Pedro Sánchez, durante la sesión de control al Gobierno.

Pedro Sánchez, durante la sesión de control al Gobierno. Borja Sánchez-Trillo

Política SESIÓN DE (DES)CONTROL

'Aldana', el cóctel preparado por Sánchez ante la mirada ojiplática de Feijóo: una mezcla de corrupción y ciencia

Más información: Sánchez despacha en 40 minutos la Dana, anuncia 2.274 millones en ayudas y culpa a Mazón de la tragedia.

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Una vez hace no tanto tiempo, en los años de la Memoria Histórica, hubo un Pedro que iba a Unión Radio –lo que hoy es la Ser– para explicar en antena sus nuevos cócteles. Esta mañana, Pedro el nuestro, sin el clin-clin de los hielos pero con la misma gracia creadora que el gran Perico Chicote, ha estrenado en el Congreso la receta "Aldana". Una mezcla de las confesiones del comisionista con el desastre natural que asoló Valencia.

Quizá tengamos que acostumbrarnos. Al principio, tampoco pareció una buena idea combinar la tónica y la ginebra, el ron y la Coca-Cola. ¡O qué decir del kalimotxo con licor de kiwi que tomamos en algunos tugurios de Pamplona por San Fermín! Todas estas cosas nuevas... al padre Feijóo le suenan como le suenan. Desde que se operó y se quitó las gafas, la sorpresa se le distingue mucho mejor desde la tribuna del Congreso.

La escena ha sido más o menos así: llevábamos tropecientas horas de comparecencia –el presidente arenga desde la tribuna sin límite de tiempo– y todos queríamos para el debate un funeral digno. Sin estridencias, sobrio y silencioso. Entonces, ha empezado la sesión de control. La Dana ha dejado paso a Aldama y el padre Feijóo ha intentado tomar la iniciativa. Le ha preguntado a Sánchez por las comisiones del comisionista. Y el presidente del Gobierno ha contestado...

¡Lo juramos! ¡De verdad! Ha contestado: "Usted da más credibilidad a un delincuente confeso que a la Aemet [Agencia Estatal de Meteorología]. Su partido da más credibilidad a los bulos que a la ciencia". Sánchez ya había esbozado esta pirueta mortal durante la comparecencia, pero el letargo de los folios infinitos lo había camuflado entre miles de palabras. La sesión de control es como el porno, todo es mucho más obsceno. Se ve absolutamente todo.

Por ejemplo, lo mejor de las palabras de Sánchez no ha sido el ojiplático semblante del padre Feijóo, sino la ceja levantada de un diputado socialista sentado justo detrás del presidente. La sorpresa le ha disparado el semblante hasta convertirlo en el hijo de Zapatero.

Era una tradición en el Congreso que el Gobierno no contestase a las preguntas que se formulan. No ya de este Gobierno, sino también de los Ejecutivos del siglo XXI. Incluso que el Gobierno se dedicara a hacer preguntas a los diputados de la oposición. Pero camuflar en la catástrofe de la Dana una trama de corrupción sólo estaba al alcance de un verdadero maestro coctelero.

El presidente ha tenido muy mala suerte con los tiempos. La sesión ha comenzado con una entrevista a Aldama en la Cope y ha concluido con la imputación de su hermano. Sabiendo que esto era una posibilidad y que las investigaciones sobre Begoña Gómez continúan, parecía improbable que el presidente criticara en la tribuna el uso de la política para "beneficiar a familiares". Pero lo ha hecho.

Abascal ha esbozado una frase certera: "Sánchez ha perdido el control sobre sí mismo". El problema es que las frases certeras de Abascal, cuando llegan, suelen estar envueltas en un sinfín de regates delirantes dignos del mismísimo Romario, como que el lodo de Valencia es "el lodo asesino de Sánchez".

Este es un Congreso de los Diputados de espaldas a la nación. Ha comparecido el presidente para explicar su gestión de la Dana un mes después del desastre. Las palabras limpias y asépticas de Sánchez para las víctimas sólo han logrado el aplauso de los socialistas. Y las palabras limpias y asépticas de Feijóo para las víctimas sólo han logrado el aplauso de la bancada popular.

Entraba Sánchez por la mañana impasible el ademán, armado con una carpeta de piel marrón a punto de explotar. La carpeta como metáfora de Moncloa. Le ha saludado Patxi López con una palmada en la espalda que lindaba en la frontera con la hostia. Hemos acercado la oreja, pero no nos ha dado tiempo a escuchar el "cago en sos".

Llamaba la atención que fueran los diputados del PP los que tuvieran puestos los auriculares para escuchar al comisionista –veíamos los puntitos blancos en los oídos de Sémper, Cayetana, Bendodo– y que ningún socialista tuviera la oreja puesta en la Cope por si acaso. Un desinterés así por el caso de corrupción que se cierne sobre tu partido sólo puede ser orquestado. Seguro que, mientras se escriben estas líneas, los diputados del PSOE se han puesto al fin los auriculares de vuelta a casa, como si escucharan Radio Moscú en la España de 1940.

Sánchez ha dicho que tenía la intención de comparecer "sin polemizar". Y luego ha acusado al PP y a Vox de "negacionistas" del cambio climático y de fabricantes de bulos. El presidente es exactamente igual que Ayuso: llevan la confrontación en la sangre. Les brota aunque se prometan a sí mismos no pelear.

Feijóo tenía la dificultad de criticar la incomparecencia del Gobierno central en los primeros días de la tragedia sin hacer referencia al despropósito de Mazón de manera paralela. Por eso, por mucho que se esforzaba con datos y datos, sobrevolaba el Congreso, a la altura de los balazos de Tejero, la eterna sobremesa con la periodista mientras Valencia se inundaba.

Ha metido el dedo en la llaga el padre Feijóo, eso sí, con dos frases de Sánchez que –nos consta– enfurecen mucho a Sánchez. El presidente tiene ese problema con el debate político: es mucho mayor el daño que le pueden causar sus palabras que las de los demás. El padre Feijóo ha puesto sobre la mesa el "estoy bien" de Sánchez en rueda de prensa y el "si necesitan más recursos, que los pidan". Veíamos cómo el presidente se retorcía en el escaño.

Para salir del agarrotamiento, se ha metido un chute de poder: "Cuando llegue 2027, les volveremos a frenar. Lo tendremos que hacer las veces que haga falta". Ahí nos ha entrado el miedo y la soberana creencia de que Sánchez morirá en la cama porque a Feijóo no se le termina de poner cara de presidente ni en esta hora en que Aldama ha dejado tiritando al Gobierno.

Ha hecho bien Feijóo en pormenorizar los privilegios que obtenía Aldama de la Administración. Sobre todo los legales, siendo la cumbre la condecoración que le impuso la Guardia Civil. Eso no cuadra con la defensa de Moncloa. Si Aldama es un mindundi, un delincuente, un inventor de bulos, ¿por qué le impuso una insignia el Instituto Armado y hasta se le encargó que agasajara a los agregados de la CIA y el FBI en España?

Sánchez ha mezclado, como contábamos, la ciencia con la corrupción para regalarnos el cóctel "Aldana" y después, algo menos original, se ha agarrado a los guiones de Cuéntame. Se le ha escapado a Bolaños cuando le endosaba a Cayetana lo del 11-M: "En aquellos lejanos años de 2004". Ay, Félix, hasta los jóvenes nos hemos hecho mayores. 2004, ministro, tiene usted razón, queda ya muy lejos.

La Gürtel, las obras de Génova pagadas con dinero negro, Bárcenas y todo eso. ¿Alguna vez podremos poner el contador a cero? Nos sale urticaria de pensar que el PP, cuando gobierne y tenga un caso de corrupción, dentro de veinte años, le dirá al opositor socialista que él fue culpable de Aldama, Ábalos y Koldo.

Abascal le ha preguntado a Sánchez: "¿A cuántos consejeros delegados de grandes empresas llamó usted para pedirles que se reunieran con su mujer?". Sánchez le ha llamado negacionista, racista y franquista.

Menos mal que se ha acordado. Ahora sí que podemos acabar la crónica. Estamos todos. Faltaba Franco.