¿Matar al avatar de otro en el metaverso es un delito de asesinato? Que un avatar manosee el trasero de otro, ¿es un delito de abuso sexual?

Antonio Serrano Acitores ha escrito "un libro de Derecho sobre un Derecho que todavía no existe". Así lo subraya la introducción de su última publicación, Metaverso y Derecho (Editorial Tecnos), en cuyas más de 300 páginas analiza los nuevos riesgos que entraña el nuevo universo virtual, tridimensional e inmersivo

El asunto es aún etéreo y difuso. Todavía quedan muchos interrogantes sobre el desarrollo y la expansión del metaverso. Incluso su propia definición es algo liosa: es algo así como un ecosistema virtual donde sumergirte y disfrutar de experiencias multisensoriales usando decenas de tecnologías combinadas entre sí.

[El Gobierno destinará hasta 3,8 millones en ayudas para proyectos que impulsen el metaverso y la Web3]

Pero lo que parece claro es que "una nueva generación de acceso a Internet" —así define el libro al metaverso— traerá consigo una nueva generación de retos y amenazas que la Ley deberá encarar. Piénsese en hackeos, robos de información, estafas, atentados contra la propiedad intelectual, adicciones, evasión fiscal, ciberacoso...

Por ello, dada su creciente popularización, será necesario, más pronto que tarde, establecer normativas que regulen este espacio interactivo en el que los humanos podremos —sin salir de casa, en tiempo real y junto a otros avatares— desde asistir a un concierto virtual, visitar un museo digital o participar en una clase de universidad hasta hacer entrevistas de trabajo, consultar a un abogado y firmar un contrato. Eso, de momento...

Pero también, como ya hiciera internet desde su auge en los años 90, el metaverso abre la puerta a las nuevas formas de delincuencia, que en muchas ocasiones no serán sino las ya habituales, pero impulsadas por el salto cualitativo que supone la Web 3.0. 

No es ningún secreto que las leyes suelen caminar a rebufo de la sociedad. Es por eso que quizá este libro, y lo que él aborda, no sea tan precipitado como parece. 

¿Cuál es el propósito que busca con este libro?

Yo soy un enamorado de las nuevas tecnologías. Y soy de los que piensan que o cambias o te cambian, que hay que estar muy actualizado acerca de los grandes saltos tecnológicos. Y, aunque este asunto aún está muy incipiente, creo que de aquí a los próximos años va a haber muchos cambios y que éstos van a tender hacia las tendencias metaversales.

De ahí que, viendo que el metaverso agrega muchísimas tecnologías muy disruptivas que van a cambiar la sociedad y que el Derecho se encarga de crear normas para coexistir, creía que era interesante hacer una primera aproximación a este asunto.

¿Ha buscado lanzar un aviso de los posibles peligros?

Hay cierto propósito de anticiparme. En el libro se mencionan algunos riesgos [del metaverso], pero, al final, esto no deja de ser una herramienta, que no es, per se, buena ni mala. ¿Se le pueden dar usos peligrosos? Sin ninguna duda, como a toda tecnología.

¿Cuál es el mayor reto que supone, para el Derecho, la aparición del metaverso?

Hay quien dice que, hoy en día, el Derecho no tiene la capacidad de afrontar un reto como el metaverso. Y yo soy bastante escéptico con esa afirmación. Es verdad que el Derecho suele ser más reactivo que proactivo, no se suele anticipar a lo que va a llegar, sino que reacciona a las nuevas circunstancias y las situaciones que éstas generan.

Pasó con la aparición de los patinetes eléctricos: los Ayuntamientos se pusieron a regular, una vez ya estaban circulando, si debían ir por la calzada, por la carretera, con casco o sin él...

"Preveo una gran expansión de múltiples metaversos y, después, una selección natural tras la que queden los muy potentes"

El Derecho va a necesitar, seguro, nueva normativa para afrontar el metaverso. Pero también existen ya mecanismos para resolver situaciones, aunque sean novedosas: las costumbres, la capacidad de interpretar las normas, las obligaciones y contratos, figuras como la analogía para cubrir los vacíos normativos...

Me satisface vivir en Europa, que se ha convertido en la gran protectora de los derechos del ser humano ante los riesgos de la tecnología, como la protección de datos. En breve, tendremos la Ley de Servicios Digitales, la de Mercados Digitales o el reglamento MiCa, que regulará los criptoactivos. Y pronto, habrá otro vinculado a la Inteligencia Artificial.

Recuerda en su libro que "las leyes, que son generales, deben aplicarse tanto al entorno físico como al virtual; haciendo, eso sí, las modificaciones que sean pertinentes para adaptarlas al nuevo entorno digital". ¿Su plan pasa por añadir la palabra metaverso a cada ley?

Eso acabará sucediento con algunas partes del Derecho, porque, desafortunadamente, la técnica legislativa de este país es a base de parches. Pero yo creo que todo esto será más sencillo. La manera de hacerlo debería ser la de abordar los derechos digitales, así como crear normas marco que regulen los mercados y las plataformas.

Ahora mismo, no sólo hay un metaverso único, sino un multiverso de metaversos. Pero, aún así, y sin que se haya aprobado todavía parte de esta normativa que comentaba antes, ya tenemos normas con las que afrontar los grandes retos.

Así lo hemos hecho con el Internet 2.0, en el que han surgido los grandes gigantes tecnológicos, como Facebook y Google. Y hemos abordado dónde tienen que tributar, su normativa aplicable, la protección jurídica del usuario...

Aunque a veces llegue un poco tarde, el Derecho siempre acaba dando respuestas, ya sea a través de nueva normativa o mediante sentencias.

'Metaverso y Derecho' (Editorial Tecnos)

¿Teme que el ecosistema comercial que se cree en torno al metaverso acabe siendo igual que el actual, con grandes corporaciones tecnológicas muy poderosas?

Yo tengo claro que va a ser algo muy parecido, que la Historia se repite. Lo que no sé es si los gigantes que surjan van a ser los mismos que ya existen u otros. Lo que sí ha pasado es que varios de ellos están invirtiendo en distintos tipos de metaversos. Pero también están apareciendo nuevos jugadores. Los productores de videojuegos, por ejemplo, tenderán al metaverso.

Ahora mismo, nos encontramos en una situación similar a la del año 2000 con la burbuja de las puntocom. Hasta que se pinchó la burbuja y se quedaron los cuatro o cinco grandes jugadores con los que nos encontramos a día de hoy. Pues algo así puede pasar con el metaverso. Muchos de los que hay hoy caerán.

Preveo que se pinchará la burbuja ojo, mira lo que ha pasado con los criptoactivos en el último mes— y que tras la fase de expansión e inversión habrá una selección natural, algunas se fusionarán. Sobrevivirán de cuatro a diez muy potentes y otras cuatro o cinco plataformas más indies.

¿Cree que existe una especialización suficiente entre los miembros del Poder Legislativo para regular el metaverso? Es a ellos a quienes les toca redactar las leyes...

Si me hablas de los políticos te diría que no tienen ni puñetera idea. A ver, estoy generalizando, hay algunos que sí que saben del tema. La gran ventaja es que las leyes no las hacen, como tal, los políticos. Los políticos plasman en ellas su ideario, pero las normas las elaboran técnicos expertos.

Una vez haya cierto marco normativo, nos tocará perseguir los delitos en el metaverso. ¿Hay suficiente especialización para que cuerpos policiales o el Poder Judicial puedan hacerlo? ¿Cómo se patrulla el metaverso?

Estamos un poco en el mismo punto que con los legisladores. Las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tienen unidades de élite en ciberseguridad y crímenes informáticos. Donde aún creo que hay que hacer un ejercicio importante de inversión es en el Ministerio Fiscal y en la judicatura.

Con respecto al metaverso, va a haber conflictos penales, civiles, administrativos, mercantiles... Esto va a afectar a todas las ramas del Derecho. Las nuevas generaciones de jóvenes pueden estar más cerca de estas tendencias. Pero hay que hacer un esfuerzo considerable para que las entiendan.

Los jueces solventan ciertas cuestiones mediante la ordenación de una prueba pericial, que no es un mal mecanismo. Y apoyan su sentencia en lo que ha analizado un experto. Pero queda mucho por hacer y mucho por invertir en Justicia, con carácter general. Y con carácter específico, habría que formar a fiscales y jueces en estos temas. Aunque también depende mucho de la persona: algunos jueces no querrán saber nada de estos temas y otros estarán encantados de estudiarlos cuando les lleguen.

"Una usuaria de la versión beta del metaverso de Facebook denunció que un avatar había manoseado el trasero del suyo. ¿Esto es un delito de abuso sexual?"

Plantea en el libro que el metaverso abre la puerta a la existencia de personas físicas, jurídicas y también virtuales...

En el metaverso, cuanto más desarrollado esté, nos vamos a encontrar con inteligencias artificiales con las que habremos de interactuar. Al final, vamos a tener que ser capaces de regular nuestras relaciones no sólo con personas, sino con inteligencias artificiales.

De hecho, comento en el libro es que, si en algún lugar puede llegar a ser posible la singularidad tecnológica —es decir, que una inteligencia artificial pueda llegar a aprender, automejorarse y ser tan potente como para marcarse un Terminator y tratar de controlarnos— es el metaverso.

¿Por qué? Porque el metaverso agrupa las tecnologías más potentes, que hasta ahora estaban separadas o poco combinadas. Pero ahora habrá, combinados, Big Data, realidad virtual, realidad aumentada, Internet de las cosas, computación perimetral, 5G... Todo ese volumen de datos estará junto. Todo esto es una hipótesis; yo sólo espero no llegar a ver eso (risas).

De ahí la necesidad de regularlo. Me ha hecho gracia, al leer el libro, la posibilidad de que haya delitos en el metaverso que sean una copia virtual de las actividades ilícitas del mundo real. Me divirtió el ejemplo de la falsificación de ropa de marca con la que vestir a nuestros avatares...

Ya hay un pleito por eso. La marca de lujo Hermès tiene un problema con el metabirkin. El Birkin es un modelo de bolso que diseñó esta marca y hubo un usuario que ha generado NFTs [un activo digital] con este mismo diseño.

Pero éste es un tema que no me preocupa. Porque, al igual que [el videojuego] Grand Theft Auto abordó el tema de la publicidad [la saga de juegos abrió la puerta a poder vestir a los personajes con ropa de marcas existentes en la vida real], éste se resolverá igual.

Hay otro tema francamente interesante, que es el de los delitos de índole sexual en el metaverso. Una usuaria de la versión beta del metaverso de Facebook denunció que un avatar había manoseado el trasero del suyo. La gran pregunta es: ¿esto es un delito de abuso sexual, recogido en el Código Penal, o no?

¿Es simplemente un muñeco tocando a un muñeco? Ahora bien, si se usa tecnología como un guante háptico [permiten sentir los objetos creados por realidad virtual], ¿sigue siendo el mismo caso? ¿Matar al avatar de otro, en un metaverso en que ésa sea la finalidad, es un delito de asesinato? ¿Si rompo los activos digitales de otro es un delito de daños? Yo no lo tengo nada claro.

Sí que creo que debe haber una protección jurídica en el metaverso equivalente a la de la vida real. ¿Y si me meto en un metaverso en el que las normas son que cada uno haga lo que quiera? ¿Y si hay consentimiento entre las partes, como sucede en las relaciones sadomasoquistas? Por cosas como éstas merece mucho la pena ser jurista. Van a generarse nuevos conflictos que habrá que resolver. El Derecho tiene que ser una herramienta útil para dar protección a las personas. 

Las grandes plataformas digitales, como Facebook, han generado Estados virtuales: tienen población, un territorio virtual y soberanía.

Una hipótesis un poco atrevida. Me planteaba si quizá las regulaciones nacionales serán trasladadas, tal cual, al metaverso. Y pensé en el metaverso de determinados países, regido por la sharía [ley islámica]. Avatares cubiertas con velo, por ejemplo. Bueno, si las teocracias permiten los metaversos...

No es tan loco. Acuérdate de las plataformas de descarga de películas ilegales. Se iban a jurisdicciones donde eran muy díficil agarrar a sus promotores. Hay otras hipótesis en esa línea que tienen cierta gracia. Por ejemplo, en el ámbito de la compraventa de inmuebles. Hasta ahora, se aplica la ley del lugar donde está situado ese inmueble.

Pero si una plataforma tiene sus servidores en San Francisco (EEUU) genera una copia virtual y exacta de la madrileña Puerta de Alcalá y la vende, ¿consideramos eso como la compra de un inmueble en Madrid y, por tanto, aplicamos la ley española, o la de San Francisco, porque el código informático está en EEUU? 

Miedo que da la regulación del Impuesto de Sucesiones en el metaverso...

(Risas)

En su libro, plantea elevar a la Constitución Española el reconocimiento de los derechos digitales.

Creo que puede ser positivo, aunque no creo que llegue a hacerse. Sólo ha habido dos modificaciones constitucionales hasta ahora: para controlar el déficit (art. 135) y para entrar en la Unión Europea.

Si abrimos la Constitución, se le acabrán saltando las costuras por otros temas. Aunque éste sería un acuerdo relevante y sencillo, no lo veo posible en un futuro próximo. Si no se han atrevido a reformar la primacía del varón en el tema de la Corona...

Leo una de las citas del libro, de Javier Nisa Ávila: "Debemos entender el metaverso como otro lugar, con un desempeño y regulación legal que debe ser idéntico al que haya fuera del mismo, pero adaptado a su realidad, por ser un Estado dentro de un Estado, pero privado".

Al definir un Estado desde el punto de vista del Derecho, se suele decir que los elementos que necesita para considerarse como tal son tres: territorio, población y soberanía. Hay otros elementos que no son determinantes, como la moneda o el idioma.

Sin adentrarnos en los desarrollos futuros del metaverso, cualquiera de las plataformas en las que estamos tú y yo —Facebook, Instagram...— cumplen los tres requisitos. Tienen millones de personas como población, un espacio virtual y una soberanía. ¿Qué hemos hecho para entrar en estas plataformas? Firmar unos términos y condiciones. Eso podría ser considerado hasta la Constitución de ese Estado virtual. Es un territorio al que, al entrar, me veo sujeto a sus normas. Me pueden matar digitalmente si no las respeto.

Pensemos en los intereses de un Estado. ¿Qué le es más interesante: llevarse bien con Apple, Google o Amazon o con Sudán del Sur, con todos mis respetos hacia Sudán del Sur? Tiene más influencia una plataforma de este tipo —y ése es otro riesgo que hay que regular— que un país. Han generado Estados virtuales. Pues los metaversos acabarán conformando no ya Estados, sino mundos paralelos, donde será necesaria algún tipo de regulación.