En memoria del juez Alejandro Benito

El pasado día 21 nos dejó nuestro querido compañero Alejandro Benito López. Como todos sabemos, una auténtica institución en la sede penal de la Audiencia Provincial de Madrid.

No era un magistrado más. Era el magistrado guardián, en el más amplio sentido de la palabra. Su casi permanente presencia en el despacho de la sección que presidía le hace acreedor de tal calificativo. La luz de su despacho lo delataba y, cómo no, el contenido de sus resoluciones, inequívocamente demostrativas de un examen concienzudo de su contenido y, por supuesto, de un no menos acertado encaje jurídico, producto de largas horas de estudio, que no regateaba a ningún asunto con independencia de su relevancia, ya fuera un delito de enorme gravedad o un delito leve. Su desaparición conlleva una inconmensurable pérdida para el justiciable.

Pero el motivo principal de estas líneas no es poner de relieve su capacidad profesional, indiscutible. Las razones son de justicia y gratitud.

Como compañera suya de sección durante una decena de años, tengo el deber moral de significar que ha sido el magistrado más bondadoso y generoso que he tenido, y que todo compañero desearía encontrar a lo largo de su vida profesional.

Alejandro Benito no conocía la maldad, la doblez, la envidia ni el rencor. Pero, sobre todo, era generoso con algo tan escaso y tan preciado para todos nosotros como es el tiempo. Nunca dejó de atender un ruego, una pregunta, una aclaración o cualquiera otra demanda, sin limitación de tiempo. No existía para él, hasta el punto de renunciar a comer o descansar después de una larga jornada de celebración de juicios.

Descanse en paz.

(*) Pilar Oliván es magistrada de la Audiencia Provincial de Madrid