El primer buzo que descubrió a los niños perdidos en la cueva de Tailandia se los encontró sentados como si esperaran el autobús. Hay que tener mucha paciencia para sentarse a esperar en una cueva. En los trece había un aire extraterrestre de civilización perdida, deslumbrados por las linternas. Los diez días transcurridos hasta que los encontraron pasarían despacio rodeados de la peor soledad: la humanidad concentrada no es ninguna compañía.
En la fotografía de Reuters se ve a un grupo de militares tratando de llegar hasta ellos. Ese flash está en la lectura de Viaje al centro de la tierra. Dentro de esa imagen hay otra que abriría los periódicos si pudiera obtenerse: los rescatadores que están a punto de sumergirse en ese río estancado son los únicos que tienen luz en la cueva de Tham Luang.
Ningún fotógrafo podrá captar a los chavales quietos, oliéndose o justo en el instante en el que entienden la trampa, discutiendo sobre las decisiones tomadas, rencorosos, recordando viejas afrentas gritándole a la oscuridad, y luego callados, pensativos, trazando algún plan imposible a punto de estallar la rabia. Ese instante negro no está.
El grupo ha tenido en la noche perenne de la naturaleza tiempo suficiente para pelearse, devorarse las caras o ahogar al entrenador. Sin embargo están resignados. Hay varias lecciones en esta historia. Que les tengan que enseñar a bucear nos ha pasado a todos: para aprender algo a veces es necesario perderse un poco. Esfumarse en una cueva tiene la atmósfera de la despedida silenciosa, bajar a por tabaco, volver varios días después sin conocer a nadie, haciéndose los sorprendidos. Existe el plan de rescatarlos en octubre, cuando hayan fundado una sociedad nueva. Recogerán sus bicicletas tiradas sin decir una palabra. Entonces, quitarle la corona de sílex al capitán va a ser complicado.
En este reality retransmitido al mundo ya ha muerto un buzo asfixiado. El cadáver está incrustado en el escudo del equipo de fútbol como lo están ellos en la roca. Quizá no sea el último. Las tuberías achican aguan mientras un país tira a la vez para arrancar a sus adolescentes de la piedra. De esto saldrá un blockbuster.