El despacho del General del Aire Miguel Ángel Villarroya Vilalta, Jefe del Estado Mayor de la Defensa (JEMAD), está presidido por un lienzo muy particular. Se trata de un enorme óleo, de casi dos metros y medio de ancho. Obra del artista andaluz José Moreno Carbonero, el cuadro ilustra un grupo de soldados que se prepara para zambullirse en el agua y desembarcar en las playas de Alhucemas, el 8 de septiembre de 1925.
Dice el número dos de Margarita Robles en el Ministerio de Defensa que aquella fue la primera operación exitosa, de colaboración directa, llevada a cabo entre fuerzas marítimas y terrestres. Y que se convirtió en la inspiración directa, veinte años después, del Desembarco de Normandía. Todos los cuerpos en un mismo marco, aunando sacrificio y trabajo en la misma dirección.
Cuando la ministra Robles entregó el mando de los ejércitos a Villarroya (La Galera, Tarragona, 1957) el pasado enero, los retos que se le presentaban eran de enorme complejidad: misiones en más de veinte zonas de conflicto a lo largo de todo el mundo, innovación y renovación tecnológica, el reto de cohesionar las estructuras de Defensa de la Unión Europea, la política de personal, el reto de los satélites y del ciberespacio... Pero ninguno comparable al que estaba por llegar.
Ahora, nueve meses después del inicio de la pandemia, Villarroya se sienta a conversar en su despacho sobre lo vivido. Este lunes recibirá, junto a la ministra Robles y en nombre de las Fuerzas Armadas, el Premio a la Solidaridad Los Leones de EL ESPAÑOL 2020 durante el acto que celebrará el quinto aniversario de este periódico.
¿Había participado en una misión de tal magnitud?
Ha sido la mayor operación en tiempo de paz de la historia reciente de España. Yo, sinceramente, no había visto nada similar. El actuar en territorio nacional, el apoyo directo a los españoles, ha sido muy gratificante. Las Fuerzas Armadas están trabajando día a día, siempre en apoyo de la población. La UME, por ejemplo, actúa en emergencias, en incendios, pero nunca había vivido un esfuerzo coordinado de todas las Fuerzas Armadas en territorio nacional.
¿Cree que la población ha sentido a las Fuerzas Armadas más cerca que en otras ocasiones?
Es evidente que, al estar continuamente en la calle, facilitando que la pandemia tuviera menos efectos, especialmente en las personas más vulnerables, la población ha podido percibir que las Fuerzas Armadas estaban allí y que son algo con lo que siempre pueden contar.
¿Cree que existía otra imagen de las Fuerzas Armadas en la población? ¿Se ha derribado algún estereotipo?
Yo no sé si existía algún estereotipo. Desde hace ya muchos años hemos demostrado que estamos al servicio del pueblo español, cumpliendo con nuestras misiones, las que nos encargan las leyes constitucionales. Ahora, al ser más visibles y al tener más contacto directo con la población, es muy posible que haya influido en una mejora de la imagen.
¿Cuánto ha dormido en los últimos meses?
Bueno, no lo sé, la verdad (ríe). Ha sido una situación muy complicada. Las Fuerzas Armadas están constituidas por un personal sensacional, fabuloso, con una organización y unos medios en los que yo tengo plena confianza. La situación produce inquietud, pero yo tengo una confianza plena en mi gente. Con lo cual no es que me haya quitado mucho sueño.
Habrá vivido escenas complicadas.
El virus se ha llevado las vidas de muchísimos compatriotas. Esto es muy dramático, ha tenido un impacto psicológico en todo el mundo. Y luego están los efectos que la pandemia está teniendo en la sociedad en general, en el tema económico: nunca se ha tenido que ayudar más que ahora a los bancos de alimentos. Son situaciones tristes y dramáticas.
¿El momento más duro a nivel personal?
Creo que coincide con el de mucha gente: el momento en que vimos que el número de fallecidos se estaba desbordando, y también las capacidades de nuestros tanatorios, de nuestro sistema, y tuvimos que empezar a llevar fallecidos a morgues provisionales. Yo creo que eso fue un punto de inflexión, a nivel emocional.
¿Qué ha aprendido de Balmis? ¿Mejoraría algo a nivel operativo?
A los militares nos gusta hacer las cosas de una forma muy metódica. A medida que se elaboran operaciones, se toma nota de aquellos puntos susceptibles de mejora. Y eso es lo que hemos hecho con Balmis. Estuvimos aplicando todas las lecciones aprendidas en el nuevo plan que tenemos preparado.
Un plan que se desarrolla ahora de nuevo.
Lo estamos aplicando de una forma más limitada. A los militares nos gusta planear mucho las cosas, pero somos conscientes de que ningún plan resiste las primeras 24 horas de combate. La clave de todo es tener la flexibilidad suficiente para ajustar ese plan a la realidad, que nunca encaja con lo que habías planificado. Estamos aplicando lo que aprendimos en Balmis adaptado a las nuevas circunstancias.
¿Qué diferencia hay entre las entre las circunstancias actuales y las de marzo?
Básicamente que no tenemos un Estado de Alarma. Antes actuábamos a petición de las delegaciones del Gobierno. Lo seguimos haciendo ahora mismo en la Comunidad de Madrid, pero en otras regiones estamos todavía mezclando esa forma de petición y atendiendo a las solicitudes de las autoridades civiles.
Había muchas peticiones de apoyo logístico, que estamos haciendo ahora; había muchas peticiones de desinfección, que estamos haciendo ahora. Tenemos a los rastreadores. Los hemos incluido en la estructura operativa y ahora 1.971 efectivos para ser exactos están prestando sus servicios.
Recuerdo aquella famosa frase suya en el momento más duro de la pandemia con la que arengó a la población: "En la guerra, todos los días son lunes". No sé si ahora, tal y como van las cosas, siguen siendo lunes todos los días.
(Ríe). Es una frase que se dice mucho en operaciones, porque tienes que estar constantemente alerta. Todos los días son lunes para las Fuerzas Armadas. Estamos siempre atentos, siempre vigilantes, siempre en disposición de actuar. Es cierto que ahora quizás sean más miércoles que lunes (risas), pero el significado real de la frase es que no hay diferencias y que siempre, siempre, estamos alerta y siempre estamos preparados para actuar en beneficio de los españoles.
Gestión de la pandemia
¿Debería haberse prestado una mayor atención a las señales que en febrero llegaban desde otros países cercanos y no tan cercanos?
Es complicado mirar hacia atrás. Siempre al mirar hacia atrás se podrían haber hecho las cosas de otra forma.
¿Era difícil de prever?
En el marco de la estrategia de seguridad nacional, contábamos con un plan operativo, un plan de contingencia para pandemias. Teníamos una idea clara de que esto podría ocurrir en algún momento. Ahora, la dimensión y la forma en la que ha ocurrido… Yo creo que no se podría haber hecho mejor. Lo que está causando esta pandemia a nivel mundial era bastante difícil de ver.
Determinados informes de febrero del Departamento de Seguridad Nacional anticipaban lo que podía venirse encima.
Las Fuerzas Armadas siempre están preparadas para todo. La prueba es que en cuanto se decretó el Estado de Alarma al día siguiente estábamos en la calle. No se nos puede decir que nosotros no estuviéramos listos porque estamos preparados siempre y para cualquier circunstancia.
Es verdad que en marzo quizás se podía contar con ese factor de desconocimiento, pero hemos tenido unos meses de verano en los cuales, si no me equivoco, en Defensa y en las Fuerzas Armadas ha habido preparación para futuras olas como la que estamos viviendo. Existe, sin embargo, la sensación generalizada de que nos ha vuelto a pillar el toro y en esta ocasión ya sabíamos lo que se nos podía venir encima. ¿Qué está pasando ahora?
Yo no lo sé. Nosotros hemos estado todo el verano muy activos. Hemos hecho acopio de material sanitario. Hemos formado a todos los rastreadores durante el verano… Yo creo que hemos estado bastante activos.
¿Ha faltado previsión por parte de los representantes políticos?
Yo le puedo hablar de lo que hemos hecho nosotros. De lo demás no puedo decirle nada.
¿Por qué cree que las Fuerzas Armadas están teniendo, en los últimos estudios sociológicos, una mejor consideración que los partidos políticos?
No lo sé, agradezco mucho la opinión del pueblo español. Es muy gratificante ver que los españoles aprecian a sus Fuerzas Armadas. En los demás colectivos, sinceramente, prefiero no entrar. Creo que no debo entrar.
¿Lo han pasado mal sus hombres?
Sobre todo son personas. Hay una cosa que te diferencia, que es la experiencia y la formación. No quiero decir que seamos inmunes porque no es así: por supuesto que te afectan estas situaciones.
Han tenido que lidiar a diario con la muerte.
Eso es.
Un enemigo invisible
El general Villarroya tiene dos hijos, tres nietos y una impecable hoja de servicios. Abandonó la Academia General del Aire para ser destinado al Ala 31 en abril de 1981. Había pasado ya por el Grupo de Escuelas de Matacán. Solo tardó ocho años en llegar a comandante, y quince a teniente coronel.
Acumula 9.800 horas de vuelo, la mayoría de ellas a bordo del avión de transporte T-10. En su historial se dibujan escenarios complicados como Kuwait, Ruanda o los Balcanes. También fue jefe del mando aéreo en Canarias y del 45 Grupo del Ejército del Aire.
El pasado mes de febrero, el general, poco después de ser nombrado, comenzó a escuchar cómo resonaban los primeros y lejanos ecos de un virus que emergía en China y que se propagaba con gran velocidad por el continente asiático. En varias semanas el coronavirus había logrado infiltrarse en el viejo continente y para mediados de febrero se expandía sin control.
A mediados de marzo se decretó el Estado de Alarma y entonces las Fuerzas Armadas comenzaron a salir a la calle. Los muertos se contaban por miles. Las residencias se transformaron en funerarias. El coronavirus se cebó en esos lugares más que en ningún sitio. Hubo que habilitar centenares de camas UCI, abrir morgues, desinfectar edificios. Las funerarias estaban saturadas.
Los ejércitos activaron entonces la Operación Balmis, bautizada con el nombre del médico español Francisco Javier Balmis, doctor en Medicina, cirujano honorario de cámara del rey Carlos IV, cuya empresa hace doscientos años para llevar la vacuna de la viruela a todos los rincones del Imperio español todavía es hoy recordada.
Vivimos una guerra contra un enemigo invisible. ¿Cómo se combate algo así?
Es un reto evidente. Desde las administraciones públicas, hasta las Fuerzas Armadas y hasta el último ciudadano, todos tenemos un papel que cumplir. La contribución a la defensa y a la seguridad no corresponde solo a algunos colectivos, es de todos. Cada español ha de contribuir con su responsabilidad de actuación a vencer al virus. Tiene que ser un esfuerzo conjunto y coordinado de toda la sociedad.
¿Cuál es la provisión de material sanitario que maneja Defensa para futuras oleadas?
Se hizo acopio de materiales, de mascarillas, de EPIS, sobre todo. También de líquidos y material desinfectante para todo aquello que ha tenido un uso durante la primera fase de la pandemia. Ahora, tenemos provisión para una actuación en caso de pandemia o epidemia de alta intensidad, de una duración de seis semanas.
Retos del futuro
¿Cuál es para usted el principal problema de las Fuerzas Armadas?
Es complicado. El principal problema quizás sea la recuperación de la inversión en Defensa que hemos perdido desde hace diez años. Es un problema. La realidad es que el presupuesto de Defensa, en euros constantes, es un 15% más bajo ahora que en 2008.
En proporción, España es el tercer país de la OTAN que menos invierte en gasto militar.
No obstante, estamos haciendo un esfuerzo muy grande en la renovación de equipos que se habían quedado sin recambio desde hace diez años. La falta de inversión en Defensa durante este tiempo ha ido en detrimento de muchas capacidades que teníamos.
¿Por ejemplo?
Una de las capacidades que hemos visto que es necesaria y a la que no se le ha prestado la suficiente atención es a la de la sanidad militar. Estamos pensando a ver cómo la potenciamos.
Hay que invertir más en ese área.
Tenemos que sustituir esas capacidades obsoletas, y a la vez reponer aquellas otras que se han perdido o han quedado defectuosas. A la vez hay que gastar en sostenimiento de los recursos. Y eso es uno de los problemas que estamos acusando ahora. Tenemos un 15% menos de presupuesto que en 2008, la disponibilidad de fondos para el sostenimiento es de un 65% menos. Es decir, estamos trabajando con un 35% de lo que teníamos en el año 2008 para el sostenimiento.
El Aire, la Armada, Tierra... Todos los Ejércitos padecen el problema de la obsolescencia. La Armada tiene tan solo dos submarinos y ambos con cierta antigüedad. El nuevo S-80 se está construyendo en Murcia desde hace años. Lleva un enorme retraso. ¿Qué expectativas tienen puestas en él?
Es verdad que la Armada tiene tan solo dos submarinos. El programa S-80 está muy avanzado. Tuvo una fuerte demora por problemas de diseño inicial, que ahora se ha agravado un poquito con el tema del coronavirus, porque se han producido nuevamente una serie de retrasos en los procesos de producción.
Más o menos está casi todo en vías de solución. Cuesta mucho esfuerzo económico pero también produce un rendimiento en otras áreas: capacidad tecnológica, puestos de trabajo, industria de calidad… Una industria que puede ser muy importante para España.
Hablamos de la seguridad y la protección del Estado.
¿Por qué necesitamos invertir en Defensa? Yo lo concibo como uno de los componentes del Estado del Bienestar. No es un pilar más. Sin ella todos los demás pilares son inútiles.
¿Es el coronavirus el mayor reto a nivel de seguridad mundial? ¿Corre peligro el modelo Schengen de libre circulación a causa del virus?
Ha puesto de manifiesto la necesidad de incrementar la colaboración. Se están desarrollando planes e incrementando las formas de colaboración entre países. Quizá no me corresponda a mí decirlo, pero está poniendo de manifiesto la necesidad de que todos los países de la Unión Europea y la OTAN trabajen en conjunto.
España es el séptimo país de la OTAN con más personal militar, con un total de 116.000 efectivos. ¿Puede Defensa mantener y retribuir a sus soldados con el dinero que tiene a su disposición?
Vaya por delante que los militares no somos militares por las retribuciones. Eso es así. Esta es una profesión vocacional, de servicio, de trabajo, y no está nadie aquí por las retribuciones. Pero tenemos que comer todos los días. Necesitamos alojamiento. Tenemos familias. Eso implica que nuestros soldados deben tener una retribución digna y adecuada.
¿Tiene que mejorar esa retribución?
Creo que sería de reflexión el revisar las retribuciones del personal. Sería lo adecuado. Hay gente que no puede desarrollar plenamente su vocación militar porque no puede hacer frente a los gastos del alquiler de una casa, por ejemplo en Madrid. Eso me lleva a meditar que las retribuciones tienen que revisarse, porque los elementos básicos de tu vida los tienes que tener solucionados. No tiene que ser un problema que tengas que hacer malabares para pagar una casa, para alimentar a tus hijos.
¿Se plantea llevar a cabo esta decisión en los próximos años?
Los políticos tendrán que decir algo de eso. Es un tema que tiene que estar en el tablero.
¿Afectará la Covid-19 a operaciones como las que lleva a cabo el Ejército en el Sahel?
Hay misiones que se han visto ralentizadas. Paradójicamente, el impacto del virus en determinados países está siendo menor, y en concreto en África no está teniendo el que creíamos que iba a tener. Y en Mali, que iba a remolque por la situación política provocada por el golpe de estado de este verano, se están retomando las actividades.
¿Cuál es la gran virtud de las Fuerzas Armadas?
El excelente personal con el que cuentan, con unos valores y una vocación de servicio increíble.
¿Qué le diría al ciudadano que tiene la desalentadora sensación de que esto no parece que vaya a acabar nunca?
Uno se va haciendo mayor, y ve que la vida pasa muy rápido, y que tenemos mucha prisa por llegar a la situación en la que estábamos antes, y por controlar los elementos de una forma total, y eso no es posible. El hombre todavía no es capaz de dominar tanto su entorno como para poder gobernar cómo tiene que ser la realidad.
La gente está muy impaciente. Se está relajando, hay cansancio, pero hay que aguantar. La realidad no va a cambiar por mucho que creamos que va a cambiar. Así lo único que estamos haciendo es retrasar esa vuelta a la normalidad. Tenemos expectativas no muy lejanas de una solución, con una vacuna, pero la gente debe tener menos prisa en que todo se arregle.