Las últimas excavaciones realizadas en el yacimiento de El Trigal III, en el área arqueológica de La Puntilla (Nasca, Ica, Perú), han sacado a la luz un nuevo tipo de asentamiento datado en época de la cultura prehispánica wari, que desde el siglo VII extendió su control político desde el actual departamento de Ayacucho, en la sierra andina, donde se localizaba su capital, hacia territorios montañosos y de la costa y el norte del país moderno. Se trata de un complejo arquitectónico de grandes dimensiones formado por un edificio de dos plantas y un patio con almacenes que ha sido descubierto por un equipo de investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona y de la Universidad de Almería.
"El asentamiento de El Trigal III representa un nuevo tipo de enclave, de carácter rural, en el territorio de Wari, probablemente propiedad de un grupo de la clase dominante imperial, que mediante trabajo servil podía mantener los diversos trabajos artesanales, de preparación de alimentos y de mantenimiento de los almacenes, en la casa y sus anexos, y también llevar a cabo trabajos agrícolas en las tierras del valle del río Aja", han explicado los arqueólogos en una nota de prensa".
Los historiadores consideran que la expansión política de esta cultura constituyó un imperio, con un importante peso de la actividad militar de conquista territorial, pero también con alianzas y pactos con grupos dominantes de distintas regiones, como pudo ser el caso del valle de Nasca. En este periodo, que se extendió aproximadamente hasta el año 1200, se desarrollaron importantes centros como la ciudad de Wari, asentamientos territoriales en diferentes regiones y otros sitios donde se han documentado edificios singulares de forma absidal, seguramente de uso político y religioso, y también un gran número de sepulturas, muchas veces sin contextos claros, pero con ajuares funerarios de ese momento.
"El asentamiento hallado por el Proyecto La Puntilla corresponde a un pequeño lugar rural, aunque con un componente arquitectónico con gran inversión de trabajo, seguramente porque era habitado por miembros de la clase alta", detallan los investigadores en su comunicado. A la espera de la confirmación de las fechas obtenidas mediante carbono 14, se estima que su cronología se sitúa entre los siglos VII y X de nuestra era.
El edificio del denominado Recinto Norte de El Trigal III tenía en torno a 130 metros cuadrados y estaba construido con muros de grandes piedras, sobre los que se levantaban paredes de adobe. Además, disponía de dos plantas, dado el grosor de los muros y el volumen de los derrumbes encontrados. Presentaba las paredes enlucidas en color blanco y amarillo, por los restos adheridos a las piedras que conformaban el material arquitectónico. Y en la planta baja, la que se ha conservado, hay evidencias de trabajos de preparación de alimentos y de almacenamiento.
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A dicha estructura se añadía un gran espacio formado por un patio con pequeñas estancias destinadas al almacenamiento, aún en proceso de excavación, en el interior del denominado Recinto Sur. Esta zona alcanzaba más de 500 metros cuadrados y estaba delimitada por muros de grandes piedras. "Este tipo de complejo arquitectónico no había sido documentado hasta ahora en excavaciones en extensión. Pero se conocía una maqueta de cerámica con esta misma configuración, hallada en una sepultura de Ayacucho. La realización de maquetas indica que la construcción estaba planificada previamente", desvelan los arqueólogos.
Desde 2005, el equipo de investigadores viene realizando trabajos de campo en los yacimientos de El Trigal, junto al río Aja, en la vertiente norte de la sierra de La Puntilla. Se trata de un área arqueológica cercana a la comunidad de Orcona (provincia de Nasca, departamento de Ica, Perú). A partir de 2012, las excavaciones se han centrado en El Trigal III, donde se había hallado un asentamiento de la época del Estado de Cahuachi, del siglo I al IV de nuestra era, momento que corresponde a los geoglifos con figuras de animales conocidos como Líneas de Nasca. En 2021 se iniciaron las excavaciones del Recinto Norte, y en 2022 se confirmó que se trataba de un edificio de época posterior, de la cultura wari.
La campaña de 2022 en El Trigal, llevada a cabo bajo la dirección científica de Pedro V. Castro-Martinez, de la UAB, y de Trinidad Escoriza-Mateu, de la Universidad de Almería, ha sido financiada por el Ministerio de Cultura y Deporte, dentro del programa Proyectos Arqueológicos en el Exterior, por la Fundación PALARQ y por el proyecto de I+D FUNECOAN (HAR2017-86431-P) del Ministerio de Economía y Competitividad y la Agencia Estatal de Investigación, con cofinanciación FEDER, y ha contado con el soporte de la Embajada de España en Perú.