–¡No entre en contacto con el compareciente!
Se lo ha dicho el presidente de la comisión a Koldo, que llegaba con la instrucción aprendida de no responder a ninguna de las preguntas. Su abogado, sentado todo el tiempo a menos de un metro, en una sillita junto a la pared, le hacía gestos con la mano para calmarlo.
"¡Tranquilo, chico, tranquilo!". Aunque el abogado no abría la boca, con sus gestos, con esa mano que se mecía en el aire como la de un domador profesional, bastaba para que nosotros escucháramos a Mickey Goldmill, el entrenador de Rocky Balboa.
Todos sabíamos –los senadores también– que Koldo es un hombre selvático, impulsivo, incontenible. Lo sabíamos porque Koldo es de la familia. Y los senadores le lanzaban los directos con la esperanza de que respondiera. Y respondió.
En ese instante –"¡no entre en contacto con el compareciente!"–, Koldo ya había noqueado a varios de los senadores que creyeron encontrar en los largos silencios del púgil la tela para confeccionarse un traje de anticorrupto del año. Koldo no podía hablar de las mascarillas, del sumario ni de las cosas judiciales, pero sí podía jugar a la política. Y jugó.
El último aizkolari socialista nos ha dejado momentos de gloria y debemos consignarlos por si fuera la última vez. Ha callado al senador de Bildu con un aldabonazo en su conciencia, ha dado una lección de educación al portavoz del PP y ha desarmado con un gesto de sorpresa a otro de Coalición Canaria.
Y en medio de todo eso, una venganza prometida. Como un Marlon Brando pasado por txakolí: será inocente y los senadores tendrán que enfrentarse a él.
(...)
Las comisiones de investigación, ya lo saben, no sirven para nada. Son como las tomas falsas de un juicio. Por eso lo único que vale, durante veinticuatro horas como mucho, es la interpretación. La capacidad de sorprender. Koldo ha demostrado que, estando callado en un Parlamento, rompiendo el silencio con un par de frases cada veinte minutos, se genera lo que los directores de cine americanos llaman "plot point". Esos instantes donde pasan cosas, donde empiezan las historias.
Koldo ha llegado puntual seguido de una nube de fotógrafos. Los mismos que, durante varios años, lo tuvieron al lado, cuando perseguían a Ábalos, y no se fijaron en él. Koldo ha ganado porque, hace un telediario, asomaba la cabeza para salir en la foto y ahora toda España mata por una foto suya.
La banda sonora de la mañana ha sido el ametrallar de las cámaras. Hemos tenido, que decía García Serrano, el máuser como animal doméstico. Ta-ta-ta-ta-ta-ta.
Había mucha expectación por verlo porque el aizkolari había jugado con el suspense. Trascendió en boca de algunos de sus entrevistadores que no quería aparecer en las imágenes de frente debido a algunos "cambios estéticos". Pero al poner los zapatones en la sala estaba como siembre. La nariz prominente, las gafas de pasta negra –solo hablamos de la montura hasta que un juez diga lo contrario– y el traje clásico.
Era problemático lo del acompañante. Porque Koldo quería estar cerca del abogado y, a cada cuatro o cinco pasos, una vez esquivados los fotógrafos, se detenía para esperarlo. Entonces, como en el encierro, ya tenía a los toros de nuevo en los talones.
El abogado –ya lo decíamos al inicio de la crónica– es un personaje clave en este asunto. Muchos lo querríamos para nuestros momentos difíciles. La sonrisa balsámica y la manera en que cogía a Koldo del brazo antes de empezar. El roce viril, pero cariñoso. El ánimo virginal, pero férreo.
Pónganse en situación. Es imposible que los españoles nos tomemos en serio este tipo de comparecencias. En el Senado han elegido la sala "Clara Campoamor" para escrutar el caso Koldo, Ábalos y compañía. En el escenario, al fondo, un mural de mármol enorme con la aprobación del sufragio femenino.
Una sala como del XIX. Sin enchufes en las mesas, que son en realidad pupitres. Las sillas, acolchadas y burdeos. Preciosas. Poniendo el filtro en blanco y negro del móvil, uno podía soñar con Larra.
Empezaba preguntando María Caballero, senadora de UPN. Eso le daba cierto aire de intimidad al evento porque Koldo, como recordaba Caballero, "es navarro de adopción". Intentaba la senadora, para venderlo en casa, obtener información sobre las conexiones del compareciente con Santos Cerdán y otros socialistas forales.
Koldo es tan socialista que no ha podido especificar desde cuándo se siente como tal. Su "aita" y su "aitite" –padre y abuelo– ya eran del PSOE. Él era afiliado, pero ya no sabe si lo es. Aunque ha querido hacer un apunte: "Volveré".
A partir de ahí, Koldo se ha convertido en candidato al Oscar de cine mudo. Con voz rasgada, ha entonado un "me acojo a mi derecho a no declarar". Después, ha pedido permiso para contestar lo mismo con el silencio... y ha estrenado un recital de gestos de altísimo nivel.
Si no escuchaba con claridad, Koldo cerraba los ojos y transmitía gran concentración. Si le sorprendían las preguntas, arqueaba las cejas. Si le sorprendían mucho, incluso se revolvía en la silla. Y si lo que le decían era una genialidad, se giraba hacia el abogado, que estaba en la sillita junto a la pared, y le comunicaba su desconcierto.
El primer golpe de Koldo ha sido para la senadora navarra. Ésta le ha preguntado con cierta ironía: "¿Quiénes son los que tienen que aprender de Ábalos?". Koldo, que llevaba mucho tiempo callado, ha dicho: "Usted".
La senadora del PNV se ha rendido, en cambio, al poco de empezar: "A la vista del éxito en las respuestas...". Hacen muy bien una cosa los del PNV. Exhiben cierto pudor a la hora de participar de la civilización del espectáculo.
El soberanismo catalán es todo lo contrario. Queralt, senador de Esquerra Republicana, ha calentado a Koldo haciendo bromas sobre "delitos económicos" y sus viajes a Dominicana. Le ha seguido en el turno de palabra un tal Estarrona, de Bildu, que ha provocado el desconcierto de los presentes porque, en lugar de preguntar a Koldo, se ha puesto a laudar las bondades de la izquierda abertzale.
Ha definido su coalición como si fuera una Coca-Cola: "Tenemos la etiqueta de corrupción 0,0". Luego le ha lanzado una pregunta a Koldo: "Dijo usted que tiene la conciencia tranquila. ¿Quién no debería tener la conciencia tranquila?".
Koldo –recuerden ustedes que sus silencios han sido larguísimos– ha acercado su mentón al micrófono y le ha dicho: "Los primeros, ustedes". No ha mencionado a ETA ni nada por el estilo, pero al de Bildu le han caído encima todas esas veces en que dirigentes de su marca no han condenado el terrorismo. Estarrona ha decidido no seguir preguntando a Koldo.
Ante las embestidas de otro senador, Koldo ha protagonizado lo que, en un debate electoral, podríamos llamar el minuto de oro. "Me han crucificado vivo. No puedo tener relación con nadie. Mediáticamente... estoy muerto. Los medios se han encargado de eso. ¿Y ustedes quieren alargar esto innecesariamente? ¿Todos ustedes me van a llamar cuando me declaren inocente?".
Koldo, en eso, sí se parece a los políticos de hoy. Es una víctima de una conspiración mediática, una cabeza de turco, un inocente. Pero los políticos de hoy tienen que aprender mucho de Koldo en el manejo de la palabra. En su humildad franciscana. Diez o veinte en cada intervención.
El momento más surrealista, cómo no, ha llegado con el turno de PP y PSOE. Ninguno de los dos partidos ha respetado el objeto de la comisión de investigación.
–¡Joder! Pero si aquí son todavía peores que en el Congreso –decía una periodista sobresaltada.
Koldo se quitaba las gafas y se frotaba los ojos con esas manos que parecen frontones.
El senador del PSOE, Alfonso Gil, ha empleado todo su tiempo en decir que el PP es un partido corrupto que no puede mirar al socialismo a los ojos, que son unos sinvergüenzas que martillean ordenadores llenos de pruebas y un largo listado de etcéteras. Lo decía, por supuesto, mirando a los senadores del PP, y no a Koldo, que sí lo miraba a él con anonadamiento. De haber seguido unos minutos más, habría salido con collarín.
Después, el senador del PP, Luis Javier Santamaría, ha empezado a conducir sin ningún tipo de control, llegando a dejar perplejos a varios de sus compañeros de partido. Aprovechando el silencio de Koldo, se ha puesto a insultarlo. Lo ha llamado "hombre sin alma", "miserable" y le ha pronosticado una cadena perpetua: "Usted no debería salir jamás de la cárcel". Ni en el jurado popular de O.J Simpson.
Tras una intervención de veinte minutos del senador popular, Koldo ha intentado contestarle y el tal Santamaría hacía gestos y seguía hablando. Koldo –ahí toda España ha empatizado con él– le ha contestado: "¿Habla usted media hora y yo no puedo contestarle ni dos minutos?". Bienvenido a las Cortes, querido Koldo, maitia, la próxima vez hacemos antes un free-tour.
Koldo le ha dicho que al del PP que "se cree el ladrón que todos son de su condición", que él es inocente, que ha trabajado muy duro toda su vida, que le llamará cuando lo declaren como tal y que piensen, maldita sea, en su mujer y en su hija.
En esa refriega, ha sido cuando el presidente de la comisión ha pedido al aizkolari que no entrara en contacto con el compareciente.
La sesión ha terminado como empezaba: con Koldo en la esquina del cuadrilátero, de pie, amarrado a su abogado. Rocky ha salido indemne.