Carles Puigdemont, desde le jardín de su palacete en Waterloo tras regresar de su segunda fuga de España.

Carles Puigdemont, desde le jardín de su palacete en Waterloo tras regresar de su segunda fuga de España. TW

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Puigdemont convoca un congreso de Junts para atajar cualquier maniobra para moderar el partido

"No es un tripartito como el de Maragall, es un 'Govern' españolista que ha venido a desnacionalizar Cataluña", sentencia un diputado, para explicar el "cambio de contexto" que obliga a revisar la estrategia de Junts.

13 agosto, 2024 02:05

Mientras Óscar Puente lanzaba guiños desde su veraneo a Carles Puigdemont, el prófugo que entra y sale de España cuando y como quiere mandaba reagrupar las filas: habrá congreso de Junts el próximo 27 de octubre y en él podría sustanciarse su regreso (nominal) a la presidencia del partido.

Todo son símbolos, círculos que se cierran y referencias históricas en la política liderada por Puigdemont.

El acuerdo para investir a Pedro Sánchez se retrasó hasta que se llegó al 9 de noviembre, aniversario de la primera consulta independentista (la de 2014). El jueves pasado, cuando regresó a España, lo hizo ante el Arco del Triunfo, donde su Govern convocó a las masas el día de la Declaración Unilateral de Independencia (DUI).

Y este congreso extraordinario se convoca, exactamente, para el día en que se cumplan siete años de la DUI. Además, en el mismo día en el que Salvador Illa presentaba su Govern, para robarle (otra vez) el mayor protagonismo posible.

"Éste no es un tripartito como el de Maragall", sentencia un diputado en el Parlament a este periódico. "Es un gobierno unionista, autonomista, españolista, que ha venido a desnacionalizar Cataluña". 

Y lo que es peor, "favorecido por un partido que ha roto el bloque independentista", advirtió Jordi Turull, en rueda de prensa.

Dijo el secretario general que el congreso busca "incluir a todos los que está fuera de Junts, pero se sienten huérfanos" tras la maniobra de Esquerra Republicana. Los de Puigdemont se presentan como los únicos separatistas vivos y, por tanto, "única alternativa a Illa".

Pero eso no basta: la convocatoria de este congreso envía mensajes de unidad a la tropa, de "reactivación" a los más comprometidos con la soñada república... y, a falta de poder real, Puigdemont ejerce el que sí tiene: el de la amenaza al PSOE en Madrid.

Conveniencias

El Gobierno de España existe, pero no sirve para lo que está, gobernar. Sólo una ley en un año, y es "la ley de amnistía que no amnistía", como la definió el expresident en su incursión barcelonesa del jueves pasado [lea el discurso completo en PDF].

Así que el presunto gesto de no haber hecho nada para arrestar al huido de la Justicia más famoso (y doloroso) desde Luis Roldán oscureció la investidura, de Illa. Aunque permitió facilitó que terminara en calma esa misma tarde.

Pero Puigdemont no quiere soltar las siete riendas con las que maneja el rumbo socialista en el Congreso. "Ha cambiado todo el contexto, tras la ruptura del bloque independentista, así que hay que cambiar la estrategia", advirtió Turull.

¿Y eso debe hacerle a Sánchez temer por su Gobierno? "Habrá que ver, nuestro objetivo es la independencia, y actuaremos según la hoja de ruta que definamos en ese congreso extraordinario... si eso provoca temor al señor Sánchez, no es cosa nuestra".

Esas riendas se manejan (se siguen manejando) desde Waterloo. O incluso, desde el centro de Barcelona, avisando un día antes de una maniobra política que ha hundido -"una vez más", según Alberto Núñez Feijóo- la imagen del Estado de derecho en España.

Hubo una amnistía a cambio de la investidura. Y ahora, una fuga (la segunda) a cambio de no romperlo todo.

Lo cierto es que a Puigdemont le convenía hacerlo así, como se lee entre líneas en sus cartas de Twitter. Y a Sánchez también le ha ido bien. Ambos se necesitan: el presidente, para seguir teniendo a quién ofrecer prebendas a cambio de seguir en Moncloa; y el expresident, para que haya uno en Moncloa proclive a arreglarle lo suyo con el Tribunal Supremo.

De ahí las declaraciones incendiarias del ministro de Transportes: "No se sostiene por ninguna parte la interpretación del supremo con la malversación", para mantenerle el delito a Puigdemont. "No con la redacción explícita que hicimos en la Ley de Amnistía".

Pero aunque se debiliten las instituciones, la clave no está en el conflicto entre el Poder Ejecutivo y el Judicial. Sino en demostrar que el PSOE no haya "mirado a otro lado". Porque de ser así, lo advirtió la cúpula de Junts, "habrá que actuar en consecuencia".

Lo de "sacar las garras", de la anterior carta de Puigdemont.

Algo así fue la contestación de Turull: "El Gobierno del estado puede hacer mucho más de lo que hace... si un juez no aplica la ley, se debe actuar contra él como cuando ese juez persigue a quien él dice que no la ha cumplido", dijo el número dos de Puigdemont.

"No hay que hacerlo sólo cuando la cosa afecta a un familiar tuyo, también cuando hay jueces que se ríen del Congreso de los Diputados", remató tras sugerir que el congreso de Junts puede ser el último plazo que se le da a Sánchez para cumplir "lo pactado en el Acuerdo de Bruselas". 

Maniobra moderadora

Puigdemont viajó a Barcelona, aun con todo perdido y a riesgo de ser arrestado, para tensionar a sus bases, y ahora pone en fila a su partido. "Junts es un movimiento central y transversal", admiten sus dirigentes. "Él es el líder, el único que moviliza así", añaden.

Es decir, que los de Puigdemont no son ni de derechas ni de izquierdas. Y que lo único que les ha calmado el odio cerval que se tienen unos y otros ahí dentro -por ejemplo, el secretario general, Jordi Turull, y la presidenta, Laura Borràs- es la figura del líder indiscutido. Y en ese pecado llevan la penitencia. 

El PSOE y el PSC, por su parte, confían en que el caos se apodere del partido y tratan de estimular a algún "moderado" que quede dentro, al estilo de la vieja Convergència. Ante el riesgo de que la ausencia de poder haga que esta idea cale en sus filas, Puigdemont trata de rearmarse.

Porque si Illa quiere "pasar página", él no ha sido "restituido" y ni siquiera puede ocupar su escaño, si hasta el Ayuntamiento de Barcelona está en manos del PSC y no hay poder ni cargos que repartir, ¿cuál es el incentivo que puede quedarle a los menos montaraces para perseverar en la unilateralidad?

Puigdemont vive del relato. Lo hace desde que llegó a la Generalitat en 2016. Y luego redobló su automitificación tras la huida de octubre de 2017. Y hay riesgo, a la vista de la actitud de ERC, de que en sus filas se haga fuerte el sentimiento de que 'más vale la sociovergencia conocida que la República por conocer'... al menos, de momento.

Algo así como ceder al pragmatismo por ahora, para lamerse las heridas y regresar luego con más fuerza.

Pero no. "Esto no es CiU, que lo entiendan de una vez, que aquello acabó", explica un alto dirigente cercano a Puigdemont, en conversación con este diario. Y lo hace en respuesta a los guiños, esta vez de Illa, en la conformación de su nuevo Govern: una Conselleria de Política Lingüística, otra de Deportes que podría impulsar las selecciones catalanas, miembros heredados de aquella Convergència y de la vieja Unió

Seguir, obligado

La operación ha sido detectada en Junts: el PSOE y el PSC quieren hacerles a ellos la envolvente que han consumado con Esquerra, destrozada tras los años de "diálogo" con los de Sánchez, las sucesivas caídas electorales y el definitivo desastre del 12-M.

Ése es el palo.

Y la zanahoria, un acuerdo de investidura que pone por escrito casi todo lo que exige el independentismo, pero que no satisfará a Junts. Por no tener poder y porque la amnistía "no es total ni efectiva"... a menos que a ellos se les reserve la negociación del "referéndum pactado".

Esa terminología, última línea roja, está letra a letra en el llamado Acuerdo de Bruselas para investir a Sánchez. Y ha estado sobre la mesa de negociación en Suiza, que cada mes reúne al prófugo con la mano derecha (Santos Cerdán), y muchas veces a la izquierda (José Luis Rodríguez Zapatero), del presidente.

De momento, nadie ha levantado la mano ni la voz, ni siquiera las cejas, en Junts. Pero en una cosa este partido sí es heredero de CiU, en la vocación de poder. Y antes de que florezca la más mínima disidencia interna, Puigdemont ha decidido seguir en la política activa, incumpliendo su promesa, porque "las circunstancias obligan".

Vamos, que sigue sin ser amnistiado y que, además, su opción política ya no es mayoritaria.