Un 62% de los españoles y un 70% de las españolas creen que "vivimos en un mundo peor" que el del año 2000
- Si los datos se desglosan por partidos políticos, sólo los votantes nacionalistas creen que en 2025 el planeta es más habitable que en el 2000.
- Más información: El rearme de Europa ante una Rusia cada vez más agresiva en el año con más conflictos desde la Segunda Guerra Mundial
El mundo es peor que hace veinticinco años. Los españoles creen que el planeta que habitan este 2025 tiene mucho que envidiar al que les acogió en el estreno del siglo XXI. Además, se trata de una conclusión ampliamente mayoritaria: hasta un 66% lo cree así. Sólo un 19% piensa que la situación es mejor y apenas un 12% concibe que la salud mundial ni ha mejorado ni se ha resentido. Así se desprende del último sondeo realizado por SocioMétrica para EL ESPAÑOL.
Para más inri, los datos no arrojan variaciones importantes cuando se desglosan por sexo y edad. Un 62% de los hombres y un 70% de las mujeres creen que el mundo es peor que en el 2000. Un 70% de los menores de 35 años, un 69% de los que están entre los 36 y los 60, y un 61% de los que tienen más de 61 están en esta tesis. No hay un solo colectivo generacional ni de sexo donde los que creen que el mundo es hoy mejor superen el 25%.
Resulta destacable que las mujeres tengan una mirada más pesimista/realista, porque su percepción es ocho puntos peor que la de los hombres. Sin embargo, en el cómputo global, la conclusión alcanzada por los dos géneros es prácticamente la misma.
Las novedades aparecen cuando las cifras se desmigan en relación al recuerdo de voto; es decir, al partido al que se apoyó en las últimas elecciones generales. Aquellos que apostaron por formaciones nacionalistas son los únicos que estiman la salud mundial de 2025 mejor que la del 2000: un 42,3% frente a un 30,7%.
Entre los votantes socialistas, el debate es pronunciado. Un 42,1% ve al planeta peor frente a un 38% que lo ve mejor. En Sumar/Podemos, un 65% lo ve peor y un 21% mejor.
Cuando se vira hacia la derecha, las tornas cambian con contundencia. Un 67% de los electores del PP y un 85% de los de Vox diagnostican un empeoramiento de la situación. Entre los abstencionistas, este porcentaje se dispara hasta casi el 93%.
Hasta aquí los datos, pero veamos qué hay detrás. Siguiendo las tesis del mediático sociólogo Steven Pinker, podría argumentarse que esta encuesta es contradictoria. ¿Cómo es posible que, habiendo más riqueza que nunca, habiendo más tecnología que nunca y existiendo una medicina mejor que nunca, una amplia mayoría de españoles crea que el mundo es peor?
A esto podríamos añadir que el comienzo del siglo XXI también contaba con grandes conflictos geopolíticos: había guerras civiles en varios países africanos como Burundi, el Congo o Sudán. Emergía con fuerza el grupo terrorista Boko Haram. Se desarrollaban las guerras de Irak y Afganistán y todavía no había acabado el conflicto de los Balcanes.
¿Entonces? ¿Por qué este mundo es ostensiblemente más peligroso más allá de esa querencia humana por el pasado que se hizo tópico en el "cualquier tiempo pasado fue mejor"?
Todos estos conflictos armados estaban encapsulados. Se veían lejanos. Ninguno de ellos amenazaba con tener una influencia negativa en la vida cotidiana de los españoles. Sólo la guerra de Irak, con la entrada de España a través del mandato de Aznar, provocó manifestaciones e indignación. Pero eso sucedió ya entrado el siglo. Llama la atención que el fin de ETA, el fin de la posibilidad de que pegaran un tiro en la nuca al que pensaba distinto, no se traduzca en un mayor optimismo hoy.
Hoy, la invasión de Ucrania por parte de Putin concierne a todos los países miembros de la OTAN –España entre ellos– y ha segregado la sensación de una amenaza sobre el modelo de vida occidental. Por otra parte, la llegada al poder de partidos en Europa que no condenan con firmeza a Rusia –véase a Viktor Orbán o el crecimiento de Le Pen en Francia– genera un desasosiego que llega a poner en entredicho la idea de Europa. ¿Para qué sirve la Unión Europea? ¿Europa funciona?
La derivada política es mucho más amplia. La estabilidad que granjeaba el bipartidismo de los 2000 ha sido sustituida por la polarización de 2025 y el crecimiento exponencial de los partidos que propugnan el extremismo. Bien sea por la derecha con los movimientos autárquicos de los Estados-nación, bien sea por la izquierda con los movimientos que ponen sobre la mesa modelos de economía socialista. La caída de los partidos socialdemócratas es uno de los síntomas más pronunciados. A todo ello hay que sumar el descrédito generalizado de las instituciones.
En ese puzle encaja el único dato discordante: el optimismo de los votantes nacionalistas. Es incuestionable que, en estos veinticinco años, su esperanza ha ido in crescendo. Sobre todo en España. Primero fue la nación "discutida y discutible", después la aprobación del "Estatuto que venga de Cataluña" que acuñó Zapatero, más tarde el soberanismo independentista de Artur Mas y luego lo que conocemos como procés. Hoy, como colofón, los partidos nacionalistas tienen la llave del Estado. Sólo con ellos el Gobierno puede aprobar leyes.
En el 2000, Europa vivía todavía en los rescoldos de la euforia por la caída del Muro de Berlín. El nuevo milenio se aparecía esperanzador y predominaba la certeza de que las guerras, por guerras que fueran, se resolverían en favor de Occidente. Incluso había quienes consideraban que Rusia se había occidentalizado a través de su pacto de no agresión con la OTAN. Hoy, esa situación ha sufrido un giro de 180 grados. ¿Qué pasará en Estados Unidos con el regreso de Trump?
Las cuatro losas
Hemos descrito las diferencias entre un mundo y otro, pero hay cuatro losas que explican el abismo que se ha abierto entre ambos. La primera, el atentado contra las Torres Gemelas de 2001. Ahí comenzaba la liposucción del optimismo mundial. El yihadismo ya no era una fuerza minoritaria con capacidad limitada. El yihadismo podía asesinar masivamente en el corazón de la democracia. Y así ha venido sucediendo desde entonces.
La segunda, la crisis financiera de 2008, que arruinó de manera transversal por toda Europa y que dejó a los países del sur de la Unión en una situación de la que todavía quedan heridas, sobre todo entre la gente joven: el paro, la vivienda...
La tercera, la pandemia. Aquello nos empujó a una situación casi medieval. Nos sentíamos vulnerables sanitariamente; una sensación inédita para todas las capas de la población exceptuando la tercera edad. El Estado se confesaba también vulnerable ante la sociedad, incluso los médicos. Había una enfermedad que mataba y que no tenía cura. Llegaron a convertirse las pistas de patinaje sobre hielo en depósitos de cadáveres. Nadie descarta a estas alturas, en 2025, que a lo largo de su vida pueda enfrentar una pandemia similar.
La cuarta y última, la aceleración del cambio climático y la consecuente aparición de catástrofes naturales. España parecía blindada, pero el terremoto de Lorca o el volcán de la Palma cambiaron la idiosincrasia nacional. Después la Dana fue el mayor aldabonazo en nuestras conciencias. Esta encuesta ha sido realizada después de la riada que arrasó Valencia.
Es difícil emplear un calificativo tan grueso como "mejor" o "peor" para definir al mundo. Lo que parece claro que es que el mundo de 2025 es más peligroso que el del 2000.
Ficha técnica
Se han realizado 2.953 encuestas a españoles mayores de edad, extraídas de forma aleatoria de un panel respresentativo de la población española de n=10.000, entre los días 26 y 30 de diciembre de 2024, con equilibraje muestral según cuotas de sexo, edad y provincia de residencia. Posteriormente, se han reponderado los resultados nacionales por recuerdo de voto en las elecciones de Jul23. La convergencia por interacción no cruzada para el total nacional es del 97%. El margen de error es <3% para un intervalo de confianza del 95%.