La escena remite al Arsenal de Cartagena en enero de 1785. La actividad es frenética en torno al San Ildefonso, un navío de línea 74 cañones, el prototipo de una serie de buques de la Armada española con unas cualidades sobresalientes en cuanto a velocidad y maniobrabilidad. Mientras los ingenieros navales, liderados por el teniente coronel José Fernández de Landa, el artífice del diseño y que aparece de espaldas, revisan los bocetos, varias decenas de trabajadores portan tablones de madera y apuran los últimos retoques del barco. Aunque le faltan todavía dos elementos fundamentales: la arboladura y los cañones. Al fondo, entra en el puerto la fragata Santa Casilda, con las velas recogidas y remolcada por dos botes.
Este lienzo, titulado Preparación de la botadura del navío San Ildefonso, es la última obra de Augusto Ferrer-Dalmau, un encargo del Instituto de Historia y Cultura Naval como epílogo de las celebraciones por el 250 aniversario del Cuerpo de Ingenieros de la Armada, fundado el 10 de octubre de 1770. No se sumerge el pintor de batallas en esta ocasión en el fragor de los combates, como hizo, por ejemplo, con el Glorioso, sino en el proceso de construcción. Y eso que este navío consiguió hacer frente a cinco bajeles de la Royal Navy en la batalla de Trafalgar, aunque terminó apresado y conducido a Gibraltar por los británicos.
"En este cuadro se refleja el profundo cambio que supuso para la Armada el Cuerpo de Ingenieros, con quien se pasó de artesanos a aplicar los conocimientos científicos en la construcción de los buques", ha destacado Antonio Piñeiro Sánchez, el almirante general jefe del Estado Mayor de la Armada, durante la presentación de la obra y la entrega de la misma al Museo Naval de Madrid. El lienzo se expondrá un mes en una de sus salas, el patio de modelos de arsenal, y después formará parte de la colección permanente del Museo Naval de Cartagena.
En la instantánea se representan las misiones que Carlos III asignó al Cuerpo de Ingenieros en su orden de creación: construir y carenar navíos, dirigir obras civiles e hidráulicas y explotar los bosques ubicados a 25 leguas de la costa —el guiño a esta función se aprecia en la montaña de tableros que aparece en primer plano— y de los ríos navegables para obtener madera. "La obra permite adentrarnos en una época fascinante de nuestra historia, cuando la Armada pugnaba por disponer de navíos de línea que le diesen una ventaja táctica", ha señalado el contraalmirante Antonio Juan González García, director de Infraestructuras Navales.
El San Ildefonso fue uno de los mejores ejemplos del siglo de oro de la construcción naval española, que tuvo en Romero Landa a uno de sus mayores modernizadores. Fue el prototipo de otros siete navíos similares construidos en los astilleros de Ferrol, Cartagena y La Habana, conocidos como los "Ildelfonsinos". En las pruebas a las que fue sometido, superó a otros barcos punteros de la generación anterior, como el San Juan Nepomuceno, que también se batió con arrojo en Trafalgar. "El Rey ha hecho un hallazgo de infinito precio en la construcción de este navío", se concluyó en un informe.
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Preparación de la botadura del navío San Ildefonso es el primer lienzo elaborado por el taller de la Fundación Ferrer-Dalmau. El pintor ha participado en la presentación junto a uno de sus jóvenes ayudantes, Alejo, que ha pintado algunas figuras de la enrevesada escena. "Tuve que bajar el agua, mover las montañas... No había día que no cambiara el cuadro", ha confesado el artista. "No imaginé que pudiese acabar así, era muy complejo. Pero la gente se puede imaginar cómo era un momento como este".
Historia del navío
El San Ildefonso fue botado el 22 de enero de 1785. Sin embargo, como aparece en el cuadro de Ferrer-Dalmau, se hizo sin haber sido forrado de cobre, lo que mejoraba la velocidad de los barcos. Volvió al arsenal y un par de meses después ya estaba listo de nuevo. Operó en la escuadra del Mediterráneo en operaciones contra la flota francesa, llegó a ser buque insignia del almirante Federico Gravina y llevó a cabo frecuentes viajes a América en los que transportaba tropas y mercancías.
En 1799, al regreso a España de uno de sus viajes, trajo como pasajero al entonces subteniente Simón Bolívar, de 16 años, enviado por su familia a nuestro país para cursar estudios militares. A mediados de 1805 se incorporó desde Ferrol a la flota hispano-francesa que se agrupó en Cádiz al mando del almirante Villeneuve y participó en la batalla de Trafalgar (1805). Capturado por los británicos y renombrado como HMS Ildefonso, su gigantesca bandera de 14,5 metros de largo por 10 de ancho presidió el entierro del almirante Nelson en la catedral de St. Paul de Londres como botín de guerra y en la actualidad se conserva en el Museo Marítimo Nacional de Greenwich. Fue desguazada hacia 1816.