Entre las grandes y complejas estructuras arquitectónicas de Ba'ja, un yacimiento de una hectárea y media situado al sur de Jordania, a pocos kilómetros de la famosa ciudad de Petra, y que estuvo habitado aproximadamente entre los años 7.400 y 6.600 a.C., a principios del Neolítico, los arqueólogos descubrieron en 2018 una llamativa tumba de cista que escondía los restos de una niña de 8 años inhumada en posición fetal.
El esqueleto se encontraba en muy mal estado de conservación —sin el brazo derecho y con partes del cráneo, la mandíbula, la pelvis y los pies muy dañados por las capas de tierra depositadas encima—, pero la meticulosa excavación logró documentar otra sorpresa: más de 2.500 cuentas de diferentes materiales y formas concentradas en torno al pecho y al cuello. Eran las piezas que integraban un espectacular y florido collar probablemente fabricado en el asentamiento, pero que utilizó elementos exóticos procedentes de regiones lejanas.
Jamila, como bautizaron los investigadores a la niña, fue enterrada con una singular joya que proporciona nuevos conocimientos sobre la complejidad social de la cultura neolítica durante sus primeros compases, según un estudio publicado este martes en la revista PLOS ONE. El collar, destacan los investigadores, liderados por Hala Alarashi, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), es una obra de arte que no encuentra paralelo en las tradiciones ornamentales del Levante durante este periodo: "El gran volumen, la organización compleja, la simetría, la armonía, la belleza de las piezas o el juego de luces y colores recuerdan, de hecho, los refinados ornamentos de las más tardías sociedades urbanas mesopotámicas y egipcias".
Integrado por más de dos millares de coloridas cuentas —la mayoría tienen forma de disco y fueron talladas en piedra y en conchas marinas, y dos son de ámbar, un material no identificado hasta el momento en la región para ese periodo—, el abalorio cuenta con otros elementos destacados, como un doble pendiente perforado del que salían diez filas de las pequeñas piezas y que se conectaban con un anillo de nácar delicadamente grabado, la "obra maestra" del collar. Según los expertos, se trata de uno de los ornamentos neolíticos más antiguos e impresionantes.
"La elección de materiales, colores, tipos y morfologías fueron significativas, no solo para servir al diseño y al volumen, sino también para expresar valores intangibles, siendo los más obvios y defendibles los de abundancia, diversidad y exclusividad", escriben los autores del estudio en relación con el significado simbólico del objeto. Tras un arduo y minucioso estudio de la composición, la artesanía y la disposición espacial de las miles de piezas desperdigadas en el enterramiento, lograron una reconstrucción aproximada de la joya, que ahora se expone en el nuevo Museo de Petra.
Tanto por la tumba individual como por la aparición del rico objeto —los adornos corporales son símbolos de poder que comunican valores culturales e identidades personales, por lo que son elementos de gran valor en el estudio de las comunidades antiguas—, la niña de ocho años debió pertenecer a una familia de alto estatus dentro de Ba'ja, un yacimiento asociado al fenómeno de los "mega sitios" que se extendió en torno al VIII milenio a.C. Los investigadores creen que el collar desempeñó un papel clave en la realización de los rituales de inhumación, entendidos como un evento público que reunía a parientes y otras personas, y que además se trató de un objeto que materializaba una memoria colectiva conectando el mundo de los vivos con el de los muertos.
El análisis del objeto ha revelado dinámicas sociales complejas entre los miembros de la comunidad, incluidos los artesanos, los comerciantes y los individuos de mayor poder que lo habrían encargado, y un "inesperado nivel de conexión" con el resto de rutas del Levante mediterráneo: "A pesar de su ubicación, invisible y escondida entre las rocas, el pueblo tenía acceso a fuentes marinas, minerales y de ámbar, lo que resultó en una diversa gama de diseños de adornos. La topografía del asentamiento parece irrelevante en vista de que los habitantes de Ba'ja tenían una ornamentación muy rica y diversa que no se limitaba a fines funerarios sino también a la vida, ya que también se han encontrado cuentas, colgantes y anillos en contextos no funerarios".
"A pesar de su elaborado diseño, un collar así no fue elaborado para el intercambio o por motivos comerciales, sino como ajuar de la tumba de un niño que sirvió como un testamento significativo de las prácticas culturales de la época", valoran los investigadores en las conclusiones. Precisamente su hallazgo entre los restos de un individuo infantil reafirma la importancia de este grupo de edad en las primeras sociedades de agricultores. Pero los datos sobre Jamila son esquivos: los análisis genéticos y de isótopos no han podido arrojar más información sobre quién era debido a la mala conservación de los huesos.