¿Qué comían los faraones? Alimentos clave del Antiguo Egipto y grandes banquetes del más allá
La vida en esta antigua civilización giraba alrededor del Nilo, que regaba sus fértiles cosechas dando origen a una peculiar gastronomía.
13 noviembre, 2023 01:17Admirado por los griegos, Alejandro Magno no pudo resistirse a cruzar el desierto para pedir consejo al mítico oráculo de Amón en el refrescante oasis de Siwa. Siglos después, Marco Antonio, enamorado de Cleopatra, decidió suicidarse antes de regresar cautivo a Roma cuando Octaviano, el futuro emperador Augusto, dirigió sus legiones hacia el país del Nilo.
Este río, que nace en Etiopía y Sudán, atrajo la atención de sus pobladores que, rodeados de desierto, veían en sus aguas un océano de prosperidad y abundancia gracias a la agricultura. Este rápido desarrollo agrícola en el Neolítico permitió que Egipto se convirtiera en uno de los primeros estados de toda la historia de la humanidad.
Sobre la abundancia y fertilidad del Nilo y sus cosechas giraba toda la vida en tiempos de los faraones. Cuando un personaje importante moría, además de hacerse enterrar en lujosas tumbas, lo hacía rodeado de comida física y espiritual para hacer menos sufrida su existencia en la otra vida.
Ricos y pobres
Así, amontonados en cestas o representado en relieves y pinturas, se acumulaban jugosas ofrendas dignas de dioses: carne de buey, ánades, cabra, oveja; diferentes tipos de pescados asados y secos; quesos, pan, legumbres… Aunque todo dependía del nivel económico del difunto, las clases populares se conformaban con invocarla en sus modestos enterramientos.
El alimento base que levantó la civilización egipcia fue el pan. Presente en todas las mesas del Nilo, estaba elaborado principalmente con cebada y trigo, aunque también existían variaciones con legumbres secas como garbanzos o lentejas. Sin embargo, los sufridos campesinos tenían pocas opciones para mejorar su dieta. Disponían, si los dioses lo permitían, de un pequeño huerto donde plantar algunas verduras y legumbres.
Por lo general, la dieta de la clase popular era bastante deprimente. "Los egipcios de clase más baja andaban siempre al borde del hambre, pues su alimentación básica consistía en cerveza (una especie de gachas muy claritas) y pan, al que solo de vez en cuando conseguían añadir algún suplemento en forma de proteínas animales", explica el egiptólogo José Miguel Parra en su obra La vida cotidiana en el Antiguo Egipto (La Esfera de los Libros).
Estos campesinos podían mejorar su dieta cuando pasaban a servir de albañiles en las obras públicas. El trabajo era brutal: destrozaba sus espaldas y ocasionaba cientos de lesiones, pero era recompensado por el suministro diario de pan, cerveza y pescado seco o carne de cerdo, oveja, cabra e incluso de vacuno. Sin ese aporte habría sido imposible levantar las pirámides. Los antiguos egipcios también eran muy asiduos a la pesca, siendo muy apreciadas las carpas, empleando numerosas redes y arpones para aumentar su escasa dieta.
El pan popular se podía mojar en diferentes salsas aderezadas con dátiles, uvas, higos o algarrobas. En la mesa de un noble habría que añadir, si era sumamente rico, la presencia ocasional de miel. En cuanto a la carne, venía principalmente de la cría o la caza de aves como palomas, gansos y codornices. Los más notables del reino podían entretenerse cazando numerosos animales como codornices, hipopótamos, gacelas o avestruces que iban a parar al puchero.
Gracias a la domesticación de cabras, ovejas y especies bovinas podían elaborar quesos fermentando su leche y, en el caso del vacuno, utilizar su fuerza para roturar los campos, por lo que su consumo rozaba muchas veces el suicidio para los campesinos.
El Nilo no sólo fertilizaba el suelo y proporcionaba una generosa pesca, sino también flores de loto y papiro. Este último, además de usarse como soporte escrito, se usaba para la elaboración de cestas, calzado o como tentempié ocasional debido a su abundancia.
Cerveza y vino
Después de un arduo día de trabajo, tanto el soldado como el escriba y el campesino, refrescaban sus gargantas con cerveza. Era una bebida sumamente apreciada en todos los estamentos sociales, aunque su composición variaba: desde la espesa y acuosa de los campesinos hasta la refinada y endulzada con dátiles de los más pudientes. Sus dioses también eran bebedores asiduos a juzgar por las generosas ofrendas de cerveza que recibían.
Sin embargo, el vino era la bebida de lujo por excelencia y podía ser importado desde el Mediterráneo o cultivado en los viñedos reales. Estaba realmente al alcance de muy pocos, aunque no todos de clase alta. La vida del ciudadano de a pie estaba llena de sufrimiento y su dieta apenas estaba endulzada con alguna que otra salsa. Faraones, sacerdotes y funcionarios nadaban en abundancia y se enterraban con ellas, siendo muy apreciadas por los ladrones de tumbas.
Gracias a la numerosa documentación egipcia que se ha conservado y descifrado, se tiene constancia de un capataz llamado Paneb que, al amparo de las sombras y de la noche, profanó el Valle de los Reyes buscando el tesoro de alguien importante. Este ladrón fue descubierto en la tumba del faraón Seti II, poco después de su entierro en algún momento del año 1194 a.C..
Además de hacerse con algunas joyas, una gran parte de las ofrendas a Seti estaban razonablemente frescas. Le sedujo especialmente el delicioso vino del faraón. Incapaz de resistirse a sus encantos, se sentó encima del sarcófago para degustarlo, momento en el que los guardias de la necrópolis le pillaron infraganti.
Después de esto, Paneb desaparece de los registros, siendo muy probable que fuera ejecutado o mutilado. Lo que es seguro es que jamás olvidó el sabor de aquella bebida que, en cualquier otra circunstancia, nunca podría haberse permitido.