Los historiadores y los arqueólogos llevan siglos tratando de descifrar los misterios que esconde uno de los monumentos más representativos del Antiguo Egipto: la Gran Esfinge de Guiza. ¿Cómo era la estructura en su forma original? ¿Qué es lo que realmente representa? ¿Qué nombre le dieron en la civilización de los faraones? No obstante, hay otra cuestión que se ha dejado en un segundo plano: cómo era el paisaje hace unos 4.500 años, cuando los egipcios comenzaron a tallar esta espectacular figura ¿Tuvo algo que ver el entorno natural en su formación?
Según un estudio realizado por un equipo de científicos de la Universidad de Nueva York, la acción del viento y su poder de erosión contra las formaciones rocosas del desierto egipcio son probablemente la primera explicación del origen de una de las estructuras gigantes más famosas del mundo. A esa conclusión han llegado tras replicar las condiciones ambientales que se desarrollaron en la zona durante el reinado del faraón Kefrén (2558-2532 a.C.). Se dice que los rasgos faciales de la Gran Esfinge concuerdan con los de este faraón de la Dinastía IV.
"Nuestros hallazgos ofrecen una posible 'historia del origen' de cómo las formaciones del tipo de la Gran Esfinge pueden surgir a partir de la erosión", ha detallado en un comunicado Leif Ristroph, profesor asociado del Instituto Courant de Ciencias Matemáticas de la Universidad de Nueva York y autor principal del estudio, que ha sido aceptado para su publicación en la revista Physical Review Fluids. "Nuestros experimentos de laboratorio demostraron que formas sorprendentemente parecidas a las de una esfinge pueden, de hecho, provenir de materiales erosionados por flujos rápidos".
La investigación se centró en replicar yardangs, formaciones rocosas inusuales que se encuentran en los desiertos como resultado del polvo y la arena arrastrados por el viento, y explorar cómo la Gran Esfinge podría haberse originado como una de estas estructuras a la que posteriormente los humanos habrían añadido los detalles que la han hecho tan característica.
Para lograr estos resultados, Ristroph y sus compañeros del Laboratorio de Matemáticas Aplicadas de la Universidad de Nueva York tomaron montículos de arcilla blanda con material más duro y menos erosionable incrustado en su interior, imitando el terreno del noreste de Egipto, donde se encuentra la Gran Esfinge.
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Luego lavaron estas formaciones con una corriente de agua que fluía rápidamente (para replicar el viento) que las esculpió y remodeló, hasta alcanzar finalmente una formación similar a una esfinge. El material más duro o resistente se convirtió en la "cabeza" del león y se desarrollaron muchas otras características, como un "cuello" socavado, "patas" colocadas al frente en el suelo y una "espalda" arqueada.
"Nuestros resultados proporcionan una teoría simple del origen de cómo las formaciones del tipo de la Gran Esfinge pueden surgir a partir de la erosión", observa Ristroph. "De hecho, hoy en día existen yardangs que parecen animales sentados o tumbados, lo que respalda nuestras conclusiones". Y cierra: "El trabajo también puede ser útil para los geólogos, ya que revela factores que afectan a las formaciones rocosas, es decir, que no son homogéneas ni uniformes en su composición. Las formas inesperadas surgen de cómo se desvían los flujos hacia las partes más duras o menos erosionables".