Enric Juliana: "Veo entre la niebla un acuerdo entre PP y Junts para acabar con la legislatura de Sánchez"
"Puigdemont ya no es el mismo entre los suyos. Ha sido perdonado por el Parlamento español" / "Las informaciones sobre su novio alejan a Ayuso de ser presidenta del Gobierno" / "Sánchez y Feijóo deberían reunirse inmediatamente por el peligro de una guerra mundial iniciada por Putin".
24 marzo, 2024 02:59Empecemos por el final.
Cuando acaba la entrevista, Enric Juliana, casi sorprendido, dice: "¿No me va a preguntar si me siento español?".
–Pues ya que estamos, ¿se siente español usted?
–Sí, me siento español. Pero imaginemos que España es como el sistema solar: si estás en Mercurio, lo vives de una manera distinta a si estás en Neptuno.
Enric Juliana (Badalona, 1957), director adjunto, escribe para La Vanguardia desde Madrid. Lleva veinte años en la capital intentando descifrar esas diferencias de tono astrológico que ve entre uno y otro planeta.
Es un cronista de los de antes, de chaleco abotonado bajo la americana y texto largo. Si lo fotografiamos en blanco y negro, podemos imaginar a Josep Pla a su lado, escribiendo crónicas republicanas.
Antes, cuando los pantalones rotos y la camiseta, Juliana hizo periodismo local en los pueblos industriales que rodean Barcelona. Recuerda a aquella mujer que vivía en un lugar del Besòs llamado "el infern". La contaminación caía, literalmente, del techo. Eran tiempos en que la política, ¡la gestión!, solucionaba con asombrosa rapidez los problemas de la gente. Pasó por Roma como corresponsal y, después, tras un tiempo en Barcelona, recaló en Madrid, donde La Vanguardia ya tiene una redacción.
Veníamos a hablar de cosas concretas, pero cuando se trata de Cataluña, la conversación empuja casi todo el tiempo a discutir sobre la santísima trinidad: ¿cómo es posible que ocurra lo que ocurre?
Por ejemplo, nos dice Juliana que, en Barcelona, empieza a haber cada vez más gente que se enfada cuando pide un café en catalán en el Paseo de Gracia y el camarero no entiende. A nosotros, esto nos asombra. Y nos lleva inevitablemente a hablar de asuntos complejos, como la inmigración, la globalización o el nacionalismo.
Esta charla a la juliana, como la sopa, es la prueba de que los catalanes, los españoles, nos hacemos a nosotros mismos las preguntas que, según Cioran, en el resto del mundo se reservan a Dios: ¿Qué somos? ¿Existimos? ¿Qué significamos? Juliana acaba de publicar España, el pacto y la furia (Arpa Editores, 2024).
Usted, que es un gran admirador de Pla, ¿qué tal se lleva con el traductor automático de 'La Vanguardia'? ¿Escribe en castellano y pulsa el botón o al revés?
Escribo primero en castellano y luego traduzco porque, cuando empecé en La Vanguardia, sólo se escribía en castellano. También porque, desde que vivo en Madrid, me dirijo a un público más amplio que el catalán. Aunque soy catalanohablante, escribir en castellano es para mí el camino natural. Utilizo el traductor del periódico, pero luego reviso los textos.
No se fía del traductor, normal.
¡No del todo! ¡Y eso que es un traductor muy bueno! Pero un artículo también es música y, aunque la traducción sea pulcra y correcta, necesita algunos cambios.
'La Vanguardia', en Democracia, ha ido basculando entre más catalanismo y menos catalanismo. Hasta que un día, con el 'procés', se inclinó por el independentismo. Ahora que hace tiempo que se corrigió esa posición, ¿con qué línea editorial se encuentra usted más cómodo?
La Vanguardia nunca se ha inclinado por la independencia de Cataluña. Si repasamos la línea editorial desde 2010 hasta hoy, no encontrará usted un editorial pidiendo la independencia. Primero, el periódico defendió la reforma del Estatut y advirtió de que si una sentencia lo corregía, se generarían serios problemas. Y eso ocurrió. Cuando se inició el procés, La Vanguardia no estuvo lejos del procés, pero…
Los años de Antich como director fueron bastante evidentes en ese sentido.
Sí, ya le digo: el periódico no estuvo lejos del procés. Y no lo estuvo por una sencilla razón: buena parte de la sociedad catalana tampoco estuvo lejos del procés. Podríamos discutir sobre el grado de proximidad; si fue el adecuado o no.
En las autopistas francesas, suele haber unas señales blancas en el suelo que vienen a decir: “No te acerques más, que puede haber problemas”. Podemos concluir, con sutileza, que la línea editorial en aquel tiempo no se adecuó a la distancia de seguridad. También quiero decirle que Antich fue un buen director.
Pero no me ha respondido sobre su comodidad: ¿cómo trabajó mejor usted? ¿Con el periódico cerca o lejos del 'procés'?
Fui un firme defensor de la reforma del Estatut. Estaba totalmente de acuerdo con que la sentencia traería problemas. Entiendo la reacción soberanista que se produjo por eso. Y también entiendo que la independencia de Cataluña no es posible. Empeñarse en esa línea iba a ocasionar consecuencias negativas para la sociedad catalana. Así ha sido.
De las tres mejores plumas que ha tenido 'La Vanguardia', ninguna ha sido independentista. Pla y Gaziel fueron catalanistas, pero no independentistas. Y Ruano... digamos que era un caso aparte.
Josep Pla apenas escribió en La Vanguardia. Fue subdirector entre febrero y abril de 1939, bajo la dirección de Manuel Aznar. A él le hubiera gustado ser el nuevo director de La Vanguardia, pero el régimen, que en aquel momento hacía los nombramientos, no quiso que un periodista catalán dirigiese el principal diario de Cataluña. En aquel momento, Pla decidió retirarse a su masía de Llofriu y sus textos llegaban a los lectores a través de la revista Destino.
Gaziel, brillante director del diario en los años treinta, sí que es un genuino exponente del periodismo de alta calidad en La Vanguardia. Efectivamente, nunca fue independentista, ni siquiera en sus escritos posteriores a la guerra, donde sí mostró un catalanismo muy acentuado.
¿La mayoría de periodistas en España es de izquierdas?
No creo, lo que pasa es que buena parte de los periodistas que ejercen en España se formaron entre los años setenta y ochenta. Es mi caso. Eran años en los que la izquierda tenía una gran fuerza cultural. Ahora eso no sucede, el contexto de hoy es más neutro. Y por eso la profesión tiene mimbres distintos.
En España, la derecha cree que la mayoría de los periodistas es de izquierda; y la izquierda empieza a creer que hay muchos periodistas de derechas. Eso seguramente quiera decir que hay cierto empate entre tendencias, lo cual sería interesante.
¿Y la mayoría de periodistas en Cataluña es nacionalista?
La mayoría de los periodistas en Cataluña es catalanista porque la mayoría de la sociedad en Cataluña es catalanista. Entonces… ¿qué es el catalanismo? Me preguntará usted.
Porque la diferencia entre catalanismo y nacionalismo puede ser difusa.
Esta que usted plantea es una cuestión de orden casi bizantino, que nos podría llevar a discutir sobre la santísima trinidad. Yo diría que el catalanismo es un nacionalismo de baja intensidad, que defiende la cultura y la lengua catalana; y que apuesta por una Cataluña que se gobierne a sí misma.
En esa parcela de catalanismo, coincide gente que tiene planteamientos muy distintos, incluso opuestos, sobre otras materias como la economía. La nacionalidad catalana existe, es una realidad. Para mí eso está claro. ¿Debe expresarse mediante un Estado diferenciado de España? En la situación actual, eso no es posible.
¿Y le gustaría? El deseo no tiene por qué coincidir con la realidad.
En los días más críticos del procés me levantaba un poco independentista, pero me acostaba federalista. Iba en función de la temperatura sentimental del día. Pero no, yo no veo lo de la independencia.
"En los días más críticos del 'procés' me levantaba un poco independentista, pero me acostaba federalista"
Se lo digo con claridad: si Europa va a una mayor integración, una Cataluña independiente no tendrá encaje. Y si Europa fuera a una desmembración, regresaríamos a las viejas luchas por zonas de influencia. En esa tesitura, tampoco tendría salida una Cataluña independiente. Para mí, la solución pasa por que el Estatuto de Cataluña tenga una dimensión europea.
¿Eso qué significa?
No se trata de que la Comisión Europea o el Parlamento Europeo le otorguen un Estatuto a Cataluña. Eso se decide, como sucede, en el ámbito español. Pero Europa reconoce de facto hoy la existencia de regiones con fuerte personalidad, como por ejemplo Flandes, Escocia o incluso el País Vasco. Nadie cuestiona en Europa el sistema fiscal vasco.
Tampoco cuestiona nadie en Europa el Estatuto de Cataluña.
Espere, espere… Cataluña ha de situarse entre las regiones europeas de personalidad fuerte. El independentismo se ha equivocado porque ha estropeado esa posibilidad. Con su ataque, puso a la defensiva a la Unión Europea.
Si eso que usted dice acaba sucediendo, daría la sensación de que Cataluña estaría un paso más cerca del independentismo. Llegados a ese punto, las generaciones soberanistas venideras dirían: “Oye, pues vamos otro paso más allá”. Es el cuento de nunca acabar.
Los argumentos cruciales del catalanismo son dos: la cultura y la lengua. El elemento medular de los vascos, en cambio, es su autonomía fiscal. En esta fase de la globalización donde los idiomas con menos amplitud sufren, ¿qué pasa con lenguas como la catalana? El catalán lo habla más gente que otras lenguas oficiales de la Unión Europea.
Ese es un argumento del independentismo.
Sí. Por ejemplo, dicen: “Oye, ¿por qué el catalán tiene menos reconocimiento que el esloveno si lo hablan más personas?”. Lo que yo le planteaba no conduce necesariamente a la independencia. Es un pacto político distinto.
Usted dice que la lengua y la cultura son los ejes del catalanismo, pero Esquerra ha convertido el "cupo catalán", similar al vasco, en su principal reivindicación.
Por lo que he leído, la propuesta de Esquerra no es exactamente la implantación de un cupo como el vasco. Ellos hablan de recaudar los impuestos en Cataluña, como los vascos y navarros, y hablan también de aportaciones a un fondo de solidaridad. He visto al PNV molesto por la propuesta de Esquerra.
Estamos hablando del gran tema de fondo: la solidaridad interterritorial. Me parece positivo que Esquerra admita que Cataluña debe seguir aportando a la solidaridad territorial española.
"Los elementos cruciales del catalanismo son la lengua y la cultura; el de los vascos es la autonomía fiscal"
A los que no somos nacionalistas nos resulta imposible entender lo siguiente: si los elementos cruciales del catalanismo son la cultura y la lengua, ¿cuál es hoy el problema? El catalán y la cultura catalana no sólo están protegidas, sino que están promovidas. Pero insisto: entonces, ¿cuál es el problema?
La percepción que hay en estos momentos es que se vive un retroceso en el sentido que usted habla. La población catalana ha aumentado en dos millones de personas en los últimos diez años. Eso ha tenido efectos culturales. Inmigración y globalización.
Le pongo un ejemplo parecido: aunque el español lo hablan quinientos millones de personas, existe el riesgo de que no tenga fuerza en la inteligencia artificial. Me parece una preocupación legítima. Estoy de acuerdo en que debe procurarse esa influencia en la inteligencia artificial.
¿Qué quiere decir?
La globalización está cambiando el marco. Es lógico que haya una actitud de atención por parte de los catalanistas. Cataluña ha vivido diversas etapas de inmigración. Ha sido positiva para nuestra tierra. Hay algunos que piensan lo contrario, que están en posiciones defensivas. Lo veremos en las elecciones de mayo.
Pero hay que defender la transmisión del idioma. ¿Cómo se hace? Por la vía de enfadarse, seguro que no. Quejarse de que tu cultura ha entrado en una “vía agónica” es la mejor manera de iniciar la vía agónica. Debe actuarse con temple.
Procuremos que el catalán se siga utilizando y transmitiendo. Seguro que los daneses tampoco quieren que se deje de hablar el danés. Hay gente que se enfada mucho cuando va al Paseo de Gracia, pide un café con leche en catalán y no le entienden.
¿De verdad?
Sí. Bueno, supongo que son camareros que acaban de llegar y que deciden aprender primero el idioma que según interpretan habla más gente: el castellano. Es una situación compleja. No se puede simplificar fácilmente. Y hay que vivirla para entenderla.
Una parte importante de la sociedad española no vive el fenómeno del bilingüismo. Aprender un idioma distinto al castellano para manejarse profesionalmente es una cosa que no tiene que ver con vivir en una sociedad donde las conversaciones empiezan en un idioma y acaban en otro. Ese cruce presenta una gran riqueza, pero entraña dificultades en este contexto de globalización.
¿Qué ecosistema informativo le parece más plural? ¿El de Madrid o el de Barcelona?
El de Madrid es más bravío. Porque es la capital política y el centro económico. Las luchas de poder son más intensas, hay una tradición histórica. El de Barcelona es más de concertación, de pacto y equilibrios.
Pero le preguntaba por la pluralidad.
No veo apenas diferencias. Le doy un dato que se suele pasar por alto: si uno suma las audiencias de televisión en castellano en Cataluña, superan en audiencia a TV3. En Cataluña hay un marco de pluralidad extraordinario en las opiniones que se emiten.
Una vez dijo usted que Barcelona le tiene envidia a Madrid. ¿En qué lo detecta?
Si miramos cien años atrás, Barcelona era la capital económica de España. Eso ya no es así. Madrid ha superado a Barcelona, son datos objetivos. No la ha superado en términos de producción industrial o de exportación, pero sí en lo demás.
Basta con ver las curvas. Desde los años cincuenta hasta ahora, la aportación de Cataluña al PIB oscilaba entre el 19% y el 20%. La aportación de Madrid ha pegado un gran estirón desde entonces, llegando al 20%, poniéndose por encima de Cataluña. El plan de estabilización de 1959 tiene como derivada más importante la conversión de Madrid en capital económica.
Aquel plan lo diseñó un catalán.
Sí. Joan Sardá Dexeus. Una historia muy interesante. Había sido simpatizante de Esquerra Republicana y asesor de Tarradellas entre 1936 y 1937. Planeó la economía de guerra de Cataluña. Gracias a ayudas familiares, consiguió una plaza de catedrático en la Universidad de Santiago. Después, viajó a Venezuela, con un cargo en el banco central.
Estando allí, lo captaron como jefe de estudios del Banco de España. Lo eligieron a él porque, en Caracas, había establecido muy buenas relaciones con el Fondo Monetario Internacional y con el Banco Mundial. Una consecuencia histórica del plan de estabilización fue que Madrid se tornara capital financiera además de capital política.
Da la sensación de que, durante los últimos años, las diferencias a favor de Madrid fruto del factor capitalidad se han incrementado por dos factores: la alcaldía de Colau y la deriva independentista. ¿Lo comparte?
En eso hay algo de verdad y algo de mentira. Se ha construido un marco que no es exactamente así. Se dice… “Estos se pusieron una boina el día que comenzó el procés y eso trajo la regresión económica”. Quiero introducir algunos matices. Barcelona tiene una tradición política de contestación. Y eso es un capital, no un defecto.
La sociedad barcelonesa ha vivido convulsiones muy fuertes. No es extraño, por tanto, que las tensiones derivadas del nuevo siglo hayan pasado con fuerza por la ciudad. Eso tiene consecuencias negativas, pero también positivas.
La informalidad la convierte en un sitio emprendedor, lleno de start-up. Pero sí, Madrid está en una fase puramente ascendente. Su puente con latinoamérica funciona muy bien. Y tiene espacio alrededor para crecer, cosa que Barcelona, acotada por colinas, montañas y mar, no tiene. Barcelona tiene nervio, levantará la cabeza.
"Barcelona tiene nervio. Levantará económicamente la cabeza"
Sobre ese “Madrid DF” del que usted suele hablar, el otro día, creo que fue en la Ser, dijo muy concluyente: “Ayuso se acaba de despedir de la posibilidad de ser presidenta del Gobierno de España”.
Creo que dije “se está alejando”. Sí, lo pienso.
Se lo planteo en abstracto: ¿un político es responsable de los delitos que comete su pareja?
Un político, una persona en general, no es responsable de los delitos que cometa otro si no puede demostrarse algún grado de complicidad. Eso en términos penales, pero los términos políticos son distintos. La percepción de la sociedad no la regula el Código Penal.
Ahí iba la pregunta: ¿por qué Ayuso se está alejando de poder ser presidenta del Gobierno debido al caso de su novio?
El jefe de la oposición se llama Alberto Núñez Feijóo. Le fue mal en las elecciones generales por la enorme expectativa que tenía. Y eso tuvo un coste debido al marco de gran competición que atravesamos. Tras las elecciones gallegas, Feijóo salió reforzado. También es probable que le vayan bien las elecciones europeas.
Si a eso le unimos que su principal rival interno se halla en un proceso como el que mencionamos, Feijóo se consolida como alternativa. No digo que Ayuso no vaya a ser presidenta del Gobierno, en política nunca se sabe, pero esto que está sucediendo le aleja de ello.
La izquierda pide la dimisión de Ayuso.
Está pasando algo oneroso y desagradable para la sociedad española. Van emergiendo datos sobre presuntos delitos cometidos en pandemia, cuando todos estábamos encerrados en casa y no sabíamos qué iba a pasar. Mientras tu madre se moría, tu padre enfermaba y etcétera, había gente que se lucraba. Unos legalmente y otros al filo de la legalidad.
Está hablando, en general, del hermano de Ayuso, del novio, pero también de la trama Koldo.
Es un daño moral muy poco presentable, sea legal o no.
Pero asistimos en los medios a una especie de lucha según la cual la izquierda busca un parapeto con el que defenderse de la trama Koldo. Creen haberlo encontrado en el novio de Ayuso.
Koldo no tiene parapeto, es lo peor que le ha pasado al PSOE desde 2018. Creo que lo dijo perspicazmente el director de su periódico: Sánchez había llegado al poder denunciando la corrupción del PP. Estaba consiguiendo mantener a su gobierno inmaculado. Ahora tiene una gran mancha. ¿La ha provocado él? No hay indicios de eso, pero la mancha está ahí. El caso Koldo es una reincidencia que no se tenía que haber producido.
Tiene las reminiscencias de la corrupción socialista de los ochenta y noventa: las prostitutas, la cocaína…
Y eso a la gente le cabrea mucho. No sé qué daño penal tendrá, pero sí tendrá un gran daño moral.
Le he preguntado por el novio de Ayuso. Hablemos ahora de Begoña Gómez. Se habla de acciones en relación a un empresario que negociaba con el Gobierno. ¿Ve un conflicto de intereses?
No tengo datos para ver tal conflicto de intereses. La guerra de desgaste ha adquirido mucha intensidad. Permítame una reflexión general: la guerra es terrible, todo el mundo está buscando munición. En medio de esta trifulca, aparece la ministra de Defensa en la portada de La Vanguardia y dice que el peligro de una verdadera guerra en Europa es absoluto.
“Absoluto” es una palabra que en España tiene peso, ¿eh? Si la ministra de Defensa dice la verdad, mañana mismo deberían reunirse el jefe del Gobierno y el jefe de la oposición. ¿Cómo se conjuga eso con el clima político tan tóxico e irrespirable que vivimos? En Bruselas han acuñado una expresión cuando ven en las comisiones nuestras algaradas: “Otro debate hispano-español”.
"Otro debate hispano-español"... el Gobierno ha metido en la terna de acusados también a la novia de Feijóo. Esas acusaciones han quedado desmentidas y el medio que las publicó ha rectificado.
La semana que hoy se cierra ha sido especialmente bochornosa en el debate político español. Lo más grave de todo han sido las amenazas a periodistas y la fabricación de infundios para intentar desacreditar su trabajo. Me gustaría expresar mi solidaridad con Esther Palomera y ElDiario. La furia, como digo en mi libro, viene de lejos.
Llevamos años sumergidos en esa marmita. 2004 habita en 2024. ¿Hasta dónde está llegando la fiscalización del rival? Me parece una buena pregunta, que nos deberíamos haber formulado hace tiempo.
Está hablando usted de Miguel Ángel Rodríguez. ¿No dice nada de Óscar Puente?
No sé si la estrategia que está siguiendo el PSOE de responder con tono bronco a la bronca desquiciada es la más adecuada. Pero de todo lo ocurrido esta semana, para mí lo más grave es que un alto ejecutivo de la Comunidad de Madrid haya amenazado con provocar el cierre de un medio. Es totalmente inadmisible.
Analicemos ya las elecciones catalanas de mayo. Una vez dijo que el proyecto independentista le recordaba a una “gran Andorra”: “Pocos impuestos, a ver a quién le damos la nacionalidad y pocos derechos sindicales”. Ese sería el proyecto de Puigdemont, entiendo.
En Cataluña, como en Madrid, hay gente que defiende con vehemencia esa propuesta: pocos impuestos, rebaja de derechos sindicales y que los inmigrantes vayan con la espalda recta.
Está usted haciendo un paralelismo entre Vox y Junts.
Sí, pero también con algunos sectores del PP. Esa visión que comentamos está presente en Cataluña. Junts y el PP presentan grandes similitudes. Si vas a una manifestación del 12 de octubre, al acabar, cuando se bajan las banderas y la gente se va a su casa… Fíjese en la manera de vestir, en esa presencia que da el estatus social. Encontrará lo mismo en la Diada de Cataluña.
Ya es raro que el PSOE, de izquierdas, pacte con algo tan de derechas como eso que acaba de describir. “Sánchez es un pragmático radical”, dice usted en su libro. Guiado por ese carácter, ¿concederá el presidente el referéndum si no le queda más remedio para seguir gobernando?
Estoy convencido de que Sánchez no concederá un referéndum de autodeterminación.
"La modificación del Código Penal para rebajar la malversación fue un error"
¿Los pactos de Sánchez con los distintos nacionalismos están generando desigualdad entre los españoles? ¿La amnistía es la punta de ese iceberg?
La modificación del Código Penal para rebajar la malversación fue un error. Si se iba a aprobar la amnistía, podía haberse planteado directamente. La amnistía es una medida para situaciones excepcionales. Creo que tiene sentido hoy. Soy partidario de ella. Puede abrir una nueva fase política en España. Iba a decir “histórica”, pero me he contenido.
Lo decimos demasiado eso de “histórico”.
Sí. Fíjese: la amnistía nos permite decir que estamos “todos dentro” otra vez. Eso quiere decir que todas las fuerzas políticas con representación están plenamente operativas en el Parlamento. Si uno mira la Historia de España, comprobará que los periodos con “todos dentro” son escasos. Se va a crear una dinámica política de nuevo perfil.
Con la posibilidad incluso –sostiene usted– de acuerdos entre PP y Junts. Escribe que avista esa posibilidad entre la bruma. Sus gafas, señor Juliana, deben de tener algún mecanismo antiniebla.
Limpio continuamente las gafas con un pañuelo [suelta una carcajada]. Hablo de la posibilidad de una convergencia táctica. No un nuevo pacto del Majestic, pero sí de un acuerdo táctico que permita acabar con la legislatura de Sánchez.
Pero Junts tiene la independencia como punto principal de su programa y sabe que es mejor transitar ese camino con el PSOE en el Gobierno, y no con el PP.
Con el PSOE de Sánchez tampoco puede haber independencia. Es verdad que Junts ha podido pactar la amnistía con el PSOE y que no podría haberlo hecho con el PP. Pero si tuviese que describir el diálogo que ha habido entre el PP y Junts, sería así: “Oye, no os podemos ofrecer la amnistía porque nuestro electorado no lo aceptaría, pero una vez pasado eso, las cosas se podrían ir arreglando. Vamos bajando la tensión, vamos bajando…”.
Ha dejado por escrito que Puigdemont le dijo a Manfred Weber, el líder del PP europeo, que estaría dispuesto a pactar una moción de censura con Feijóo siempre y cuando el candidato de esa moción se comprometiera a convocar elecciones. Este país está loco, pero no sé si tanto.
Usted conoce la revista Politico, el medio de referencia en Bruselas. Organizan cada año una gala. Puigdemont había pactado la investidura con el PSOE. La revista lo había incluido entre las personas de las que más se iba a hablar en este tiempo. El director coincidió con Manfred Weber y mantuvieron un diálogo delante de un redactor de la revista, que lo publicó.
Puigdemont dijo que no se había casado con los socialistas y se mostraba dispuesto a negociar con el PP una moción de censura instrumental para conseguir elecciones en España. Cuando salió publicado, Puigdemont no lo desmintió.
Y usted también lo considera factible.
El PP venía negando contactos importantes con Junts, pero Feijóo acaba de admitir en público que no tiene por qué negar los contactos de González Pons con Junts. Si lo ha hecho, es porque ha adquirido mayor seguridad en el escenario público. Con la amnistía, el PP obtiene dos cosas interesantes.
¿Cuáles?
La posibilidad de lanzar una crítica implacable contra el PSOE y la posibilidad de negociar con Junts en un futuro no tan lejano una vez se haya normalizado la situación. En ese plano, con la amnistía aplicada, el PP tendrá mucho más fácil que ahora llegar a acuerdos programáticos con Junts.
No van a hacer un gobierno de coalición, claro, pero podrían recuperar eso que en los años treinta se llamaba “una entente”. Uno al lado del otro hasta que las circunstancias dispongan lo contrario.
¿Tiene usted hilo directo con Puigdemont?
No. La última vez que lo saludé personalmente era él alcalde de Girona. Han pasado muchos años. En sus memorias, me dedica unas líneas de poca simpatía. Eran unos versos. Ese ha sido nuestro último contacto. De carácter poético.
Pero, ¿qué le escribió exactamente?
Me acusaba de "españolismo", de invocar la figura de Gaziel [el gran periodista catalán de los años treinta, que dirigió La Vanguardia] para defender posiciones "españolistas". Sonreí al leer aquellos ripios y pensé que Puigdemont tenía mucho tiempo libre en Bruselas.
¿Por qué no aprovecha esta entrevista para responderle también en verso?
No me gusta polemizar con dirigentes políticos. Tan solo diría, en prosa, que Puigdemont puede considerarse un hombre afortunado. Cometió un serio error político en 2017 y la Historia, que a veces es benévola, le ha concedido la posibilidad de enmendarlo. Esa es ahora su tarea.
¿Qué importancia otorga a sus conexiones con Rusia? Veremos el recorrido penal, pero está probado que recibió en su despacho, justo antes de declarar la independencia, a personas relacionadas con el Kremlin.
La antigua CiU era una formación claramente inscrita en el europeísmo. Pujol era inequívoco en eso. Sus herederos cometieron dos errores: establecer relaciones con la Liga Norte italiana, que a su vez mantenía conexiones con Moscú; y quedar magnetizados por el contenido disruptivo del Brexit.
No simpatizaban con el Brexit, pero les gustaba el concepto de "disrupción". Enviaron algunos emisarios a Moscú, probablemente de la mano de la Liga Norte. Creo que en Moscú se rieron de ellos [de Puigdemont] con la broma de los 10.000 soldados.
Piensa que esa oferta era una broma, que no iba en serio.
El régimen ruso aprovechó el procés para sembrar desinformación, pero nadie puede afirmar que la movilización independentista catalana fuera obra de los rusos. No es verdad. Afirmar eso sería adjudicar a los servicios rusos una capacidad de influencia y persuasión social que no tienen.
Seamos serios. No seré yo el que se dedique a engrandecer la leyenda de los servicios de inteligencia rusos. Puigdemont, que hoy quisiera aparecer de nuevo como un político europeísta, sabe que esos momentos de ambigüedad fueron un gran error.
¿Se atreve a terminar con una porra?
Las porras no son lo mío. Me suelo equivocar. Parece que lo más probable es que el PSC o Esquerra ganen las elecciones. Y también parece probable un pacto entre estas dos fuerzas. Creo que una mayoría de la sociedad catalana quiere más gestión, más certidumbre y más estabilidad. De esa corriente participa mucha gente que vota distinto.
Quienes apoyaron la independencia de manera muy activa no van a ponerse de rodillas en la Plaza de Cataluña. Quizá pongan entre paréntesis el independentismo, pero mantendrán la cabeza alta. Si cruzamos esas dos líneas, puede salirnos ese entendimiento entre PSC y ERC.
¿Y el papel de Puigdemont?
A mí no me gusta ser tajante, pero creo que Puigdemont ya no es el de 2017. No tiene la misma fuerza entre los suyos. Es un hombre que ha sido perdonado por el Parlamento español. La amnistía la concede el Congreso, donde está depositada la soberanía nacional. Por tanto, Puigdemont va a ser perdonado por la soberanía nacional española. Si aceptas la amnistía, te estás sometiendo a la soberanía española.