En el contexto de la Primera Guerra Mundial (1914-198), tras dos años de feroces combates en diversas partes del mundo, en el Mar del Norte las flotas británicas y alemanas se enfrentaron en una intensa batalla en la que ninguna parte lograba tomar ventaja. El Canal de la Mancha se convirtió en un campo minado que obstaculizaba la retirada de la Hochseeflotte (Flota de Alta Mar del Imperio alemán).
La contienda marítima parecía no tener fin. Para romper el estancamiento, los alemanes decidieron optar por una nueva estrategia: atraer a los cruceros ingleses con un cebo y rodear la flota británica, con la esperanza de aniquilar gran parte de la Royal Navy.
La estrategia alemana consistía en tender una trampa a la flota inglesa: primero, la escuadra ligera del contraalmirante Franz von Hipper atraería a los ingleses, y luego se uniría el almirante Reinhard Scheer con sus acorazados, cuya devastadora potencia de fuego acabaría con el enemigo.
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Sin embargo, los alemanes no contaban con que los británicos habían logrado descifrar parte de su código secreto. Cuando Hipper puso en marcha la trampa, no esperaba que toda la flota británica se dirigiera hacia él.
Enfrentamiento de Crucero
Aunque los británicos tenían poca información, sabían que Hipper había salido del puerto, pero desconocían que los acorazados enemigos estuvieran en la zona. El almirante de los cruceros de batalla, David Beatty, y sus acorazados clase Queen Elizabeth, se dirigieron rápidamente hacia el lugar donde se encontrarían con las naves alemanas. Beatty era un hombre audaz y directo a la acción, considerado por algunos como la reencarnación de Horatio Nelson, el almirante inglés de la batalla de Trafalgar.
A las dos de la tarde, los destructores de vanguardia avistaron los buques alemanes y, media hora después, comenzaron los combates.
La táctica de la flota británica consistía en disparar con sus cañones rápidamente para someter al enemigo a un bombardeo ininterrumpido. Para llevar a cabo esta acción, dejaban las puertas de seguridad de los pañoles de cordita (el explosivo que impulsaba los obuses) bajo las torretas, para que en caso de recibir un impacto y entrar en contacto, no detonara todo el barco.
Los seis cruceros de Beatty, dispuestos en columna y paralelos al enemigo, se enzarzaron en un duelo de artillería con la flota de Hipper, pero a pesar de contar con apoyos en la retaguardia, sufrieron terribles bajas.
Alrededor de las cuatro de la tarde, un proyectil alemán penetró en una de las torretas de uno de los barcos de Beatty, estallando en su interior e incendiando la cordita. El crucero explotó, causando la muerte de mil personas que formaban parte de la tripulación.
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Poco después, el Queen Mary corrió la misma suerte. La nave insignia de Beatty no tenía escapatoria y sufrió grandes daños al igual que los otros cruceros hundidos. El impacto contra el barco de Beatty dejó maltrecho al almirante que, mientras se desangraba, ordenó inundar los almacenes, una acción que le valió la condecoración con la Cruz de Victoria.
Por otro lado, los cruceros alemanes apenas sufrieron daños por los proyectiles lanzados por la Marina británica, en parte debido a errores de fábrica que hacían que los proyectiles británicos no explotaran. Exasperado, Beatty se dirigió a su segundo oficial y le dijo: "Parece que hoy hay algo estropeado con nuestros barcos".
La llegada de Jellicoe
En su retirada, los británicos quedaron recortados frente al sol poniente, convirtiéndose en un blanco fácil. Sufrieron aún más bajas, y los alemanes hundieron el crucero acorazado Defence.
Los Queen Elizabeth redujeron su velocidad y cubrieron la retirada en retaguardia, infligiendo algunos daños a las naves alemanas. Alrededor de las seis de la tarde, la Royal Navy alcanzó a Beatty. Las naves de Jellicoe habían rodeado a la flota alemana. Con 21 buques de línea enfrentados a 31 buques británicos, el almirante Reinhard Scheer, también conocido como "el hombre de la máscara de hierro" por su falta de expresión, estaba superado en número. Las naves alemanas fueron acribilladas y la nave insignia de Hipper, el Lützow, se hundió.
Sin embargo, los alemanes no optaron por la retirada y enfrentaron a los británicos con toda su artillería, incluso derribando al buque Invincible en su intento.
Scheer desplegó sus destructores contra los británicos y, al ver la línea de humo que se cernía en el campo de batalla, lanzaron un ataque con torpedos contra la línea de batalla. La llegada del anochecer hizo que los alemanes rompieran el contacto con el enemigo.
Esto no puso fin a la batalla, que continuó durante toda la noche. Sin embargo, a medida que oscurecía, la preocupación de Jellicoe aumentaba. Conocía que los alemanes habían sido adiestrados y curtido para enfrentar batalla es estas circunstancias. Sin embargo, ambos bandos optaron por volver a sus respectivas bases.
Tanto alemanes como ingleses reclamaron la victoria, pero los periódicos calificaron la batalla de fracaso por parte de los ingleses, y los datos así lo demuestran: tres cruceros de batalla, tres cruceros acorazados y ocho destructores, un total de 14 buques, fueron destruidos. Por el lado alemán, solo perdieron 11 buques. Sin embargo, la diferencia más significativa se encontraba en los fallecidos. Mientras que los alemanes perdieron un total de 2.551 personas, las bajas británicas ascendieron a un total de 6.097 muertos.
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En la Batalla de Jutlandia, Jellicoe tuvo la oportunidad, o no, de destruir la Flota de Alta Mar del káiser Guillermo II, pero, a lo mejor, se jugaba mucho como arriesgarlo todo. Como dijo Churchill, Jellicoe era "el único hombre en los dos bandos capaz de perder la guerra en una tarde".