La última producción histórica de Ridley Scott ha causado mucha polémica por su gran lista de imprecisiones históricas. No obstante, Napoleón no es el primer encontronazo con los historiadores que jalona la filmografía del director británico. En Gladiator (2000), también con Joaquin Phoenix como protagonista, dibujó a otro emperador, esta vez de la Antigua Roma, como un infame gobernante.
Cómodo, el hijo del divino Marco Aurelio, tenía una gran afición por los combates de gladiadores e incluso en una ocasión bajó a la arena a combatir contra unos que contrincantes portaban armas de madera. Sin embargo, ningún Máximo Decimo Meridio —personaje ficticio al que da vida Russell Crowe—, terminó derrotándole en un coliseo abarrotado de espectadores. Su final llegó un 31 de diciembre del año 192 a manos de Narciso, un atlético liberto con el que acostumbraba entrenar.
El nacimiento de Cómodo se registró en un periodo complicado de la historia de Roma. Su padre, el emperador filósofo, le asoció al trono cuando tenía cinco años y le obligó a acompañarle en sus numerosos viajes por los dominios imperiales. Cuando Marco Aurelio murió en el año 180, Cómodo, cerca de los 19 años, decidió dar por finalizada las sangrientas guerras fronterizas que habían caracterizado los últimos años de su progenitor y muy pronto se enemistó con el Senado.
Conspiraciones
Una vez fue asesinado, los senadores volcaron ríos de tinta sobre él y afirmaron que Cómodo había abandonado la frontera para asentarse en Roma y dar rienda suelta a sus excesos. No contentos con ello, decretaron una damnatio memoriae para intentar borrar todo rastro de este último emperador de la dinastía Antonina, que había gobernado en la Urbs desde hacía más de un siglo.
El senador e historiador Dion Casio vivió durante el reinado de Cómodo y dejó reflejado que este joven emperador "no era malo por naturaleza, sino que, por el contrario, era simple como nadie que hubiera vivido nunca". Entendiendo simple como de muy pocas luces, remata la descripción de su carácter afirmando que "odiaba todo esfuerzo y añoraba la vida confortable de la ciudad".
A los dos años de haberse ceñido la diadema imperial, su propia hermana Lucila conspiró contra él, al parecer por envidia. Según la Historia Augusta, su marido, el general y político Claudio Pompeyano, se adelantó e intentó regodearse ante el emperador al desenvainar y advertirle: "El Senado os envía este puñal".
Cómodo, que tenía fama de atleta, logró revolverse y llamar la atención de su guardia pretoriana. Aquel intento de magnicidio llenó de ira al joven princeps que mandó ejecutar a los conspiradores, entre los que se encontraban varios senadores. A su hermana la desterró a la isla de Capri, donde poco después también sería ejecutada. Viendo conspiraciones por todas partes, se volvió paranoico.
La que acabó definitivamente con su vida se originó entre su círculo más íntimo. Una de las concubinas favoritas del emperador, Marcia, fue convencida por algunos miembros del Senado para envenenarle. Algo debió de fallar en aquel mejunje que en lugar de fulminar al princeps le dejó bastante indispuesto. Después de vomitar decidió darse un baño y el pánico se adueñó de aquellos asesinos de emperadores que recurrieron como último recurso al liberto Narciso, entrenador de lucha. Esta vez poco pudo hacer Cómodo. Las manos del antiguo esclavo se aferraron en su garganta sin permitirle avisar a la guardia pretoriana.
Megalómano
El liberto terminó ejecutado por regicida y el Senado celebró la muerte del tirano sin ser conscientes de que habían desencadenado una violenta pugna por el trono. Mientras los aspirantes a emperador compraban el poder o movilizaban sus legiones hacia la capital, el Senado intentó borrar todo rastro de Cómodo, un procedimiento habitual con aquellos emperadores que se habían enfrentado a la institución.
Su relación con este órgano fue bastante complicada: les subía los impuestos y los sometía a contribuciones extraordinarias. Los aristócratas le odiaban y temían a partes iguales. Sin embargo, parece que Cómodo fue muy popular entre el ejército y las clases bajas de la sociedad, sectores a los que dedicó todos sus esfuerzos. Sus excentricidades aumentaron de forma considerable después del complot organizado por su hermana.
Comenzó a obsesionarse con la figura de Hércules y los gladiadores, bajando a la arena varias veces. "Su fama se extendió por toda Roma y el Imperio, llegando incluso hasta los destacamentos militares de las fronteras (...) le dedicaron algunos monumentos como si se tratara de un dios", explica el arqueólogo Néstor F. Marqués en su obra Fake news de la Antigua Roma (Espasa).
La cosa no quedó ahí. Dion Casio, después de llamarle corto de luces, relata que propuso cambiarle el nombre a Roma por Colonia Comodiana, movimiento que el Senado, amedrentado por las purgas de conspiradores reales o imaginarias, acabó ratificando junto con su divinización y asimilación a Hércules.
Una de sus últimas acciones de Cómodo antes de ser asesinado fue ordenar decapitar a una estatua del dios sol y poner en su lugar una suya. "En la base añadió una inscripción donde se le declaraba campeón de secutores [un tipo de gladiador] y el único gladiador zurdo en haber vencido a doce veces mil hombres", narra el arqueólogo.
A pesar de que el comportamiento de este emperador distó bastante de ser ejemplar, su reinado tampoco fue el desastre que afirmaron después los senadores que calificaron su era como de "hierro y óxido". Entre sus rarezas verídicas, los cronistas dibujaron una caricatura monstruosa rematada por una conducta sexual bastante irregular, lasciva y contra la moral.
"Todos aquellos rasgos no eran más que exageraciones del autor de una biografía propagandística que trataba de inculcar y convencer a quienes llegaban después de que la autocracia y la falta de respeto al Senado eran portadoras de desgracias", concluye Marqués.