Desde el peridodo predinástico, hace unos 5.000 años, los antiguos egipcios veneraron a los babuinos, unos monos a los que consideraban manifestaciones vivas de Toth, un dios asociado con la Luna y la sabiduría. No obstante, sus restos momificados son muy escasos en el registro arqueológico en comparación con los cientos de miles de momias de otras especies animales que han salido a la luz en las necrópolis de la civilización de los faraones, como gatos, pájaros o perros. Algunos de estos hallazgos se han registrado en Saqqara, Tuna el-Yebel o el mismo Valle de los Reyes.
Otros de los lugares en donde los arqueólogos han documentado babuinos momificados es en el yacimiento de Gabbanat el-Qurud, que se localiza en el llamado Valle de los Monos, en la orilla occidental del río Nilo, a unos seis kilómetros de la antigua ciudad de Tebas, hoy Luxor. Una serie de excavaciones en el siglo XIX y a principios del XX identificaron que estos animales fueron enterrados en varios pozos a dos metros de profundidad dentro de ataúdes de madera toscamente tallados, tinajas o sarcófagos hechos con ladrillos de barro o terracota y con un escaso ajuar. En la actualidad los restos se conservan en el Museo de las Confluencias de Lyon.
Un nuevo estudio científico de los huesos de los animales liderado por Wim Van Neer, investigador del Real Instituto Belga de Ciencias Naturales, ha logrado desvelar algunos interrogantes que rodeaban la relación de los babuinos, un animal no natural del Antiguo Egipto, con las prácticas funerarias y creencias religiosas de esta civilización: su procedencia, las rutas de transporte, la distribución de edad y sexo de las dos especies presentes en el registro (Papio hamadryas, el babuino sagrado, y Papio anubis, el babuino oliva), sus condiciones de cautividad o su posible alimentación. Los resultados se han publicado en un artículo en la revista PLOS ONE.
Los investigadores examinaron los restos esqueléticos de un número mínimo de 36 individuos de diferentes edades que han sido datados entre los años 800 y 500 a.C., es decir, entre el Tercer periodo intermedio y el Periodo tardío. Los huesos presentaban deformaciones y otra serie de anomalías que indican que la mayoría de babuinos sufrían desnutrición y falta de luz solar. La principal hipótesis es que esto sea resultado de haber nacido y sido criados en cautividad, aunque también se han identificado algunos especímenes con mejor salud, probablemente importados directamente de la naturaleza.
Las principales patologías observadas fueron raquitismo, lesiones neurocraneales y deformaciones en la región craneofacial y mandíbula. Sin embargo, no se observaron lesiones traumáticas en los huesos, lo que demuestra que los animales sufrieron relativamente poco tratamiento violento directo. Los autores de la investigación señalan que en otros sitios donde se han descubierto babuinos momificados, como Saqqara o Tuna el-Yebel, se visualizan condiciones similares, lo que sugiere un modo bastante parecido en la forma de criar y mantener a los animales a lo largo del tiempo.
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"Las mayores diferencias observadas en el estudio tienen que ver con la aparición de babuinos hamadryas", explican los investigadores. "A diferencia de los babuinos anubis, que fueron trasladados río abajo desde el valle del Nilo sudanés, el suministro de estos monos fue menos sencillo ya que se comercializaban desde lugares más lejanos (el Cuerno de África o la parte sur de la Península Arábiga) a lo largo del mar Rojo y luego por caminos desérticos. En Tuna el-Yebel, los hamadryas comienzan a encontrarse un poco más tarde que en Gabbanat el-Qurud, es decir, a partir del período persa".
Los resultados de este trabajo proporcionan información sobre cómo se mantenía y trataba a los babuinos sagrados en el Antiguo Egipto antes de su eventual momificación, aunque aún quedan más aspectos por explorar. Los autores sugieren, por ejemplo, que un examen más detallado de los dientes de los animales podría proporcionar más datos sobre sus dietas y alimentación y, si es posible extraer ADN de estos restos, los datos genéticos podrían revelar información sobre la región dónde fueron capturados los animales y qué prácticas de reproducción empleaban sus cuidadores.