estuvimos en la operación Armada, pero luego echamos tierra sobre el asunto". Rodrigo Mínguez

Más detalles de la operación.

Un gobierno con comunistas, con socialistas, con democristianos, con independientes… Había que crear una situación de riesgo para que el Parlamento se viera obligado a apoyar ese gobierno de salvación. Don Juan Carlos, creo, estuvo de acuerdo con ese gobierno de salvación presidido por Armada, pero vicepresidido por Felipe González.

Es decir: Juan Carlos I estuvo de acuerdo con que Armada formara un gobierno de concentración nacional que echara al de la UCD.

Eso hay que preguntárselo a él, pero creo que don Juan Carlos no mostró desacuerdo. Había que evitar ese golpe de estado franquista que se veía venir y lo que ofrecía Armada era un gobierno donde estaban González, Múgica, Tamames… El centro-derecha, el centro-izquierda y la extrema izquierda con el comunismo bien representado.

¡Estabas tú!

Sí, sí, ahora te explico. Me llamó Armada a finales de enero o principios de febrero. Me contó que había previsto ese gobierno, que el rey estaba de acuerdo, que todos estaban de acuerdo y que quería que yo fuera el ministro de Información.

¿Aceptaste?

No. Le dije lo mismo que a Suárez cuando me ofreció años antes esa misma cartera: "Jamás ejerceré la censura sobre mis compañeros". A los siete días, Armada me volvió a llamar. Le dije: "Estoy dispuesto a ayudar en esta operación, pero no a ser ministro".

"El general Armada me llamó y yo estuve de acuerdo con esa operación de salvación nacional"

Estabas dispuesto a colaborar con un movimiento que derrocara al gobierno de la UCD.

No, no. Era un procedimiento constitucional e inmaculado: ese gobierno se iba a votar en el Parlamento. Había socialistas, comunistas y democristianos.

¡Sin elecciones de por medio!

Las elecciones vendrían luego. Ante un golpe franquista, proponíamos un gobierno de salvación nacional. Políticamente, ese gobierno iba a encabezarlo Felipe González como vicepresidente.

Pero, ¿cómo te explica Armada que se va a producir ese gobierno? ¿Cómo tenía previsto entrar en el Parlamento para que se le votase?

Por lo que me contó, creí que iba a tomar el Consejo de Ministros. Que iba a entrar e iba a diluirlo para después presentar su gobierno al Parlamento. En lugar de eso, financió y convenció a Tejero para que entrara en el Parlamento y provocara esa situación de alarma que justificara el gobierno de salvación nacional.

De hecho, Armada llevó a cabo ese plan. Se presentó en el Parlamento y, cuando intentó que la Cámara lo votase, Tejero se lo impidió porque vio en la lista de ministros a socialistas y a comunistas. Las cosas tienen muchos matices y son muy largas de explicar. Era una operación inmaculadamente constitucional.

Pero, hombre, no, de ninguna manera. Que no está recogido en la Constitución que un militar pueda presentarse en el Parlamento para que se le vote.

¿Cómo que no? Mañana mismo un partido puede presentar una moción de censura con el candidato que desee.

Vosotros no impulsabais una moción de censura, vosotros queríais meter a un militar en el Parlamento para que se le votase. No me puedes decir, querido Luis María, que eso estaba recogido en la Constitución.

Eso es verdad. Lo que pasa es que la única manera que había de evitar un golpe franquista era esa. Yo me sumé a una operación para evitar la vuelta del franquismo. A mí el franquismo me trajo por la calle de la amargura. Muchos de los que se sumaron, como Felipe González, lo hicieron por eso.

¿González también estaba conchabado con Armada?

No tengo la menor duda. Habría que preguntárselo a él. ¡Está vivo! Pero Armada nos conjuramentó a todos para que no dijéramos nada. Yo estoy hablando porque han pasado cincuenta años, pero nunca había dicho una palabra de esto. El 23-F se produjo porque había un riesgo cierto de que el Ejército tomara el poder.

Lo que me estás diciendo es que, si Tejero no llega a ver la lista con comunistas dentro, habría salido adelante ese gobierno de Armada.

El rey no quería tomar el poder con la violencia. Armada lo sabía y por eso se inventó a sus espaldas lo de Tejero, para que a don Juan Carlos no le quedara más remedio que decirle que sí llegado el momento. El rey, esa noche, cuando cayó en la cuenta, dijo: "Este es un traidor". No volvió a hablar con Armada jamás. Cuando murió, mandó un telegrama a sus hijos. Armada no era un traidor, creía de veras que estaba salvando a la monarquía.

Con el 23-F, cada uno se inventa lo que quiere. Cuando estás en 1980 y lo que te dice toda la gente que te informa es que hay un golpe franquista en marcha por culpa del terrorismo… Hay que ponerse en esa situación. Me sumé a la posibilidad de un gobierno de salvación nacional. Lo que pasa es que el golpe que se quiso remediar fue una mentira inventada por el propio Armada.

Esto sí cambia el relato oficial, la Historia. Esto no tiene nada que ver con lo que se estudia en los colegios.

¡Completamente! Se echó tierra sobre el asunto porque Felipe González, Peces-Barba, Tamames y tal no han querido que se hable de eso. Es lógico porque estuvimos todos ahí.

Todos en la operación Armada.

En la operación de que no volvieran los franquistas.

En la operación de derrocar a la UCD.

Sí, eso sobre todo Felipe González. Felipe estaba encantado con eso.

Y tú también.

No, porque yo quería mucho a Adolfo.

Joder, pues para quererlo…

Armada nos engañó a todos. El rey se dio cuenta a las ocho de la tarde, pidió su guerrera de capitán general e hizo la declaración que todos vimos en la televisión. Salvó la democracia y la libertad. Al día siguiente, cuando recibió a los líderes políticos, sólo hubo uno que le dijo: "Me he equivocado, majestad, Armada lo había hecho bien". El rey le contestó: "No, Adolfo, eras el único que no estaba equivocado. Armada nos ha engañado, Armada ha sido el traidor".

¿Te arrepientes de haber colaborado con esa operación?

Bueno, yo no la impulsé, colaboré muy poco. Me llamaron porque en ese momento mi nombre significaba algo en el mundo de la comunicación en España.

¡Eras el presidente de la Agencia Efe!

Sí, y el presidente de la Asociación de la Prensa. No, no me arrepiento. Si tú hubieras estado en ese momento, habrías estado en la misma posición que yo. Había que evitar que el franquismo regresara al poder. Salvado el 23-F, la gente salió a la calle en una inmensa manifestación por la democracia.

Pero la gente se manifestaba al hilo de una gran mentira. Salieron a la calle en repulsa a un golpe que era mentira, no sabían nada de la operación Armada. La gente se manifestaba gracias a una ficción.

Si hubieras vivido esa época… Se manifestaron por el riesgo de un golpe militar puro y duro.

De no haber ocurrido el encargo de Armada a Tejero, no sabemos con seguridad si hubiera habido un golpe militar franquista.

Créeme, Daniel: Armada engañó al rey y nos engañó a todos nosotros.

Lo que más me sorprende es tu confesión, que me digas tantos años después que muchos estuvisteis en una operación para derrocar al Gobierno por métodos ajenos a la Constitución.

No quiero decir más. Armada me pidió el secreto absoluto y en eso me había mantenido hasta hoy. Todos los gobiernos fueron echando tierra sobre esto porque todos habían estado en la operación.

¿Cómo es posible que Suárez, al conocer todo esto, no dijera nada? Podía haber salido a reivindicar la UCD y a acusaros a todos vosotros de haber participado en una operación militar para tumbar el gobierno.

Me imagino que algunas conversaciones con el rey le hicieron comprender que lo que le convenía a la nación era echar tierra sobre el asunto. Todo esto es muy delicado.

¿Cuándo fue la última vez que hablaste con Juan Carlos I?

Hace poco tiempo.

Don Juan Carlos nació en el exilio. ¿Morirá fuera de España?

No convendría. Nació, efectivamente, en Roma. Debería volver pronto a España. Es absurdo que una persona que ha hecho tantos servicios a la nación y que no tiene ninguna cuestión judicial abierta esté viviendo en Abu Dabi. El Gobierno es quien manda sobre el Patrimonio Nacional. Don Juan Carlos no puede volver a la Zarzuela, como él quiere, porque ese palacio pertenece a Patrimonio.

Es decir: el sólo quiere volver a España si se aloja en la Zarzuela.

Sí. Fue su casa durante sesenta años. Es comprensible, ¿no?

¿No estaría dispuesto a vivir en otro lado con tal de regresar?

Por el momento, yo creo que no. Otra cosa es que pase más tiempo y alcance la conclusión de que debe vivir en otro sitio. A un gobierno de Feijóo no le importaría que don Juan Carlos volviera a la Zarzuela.

Después llegaron los años de González, que empezaron con grandes avances sociales y acabaron supurando corrupción y terrorismo de Estado. ¿Sabemos todo lo que hay que saber de esa época?

Seguramente, no. Habrá historiadores y periodistas que hurguen. Pero hablemos del balance de González, que es extraordinario.

Cualquiera lo diría leyendo tus portadas en el 'ABC'.

Felipe es el gran hombre de Estado del siglo XX. Estaba en la república federal, íbamos mucho más lejos de lo que fue después Pablo Iglesias. Luego se dio cuenta de lo que significaba la Transición y se sumó a ella. La cristalización de la monarquía parlamentaria se hace con González. Y fue posible porque era un socialista diciendo que eso era bueno para el país.

Nosotros nos pusimos contra Felipe González porque iba a ganar por quinta vez. Nos reunimos Pedro J, Martín Ferrand, José Luis Gutiérrez… Habitualmente en ABC. "Vamos a hacer algo para que este tío no siga".

¿Una conspiración mediática?

Sí. Habíamos tenido cuarenta años de Franco, no queríamos tener treinta años de González. Lo combatimos periodísticamente, pero le combatimos. Nos llamaron "el sindicato del crimen". También se sumó Cela.

Felipe llevaba casi catorce años. Si ganaba, se plantaba en veinte. Y si llegaba ahí, seguro que hubiera ganado las siguientes. Nos habríamos encontrado con treinta años de González. Con aquella operación, hicimos un gran servicio a la nación. Fíjate en una cosa, que tiene sentido recordarla hoy: si tras aquellas elecciones de 1996, Felipe hubiera pactado con Anguita y los nacionalistas, habría podido seguir gobernando.

En los años de Aznar, la economía funcionó como un tiro, pero también palpitaba la caja B y se sentó a España en las Azores para entrar en la guerra de Irak.

Aznar también hizo una labor altamente positiva. Tenía una idea sobre el ser de España y la mantuvo. El problema de España no es la corrupción. Porque corrupción ha habido en Francia, en Italia y en todos los sitios. El verdadero problema político de España hoy es su clase política.

En la Transición, hubo políticos brillantes. Los siguió habiendo hasta el tiempo de Aznar. Después, fueron desapareciendo. Hoy tenemos gente de tercera división que sabe que, cuando salgan de la política, si no han robado, se irán a la ruina. Solo les quedan las puertas giratorias o reunir dinero.

Con Zapatero has atravesado muchos picos. Primero lo llamabas "embustero", luego "estupendo expresidente". ¿Y ahora?

No sé si hablaría hoy de un "estupendo expresidente", pero sí estaba seguro de ello cuando lo escribí. Al dejar el cargo, imagínate las cosas que habría podido decir. Sin embargo, fue extraordinariamente sensato y prudente.

Con Rajoy te pasó lo mismo. Lo apoyaste y luego lo crucificaste.

Rajoy es un hombre muy inteligente y muy capaz, pero muy poco constructivo. Nos dimos cuenta de que un hombre que había ganado con mayoría absoluta fue incapaz de abordar una reforma de la Constitución que sumase a las nuevas generaciones.

Fue muy inoperante. También se convenció de que en Cataluña no pasaba nada… cuando todos estábamos convencidos de lo contrario. Cuando le hablabas de esto, decía: "Aquí no pasa nada". Y Soraya le decía que no había urnas ni papeletas.

¿Qué hay de Pedro Sánchez? ¿Lo has tratado?

Algo, pero muy poco.

No me negarás que, gracias a él, estás viviendo una última etapa interesantísima.

Sí, es interesante. Reconozco que Sánchez es buen encajador. Cuando ha venido a la Academia, como me meto todos los días con él, me he puesto en un rincón. Y él ha venido a saludarme. Es muy encantador, no tengo la menor queja. Y te diré una cosa: lo elogió siempre que encuentro un motivo porque la crítica no tiene sentido sin el elogio. Lo que pasa es que me da muy pocos motivos.

¿Qué entrevista te gustaría hacer antes de marcharte?

Uno de mis grandes fracasos profesionales fue no haber podido entrevistar a Winston Churchill. La tuve preparada para el ABC. Utilicé a don Juan para llegar a él, pero al final no pudo ser. Hoy no lo sé, no veo un personaje así. También me habría encantado entrevistar a Mao.

¿Y qué última exclusiva te gustaría publicar?

Los 21 sonetos del amor oscuro de Lorca. Sólo encontramos once, que sacamos en exclusiva en el ABC. Esos versos convirtieron a Lorca en el primer poeta español del siglo XX. Son estremecedores de belleza. En aquellos sonetos, la belleza y la homosexualidad iban creciendo conforme avanzaban. Creo que por eso los eliminó su hermano Paco. Ojalá pudiera encontrarlos.

¿Quieres aprovechar para mandar un mensaje a alguien?

No. Lo único que me entristece es que un día, cuando Dios era uno y trino, me llamó Luis Miguel Dominguín para que le presentara un libro. Le dije que sí. Por una cuestión interna del periódico, le tuve que decir que no. Para colmo, años después me llamó Lucía Bosé para pedirme que le presentara el libro y me ocurrió lo mismo.

Con lo demás… he tenido mucha suerte. Me ha ido muy bien en la vida. Con 90 años, sigo haciendo periodismo, que es lo que me gusta. No sé hacer otra cosa.

Eres es una de las personas que mejor recita en España. ¿Podrías recitar los versos que te gustaría estuviesen en tu mesilla de noche en la hora de morir?

De Federico García Lorca.

¡Esa guirnalda! ¡Pronto! ¡Que me muero!

¡Teje deprisa! ¡Canta! ¡Gime! ¡Canta!

Que la sombra me enturbia la garganta

y otra vez viene y mil la luz de enero.

Entre lo que me quieres y te quiero,

aire de estrellas y temblor de planta

espesura de anémonas levanta

con oscuro gemir un año entero.

Goza el fresco paisaje de mi herida,

quiebra juncos y arroyos delicados,

bebe en muslo de miel sangre vertida.

Pronto ¡pronto! Que unidos, enlazados,

boca rota de amor y alma mordida,

el tiempo nos encuentre destrozados.