Cristian Campos: "Ayuso ha trascendido al PP y ha creado una especie de partido propio surgido de la calle"
- "Madrid es una isla liberal en un país sociológicamente socialdemócrata".
- "Seguro que Ayuso fantasea con presidir España, ¿qué futbolista no quiere ganar la Champions?".
- "Cuando Ayuso abrió los bares, Sánchez vio en ella una adversaria, una política tan temeraria como él".
- "Para mí, quitarme la mochila identitaria catalana de encima fue como salir del armario".
- El jefe de Opinión de El Español publica "Me gusta la fruta" (Deusto, 2024), un libro donde analiza el fenómeno Ayuso.
Cristian Campos es un hombre reposado, de voz rasgada y ademanes quietos. Impasible el ademán. ¡Facha! Le dirían esos que le siguen en redes sociales para enervarse con sus análisis. Luego, escribiendo, resulta todo lo contrario. De las manos del pianista tranquilo brotan verdaderos cócteles molotov.
Cristian, nuestro Cristian, es un Jekyll y Mister Hyde mucho más verdadero que el que alumbró Stevenson. “Joder, ¡pero si eres simpatiquísimo! ¡Coño, pero si eres un tío súper tranquilo!”. Esto, a él, le hace muchísima gracia. Y requiere dominio del lenguaje. Porque el Cristian agitador es el mismo que, como jefe de Opinión, escribe la voz institucional del periódico a través de los editoriales.
El Cristian Campos de las redes, el escritor, el columnista, es un personaje teatral, cincelado a golpe de artículo. Es él mismo quien emplea esos términos –“teatro”, “personaje” y un largo listado de etcéteras– para explicar algo que subyace también en Ayuso, la protagonista de su último título: “Me gusta la fruta” (Deusto, 2024).
Campos concibe que la comunicación de hoy requiere hipérbole, populismo y drama; y ese es el cauce “adecuado” para defender unos principios insobornables. A Ayuso la describe así: una “populista” en los medios que luego gestiona tecnocráticamente.
El libro de Cristian Campos es el primero que se publica sobre el llamado fenómeno Ayuso aunque, en realidad, el nombre de la presidenta es tan sólo la excusa para analizar algo mucho más complejo: los medios de comunicación, los asesores en la sombra, la salud de la derecha, el eterno conflicto entre liberalismo y conservadurismo, los poderes fácticos en general, la partitocracia en particular.
Mediante un detallado trabajo de hemeroteca, unido a un puñado de entrevistas con los rostros fundamentales en el entorno de la presidenta madrileña, Campos traslada el estilo inconfundible de sus columnas a la elaboración de un marco sobre la política moderna.
No es un libro neutral ni distante. Es un libro de combate, pero también un libro que señala los puntos débiles de la presidenta. Para qué nos vamos a engañar: Cristian Campos no ha escrito el libro soñado por Ayuso; es justo al revés. Cristian Campos es el escritor de discursos soñado por Ayuso.
***El libro se presenta este lunes 2 a las 19:30 en el Club Financiero Génova (calle Marqués de la Ensenada, 14. Madrid)
Tengo una sensación. El libro empieza hablando de Madrid y su contraste con la Barcelona de los últimos años, en la que viviste durante décadas. Relatas la bocanada de aire fresco que sentiste al llegar aquí. ¿Este es uno de los motores escondidos en la escritura del libro? Da la sensación de que experimentaste una especie de metamorfosis.
En Cataluña, desde que eres pequeño, te convencen de que eres la leche por el simple hecho de haber nacido allí, por la somera razón de hablar en catalán. Te hacen creer que eres culturalmente más sofisticado, más afrancesado, de alguna manera más aristocrático.
Y al otro lado de la linde están los españoles embrutecidos, chillones, pobres y harapientos. Los de la maleta de cartón. Estoy exagerando, pero creo que se entiende lo que quiero explicar. Ese discurso es muy goloso para un niño. Porque el niño se lo cree y crece pensando que vive en el mejor de los mundos posibles. Viví cuarenta años en esa Barcelona.
Y el periodismo dictó mudanza.
Me vine a Madrid tras un año en Cádiz. Cuando llegué aquí, pensé: “Esto no tiene nada que ver con lo que me habían contado”. Cuando haces clic, cuando te empapas de la realidad, ya no hay vuelta atrás. Ya no vuelves jamás a ese punto de… “Soy la hostia por el hecho de ser catalán”.
Celebras Madrid como la tierra donde se diluyen las identidades.
Claro, porque, en cierto modo, en Madrid nadie es de Madrid. Y el que llega se quita de encima la mochila de la identidad. Pongamos como ejemplo este diario. Tú eres de Pamplona, yo soy de Barcelona, el director es de Logroño, Lorena G. Maldonado es de Málaga, Víctor Núñez es de Burgos, Ferrer Molina es de Valencia. Para encontrar un madrileño hay que rascar mucho.
Madrid es la ciudad más española de todas porque en Madrid están todas las Españas. Al mismo tiempo, Madrid es la ciudad menos española de todas porque es la más mezclada, la más cosmopolita. Para mí, quitarme de encima la mochila identitaria fue una liberación como salir del armario. No he pasado por esa experiencia, pero sí por la de vivir en un ambiente ideológicamente opresivo. Y hoy, al fin, vivo en un lugar donde esa obsesión no existe.
En el libro aparece varias veces Madrid como “ciudad-estado”, como una especie de Vaticano dentro de España. “El Singapur español”, dices en otro momento.
A raíz del procés, muchos han especulado sobre el futuro de Cataluña y el País Vasco como naciones independientes. Creo que la única Comunidad que podría sostenerse en forma de Estado sería Madrid. Cataluña tiene una deuda absolutamente inasumible y el País Vasco vive dopado por una serie de privilegios fiscales. Juego con esa terminología de la “ciudad-estado” porque me parece una idea interesante. Además del crecimiento económico, opera otro factor: Madrid es una región sociológicamente liberal en un país sociológicamente socialdemócrata. Es como una isla.
¿España es un país mayoritariamente de centro-izquierda? El primero que lo leyó fue Adolfo Suárez, que gobernaba representando a la derecha democrática pero con importantes medidas sociales. Luego creó el CDS, que fue más bien de centro-izquierda. Y, después, tradicionalmente, los medios de izquierdas se impusieron en las audiencias.
Eso venía sucediendo en Democracia. La mayoría escuchaba la Ser gobernara quien gobernase, pero el panorama está cambiando. Creo que por primera vez se está produciendo un verdadero corrimiento de tierras. Sociológicamente, España se está moviendo.
Pero a la pregunta: no es tanto que crea que España es un país socialdemócrata, sino que tengo claro que España es un país estatalista. Predomina esa creencia según la cual el Estado está obligado a hacerse cargo de ti desde que naces hasta que mueres. ¿Quién es el gobernante más liberal en nuestro país? Ayuso, y ni siquiera es una liberal pura.
Empecemos por el principio, la creación de Ayuso. El libro pone sobre la mesa cinco tesis: fue Miguel Ángel Rodríguez, fue Casado, fue Esperanza Aguirre, fue Teodoro García Egea, fue Pedro Sánchez. ¿No son todas compatibles? ¿No es Ayuso la suma de todo eso?
Sí, esa es mi sensación. Todo eso apuntaló a Ayuso. No fue solo MAR, no fue solo Casado, no fue solo Esperanza. Es una combinación de factores, como casi todo en la vida. Si tuviera que escoger un solo factor, elegiría la pandemia, cuando abrió los bares mientras en toda España estaban cerrados. Ahí fue cuando Sánchez se dio cuenta de que ella era su verdadera adversaria.
Sánchez siempre tuvo claro que Casado no era rival para él, apenas le hacía caso. Cuando vio que Ayuso, en medio de una pandemia, abría los bares, pensó… “Joder, ahí hay alguien que toma riesgos igual que los tomo yo”.
Una política temeraria, como Sánchez.
Exacto, alguien que no está constreñido por la política tradicional. Sánchez se volcó contra Ayuso como jamás había hecho contra Casado. Eso hizo que Casado sufriera una crisis de inseguridad y ahí también estalló la guerra interna contra Ayuso. Por eso la pandemia, la decisión de abrir los bares, fue tan importante.
Desgranemos a los creadores de Ayuso. Casado la eligió cuando nadie daba un duro por ella y luego volvió a darle todavía más vida cuando quiso matarla. Pero, ¿qué pasaba por su cabeza? ¿Cómo fue posible que quisiera quitar de en medio al mejor activo electoral de su partido?
Por decirlo en una palabra: inseguridad. Casado nunca tuvo una fe excesiva en Ayuso. Creo que la escogió como candidata de transición. Los sondeos eran muy malos para el PP. Creían muy posible perder la Comunidad de Madrid. Pero Ayuso, perdiendo las elecciones, lo salva por los pelos. Después interviene el factor pandemia que hemos comentado.
Y entonces Casado, que no tiene el control sobre el PP porque mucha gente desconfía de su liderazgo, entra en pánico. Le asalta esa mezcla de celos y de inseguridad. Además, tenía al lado a Teodoro García Egea, el secretario general, que era conocido como “el general secretario” por sus métodos estalinistas de purgas internas.
¿Ayuso es un fenómeno político que sólo se explica con el conflicto? ¿Crece a lomos del conflicto? Los ataques de Sánchez y Casado la catapultaron.
Sí. Igual que Pablo Iglesias, que Donald Trump, que Javier Milei, que Giorgia Meloni… Ayuso es una de las representantes de esa nueva manera de hacer política que trasciende los partidos tradicionales. Son líderes que han entendido cómo funciona la comunicación moderna y adónde se dirigen las sociedades modernas. Sánchez también lo ha entendido y los dos se crecen en la confrontación.
De hecho, uno de los problemas comunicativos que afronta ahora Ayuso es que ya no tiene un enemigo interno con el que chocar porque Feijóo es más inteligente que Casado y no va a abrir una guerra con ella. Al mismo tiempo, Sánchez si está peleando algo más con Feijóo y eso divide la tarea de oposición cuando antes era solo de Ayuso.
Otro factor jugó también a su favor, tal y como cuentas en el libro: era una mujer frente a dos hombres.
Sí. Además, confrontaba con el presidente del Gobierno, el hombre más poderoso del país; y con el presidente de su partido, el hombre más poderoso de la derecha. Aprovechó eso que algunos llaman “victimismo”. Uno contaba con todo el aparato de Moncloa y otro con todo el aparato de Génova. Eso generó una ola de simpatía inédita. “Mira ésta cómo se está zurrando con esos dos”.
Pero Ayuso supo leer bien: no guerreaba en una batalla absurda. Tenía la certeza de que se enfrentaba a los dos tíos más odiados de España. A Sánchez lo odia todo lo que no es la derecha y a Casado lo odiaban quienes, en la derecha, lo creían incapaz de acabar con Sánchez.
El caso de su hermano, lo de los contratos con la Comunidad de Madrid, fue el eje del ataque de Casado a Ayuso. Es un caso que, según la Justicia, está libre de culpa penal. Pero está acreditado, según tengo entendido, que el hermano obtuvo contratos de la Comunidad de Madrid estando ella en la presidencia. Eso, más allá de ser legal porque Ayuso no intervino directamente, ¿es ético? ¿Es estético? ¿Es moral que un ciudadano pueda conseguir contratos de una Administración que preside un familiar?
Es una buena pregunta. Jurídicamente, no hay ni hubo nada. La Fiscalía Anticorrupción española y la Fiscalía Europea descartaron cualquier tipo de irregularidad. El hermano de Ayuso llevaba toda la vida trabajando como comercial en ese sector. Te devuelvo la pregunta de otra manera.
Adelante.
¿Se puede privar a un ciudadano de poder seguir haciendo su trabajo porque un familiar ha llegado a la presidencia de una Administración? Lo de Begoña Gómez es distinto porque existen indicios de que se valió de la posición de su marido para conseguir réditos empresariales. Pero me parece interesante lo que planteas porque creo que, en España, debería aprobarse una especie de código ético para este tipo de prácticas.
Sigamos con los creadores. Miguel Ángel Rodríguez le dio a Ayuso el lenguaje, los eslóganes, la táctica. ¿Es el personaje más determinante en esta historia?
MAR es un personaje singular porque entendió muy bien la política de los ochenta y está entendiendo muy bien la de ahora. Fue uno de los artífices de la llegada de Aznar a Moncloa en el 96; la primera victoria de la derecha en Democracia. No es moco de pavo. Ahora, en un contexto completamente diferente, ha vuelto a ganar. Es como el entrenador que gana la Champions con dos equipos diferentes. Creo que sí, que es la persona más decisiva en el fenómeno Ayuso.
El libro explica que el gobierno de Ayuso está inundado de periodistas y que eso le insufla una manera de comunicar que llega a la gente. Una manera de combatir esa política tan extendida hoy de decir un montón de palabras para no decir nada.
Salvando las distancias, fijémonos en la clave de Trump: esa manera de hablar con un vocabulario tremendamente básico pero muy directo, que entiende todo el mundo. No hay dobleces, no hay mensajes subliminales. Podemos entrar a valorar si dice o no tonterías, pero todo el mundo sabe lo que está diciendo.
Ese hablar claro y directo es muy propio de los periodistas. Ayuso lo considera imprescindible. Ella estudió Periodismo y muchos de sus altos cargos son periodistas, entre ellos el propio MAR. Es muy típico que, en el PP y en el PSOE, ante una metedura de pata, haya alguien que salga diciendo: “El fallo ha sido no saber comunicar”. Ayuso sabe comunicar.
Pero eso también está teniendo su contrapartida. El populismo que atribuyes a su liderazgo y a su lenguaje claro conduce a la exageración: comparaciones con dictaduras genocidas, por poner un ejemplo.
Lo veo de una manera menos tremendista que la del consenso mayoritario. Una cosa son los bulos, las informaciones falsas; y otra muy distinta la hipérbole que siempre ha formado parte de la política. En la política de hoy, esa teatralización, como de reality show, tiene todavía más espacio.
Cuando Sánchez dice que vienen los fascistas, la gente no cree que venga un proyecto como el de Mussolini. Y cuando Ayuso compara a Sánchez con Stalin, la gente no piensa que el Gobierno se va a poner a asesinar a la gente. Porque la gente, al fin y al cabo, es mucho más lista de lo que piensan los políticos. Además, tenemos idealizada la Transición. También se decían cosas muy duras.
Tengo una percepción tras leer el libro, veo el siguiente maquiavelismo en Ayuso. De puertas hacia fuera, ese populismo del que estamos hablando. De puertas hacia dentro, gestión en manos de tecnócratas.
Madrid ha crecido mucho económicamente con Ayuso. Eso responde a una buena gestión. Todo ese relato de que Madrid es Mordor, de que aquí los servicios públicos no funcionan… No es cierto. Las calles no estarían tranquilas si los servicios públicos se hubieran desmoronado en una ciudad con tres millones y pico de habitantes.
Sí, Ayuso tiene esas dos facetas, eso está en el libro. La de la comunicación, la mediática, que es muy populista; y luego la faceta tecnocrática, que está más escondida, que es más de un trabajo callado.
El punto más criticado de su gestión es las residencias en pandemia. Tú niegas la mayor sobre los hechos que le imputa la izquierda.
Sí, porque creo que es la crítica que más ha cuajado. Los 7.291 muertos en las residencias de Madrid. Primero, no es cierto que la tasa más alta de muertes en residencias la tenga Madrid. Proporcionalmente, la tiene Aragón, que estaba gobernada por el PSOE. Madrid estuvo en la media.
La tergiversación comenzó cuando se filtraron los protocolos de triaje de Madrid, que también funcionaron en otras Comunidades aunque no existieran de forma explícita. Si tienes un respirador y lo necesitan tres personas, ¿a quién salvas? Es cruel, pero es la realidad de cualquier sistema sanitario en una situación extrema.
Vamos con otro de los creadores de Ayuso: Sánchez, su enemigo supremo. ¿Ayuso puede entenderse sin Pedro Sánchez? Si Feijóo hubiera gobernado tras las últimas generales, ¿el proyecto de Ayuso habría quedado reducido a la nada?
Hay algo muy interesante que pasó desapercibido. Ayuso creía que Feijóo gobernaría tras las últimas generales. Por eso, relevó a los pesos más políticos de su gobierno y los sustituyó por perfiles más tecnocráticos, más gestores. Creía que venían cuatro años de calma. Pero sucedió todo lo contrario. Se ha abierto una era de todavía más polarización.
La cuestión es qué sería de un perfil como el de Ayuso sin la posibilidad de la confrontación permanente con alguien como Sánchez.
Creo que se reinventaría, que centraría sus esfuerzos en llevar a cabo los grandes proyectos que tiene en la cabeza. Eso no quiere decir que no esté trabajando en eso ahora; lo que pasa es que hoy divide sus esfuerzos entre la batalla política y los grandes proyectos.
Tienes claro que Ayuso y Feijóo no van a mantener una guerra como la que hubo con Casado. ¿Existe una especie de pacto de no agresión? ¿Ayuso va a respetar a Feijóo hasta las próximas generales?
Como decía antes, Feijóo es más listo que Casado. No sería capaz de armar una operación como aquella, con espías cutres estilo Mortadelo y Filemón buscando chanchullos en la vida privada de Ayuso. En la guerra contra Casado, Ayuso compareció en defensa propia. Casado se lo buscó.
No es tanto que haya un pacto de no agresión, sino que a ninguno de los dos le conviene agredir al otro. Se miran de reojo, pero como se han mirado siempre un líder de partido y un barón importante de ese partido. Para lo que tú insinúas, una Ayuso intentando desbancar a Feijóo, tendría que producirse un cataclismo político. Por ejemplo, un nuevo fracaso del PP en las generales.
¿Ayuso dice la verdad cuando asegura que su ambición está colmada con la presidencia de la Comunidad de Madrid? Escribes que decir eso es como si un futbolista dijera que no quiere ganar la Champions. No te la crees.
Claro. Es que la ambición es algo natural. Que Ayuso fantasee con algo así es lógico. No digo que se lo esté planteando para ahora, pero sería extraño que lo hubiera descartado para siempre. A cualquier político con esa remota posibilidad se le pasa alguna vez por la cabeza.
Dices que Pedro Sánchez, Pablo Iglesias e Isabel Díaz Ayuso son los únicos tres políticos españoles que han sabido leer lo que viene. Son liderazgos fuertes, agentes libres que no dependen de las estructuras de partido. Planteas una pregunta en el libro para la que dices no tener respuesta: no te cabe duda de que a Sánchez no le importa que, a su final, se hunda el PSOE. Sin embargo, dudas de que a Ayuso le pase lo mismo con el PP. ¿Ayuso cree que el PP le resta más que le suma?
No creo que piense que el PP le resta, pero sí pienso que ve a su partido anclado en algunos clichés de la política de los noventa. También creo que piensa que el PP no comunica bien, no transmite mensajes claros, no tiene un proyecto definido. Y también creo que le gustaría que el PP confrontara más duro con Sánchez.
Conclusión: creo que Ayuso, como muchos españoles, piensa que el PP no está transmitiendo la sensación de emergencia nacional que merece el Gobierno de Sánchez.
Aseguras en el libro que el PP es un partido que pretende representar al centro-derecha pero que en realidad es socialdemócrata. ¿Cómo lo sostienes?
Mucha gente dice que Ayuso es una política de derecha dura. A mí no me lo parece. Ayuso es liberal. Incluso hay asuntos, como el tema trans o los menas, en que está más cerca de la izquierda que de Vox. En España, para etiquetar a los políticos, nos guiamos por el tono y las formas. Eso conduce al error.
Eso pasaba mucho con Cayetana. Alguna gente dice guiada por ese proceso de etiquetaje: “Ojalá Cayetana estuviera en Vox”. Joder, no se han parado a escucharla. Cayetana jamás estaría en Vox, lo considera un partido nacionalista y muy conservador.
Al mismo tiempo, cuando Ayuso no era nadie, el PP fue la plataforma que le permitió serlo. Quiero decir: la estructura elefantiásica del partido le permitió llegar al gobierno.
Sí, eso es cierto. El PP tiene esa capilaridad brutal en los territorios y Ayuso se valió de ella. Pero, en el momento actual, Ayuso ha trascendido las siglas. Ese mito según el cual si presentas a una silla en Madrid por el PP gana la silla…
Es lo de la cabra que decía Alfonso Guerra del PSOE en Andalucía.
No creo que la silla, la cabra ni ningún otro candidato consiguieran la transversalidad que ha logrado Ayuso. Su gran victoria ha sido no necesitar pactar con Vox. Ayuso ha cuajado y ha creado una especie de partido propio de manera espontánea. Eso ha surgido en la calle. Es difícil de gestionar para el PP.
Ahora que has mencionado a Vox. En el libro se analiza la estrategia en relación a Abascal tanto de Ayuso como de Feijóo. Te inclinas por la de Ayuso y concibes la de Feijóo un fracaso.
Es que la estrategia de Feijóo no tiene ningún sentido. Si dices: “Vox es la peste, no tengo nada que ver con ellos, sería un peligro que llegaran al gobierno”. Y luego acabas pactando con ellos en las Comunidades… Lo que haces es desplazar los votos del centro a los partidos de izquierdas. Porque esa gente piensa: “La única manera real de evitar esa peste es votar a la izquierda porque ellos sí impedirán la llegada de Vox”.
Ayuso tiene una táctica más inteligente, muy parecida a la de Sánchez con Podemos, Bildu y compañía. Dice que es un partido democrático y legítimo y no esconde que, si lo necesita, pactará con ellos en función de los intereses de la ciudadanía. No genera animadversión en su potencial bloque de votantes. En España hace falta un partido que niegue de verdad los dogmas de la izquierda sin caer en los simplismos de Vox.
Otra novedad de Ayuso es su desclasamiento respecto a su partido. Ha vivido siempre de alquiler, procede de una familia humilde, no es aparentemente religiosa… Nada que ver con los Rajoy, Aznar, Esperanza Aguirre… Y también le pasa a Sánchez al revés: casado con la novia de toda una vida, propietario de casa en urbanización con piscina, dueños de otro piso que ponen en alquiler.
Eso lo explica muy bien Bustos en el libro. Dice que Ayuso descoloca a la izquierda porque es clase popular que genera prosperidad económica. Ayuso, por procedencia social, debería ser, entre comillas, de izquierdas. Pero esos parámetros han cambiado. Trump lo ha conseguido radicalmente en Estados Unidos.
Ayuso pone nerviosa a la izquierda por su procedencia popular y de clase trabajadora. Eso no sólo funciona en positivo; también le genera conflictos a Ayuso con los capillitas de su partido, con la versión más conservadora del PP.
Te refieres a dirigentes como Almeida.
Almeida estudió en Retamar, luego en una universidad privada, después se hizo abogado del Estado. ¿Recuerdas lo que nos dijo en aquella entrevista? “Siempre hice lo que se esperaba de mí”. Se ha casado con una Borbón. Ayuso ha ido cambiando de novio, se va a dormir escuchando Depeche Mode y tiene algunos tatuajes. No tiene nada que ver con el PP tradicional.
En el libro se apunta al novio como punto débil precisamente porque, de confirmarse los hechos apuntados hasta ahora, dañarían la imagen de Ayuso asignándole el pecado original que no tenía: la corrupción tan típica del PP de Madrid, el estar emparejada con un presunto evasor de impuestos… No le afectaría penalmente, no serían delitos cometidos por ella, pero sí le dañaría mucho mediáticamente.
Es así. Y sería terriblemente injusto porque, además, la gran mayoría de los hechos que se investigan son anteriores a que se conocieran. Pero, pongámonos en el peor de los casos para él: que fuera condenado por defraudar a Hacienda. Eso le haría daño porque ya no sería sólo una mujer del pueblo.
Sería una mujer del pueblo que vive con el estereotipo de la corrupción del PP de Madrid: el defraudador con cochazos y negocios turbios. Eso es peligroso para ella porque la sacaría de ese marco ideal en que nació su fenómeno político.
Javier Corbacho, compañero nuestro, decía el otro día: “Existe la culpa in vigilando, la culpa in eligendo, pero que yo sepa no existe la culpa in copulando”. Ayuso no tendría responsabilidad penal, ni siquiera política, pero mediáticamente le perjudicaría mucho.
Hay un asunto del que en los periódicos, generalmente, no nos atrevemos a hablar: la maternidad de Ayuso. Creo que es el epicentro, en ocasiones, de su propia defensa y de los ataques de la izquierda. Tuvo un aborto hace poco, contó que estaba intentando ser madre y, como es lógico, se le vio devastada tras el aborto no provocado.
Es un tema tan personal… Pero estoy de acuerdo contigo, es un punto clave. Ella considera que la política, en cierto modo, te roba una parte de tu vida. Si eres una mujer y te roba los años en que puedes tener hijos… Acaba resultando muy duro. Es pura biología. Para un hombre, perder esa década de su vida tiene unas consecuencias muy relativas. Para una mujer, perder esa década puede ser devastador.
A Ayuso, el punto álgido de su carrera le ha cogido en ese momento. Además, ella siempre había querido tener hijos. No estoy descubriendo nada; lo ha contado en público alguna vez. Creo que la oposición, aunque no explícitamente, ha aprovechado ese factor. Han jugado con eso.
El libro acaba reflejando una suerte de pérdida de la iniciativa, el comienzo del descenso de la montaña popularidad. Ya no estamos en ese momento en que hasta una metedura de pata era una genialidad. ¿Te acuerdas? Decía que le gustaban los atascos de Madrid y muchos la alababan. Eso se ha ido diluyendo por la cuestión lógica del paso del tiempo. ¿Qué futuro le auguras?
Me ha cambiado la perspectiva algo que ha sucedido después de entregar el libro: el caso Lobato. Imagínate que se confirma que Moncloa intervino directamente en la filtración de los correos del novio a los medios de comunicación. Imagínate que se desata una ola de imputaciones. Eso podría acabar tumbando al Gobierno a la larga. Y Ayuso se revelaría como la artífice de la caída de Sánchez.
Ayuso, no; ¡el novio!
Es verdad, ¡el novio! ¿Te imaginas? Estatua en Madrid al gran defraudador. Sería todo como una película, como una novela.