El milagro de la vacuna: España, líder mundial un año después del anuncio casi increíble de Illa
A pesar de las dudas que surgieron por el camino, en nuestro país se ha inmunizado ya al 74% de la población.
13 septiembre, 2021 01:40Noticias relacionadas
Hace un año, Salvador Illa, hoy portavoz del PSC en el Parlament de Cataluña pero por entonces ministro de Sanidad, profetizó en el 'I Simposio Observatorio de la Sanidad: las fronteras de la lucha contra el coronavirus', organizado por EL ESPAÑOL, que España recibiría 3 millones de vacunas antiCovid a finales de diciembre.
En aquel momento, su anuncio levantó mucho escepticismo. Sin embargo, la vacunación empezó antes de que terminara 2020 y hoy España es uno de los países líderes en población vacunada. Un milagro que algunos calificaron de "imposible" y que hoy nos sitúa por encima de países como Estados Unidos, Francia, Alemania, Japón o Reino Unido.
Con todo, habría que hacer muchos matices a las profecías del exministro catalán. En su momento, los 3 millones de dosis que se esperaban de AstraZeneca finalmente no llegaron a tiempo y las primeras dosis en utilizarse fueron las de Pfizer / Biontech y Moderna. Y la cifra que llegó fue mucho más baja: 350.000 dosis.
Sin embargo, el simple hecho de que haya vacunas aprobadas en España y en la Unión Europea es prácticamente un milagro científico. La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la situación de pandemia de forma oficial el 11 de marzo de 2020. Solo nueve meses después, la Agencia Europea del Medicamento (EMA) dio luz verde a la primera vacuna contra la Covid en tierras comunitarias.
Normalmente, el desarrollo de un producto farmacéutico dura años, y la probabilidad de fracaso es muy elevada. Pero, en este caso, antes de terminar el año la industria farmacéutica ya tenía preparadas y en el mercado europeo una vacuna: la de Pfizer y Biontech. En unas semanas, serían aprobadas las de Moderna y AstraZeneca.
La investigación farmacéutica se volcó en este logro. Miles de millones de euros y dólares y de alianzas inéditas entre compañías farmacéuticas hicieron posible este hecho desconocido, también motivado y financiado con dinero público.
En este sentido, la compra centralizada organizada por la Comisión Europea fue clave. En junio, Bruselas presentó una propuesta de alianza nunca vista para adquirir vacunas contra la Covid para todos los estados miembro de manera preventiva y asegurarse el suministro antes de que se comercializara cada antígeno a través de los correspondientes acuerdos con las compañías farmacéuticas.
La geoestrategia de la UE
Esta acción geoestratégica fue clave para 'amarrar' millones de dosis para la UE. Sus miembros por separado no tenían nada que hacer ante rivales como Estados Unidos en la adquisición de vacunas. En cambio, con esta estrategia (y tras convencer a varios países díscolos), la UE se aseguró un suministro de dosis.
Estos contratos, cuya confidencialidad no ha estado exenta de polémica, se han hecho con unos siete proveedores, aunque hasta ahora solo se han aprobado cuatro vacunas en la UE: la ya citada de Pfizer, la de Moderna, la de AstraZeneca y la de Janssen (del grupo Johnson & Johnson).
Un suministro que, con todo, al principio estuvo sembrado de dudas. España y la UE contaban con que AstraZeneca regara de dosis a la población comunitaria. Sin embargo, los problemas de producción que afectaron a la compañía (y que ocasionaron un importante conflicto diplomático) lo impidieron.
A esto se suman los efectos secundarios que se hallaron en este antígeno. Si bien son infrecuentes y raros (de forma excepcional se pueden producir casos de trombosis), han servido de excusa a los países europeos para prescindir de ella.
El lugar que tenía previsto lo ha ocupado la vacuna de Pfizer / Biontech. Y ello a pesar de que este antígeno, elaborado con la novedosa tecnología de ARNm, ha supuesto un desafío logístico descomunal: necesita ser conservado a temperaturas por debajo de los 70 grados.
Sin embargo, Pfizer, gracias al incremento de producción que ha mejorado a lo largo de 2021, ha cumplido sus compromosisos de suministro de dosis e incluso los ha aumentado. Es más: siete de cada diez vacunas contra la Covid administradas en España son de esta marca.
Con todo, para que España haya logrado vacunar al 74% de la población en solo nueve meses (algo que asimismo profetizó el exministro Illa) también se han usado vacunas cuyo uso ha sido mucho más residual: Moderna (8,5 millones de dosis administradas hasta la fecha en España), AstraZeneca (9,7 millones) y Janssen (alrededor de dos millones).
El parón de AstraZeneca y Janssen
El gran momento de incertidumbre que se vivió a mediados del mes de marzo, cuando España y otros países de la Unión Europea decidieron suspender la vacunación con AstraZeneca, supuso un frenazo en un plan que no terminaba de arrancar ante el escepticismo de muchos.
De las 900.000 vacunas que se administraban por aquel entonces semanalmente se bajó a unas 650.000. Esto es, un 25% menos de dosis. Las cifras del Ministerio dibujaban un panorama incierto, donde sólo el 10% de la población había recibido la primera dosis y un 4% la pauta completa. La tan cacareada inmunidad de grupo se veía lejos mientras algunas comunidades mantenían toques de queda y restricciones en la movilidad fruto de una tercera ola que dejó una estela de más de 18.000 muertos. España incumplió además el primer objetivo de inmunización marcado en la hoja de ruta: tener vacunados al 80% de los mayores en marzo.
La detección de nuevos casos de trombosis relacionados con la inoculación de la vacuna de Janssen en Estados Unidos supuso un nuevo frenazo en la administración del fármaco en el país y en su distribución en Europa. Así, pese a que la EMA consideró que tanto la vacuna de AstraZeneca como la de Johnson & Johnson ofrecían unos beneficios generales mucho mayores que los riesgos, España, al igual que el resto de países de su entorno, decidió readaptar su plan de vacunación y limitar ambos antígenos a algunos grupos de población debido a los casos raros de coágulos que se vincularon.
La llegada de dosis y el ritmo de suministro han sido claves para que España haya podido aumentar el ritmo de vacunación, puesto que tanto el Gobierno como las comunidades autónomas siempre han estado convencidos de que el ritmo de inmunizaciones sería elevado. De hecho, las autoridades siempre aludieron a la velocidad de la última campaña de la gripe. Iniciada en octubre sin centros de vacunación masiva, en solo dos meses se inmunizó a 14 millones de personas, una cifra de récord respecto a otras campañas.
Los 'vacunódromos'
Precisamente, los vacunódromos, creados en pabellones deportivos, puntos covid-express, recintos feriales y grandes infraestructuras, han permitido la descongestión de los centros de salud y el aumento exponencial del ritmo de vacunación. Emergieron a principios de abril, en un momento en el que España empezó a recibir vacunas a espuertas (sólo durante la primera semana de este mes llegó la misma cantidad que durante todo enero, unos dos millones de dosis) y desde los más diversos ámbitos sociales se clamaba por aumentar el ritmo de inmunización.
Fue entonces cuando Pedro Sánchez lanzó el órdago de que el 70% de los españoles, 33 millones de personas, estarían vacunadas a finales de agosto. "Estamos ante la mayor campaña de vacunación de la historia de España", dijo el jefe del Ejecutivo. "Ha llegado el momento de vacunar sin descanso", anunció en su comparecencia en La Moncloa. "Vacunar, vacunar y vacunar", remachó.
La maquinaria comenzó a engrasarse, las comunidades autónomas aceleraron el paso y los resultados del plan de inmunización empezaron a dar sus frutos entre cada vez más grupos de población. Los más mayores, por supuesto, fueron los que primero notaron el efecto de las vacunas. Por poner un ejemplo, en la primera semana de abril, las residencias de ancianos, según datos del Imserso, apenas registraron dos fallecidos y 56 contagios. Unas cifras muy inferiores a las de enero de este mismo año y milagrosas si lo comparamos con la masacre que supuso la primera ola en los más mayores.
Actualmente, por comunidades autónomas, las regiones que lideran el ranking de vacunación autonómica no son precisamente las que mayor densidad de población tienen, algo que debería facilitar la vacunación masiva. De hecho, es Asturias la región que más población vacunada tiene (un 81,1%), seguida de Extremadura y Galicia (78,7%).
En cambio, dos de las regiones más pobladas de España están por debajo de la media de vacunación nacional. Madrid cuenta con el 71,4% de su población vacunada, mientras que Cataluña ha inmunizado al 70,8%. El farolillo rojo autonómico en vacunación antiCovid es para Baleares, con un 68% de sus ciudadanos vacunados. Solo están en una situación peor Ceuta y Melilla. Las ciudades autónomas han logrado inmunizar solo al 64,9% y al 59,2% de su población.
La altísima efectividad de los antígenos aprobados por la EMA en Europa y el acierto de España y la UE a la hora de hacerse con ellos es una de las grandísimas noticias que deja la pandemia. Tanto las vacunas de AstraZeneca, como de Pfizer, Moderna y Janssen han demostrado una altísima efectividad a la hora de evitar tanto las hospitalizaciones como las muertes por Covid-19 a lo largo del tiempo, el principal cometido para el que fueron diseñadas.
Según uno de los últimos informes del Centro para el Control de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), las vacunas de ARNm (Pfizer y Moderna), mantienen aún hoy una protección del 84% frente a los ingresos tras la irrupción de la variante Delta, cuando antes era del 86%. Si bien es cierto que las vacunas parecen perder eficacia a la hora de prevenir las infecciones por coronavirus con el paso del tiempo —otro informe del CDC apunta a una eficacia del 66% frente a la variante Delta—, las inyecciones siguen mostrando una respuesta robusta frente a la Covid grave.
Algunos países de Latinoamérica como Chile, que optaron por las vacunas del laboratorio chino Sinovac, o Bahrein, en Asia, que ha utilizado Sinopharm, han visto cómo, pese al alto porcentaje de población vacunada —en su momento superaban a España—, los contagios se multiplicaban y no conseguían frenar la escalada de hospitalizaciones y muertes.
Pese a que algunos supuestos expertos han alertado de un posible escape vacunal debido a las nuevas variantes, éste aún no se ha producido. "Una cosa es que alguna variante escape de las vacunas, y otra, que la vacuna no sea eficaz contra esa variante; y eso de momento no ocurre porque la respuesta inmune es muy compleja y no solo depende de anticuerpos", explicaba Ignacio López-Goñi, catedrático de Microbiología de la Universidad de Navarra a EL ESPAÑOL. Es más, un estudio recién publicado en The Lancet apunta que la minoría de vacunados que llegará a contagiarse tiene un 70% menos de probabilidades de sufrir un caso de Covid-19 grave que implique hospitalización.
Confianza en el sistema
Pero el éxito de la vacunación en España, que ha llegado a inocular 747.589 dosis en un solo día (cifra récord el pasado 1 de julio), no sólo tiene que ver con la implementación de centros de inmunización masivos o con la sorprendente eficacia de las vacunas. También influyen otros factores como el escaso eco que ha tenido el negacionismo y los movimientos antivacunas en España —a diferencia de otros países—.
La confianza de la población en un sistema sanitario robusto y en sus profesionales, así como el efecto contagio relacionado con la aceptación de las vacunas y su seguridad, también han jugado un papel importantísimo. "Nosotros hemos llegado a hacer horas de cola mientras que otros países ofrecían cerveza por vacunarse, y ni aún así", señalaba hace unos días Pep Lobera, sociólogo de la Universidad Autónoma de Madrid.
A lo largo de la pandemia, distintos estudios han intentado alumbrar el pensamiento que tienen los españoles sobre la Covid-19 y la ciencia. La Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt) publicó en mayo la última oleada de su encuesta de percepción social, donde se refleja que las reticencias sobre las vacunas han ido reduciéndose conforme han ido pasando los meses desde su aprobación.
Según este informe, sólo un 3,4% de españoles mayores de 18 años afirma que no se pondrá la vacuna "en absoluto" (alrededor de 1,4 millones de personas). En julio del año pasado, cuando aún no se había aprobado ningún antígeno, un 33% de la población mostraba reticencias a ponerse la vacuna. Asimismo, la encuesta COSMO-Spain, realizada por el Instituto de Salud Carlos III y la OMS, que publica resultados cada dos meses desde mayo de 2020, también ha refrendado la confianza creciente de los españoles en científicos y sanitarios, los actores principales de la pandemia.
La tercera dosis
El éxito indiscutible de las vacunas en España lo apuntalan los datos de la quinta ola. El último envite de la Covid-19 en nuestro país deja más del 20% del total de casos de la pandemia (más de un millón de contagios desde el 1 de julio, principalmente en los grupos más jóvenes) frente a sólo un 5% de los fallecidos totales (alrededor de 3.300 muertos). Las principales víctimas de esta oleada del virus han sido, una vez más, los mayores de 80 años, cuyo sistema inmune, mucho más débil, ofrece una respuesta menos vigorosa al virus.
En cualquier caso, lo que también evidencian los datos es que, sin las vacunas, la quinta ola en España habría sido una nueva masacre. Tal y como recordó la ministra de Sanidad Carolina Darias el pasado martes, la letalidad ha caído en picado, situándose en el 0,2%, cuando la media de la pandemia está en el 1,7%. En la primera ola, esta letalidad llegó a situarse en el 13%, según dijo Darias.
Pese a que parece que la luz se avista al final del túnel, lo cierto es que la pandemia aún no ha acabado. De hecho, son muchos los expertos que auguran que, tras la quinta ola, tendremos una sexta, una séptima y hasta una octava. Por suerte, ya no serán igual de letales. O no deberían serlo. Tras el visto bueno de la EMA, España ha empezado a inocular la tercera dosis de la vacuna en algunos grupos vulnerables de población como son los inmunodeprimidos. Está por ver si, ante la posible pérdida de eficacia de las vacunas frente a la transmisión, este plan se extiende al resto de grupos.
La suspensión sine die de la primera vacuna española, desarrollada por el equipo de Mariano Esteban en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) junto con Biofabri, tras detectar lesiones pulmonares en un mono, supuso a finales de julio un jarro de agua fría para la ciencia española. Ahora, todas las esperanzas se encuentran puestas en el fármaco que desarrolla una compañía especializada en salud animal, la española Hipra, que presenta una buena respuesta frente a las variantes actuales.
Si se cumplen los plazos, podría empezar a comercializarse en 2022, según anunció la nueva ministra de Ciencia, Diana Morant, que cerrará el 'II Simposio del Observatorio de la Sanidad: las lecciones de la Covid-19', organizado por EL ESPAÑOL. La ciencia española podría situarse entonces a la vanguardia en la lucha contra un virus que, a día de hoy, sigue matando a miles de personas en todo el mundo y sigue planteando numerosos interrogantes y preguntas sin resolver.