Todos han vivido el mismo infierno: lo que parecía una relación de amor idílica acabó destapándose como un tormento. Jugaron con sus sentimientos y se quedaron con su dinero. En algunos casos, con mucho dinero. Tras ello, vino la vergüenza, la culpa, la ansiedad y la falta de ayuda.
Blanca, María y David son miembros de la recién registrada Asociación de Afectados y Afectadas de Estafas Emocionales, que brindará apoyo, atención psicológica y asistencia jurídica a decenas de víctimas de las llamadas estafas del amor o de las cartas nigerianas.
Las primeras tienen un modus operandi similar: la víctima conoce a una persona en una app o web de contactos, comienzan una relación sentimental y ésta les empieza a pedir dinero para determinados gastos médicos o viajes urgentes. Las cartas nigerianas son una estafa informática a través de la cual se pide dinero a las víctimas para desbloquear una cantidad mayor, como puede ser una herencia retenida o un cobro bancario pendiente.
De hecho, David sufrió una estafa que combinó ambas modalidades. Conoció a otro hombre en una red social. Y tras ello, comenzó a recibir peticiones de auxilio que esta víctima atendía de buena fe, tarjeta de crédito en mano. "Si esta persona acababa ingresado, me escribía por WhatsApp el supuesto director del hospital; si estaba parado en la aduana, me escribía un supuesto oficial de inmigración. Que te escriban otras personas y te den sus testimonios te hace creerte que todo es real", narra este miembro de la asociación a EL ESPAÑOL.
"No es que le pagues sólo por estar muy enamorado —vale que hay una base amorosa en la relación— pero lo haces realmente porque te amenazan con la destrucción de la vida de esa persona, te hacen sentir responsable de quien, en un inicio, querías ayudar", comenta.
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Además, según relata David, recibió en su correo electrónico un supuesto cheque, por valor de un millón de dólares, que cubriría todos esos gastos que estaba adelantando. Lejos de ello, la víctima acabó pagando más dinero por unos supuestos trámites que servirían para desbloquear esta cantidad.
"A través de un link bancario, al que yo accedía con unas credenciales, se me mostraba esta cantidad [un millón de dólares, unos 900.000 euros] en un banco fuera de España", narra. Finalmente, en total, David perdió 150.000 euros. Y, por el momento, no los ha recuperado, un reto que se ha marcado la Asociación.
"No sabías a quién preguntar, te daba vergüenza, te amenazaban con presentar el caso ante la Agencia Tributaria", recuerda sobre lo ocurrido. Finalmente, logró averiguar que las fotos de aquella persona que conoció en Tinder eran, en realidad, las de un influencer australiano que hacía viajes por el mundo.
La asociación de afectados
Blanca Frías es la presidenta de la Asociación de Afectados y Afectadas de Estafas Emocionales y también una de las víctimas de las mismas, que se incrementan desde que Internet es más popular que las barras de los bares para ligar. Especialmente, tras la pandemia de la Covid-19.
Frías conoció a Angelo Buo en abril 2014 a través de una web de contactos, mientras sufría una "situación personal vulnerable". Entre otras cuestiones, estaba divorciada desde hacía poco, tras 13 años de matrimonio, en el que tuvo una hija.
Según su versión, Buo consiguió "construir un personaje que encaja perfectamente en el tipo de hombre del que yo podría enamorarme". Conversaciones casi diarias por teléfono, Skype y WhatsApp generaron la esperanza de una futura relación.
"Hubo lo que se llama love bombing: sobredosis de mensajes y muestras de amor desmedido", recuerda la mujer a este periódico. De acuerdo con su relato, Angelo le pidió dinero para un negocio de exportación de aceite a Rusia en el que aseguraba que había invertido 45.000 euros.
"Me dijo que el camión estaba retenido en la aduana. Justo había estallado el asunto de Crimea, por lo que encajaba en el escenario del momento. Y lo creí, como es lógico", relata. El supuesto estafador le dijo que tendría que viajar a Rusia para hacerse cargo de la situación. Y, para ello, necesitaba dinero. Usando como excusa otra compraventa de aceite —esta vez, en Córdoba— volvió a pedirle una transferencia bancaria. En total, Blanca acabó denunciado al italiano por quedarse con 7.000 euros. Él le bloqueó en WhatsApp, pero poco después volvió a verle en la red social en la que se conocieron. La mujer sospecha, de hecho, que Buo "simultaneó varias víctimas".
La Asociación de Afectados y Afectadas de Estafas Emocionales ha nacido recientemente bajo el paraguas de la Fundación Zaballos, presidida por la abogada Emilia Zaballos. Entre sus objetivos, que las denominadas estafas emocionales tengan una tipificación propia en el Código Penal y que "la acción colectiva demuestre que se trata de un delito continuado que afecta a muchas personas y se consigan penas más altas".
Blanca Frías reconoce que, tras lo ocurrido, guardó su secreto "por vergüenza". "Fui asocial durante cuatro años y no dormía...", recuerda.
En conversación telefónica con EL ESPAÑOL, Zaballos cifra en unos 400 los primeros miembros de la agrupación. "De ambos sexos", aclara. Hay víctimas hombres y mujeres, estafados, respectivamente, por hombres y mujeres. "Vamos a arroparles, proveer apoyo jurídico y ayuda psicológica; si no gratuita, casi gratuita", avanza la letrada, que cifra en cienes de víctimas "las que debe haber nivel internacional".
"Hasta ahora, muchas querellas se archivan porque no se considera que existe un delito de estafa si se produce en el marco de una relación de pareja...", lamenta la abogada. "No es lo mismo un delito de estafa en un matrimonio a que una persona concreta finja una relación amorosa que no existe para ganarse la confianza de la víctima y después la estafe, que es el verdadero objetivo", compara Emilia Zaballos. "Desde la asociación, vamos a tratar de lograr esa aclaración en el Código Penal", añade.
María Castro, la secretaria de la Asociación, fue una de las víctimas de otro estafador del amor, detenido en 2018 y condenado después.
Se conocieron, también, a través de internet. Pese a los recelos de María, se llegaron a ver en persona en una cafetería de Pontevedra, donde ella reside. Él no se parecía del todo al de las fotos. "Le faltaban piezas dentales y tenía arañazos en la cara, que atribuye a un accidente", narra Castro. Más adelante, se verían en Marín, donde él tenía un piso.
"Se me presentó como un sex symbol y me dijo que se dedicaba profesionalmente al tatuaje", cuenta María. La estafa que asegura que sufrió fue de menor cuantía que las dos anteriores. El hombre le pidió 200 euros para una máquina de tatuajes y ella se los dejó. Durante una discusión por teléfono, Castro le reprochó su escasa implicación en la relación y le recordó este favor. "Él se rio y luego me dijo que ya me los había devuelto, con un ingreso bancario. Pero yo nunca le había dado mi número de cuenta", relata. La relación se enfrió y murió.
Meses más tarde, vio en televisión imágenes de un juicio. Se fijó en el hombre que se sentaba en el banquillo de los acusados. "¡Ostras, si es el tío con el que yo salí hace años!", exclamó entonces.