Sonsoles Ónega: "Las imágenes de Paiporta desmontan los kilómetros de injusticias que se escribieron contra la Reina"
- "Muchos ciudadanos hoy, al contrario que en los noventa, están relativizando la corrupción. Me parece muy peligroso".
- "El Estado de las Autonomías se nos ha ido de las manos. Está por nacer el líder que se atreva a corregirlo".
- "El discurso de Moncloa contra los jueces me parece peligroso".
- "Me llamo Sonsoles por la hija de Adolfo Suárez. Su imagen firme, sentado en el escaño el 23-F, me marcó mucho. Me gustaría que los Reyes me trajeran los originales de los discursos que le escribió mi padre. ¡Sé que los guarda!".
Ella dice que su padre le puso el nombre por la hija de Adolfo Suárez. Sonsoles. Un Sonsoles para toda la vida para hacerle un poco la pelota al jefe. Pero Fernando Ónega, igual que cuando le escribía al presidente los discursos, acertó. Aparece Sonsoles de invierno, envuelta en chaquetones que no sabemos cómo se ha puesto porque su flequillo conserva el miniaturismo de Goya. Y aparece irradiando luz, algo parecido a la alegría que no es exactamente alegría pero que no sabemos nombrar. Son soles.
Alegría es una palabra muy gruesa, muy abstracta. Podemos apuntar –quizá sea eso lo más exacto– que aparece Sonsoles y la gente se pone contenta. ¿Dónde se ha visto esto? ¿Que aparezca el jefe y la gente sonría? ¿Es toda esta redacción un grupo de figurantes contratados? Estamos en medio de la redacción de "Y ahora Sonsoles", el programa líder de la tarde.
El flequillo de Sonsoles –pensamos al conocerla– es como el consenso, un milagro. Los peluqueros de Sonsoles deben de ser los padres de la Constitución.
Al principio, nos parece un poco raro hacer la entrevista aquí en medio, a la vista de todos. Sonsoles ni se inmuta. Debe de ser la costumbre: hablar de las cosas de todo el mundo delante de todo el mundo. Viene una compañera y le unta las manos en gel, como si estuviéramos en una clínica de masajes tailandeses.
–Oiga, ¿qué hacen?
–¿Esto?
–Paren, hombre, paren, ¡que tanto gel no se absorbe!
–Es gel antiséptico. Se absorbe a la perfección y huele de maravilla. Lo hacíamos con la pandemia y se nos ha quedado como ritual.
Sonsoles nos acerca la mano a la cara para que se la olamos. La mano desnuda de Sonsoles. Sonsoles tiene novio y nos da miedo acercarnos porque hemos estudiado con las monjas del Sagrado Corazón.
Tenemos miedo de suspender la entrevista porque Sonsoles está enamorada de un tal Juan y nosotros no tenemos ni puñetera idea de quién es Juan. De hecho, nos enteramos justo antes de venir leyendo las noticias. No habíamos incluido ni una pregunta al respecto. ¿Y si Sonsoles quiere hablar de amor? Nos dijo Jesús Quintero antes de morir: "¿Hace cuánto que vuestro periódico no publica cartas de amor?". ¡Ay, Jesús, que es Navidad, has vuelto a nacer y parece que estás aquí!
Habíamos preparado un cuestionario revolucionario: que si sus libros, que si su labor de cronista parlamentaria en el Congreso, que si sus padres, que si esa Transición que vivió tan cerca de niña... El mundo de la tele se ha vuelto tan loco que, a ratos, es más fácil encontrar información sobre el novio de Sonsoles que sobre la propia Sonsoles. Queremos hablar también de ese peaje, de ese estriptis que parece ineludible... y es tremendamente injusto.
Sonsoles vuelve a acercar la mano. "¿Habéis visto? Huele de maravilla". Nos alejamos. Estamos yendo muy rápido, Sonsoles. Sonsoles es la reina de la tarde, dice Google, y los de Pamplona no sabemos cómo se besa la mano de una reina. Además, como decía Didion, la vida es un instante; la vida son "Los años nuevos" de Sorogoyen y luego uno no sabe cómo termina esto.
Nos cuenta, en un arrebato confesional, que está "falta de cariño", que lleva así toda la vida y que, por eso, los personajes de los libros le salen así, "desamados". Nos cuesta creerlo porque tiene la risa como oración de cabecera, la broma en ristre y la ironía semiautomática.
Al fin, se sienta en la silla, se microfona y nos calmamos. Nos agarramos a nuestros papeles en medio del mar revuelto del magacín. ¡A las notas, a las notas!
Sonsoles nació en 1977, justo cuando su padre acuñaba el "puedo prometer y prometo" de Suárez. Sonsoles creció recortando artículos de periódico, viendo el culín en el vaso de whisky y escuchando el repiqueteo de la máquina de escribir. Sonsoles se hizo periodista. Sonsoles fue cronista parlamentaria. Sonsoles, luego, en Telecinco, con la crónica social y lo que se pusiera por delante. Sonsoles ganando el premio Planeta. Sonsoles, ahora, liderando la tarde en Antena 3. Y ya paramos, que si no, se nos va a hacer "Sonlunas", como la llamaban en el colegio para hacerla rabiar.
Usted disculpará, pero no estoy capacitado para hacer esta entrevista. Antes de venir, cuando he estado preparándome, no he encontrado más que referencias a “Juan”. Y no sé quién es Juan.
¿En serio? Me acabas de matar con este arranque. ¿Y yo qué digo? ¿Quieres que te lo cuente?
Realmente, no lo sé. ¿Es necesario?
Oye, a mí no me trates de usted.
Pero si es usted “la reina de la tarde”. Eso también lo pone en Google.
Los reyes abdican, a veces tienen que huir al exilio. Yo no quiero reinados, quiero trabajo. Esas etiquetas acaban desposeyendo a quienes se las colocan.
Por eso es interesante empezar por ahí, ¿no?
¿Por lo de la reina o por lo de Juan?
No lo llamará usted “don Juan”.
Es un don Juan, un conquistador total.
Quería preguntarle por…
¡Para! ¡Para un momento! [mira a las cámaras]. ¿Nos podemos tutear? Oye, que yo me voy, ¿eh? Me voy ahora mismo.
En algunas entrevistas te preguntan si tu relación "está consolidada". Es terrible que eso nos lo pregunten los padres en casa; ¡tiene que ser infernal que te lo pregunten en un directo!
¿Eso me lo han preguntado a mí? ¿En serio?
También lo pone en Google.
Tengo mucha capacidad para resetear. 2024 ha sido para mí el del perfeccionamiento del reseteo. “Control+alt+supr”. Ha sido un año muy intenso, cargado de un montón de emociones y de toda la lista de tópicos que te puedas imaginar. Quizá me hayan hecho esa pregunta, pero creo que no la he contestado. Si me la estás haciendo ahora, puedo decirte que…
¡No, no, por Dios! ¡Para!
Podría decir alguna cosa.
No lo hagas, por favor.
Vale, vale.
Todo esto te lo decía porque eres periodista, escritora… Has sido cronista parlamentaria, conoces a los líderes políticos de este país… y te preguntan por Juan. ¿Es el peor de los peajes que se paga para convertirse en estrella de la televisión?
Sí. Sobre todo, cuando tu don Juan no quiere saber nada de este mundo, cuando no le interesa nada de todo esto. Es más, te diré que lo mejor que me ha pasado ha sido conocer a alguien que no sabía a qué me dedicaba. Lo conocí en una cena a la que me llevaron a regañadientes porque ya era jueves y a los jueves llego con la lengua fuera.
Fue maravilloso. Porque eso te obliga al preámbulo, al cortejo… Toda esa tarea de la seducción y la conquista. Estuvo muy bien, no me tuve que saltar ninguna etapa. Volviendo a la pregunta: sí, existe ese peaje. Hay algo que rodea este mundo de la televisión que requiere cierto estriptis personal. A mí me cuesta hacerlo. Lo más valioso que tenemos es la intimidad: ese lugar donde te quitas el flequillo y las lentillas, donde te pones las gafas de siete dioptrías y eres realmente tú. Me sigue costando ese estriptis.
Es un estriptis que, por lo que veo, obliga a decir cosas muy serias. Te leo una cosa que dijiste: “La desdicha en el amor es el motor vital que me ha empujado a conseguir algunas de las cosas más importantes de mi vida”.
Hasta ahora, no he estado bendecida por el amor. Me considero una desdichada en las artes amatorias. Seguro que por mi culpa. He conocido hombres extraordinarios con los que no he logrado construir nada. Por eso ahora voy con pies de plomo con mi don Juan.
La desdicha amorosa me resulta muy inspiradora. Tanto en la esfera literaria como en la periodística. En el programa recibimos a muchas mujeres que cuentan historias de desamor, infidelidad, ruptura… Me encanta escuchar la vida de la gente. Es una mina de ingredientes literarios. Luego suelo rescatar algunas cosas para mis novelas.
En tus libros hay muchos personajes “desamados”.
Le tomo prestado a Manu Leguineche el título de un libro precioso, “El club de los faltos de cariño”. Esa etiqueta define a mis personajes, pero también a mí. Rastreamos el amor, el cariño, el abrazo…
Estoy pensando que debería tumbarme en un diván. No sé de dónde viene todo esto… Tuve una infancia feliz, una adolescencia feliz. No he sufrido episodios dramáticos que puedan justificar esta actitud. He tenido una vida normal. Padres normales y abuelos normales. Pero esa falta de cariño me ha perseguido toda la vida. Necesito que me quieran. ¿Tú me quieres?
Joder, Sonsoles, pero si es nuestra primera cita.
¿Me quieres o no?
Depende de lo que diga Juan.
Te voy a contar una cosa: cuando empecé a trabajar en la tele, en Telecinco, descubrí que la gente era muy expresiva con sus emociones y sus afectos. Me refiero a la gente que trabajaba dentro, no a los invitados. Se decían mucho “te quiero”.
Un día, le dije a un guionista: “Tienes que ser más profesional con los afectos. Tú no me puedes querer, nos acabamos de conocer”. En este mundo loco de la tele, la gente “se quiere” una barbaridad. A mí eso me cuesta.
Dices que te da mucho pudor hablar de la vida privada de los demás, pero al mismo tiempo defiendes que tu programa aborde los temas del corazón. ¿Cómo se resuelve esa ecuación?
Me da pudor hablar de lo que el personaje no quiere que se hable.
Esa es la información del corazón.
Sí, y es la parte que menos me gusta. La crónica social se puede hacer con material que el personaje quiera exhibir y que resulte inspirador para la sociedad. También se puede hacer con material robado. A mí eso no me gusta. Adelantarse a contar un embarazo, una boda, un divorcio, una infidelidad cuando no lo saben ni las familias… Bueno, la infidelidad tiene otros elementos que podríamos discutir.
¿Por qué?
Porque igual estás haciendo un favor a alguien contándolo.
¿Nos corresponde a los periodistas hacer ese favor?
También es verdad. Esa es la eterna duda. ¿Nos corresponde contarlo? Mira, me pasó una cosa con Almeida, el alcalde de Madrid. Un colaborador trajo al programa la noticia de que se casaba. Antes de lanzarnos, me parecía que debía llamarle. Y lo hice. José Luis me lo desmintió tajantemente. Le dije: “Es una noticia que sólo puedes dar tú”. No la emitimos. A los días, lo anunció. Prefiero ir un paso por detrás.
¿Consigues poner freno?
Creo que más o menos, sí. Y si no estoy de acuerdo, enmudezco. Es mi forma de mostrar el desacuerdo. En este programa, tengo la suerte de contar con profesionales que llevan más de veinte años haciéndolo. Me fío de ellos. No creo que debamos enemistarnos con los personajes de la crónica social; debemos hacerlos más grandes. La crónica social existe desde el siglo XIX. Lo estoy estudiando para una novela. Es un ingrediente periodístico tradicional. Creo que los dilemas son los mismos desde entonces.
¿Con la intimidad de los presentadores se utiliza el mismo rasero que con la de las presentadoras?
No. La intimidad de la mujer está sobreexpuesta. Supongo que porque al público le interesa más saber cosas de nosotras que de los presentadores. Normal, es que la mujer es mucho más interesante que el hombre en casi todas las facetas de la vida.
Sueles hablar de la crueldad del medio con las mujeres mayores. Es paradójico porque las mujeres de esa edad son mayoría en algunas de las franjas más importantes de la audiencia televisiva.
La comunicación es femenina, lo creo de verdad. En el formato del magacín, las mujeres llevan la voz cantante. Y las mujeres envejecen. Se nos exige un plus de presencia que no se les exige a los hombres. Quizá tengamos parte de la culpa por estar en la búsqueda permanente del rejuvenecimiento.
A ver quién es la primera que dice que va a dejar de ponerse bótox y de teñirse las canas. Ese momento no ha llegado. Todas asumimos ese plus con naturalidad, pero también con peso y sacrificio. A veces incluso con sufrimiento.
Pero yo iba por otro lado: si tenemos en cuenta que al espectador le gusta verse reflejado en la pantalla, no entiendo por qué las mujeres mayores desaparecen de la tele cuando la audiencia está formada en gran medida por mujeres mayores. Es extraño.
¡Déjame envejecer tranquila! Entiendo por dónde vas y creo que tienes razón, pero eso no significa que debamos renunciar a los retoques. Yo empecé a ponerme bótox con treinta y pico cuando hacía información desde el Congreso de los Diputados. El sol entraba por la Carrera de San Jerónimo y me hacía una arruga horrible que me endurecía el gesto. No era una arruga bonita. Me la sigo corrigiendo.
Estás escribiendo una novela donde aparece Emilia Pardo Bazán. Doña Emilia, sin una belleza física deslumbrante, logró ser una celebridad mediática en tiempos muy difíciles para la mujer. Además, ligaba y algunos hombres le tenían miedo.
¡Ligaba un huevo! Algunos hombres la temían, cierto. Despertaba pasiones carnales. Todo el mundo conoce su relación con Galdós. Era una seductora como la copa de un pino. Efectivamente, sin ser una mujer agraciada. Doña Emilia, un cañón.
Eso sí eran facciones duras, Sonsoles, y no tu arruga en el Congreso de los Diputados.
Doña Emilia tiene escritos interesantísimos quejándose de la dictadura de la moda. Era la pera. Cómo se quejaba de los corpiños, de las faldas, de los tacones… Le contaba en cartas a una amiga suya que había decidido ponerse tacones cuadrados porque estaba hasta las narices de los tacones tradicionales. La dictadura de la imagen va contra la mujer, pero es una carrera muy lenta. Estamos dando pasos de tortuga. Porque seguir ese camino dictatorial [bromea] hace que nos veamos mejor. Los tacones estilizan, ¡qué le vamos a hacer!
"Los peajes de intimidad que pagan las presentadoras de televisión son mayores que los que pagan los presentadores"
Naciste en noviembre de 1977, pocos meses después de las primeras elecciones democráticas. Tu padre ya escribía en ese momento algunos discursos de Adolfo Suárez. La casa de los Ónega, en aquel momento, debía de ser una revolución.
Mi madre decía que mi padre estaba todo el día ausente o tecleando. El sonido de la máquina de escribir es uno de mis primeros recuerdos. Ese repiqueteo seguido del grito de “¡Marisol, un culín!”. El culín de whisky para inspirarse. También recuerdo el olor un poco ácido de los periódicos. Se iban amontonando en pilas y pilas que al final acordonaban para poder sacarlos a la basura.
Con unas tijeras muy grandes, recortábamos artículos de periódico. Ahora nos guardamos los enlaces. Me llamo Sonsoles por la hija de Adolfo Suárez. En casa se hablaba todo el tiempo de Suárez.
Es un nombre con personalidad.
Pues de pequeña lo pasaba fatal.
Ah, ¿sí?
Me decían “Sonlunas”. ¡Y me fastidiaba muchísimo! Mis hijos se han enterado y, para cabrearme, me llaman “Sonlunas”.
Una vez contaste que lo que más te enseñó de la educación de tus padres fue que, cuando hacías una pregunta, te decían dónde podías encontrar una respuesta y añadían: “¡Búscalo!”. Por ejemplo: ¿en qué continente está ese país? Ve al Atlas. ¿Qué significa esta palabra? Ve al diccionario. ¿En qué cosas educamos mejor hoy y en qué cosas lo hacemos peor?
Intento poner eso en práctica con mis hijos, que busquen. Pero, claro, ellos se van a Google. Nosotros íbamos a la enciclopedia. El problema es que lo que nosotros allí encontramos había pasado muchos filtros. Nuestros hijos tienen que discernir con la intuición. Hay que enseñarles muy pronto a diferenciar la buena información de la mala información.
Hoy educamos mejor en la diferencia. Ahora corrijo a mis hijos y a mis sobrinos según qué comentarios. Antes éramos más racistas, más machistas. Sin embargo, en líneas generales, no tengo nada claro que estemos educando mejor. Los niños, al trabajar padres y madres, están más solos. El manejo del móvil… No sé si soy capaz de manejar y conocer las aplicaciones que usan mis hijos. Por eso es difícil enseñarles.
¿Qué escenas político-periodísticas te marcaron en tu infancia? Has acabado siendo periodista.
El golpe de Estado de 1981, aunque tenía cuatro años, de tanto haberlo escuchado después… Lo siento como algo muy importante en mi infancia. Recuerdo, siendo ya periodista, entrar en el Congreso y correr a buscar el rastro de los tiros. La imagen de Suárez firme, sentado en su escaño. Eso me marcó mucho.
Luego, políticamente, mi adolescencia estuvo marcada por la corrupción del PSOE. Los GAL, Filesa… Todo ese camino hasta que Felipe perdió las elecciones. La amarga victoria de Aznar. Me recuerdo leyendo los periódicos. Recuerdo perfectamente cómo las portadas de El Mundo sacudían al país.
¿Al país o a 'El País'? No te he oído bien.
¡Al país! ¡A España! ¿Amedo y Domínguez? ¿Te acuerdas?
El otro día entrevistamos, precisamente, a Amedo. ¿Encuentras similitudes entre aquella época y el iceberg de corrupción que estamos descubriendo ahora?
¿Sabes que pensé en esto exactamente ayer? Recuerda a tus lectores que estamos haciendo esta entrevista en la semana en que los implicados van desfilando por el Supremo. Pensaba: “¿Esto nos está sacudiendo tanto como nos sacudió la corrupción de los noventa?”.
Creo que la respuesta es no. Y me da mucha pena. Pienso que tiene que ver con la pérdida de credibilidad de los medios y con su falta de influencia. Eso conduce a la relativización ciudadana. Según con quien hables, es gravísimo o es un bulo. ¡Alucinante! Me preocupa porque es el filón perfecto para los gobiernos corruptos. Recuerdo otra imagen de aquel tiempo, ¿te la cuento?
Claro.
La presencia constante de ETA. Mi tío José Ramón fue gobernador civil. Siempre vivió con escoltas. Luego estuvo trabajando en Interior. Mi padre también se protegía mucho. Recuerdo el contestador automático un día de verano. Ese mensaje de los terroristas con el “¡gora ETA!” al final. Llamamos corriendo a la policía. A mi familia nunca le pasó nada, pero esa presencia constante es inolvidable. La casa donde vivíamos tenía los cristales blindados.
¿Estamos contando bien a la generación de tus hijos lo que pasó? Creo que, políticamente, es un error utilizar a ETA como arma arrojadiza, pero estamos en el extremo opuesto. Las encuestas nos dicen que los chavales no saben quién fue Miguel Ángel Blanco.
No, no lo estamos haciendo bien. Debemos contar esa historia. Se puede hacer sin que las palabras conduzcan a la revancha o el rencor. Pero se debe hacer sin esconder lo que sucedió. Mis hijos todavía son pequeños, pero los universitarios españoles no conocen bien lo que pasó. Mataban a la gente de un tiro en la nuca por pensar distinto. Eso ni se puede ni se debe dulcificar. Una bomba en un centro comercial, una bomba en un cuartel de la Guardia Civil. Eso hay que contarlo.
"ETA mataba de un tiro en la nuca al que pensaba distinto. Eso hay que contárselo a los jóvenes"
Ese milagro que fue la Transición es visto hoy por muchos como algo viejo y casposo. Reivindicarla se está convirtiendo en algo contracultural. Tú eres una hija literal de la Transición.
Me resulta fácil defender la Transición porque, en mi casa, sólo oía bondades de aquel periodo. Hoy, que soy adulta y que no vivo en esa casa [sonríe], sigo hablando de la Transición con mi padre. Defendámosla como lo que fue: la “transición de una dictadura a una democracia”.
Mi padre y su generación reconocen los errores que cometieron. Es fácil verlos hoy a toro pasado. ¡Corrijámoslos! Sin embargo, cuidado: hay errores que no se deben imputar a la Transición, sino a la deriva de los partidos políticos. Me refiero al auge del independentismo y su fuerza parlamentaria.
Explícalo, por favor.
Empezó con una cesión constante de competencias. El Estado de las Autonomías se nos ha ido de las manos. ¿Podemos dar marcha atrás? Está por nacer el líder que se atreva y lo haga. Esa tradición ha contribuido a hacer dualidades y a generar desigualdades dentro del país. ¿En qué han convertido el Estado nuestros partidos con tal de gobernar? Ha pasado desde Felipe González. Si él hubiera buscado un acuerdo con el PP en lugar de con Pujol, quizá no estaríamos así. Luego Aznar hizo lo mismo. Y lo de hoy… pues ya sabes.
En España ha habido un montón de oportunidades para una gran coalición a la alemana. La Transición ha sido lo mejor que ha pasado aquí. Se cometieron errores, por supuesto. Hoy podemos verlos, por supuesto. Probablemente, entonces, no hubo más narices que hacer la Transición de esa manera. No me gustaría que esto que digo se entendiera en clave de derecha o izquierda.
¿El debate se ha pervertido en España? Hoy, defender la igualdad entre ciudadanos frente al nacionalismo parece que se ha convertido en algo de derechas.
Totalmente, me parece de locos.
Esta entrevista se publicará el 5 de enero, con la llegada de los reyes. ¿Cómo eran las noches de reyes en tu casa y cómo son ahora?
Eran divertidas, pero austeras. Creo que por eso ahora, en mi casa, los reyes traen un montón de regalos. Me encanta que mis hijos abran muchos paquetitos; sin que sean cosas grandes ni caras, pero muchos paquetitos. Esa ilusión de abrir… Nosotros dejábamos turrón, leche y champán para los reyes. Lo seguimos haciendo.
Venía pensando que para ti los reyes son los Borbones. Primero, porque tu padre frecuentó bastante a Juan Carlos I. Después, porque te hiciste amiga de doña Letizia.
No, no, oye, los reyes han sido para mí, toda la vida, Melchor, Gaspar y Baltasar. A su majestad la conocí cuando las dos éramos periodistas. Lo natural fue la amistad entre dos compañeras. La circunstancia de que se convirtiera en Reina fue una casualidad. Es cierto lo de la presencia de don Juan Carlos en mi casa, pero era una presencia mentada; no aparecía y se sentaba a comer con nosotros.
¿No te llevaba regalos?
¡No!
¿Te ha decepcionado el rumbo que ha tomado Juan Carlos I?
A mí no me gusta cómo está gestionando los últimos años de su vida. Fijar su residencia fuera de nuestro país, en un lugar donde no hay libertades, no es a mi juicio la mejor manera de acabar un reinado que, con sus luces y sus sombras, trajo a este país cuarenta años de paz y prosperidad. Lo que más me disgusta es que ese “rumbo” que tú mencionas tiene que ver con cuestiones económicas.
¿Qué me dices de doña Letizia ahora que ya tenemos perspectiva para analizar su reinado? Su entereza en Paiporta la forjó como líder a ojos de muchos de los que la despreciaban. Aquellas imágenes fueron muy impactantes. Supongo que, cuando se conoce a la persona, se puede leer más allá.
¿Tú sabes que a mí no me gusta hablar de estas cosas?
¿De qué cosas? Yo no sé nada de Juan.
Es que me cuesta hablar de la Reina, pero entiendo que como periodista y ciudadana debo contestar, así que vamos allá. Creo que la vida suele dar a los hombres y las mujeres una oportunidad para demostrar su valor. Paiporta fue esa oportunidad para ella. Y lo demostró pese a todas las injusticias que se habían escrito. Paiporta ha servido para hacer justicia y desmontar esos kilómetros de periódico plagados de injusticias e incluso mentiras.
¿Los Reyes están consiguiendo recuperar el prestigio que, según las encuestas, don Juan Carlos quitó a la Casa Real?
¿Te quedan más preguntas sobre los Reyes?
Esta es ya la última. Pero con Juan... ¿qué hago? Tengo que pensar una pregunta sobre Juan para aprobar la entrevista.
Voy a contestar a lo de los Reyes… Creo que sí. Lo que ha hecho Felipe VI ha tenido un valor reconocido por la sociedad. La asignatura pendiente es trasladar a las nuevas generaciones la utilidad de una jefatura del Estado estable e imparcial, de arbitraje entre poderes. Supongo que están en eso. Y lo están haciendo bien.
¿Qué sensación te produce la dinámica de bloques? Sólo dos alternativas: o la izquierda con los independentismos o la derecha con la extrema derecha.
Dinámica de bloques… Siempre ha existido. Lo que pasa es que, antes, los bloques eran menos permeables a estos pequeños partidos que actúan con tanta voracidad. Hace algo más de diez años, cuando estaba en el Congreso, empezó a joderse el invento. Ojalá sepamos devolverle al consenso su épica.
"Los bloques siempre han existido, pero antes eran menos permeables a esos pequeños partidos que actúan con tanta voracidad"
Uno de tus libros de más éxito, “Después del amor”, está ambientado en la Segunda República. Supongo que tuviste que bucear en aquellos años treinta. ¿Cuál es tu visión de la Memoria Histórica afianzada por ley?
En concreto, aquel libro se inspira en el golpe del 34, del president Companys, que por lo menos tuvo valentía para que lo esposaran y salir por Vía Layetana con su gobierno detrás. Todavía no sabemos qué va a hacer con su vida Puigdemont. Los del 34 dieron un golpe, pero tuvieron el coraje y la valentía de dar la cara. Asumieron las consecuencias. Hay que reivindicar la memoria, estudiarla y aprenderla, pero no reescribir la Historia permanentemente. Eso nos hace muchísimo año como sociedad.
¿Vas a retransmitir en el programa los cientos actos en homenaje a la muerte de Franco?
No creo.
Podrías hacer un especial. Los días que haya actos… "¡Y ahora Franco!".
Lo voy a proponer a la cadena a ver qué me dicen.
En tu programa, hay muy pocos días en los que se habla de política. ¿La política no da audiencia o es simplemente una decisión editorial?
La política no existe en el programa salvo que la trascendencia de la noticia sea total. Por ejemplo, cuando Sánchez anunció que se tomaba cinco días para reflexionar si seguía en el cargo. Nunca hemos querido la política como ingrediente del magazín. Todavía trato de acuñar una definición de magazín, pero no he sido capaz.
Cuando hemos metido política, no ha ido mal en términos de audiencia. Es una decisión de contenidos, nada más. Me gusta la política, sigo leyendo las noticias, escucho a Alsina por las mañanas, algunas noches me meto en vena el Canal 24 Horas.
¿Te metes en vena el 24 horas por las noches? Sonsoles, estás fatal. A ver si vamos a tener que acabar hablando con Juan.
Sí, ¡pero es que me gusta! ¡Qué hago!
¿Juan o el 24 horas?
¡Los dos! Mira, te contaré que estoy haciendo un ejercicio de profundización en la gente como Juan, en todos esos que viven fuera de nuestra burbuja. Es impresionante. Vivimos en un mundo que sólo conocemos nosotros los periodistas.
Una vez te cabreaste en directo. Fue el día de la carta de Sánchez y los cinco días en que tuvo al país en vilo. Te negaste a hablar de ello y dijiste: “No le voy a hacer la propaganda”.
Lo explico: el primer día de la carta, lo contamos en el programa. Una vez dada la noticia, me negué a especular sobre esas reflexiones y dije eso. Propaganda no hacemos de ningún modo.
También dijiste que el gesto de Sánchez hacía más difícil creer en el amor.
¿Dije eso? ¿Seguro? Te fías de todo lo que se publica.
Lo dijiste literalmente, lo he comprobado.
Sería por algo de Begoña, pero ya no me acuerdo cómo lo argumenté.
¿Formas parte de la conspiración mediática para derribar al Gobierno?
¡Madre del amor hermoso! No me consta, pero vete a saber.
¿Qué te parece lo del “acoso judicial” que entona Moncloa?
Me parece un discurso peligroso. Conservo amigos de la época en que hice tribunales. Estuve ocho años en ese triángulo peligroso: Tribunal Supremo, Audiencia Nacional y CGPJ. Allí observan con preocupación el paso adelante que ha dado este Gobierno en sus señalamientos al poder judicial.
Se pueden criticar las sentencias, por supuesto. Nosotros lo hacemos en el programa. Lo que no comparto y lo que me parece peligroso es el señalamiento generalizado de la justicia.
Crucemos el río de la mano, Sonsoles, hablemos del PP. Feijóo es gallego. Tú, como si lo fueras. ¿Qué tal ves al padre Feijóo en su desempeño como líder de la oposición?
Va yendo, va yendo, va yendo… [lo dice con una mezcla de ironía y falta de entusiasmo].
¿Y eso significa...?
Hasta ahí quiero leer.
"Claro que las sentencias se pueden criticar, pero el señalamiento generalizado de la justicia por parte del Gobierno me parece peligroso"
Tu programa comenzó sin publicidad. Ahora ya tiene publicidad. Contaste que lo agradecías para poder ir al servicio. El otro día, Edu Galán dijo que Paul McCartney mete una canción mala en el repertorio de sus conciertos para que la gente pueda ir al baño. Es un poco lo mismo, ¿no?
Me encanta, tiene su lógica. Lo de poder hacer un parón en el programa debería ser un derecho. Hacíamos dos horas sin publicidad. Luego casi tres… ¿Tú sabes la resistencia que hay que tener?
Supongo que era clave no beber agua ni comer legumbres.
Yo seguía bebiendo agua; y, claro, salía del plató con la cremallera a punto de estallar.
Fuiste la Luis Figo de la tele hace no tanto, cuando dejaste Mediaset para fichar por Atresmedia. ¿Atresmedia y Mediaset son las dos Españas?
Telecinco está siendo desbancada en esa tarea de ser espejo de España. Creo que será así hasta que se redefina. Les pasa también a los partidos políticos cuando pierden a sus líderes. Telecinco está en un proceso… No sé en qué España está. Cuando yo trabajaba allí, lo tenía mucho más claro. Atresmedia es la mezcla de muchas Españas. Telecinco era una tele muy gamberra, muy divertida. Me crie allí. Reflejaba muy bien a los barrios…
El otro día fue la fiesta nocturna de Navidad de Atresmedia, ¿recuerdas? Antes de ir, pregunté a la dirección si se podían liar los de Antena 3 con los de LaSexta. Me dijeron que sí. ¡Esa es la verdadera Transición!
Podría ser, ¡podría ser! Entonces, ¿a quiénes hay que liar? ¿A Vallés con Ferreras?
Joder, Sonsoles, yo no había ido tan lejos. Con esa noticia, revientas los audímetros.
¡Siguiente pregunta!
En Mediaset comenzaste a conducir programas donde la prensa rosa tenía un espacio importante. ¿Cómo te sientes más cómoda? ¿Con la información sobria o con la del corazón?
Hago equilibrio, pero no equilibrismo. Porque no me cuesta ninguna de las dos cosas. Cuando empecé, la crónica social me costaba más, pero por el hecho del cambio. Pasé de hablar de diputados a hablar de Isa Pantoja. Lo que más disfruto son las historias que cuentan la vida. Ese tipo de crónica social. Ahora bien: si hay que contar un funeral de Estado, se cuenta. Ya habéis visto el trabajo que hemos hecho con la Dana.
Hace tiempo que no se habla de la guerra ‘Sonsoles-Ana Rosa’, pero también la hubo. Sin embargo, la guerra ‘Motos-Broncano’ está teniendo mucha fuerza. ¿Por qué?
¡Toda la guerra para ellos! Las guerras son cíclicas, van y vienen. Me han dejado un rato tranquila, estoy encantada. Supongo que porque ya no hay tanto argumento para la guerra. Decían que no teníamos publicidad [se refiere a que Telecinco se quejaba de que Sonsoles estrenó su programa con publicidad para arrastrar más audiencia]; ya la tenemos y nos sigue saliendo bien la cuenta de resultados.
¿Qué te parece “La Revuelta”?
¿A mí? [intenta esquivar la respuesta].
A ti, Sonsoles.
En uno de los bandos, necesitaban munición frente a un producto tan consolidado como El Hormiguero. Irrumpieron con cuatro tiros al aire. Broncano se ha defendido de cosas que se han dicho y que no me han parecido bien: que si firmó su contrato en Moncloa, que si tal y cual… La Revuelta es la novedad de la temporada. Veremos.
“El Camino”, de Delibes, es tu libro favorito. ¿Por qué?
Fue el primer libro que me hizo llorar y también el primero que me hizo sentir el placer consciente de la literatura y de la escritura. Recuerdo las lágrimas de Daniel, el Mochuelo… ¡Envidio una barbaridad esa literatura recia y castellana de Delibes!
¿Prefieres que firme esta entrevista como “Daniel, el Mochuelo"?
Sería fantástico.
Cuando tus padres se divorciaron, tu padre dividió en dos aquella biblioteca de dos plantas y entregó una mitad a tu hermana y otra a ti. Cuentas que fue muy emocionante. ¿Qué libros son los que nunca prestarías?
Son acojonantes las confesiones que hizo mi padre en su entrevista con EL ESPAÑOL. A mí me tocó sobre todo la literatura española y a Cristina la internacional. Delibes, Cela, mucha poesía…
Y luego libros rarísimos. Hay uno que se repite en las bibliotecas de periodistas de la época: “Cuando China despierte”. María Rey me contó que su marido, Campo Vidal, también lo tiene. ¡Es alucinante! Debió de estar muy de moda. Mientras tenga espacio, no quiero deshacerme de esos libros raros. “Cuando el proletariado se levante”, “Las crisis agrarias de 1960”… ¿Sabes? He tenido un brote malísimo. Me ha dado por comprar primeras ediciones.
Eso es malísimo… sobre todo para el bolsillo.
El otro día fui a la mejor biblioteca privada de España, la de Zabalburu, que está aquí, en Madrid. Pasé un rato maravilloso, increíble. ¿Ves? Me llevó mi don Juan. Ahí sí que hay buenas primeras ediciones.
¿Has pedido algo a los reyes este año?
No, nada.
Me refiero a los reyes magos, no a don Felipe y a doña Letizia.
¡Coño, ya lo sé! [se parte de risa]. No quiero pedir nada. Ni material ni inmaterial. Ayer me llamó mi padre: “Oye, hija, ¿este año qué?”. No supe qué responderle.
Un pelo de Adolfo Suárez.
Mira, hay una cosa que sí que me gustaría pedir: todos los discursos que le escribió a Suárez. Guarda los originales; es espectacular. Lo tiene archivado. Hace un tiempo, nos regaló un cofre con las cosas que había hecho en la tele. Unos doscientos cds.
Ya tengo la pregunta, Sonsoles. Ahí va: a ti, el rey que más te gusta es el que no reinó, ¿verdad? Don Juan. Eres “juanista”.
Debe de ser, pero mi don Juan no se apellida Borbón.
¿Y a la Reina le has pedido algo?
¡Tienes razón! Tendría que haber una reina maga. Yo no pido. Cuando me fui de Telecinco, Paolo Vasile me dijo: “¿Por qué no viniste a verme antes de decidir? Haberme pedido algo”. Los gallegos no piden, los gallegos migran.