Lo mejor del Wake Up es verlo desde fuera: ser un "espectador de espectadores", como en aquellas esculturas que Manolo Valdés colocó entre el público durante los "Encuentros" de Pamplona, aquel festival del año 72 que supuso una bocanada de aire fresco en los estertores del régimen.
Aquellos "espectadores de espectadores" eran una suerte de agentes de la policía secreta que miraban a los que miraban. Eso hemos hecho nosotros, los de la Barra, a lo largo de estos cinco días. Mirar a los que disfrutaban, a los que hablaban, a los que trabajaban... aportando una perspectiva a veces un tanto ácida, un tanto distinta.
Si los "Encuentros" fueron esa bocanada de aire fresco en lo que se refería al arte, la música o el cine, el Wake Up viene siendo algo parecido en lo que tiene que ver con la empresa y la política. La tan mentada "descarbonización" de estas cinco jornadas de foro se tradujo, en la práctica, en una "descabronización" que, seguro, acabará siendo un espejismo.
Pero cualquier esfuerzo en esa dirección merece la pena. Y el Wake Up es cada vez más grande, cada vez reúne a más gente. Cada vez, las cosas que allí nacen –las de la intersección público-privada– son más poderosas y duran más tiempo. Dan más frutos.
Eso hemos visto desde este palco privilegiado que ha sido la Barra. Un lugar donde hemos comido, hemos bebido, nos hemos reído y, a ratos, hemos escrito crónicas. Pero también hemos visto el sistema que lo electrizaba todo: la eficacia de las compañeras de Eventos, la rapidez del equipo de Fotografía, la atención de los redactores... Un dinosaurio moviéndose como una bailarina. Un producto que rueda con tanta fuerza como para que lo inaugure el Rey.
El Wake Up es una frontera. Y como en toda aduana, resulta mucho más fácil el riesgo de descarrilar. A nadie le apetece ir a la frontera cuando suenan tambores de guerra. Pero los que vienen saben que, en momentos así, con cierta dosis de audacia, pueden abrir interesantes caminos de acuerdo.
Un gran porcentaje de los foros, para qué engañarnos, son más un evento social que un sitio de trabajo. Lo mismo pensamos nosotros cuando se estrenó el Wake Up. Pero luego vimos que la gente que aparecía por el escenario revestía el compromiso moral de aportar contenidos para el trabajo y el debate.
La movilidad, la banca, las entidades sociales, la energía, la inteligencia artificial, la Defensa... Vinieron los mejores en lo suyo. Y quizá por eso sean los mejores; por su capacidad de reinvención. La única manera de que usted, lector, crea estas palabras y no piense que es un texto a sueldo para alabar el foro que este periódico ha organizado... es que acuda a los contenidos que se fueron publicando sobre él.
Los ponentes han ido retroalimentándose unos a otros. Es difícil que alguien salga a la tribuna a decir una sarta de sandeces preparada rápido y corriendo. Por eso, los que escribimos las gamberradas, que somos nosotros, los de la Barra, hemos estado muy lejos del escenario. En la propia Barra, en una esquina, mirando a los que miran.
Algunos lo llamarán equidistancia; otros, romanticismo. Pero el Wake Up es ese espacio de centro-centrado que consigue atraer polos opuestos. Yolanda Díaz con el Ibex. Los alcaldes del PP con los del PSOE. Los ministros del Gobierno con los presidentes autonómicos de la oposición. Y en la cima, dirigiendo el adagio, el jefe del Estado.
Qué quieren que les diga: un puñetero orgasmo, supongo, para una empresa que quiso ocupar ese espacio pese a haber nacido cuando las mulas ya tiraban hacia la extrema derecha y la extrema izquierda.
La diferencia entre equidistancia y ecuanimidad la explica muy bien Andrés Trapiello. El equidistante es el que siempre se coloca, pase lo que pase, en el centro entre dos puntos. El ecuánime es el que elige donde se coloca en cada cuestión sin importarle lo que piense cada uno de los extremos. Es el qué, no el quién.
En esta mirada final al Wake Up 2024, nos resulta inevitable a los de la Barra mirar más hacia dentro que hacia fuera. Nos parece realmente increíble el trabajo de los departamentos implicados: las chicas de Eventos, los chicos del directo, el equipo de Fotografía, los moderadores y un larguísimo listado de etcéteras. Llevaban walkies, parecían un operativo de los Geos.
Este artículo –ya ha pasado hace un par de párrafos cuando han salido todos ellos– parecía más una felatio que una laudatio. Se lo merecen. Que así sea.