Salvador Illa ha ganado las elecciones en Cataluña. Además, al contrario de lo que le ocurrió en los anteriores comicios, esta vez sí tendrá una oportunidad para gobernar. La suma de sus 42 escaños, los 20 de Esquerra Republicana y los 6 de los Comunes alcanza los 68 que marcan la mayoría absoluta. En definitiva, Pere Aragonès y Oriol Junqueras tendrán la última palabra.
El PSC había ganado en 2021 las elecciones en votos, pero nunca en escaños. Carles Puigdemont, que ocupa la segunda plaza, ha llevado a Junts de los 32 a los 35, muy lejos de los 42 de Illa. En tercer lugar se encuentra Esquerra Republicana con 20, el partido más damnificado de la noche.
Además, las cifras abren un panorama de difícil digestión para Esquerra: si apoya a Illa, el resto del independentismo los describirá como "traidores" al procés. Si, en cambio, se niegan a ese pacto y empujan a Cataluña a la repetición electoral, podrían hundirse todavía más al ser considerados culpables del bloqueo. De momento, Pere Aragonès se ha descartado como socio de Illa diciendo que a Esquerra le toca "trabajar en la oposición".
Está por ver qué decisión toma Puigdemont respecto a su futuro. Dijo que se iría si no lograba ser president, pero una hipotética repetición electoral podría otorgarle su última bala política.
El PP es el partido que más crece. Ha pasado de los 3 a los 15 escaños. Alejandro Fernández se ha quedado a cuatro parlamentarios de los 19, el mejor resultado de los populares en la región, que obtuvo Alicia Sánchez Camacho en 2012.
Este crecimiento se debe en gran medida a la absorción de Ciudadanos, que ha perdido los 6 escaños que tenía y ha firmado su defunción. El auge del PP no ha desencadenado la caída de Vox, que ha mantenido su papel en Cataluña consiguiendo los mismos 11 asientos que en 2021.
Después de los de Abascal, figuran los Comunes de Ada Colau, que han concurrido de la mano de Yolanda Díaz. Han caído de los 8 a los 6 diputados, pero su resultado es suficiente como para tornarse imprescindible en el posible tripartito de izquierdas.
A continuación se encuentra la CUP, que ha bajado de los 9 a los 4 parlamentarios. La imposible suma independentista los condena a la irrelevancia. Figura como nota pintoresca –y no relevante debido a este mismo motivo– la entrada en el Parlament de los ultras de Aliança Catalana con 2 diputados.
Se hunde el procés
Hay dos notas características en las elecciones de este domingo. El enrarecimiento de la jornada debido al robo de cobre que ha paralizado buena parte de los trenes de cercanías y la baja participación. Un 55% es el dato; sólo cinco puntos por encima de los comicios anteriores, lastrados por la pandemia. En 2017, fue del 79%.
Estas elecciones han sucedido casi siete años después del momento más álgido del procés. Podría decirse en cierto modo que los electores han juzgado lo que sucedió entonces. Además, con una especie de contador a cero, ya que los encarcelados fueron indultados y hay en marcha una Ley de Amnistía. El resultado ha sido claro: el nacionalismo –ahora independentista– no puede gobernar Cataluña. No sucedía desde hace casi quince años.
Los partidos independentistas en general -pese al leve crecimiento de Puigdemont y la entrada de Aliança Catalana– han cosechado un pésimo resultado, siendo los principales damnificados ERC y la CUP. El lado constitucionalista –si incluimos ahí a PSC, PP y Vox– ha recibido un gran espaldarazo. El gran auge del PP no ha desencadenado siquiera la caída de Vox.
En este juicio electoral al procés, el independentismo ha obtenido una derrota sin paliativos. No hay suma separatista posible. La reunión de Junts, ERC, la CUP y Aliança Catalana ni siquiera se asoma a la posibilidad de gobernar. Y más teniendo en cuenta que Puigdemont, Aragonès y la CUP se habían comprometido por escrito a no pactar con la ultraderecha de Sílvia Orriols.
La oportunidad de Illa
Salvador Illa ha ganado las elecciones por segunda vez consecutiva. En 2021, lo hizo llegado directamente desde el Ministerio de Sanidad, donde gestionó la pandemia. Aquella victoria, sin embargo, lo convirtió en jefe de la oposición debido a un pacto entre las fuerzas independentistas, que dio lugar a una coalición de gobierno entre Junts y Esquerra Republicana.
Illa logró entonces 33 escaños, los mismos que Junts, pero el PSC obtuvo más votos que el partido de Puigdemont. Esquerra Republicana, con 32, también quedó al borde de la victoria. El apoyo de la CUP fue imprescindible para que el Govern cayera en manos del independentismo.
El exministro ha consolidado la recuperación del PSC, que en los años más duros del procés se tornó prácticamente irrelevante. En las elecciones de 2015 y 2017, cayeron por debajo de los 20. Hoy, Illa ha sobrepasado la frontera psicológica de los 40.
La huida de cuadros dirigentes –y de miles de votantes– del PSC reforzó en gran medida a Ciudadanos, que llegó a ganar, con Arrimadas de candidata, las elecciones de 2017. Igual que le ocurriría a Illa cuatro años después, se quedó sin gobernar por el pacto independentista. Este domingo, la formación antinacionalista catalana ha desaparecido del Parlament, el lugar donde nació.
El nacionalismo –ahora independentista– gobierna Cataluña ininterrumpidamente desde 2010. Aquel año, Artur Mas sucedió al socialista José Montilla en la presidencia de la Generalitat. Durante su mandato, mientras se destapaba la corrupción del pujolismo, CiU se fue transformando hasta convertirse en una fuerza hegemónica separatista, cuyo mayor reducto lleva hoy el nombre de Junts.
Illa, como en 2021, ha concurrido a las urnas con el objetivo de acabar con casi tres lustros de independentismo catalán al frente de la Generalitat, pero los resultados –si Esquerra no se aviene a investirlo– podrían dejarle de nuevo a las puertas del Govern.